lunes, 1 de marzo de 2021

SERIE BOSQUEJOS DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA: # 21 - ECLESIASTÉS

 


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ECLESIASTÉS

Autor: Salomón

Tema: la vanidad de la vida aparte de Dios

Fecha: 935 a.C.

Propósito

Según la tradición judía, Salomón escribió el Cantar de los Cantares durante su juventud, Proverbios en su edad adulta y Eclesiastés durante los últimos años de su vida. El efecto acumulativo de la decadencia espiritual de Salomón, la idolatría y la vida de complacencia lo dejaron al fin desilusionado del placer y el materialismo como la manera de lograr la felicidad. Eclesiastés registra sus reflexiones cínicas acerca de la futilidad (inutilidad) y vacuidad (superficialidad) de la búsqueda de la felicidad en la vida aparte de Dios y su Palabra. El había tenido riqueza, poder, honra, fama y placeres sensuales, en gran abundancia, pero al fin resultaron en futilidad y desilusión: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés, 1:2). Su propósito principal al escribir Eclesiastés pudo haber sido transmitir, antes de morir, su testimonio y sus desengaños personales, a fin de que los demás, sobre todo los jóvenes, no cometieran los mismos errores. El confirma para siempre la absoluta futilidad de basar los valores personales de la vida en las posesiones terrenales y la ambición. Aunque los jóvenes deben disfrutar de su juventud (Eclesiastés, 11:9-10), es más importante consagrarse a su Creador (Eclesiastés, 12:1) y resolverse a temer a Dios y guardar sus mandamientos (Eclesiastés, 12:13-14). Esa es la única senda para encontrar el verdadero significado de la vida.

Trasfondo

El título de este libro en el AT hebreo es “qohelet” (del hebreo “qahal”, que significa “reunir en asamblea”) y literalmente significa “uno que convoca una asamblea y se dirige a ella”. Esta palabra ocurre siete veces en el libro (Eclesiastés, 1:1-2, 12, 7:27, 12:8-10) y, por lo general, se traduce “predicador” o “maestro”. La palabra correspondiente en la Septuaginta (la traducción al griego del AT hebreo) es “ekklesiastes”, de la cual deriva el título en castellano: “Eclesiastés”. Toda la obra, por lo tanto, es una serie de enseñanzas dadas por un orador famoso.

En el aspecto litúrgico, el libro de Eclesiastés llego a ser uno de los cinco rollos de la tercera parte de la Biblia hebrea, los hagiógrafos (“Escritos Santos”), cada uno de los cuales se leía en público cada año en una de las fiestas judías. La lectura de Eclesiastés se asignó a las Fiesta de los Tabernáculos.

Autoría

Se cree generalmente que el autor es Salomón, aunque su nombre no aparece en este libro como en Proverbios (Proverbios, 1:1, 10:1, 25:1) y el Cantar de los Cantares de Salomón (Cantares, 1:1).

Varios pasajes, sin embargo, sugieren su paternidad literaria:

 

[1] el autor se identifica como un hijo de David, que fue rey en Jerusalén (Eclesiastés, 1:1, 12);

[2] se refiere a sí mismo como el gobernante más sabio del pueblo de Dios (Eclesiastés, 1:16) y el escritor de muchos proverbios (Eclesiastés, 12:9); y

[3] su reino fue famoso por su riqueza y grandeza (Eclesiastés, 2:4-9);

Todos estos elementos corresponden a la descripción bíblica del rey Salomón. (1 Reyes, 2:9, 3:12, 4:29-34, 5:12, 10:1-8). Además, se sabe que Salomón, en ocasiones, se reunía en una asamblea de israelitas y se dirigía a ellos (1 Reyes, 8:1). La tradición judía adjudica el libro a Salomón. Por otra parte, el hecho de que su nombre no se  menciona de modo explícito en Eclesiastés (como en sus otros dos libros), puede sugerir que alguien más participo en la recopilación del libro. Es mejor considerar el libro como venido de la mano de Salomón, pero quizá recopilado en su forma actual por otra persona después de él, de manera semejante a como se recopilaron ciertas partes del libro de Proverbios (Proverbios, 25:1).

Estructura

Resulta difícil proveer un análisis ordenado del contenido de Eclesiastés. Ningún bosquejo relaciona con facilidad todos los versículos o párrafos. En cierta manera, Eclesiastés reza como extractos del diario de un filósofo durante los últimos años desilusionados de su vida. Comienza por declarar su tema subyacente de que toda la vida es vanidad y fastidio de espíritu (Eclesiastés, 1:1-11).

La primera parte del libro es estrictamente autobiográfica. Salomón describe lo más destacado de su vida intensamente egoísta de riqueza, placer y éxito humano (Eclesiastés, 1:12 – 2:23). La búsqueda de felicidad por esos medios, había terminado pare el en insatisfacción y vacuidad. La mayor parte del libro contiene una serie de pensamientos tomados al azar que subrayan la futilidad y perplejidad de la vida que no tiene a Dios en su centro. La vida “debajo del sol” (una frase que ocurre 28 veces en el libro), es la vida vista por medio de los ojos de las personas no redimidas y se caracteriza por las desigualdades, las incertidumbres, los cambios incalculables de fortuna y las violaciones de la justicia.

Salomón puede hallar un significado fundamental en la vida solo cuando mira “más allá del sol” a Dios. La búsqueda del placer es superficial  e insensata. La juventud es demasiado breve y la vida demasiado fugaz para desperdiciarla neciamente. La inconstancia de la vida y la certeza de la muerte vuelven a Salomón cínico acerca del propósito y los caminos de Dios.

El libro concluye diciendo a los jóvenes que se acuerden de Dios en su juventud, para que no envejezcan con desengaños amargos y la triste tarea de dar cuenta a Dios de una vida malgastada.

Características especiales

Cinco aspectos o énfasis principales caracterizan a Eclesiastés:

 

[1] es un libro muy personal, pues el autor, con frecuencia, usa la forma verbal de primera persona del singular a través de los primeros diez capítulos;

 

[2] mediante el pesimismo del autor, el libro revela que la vida aparte de Dios es incierta y llena de vanidad (la palabra “vanidad” aparece en el libro 35 veces); Salomón observa con cinismo las distintas paradojas y perplejidades de la vida (Eclesiastés, 2:23 y 2:24, 8:12 y 8:13, 7:3 y 8:15);

 

[3] la esencia del consejo de Salomón en el libro ocurre en los últimos dos versículos:

 

Eclesiastés, 12:13 El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.

 

[4] el estilo literario del libro es incoherente; su vocabulario y sintaxis están entre el hebreo más difícil del AT y no se acomodan con facilidad a ninguna era particular de la literatura hebrea; y

 

[5] contiene la alegoría mas pintoresca de la Biblia acerca del envejecimiento de una persona (Eclesiastés, 12:2-7);

Cumplimiento en el NT

Aunque solo un pasaje de Eclesiastés se cita en el NT (Eclesiastés, 7:20 en Romanos, 3:10 sobre la universalidad del pecado), parece que hay varias alusiones: Eclesiastés, 3:17, 11:9, 12:14 en Mateo, 16:27, Romanos, 2:6-8, 2 Corintios, 5:10, 2 Tesalonicenses, 1:6-7; Eclesiastés, 5:15 en 1 Timoteo, 6:7.

Jesús recalco la conclusión del autor acerca de la futilidad de la búsqueda de posesiones mundanas cuando dijo que: 

[1] no se deben acumular tesoros en la tierra (Mateo, 6:19-21, 24); y

[2] no tiene sentido ganar todo el mundo y perder el alma (Mateo, 16:26);

El tema de Eclesiastés (que la vida aparte de Dios es vanidad y futilidad) prepara la escena para el mensaje de gracia del NT: el gozo, la salvación y la vida eterna vienen solo como un regalo de Dios (Juan, 10:10, Romanos, 6:23).

De varias maneras este libro preparo el camino para la revelación del NT a la inversa. Sus referencias frecuentes a la futilidad de la vida y la certeza de la muerte preparan al lector para la respuesta de Dios a la muerte y el juicio, es decir, la vida eterna por medio de Jesucristo. Como el hombre más sabio del AT, fue incapaz de hallar respuestas satisfactorias a los problemas de la vida mediante su búsqueda de placeres egoístas, riqueza y acumulación de conocimientos. Se deben buscar respuestas en Aquel de quien el NT dice que es “más que Salomón” (Mateo, 12:42), es decir, en Jesucristo, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses, 2:3).

Cristo en Eclesiastés

Cristo es “nuestra sabiduría”:

Eclesiastés, 12:9 Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios.

Eclesiastés, 12:13 El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.

 

DIOS TE BENDIGA!

Marcelo D. D’Amico

Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA