Puedes bajar este post como archivo de Word pinchando Aqui o como archivo de PowerPoint pinchando Aqui
Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
Introducción
Jack Kelley, el reconocido
ensayista bíblico norteamericano (lamentablemente fallecido en el otoño
americano de 2015), observa:
La palabra griega de la que proviene la palabra dispensación solamente aparece siete veces en el Nuevo Testamento y solamente la traduce Pablo como tal en dos ocasiones:
La palabra griega de la que proviene la palabra dispensación solamente aparece siete veces en el Nuevo Testamento y solamente la traduce Pablo como tal en dos ocasiones:
Efesios, 1:10 de reunir todas las
cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las
que están en los cielos, como las que están en la tierra.
Efesios, 3:9 y de aclarar a todos
cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que
creó todas las cosas;
Otros significados de esta
palabra son comisión, mayordomía, administración, y economía.
Los que somos dispensacionalistas
creemos que, a través de la historia, Dios ha tratado con la humanidad en
diferentes maneras y en diferentes tiempos como parte del proceso de revelar Su
carácter y Su plan para la humanidad y llamamos a estos diferentes períodos “dispensaciones”.
Por ejemplo, así como la
salvación siempre ha sido por la fe, el camino a la salvación a través de la
mayor parte del Antiguo Testamento era a través de Israel y requería también la
obediencia a la Ley. Pero ese no es el caso durante la Era de la Iglesia.
Por consiguiente la manera como
Dios trató con Israel en el Antiguo Testamento se llevó a cabo durante una
dispensación diferente a la forma como Él está tratando con la Iglesia en el
Nuevo Testamento. ¿Se entiende el punto?.
Las dispensaciones divinas son
siete:
[1] la inocencia;
[2] la conciencia;
[3] el gobierno humano;
[4] la promesa;
[5] la ley;
[6] la gracia; y
[7] el reinado milenial de Cristo
(Apocalipsis, 20:4);
Las primeras cinco se han
cumplido, la sexta está en proceso de cumplimiento y la séptima comenzara a
cumplirse luego del rapto de la iglesia (1 Corintios, 15:51-52, 1
Tesalonicenses, 4:15-17).
En el presente estudio nos centraremos
en la sexta dispensación: la gracia.
Hemos hablado bastante en este
blog acerca de la doctrina de la GRACIA, de modo que trataremos de no
repetirnos.
¿Qué es la Gracia Divina?
En la teología cristiana, la
Gracia Divina es el favor o don (regalo) gratuito, concedido por Dios, para
ayudar al hombre a cumplir los mandamientos, salvarse y ser santo. Es el acto
de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente las almas
hacia sí mismo.
Sustento bíblico de la doctrina de la gracia
La Gracia Divina es mencionada
por Pablo, en un pasaje muy citado por nosotros, como la causa de la salvación:
Efesios, 2:8 Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Este es uno de los pasajes más
importantes de las Escrituras, porque explica cómo operan los engranajes de la
GRACIA y de la FE en el mecanismo de la SALVACIÓN y habla también de lo que es
y de lo que ya no es.
Cuando Pablo escribe “por gracia
sois salvos”, está diciendo que la GRACIA es la CAUSA de la salvación y, cuando
dice “por medio de la fe”, está diciendo que la FE es el MEDIO.
La FE es el “boleto de entrada” a
la GRACIA (la causa de la SALVACION):
Romanos, 5:1 Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo; 5:2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta
gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios.
Lo anterior significa que, para
ser salvos, deben darse las dos cosas, al mismo tiempo: GRACIA y FE. La GRACIA está
disponible desde la cruz de Cristo y lo estará hasta el rapto de la iglesia (1
Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17). O sea: la era de la GRACIA
coincide con la era de la IGLESIA. La GRACIA no estuvo disponible en el AT ni
lo estará luego de que la IGLESIA abandone la tierra a causa del el rapto.
Pero la GRACIA sola no nos salva
sino que, además, es necesaria la FE. Y, como no podría ser de otra manera, la
propia Biblia define lo que es la FE:
Hebreos, 11:1 Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
¿FE en qué?. En el Evangelio de
la salvación:
1 Corintios, 15:3 Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 15:4 y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
Para que se entienda:
Tenemos un evento esperado, que
está en el futuro y que es la SALVACION. Para que ese evento ocurra, deben
darse simultáneamente dos condiciones: la CONDICION NECESARIA (la GRACIA) y la
CONDICION SUFICIENTE (la FE).
La CONDICION NECESARIA es aquella
condición “sine qua non” (sin la cual) el evento esperado es de ocurrencia imposible.
Y esto es fácil de comprobar: sin la GRACIA (sin la CONDICION NECESARIA), la
SALVACION es imposible, por más FE que tengamos, es decir, aun cumpliéndose la
CONDICION SUFICIENTE.
La CONDICION SUFICIENTE, a su vez,
actúa como complemento de la CONDICION NECESARIA en el sentido de que es
aquella condición que, habiéndose cumplido la CONDICION NECESARIA, también debe
cumplirse para que tenga lugar el evento esperado. Y esto también es fácil de comprobar:
sin FE (sin la CONDICION SUFICIENTE), la SALVACION es imposible por mas GRACIA
que haya, es decir, aun cumpliéndose la CONDICION NECESARIA. Y es lo que sucede
hoy. Estando la GRACIA aun disponible, solo son salvos aquellos que tienen FE
(la sola GRACIA no salva a nadie).
Pablo continúa diciendo en
Efesios, 2:8-9 que la SALVACIÓN, que es por GRACIA por medio de la FE, no es de
nosotros sino que es un don de Dios. La palabra “don” aquí significa “regalo”.
Para Pablo, entonces, la SALVACIÓN es un regalo que hemos recibido de parte de
Dios sin haber hecho absolutamente nada para merecerlo. Pablo concluye diciendo
que la SALVACIÓN “no es por obras, para que nadie se gloríe”, es decir, para
que nadie pueda jactarse delante de Dios de haberse salvado por sus propias obras.
Cuando presentamos Efesios, 2:8-9
dijimos que este es un pasaje que habla de lo que es y de lo que ya no es. Lo
que ahora es, es la SALVACIÓN por GRACIA, por medio de la FE y lo que ya no es,
es la SALVACIÓN por las obras de la ley de Moisés.
Cuando oímos el Evangelio de la
salvación con FE, juntamente con la SALVACION, recibimos al ESPIRITU SANTO:
Gálatas, 3:2 Esto solo quiero
saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el
oír con fe? 3:3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu,
ahora vais a acabar por la carne?
Más allá de la pregunta irónica a
los gálatas, cuya respuesta si dudas conocía sobremanera, para Pablo ESPIRITU
SANTO (y, por ende, la SALVACION), se recibían (y se reciben) por el haber oído
con FE el Evangelio y no por las obras (porque somos buenos).
Cuando oímos con FE (cuando creímos)
el Evangelio de la salvación (1 Corintios, 15:3-4), además de recibir la
SALVACION, el ESPIRITU SANTO viene a morar en nosotros:
1 Corintios, 3:16 ¿No sabéis que
sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
Y el ESPIRITU SANTO no solo viene
a morar en nosotros sino que, además, es sellado:
Efesios, 1:13 En él también
vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa, 1:14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención
de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
2 Corintios, 1:21 Y el que nos
confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, 1:22 el cual
también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros
corazones.
Oímos con FE (creímos) el
Evangelio de la salvación (1 Corintios, 15:3-4), junto con la SALVACION
recibimos al ESPIRITU SANTO (y somos sellados con El) y es cuando actúa la
sangre de Cristo limpiándonos de toda maldad:
Romanos, 3:24 siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús, 3:25 a quien Dios puso como propiciación por medio de
la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado
por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
Ya no somos nuestros dueños,
porque fuimos comprados por precio:
1 Corintios, 6:19 ¿O ignoráis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 6:20 Porque habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los
cuales son de Dios.
Y el precio pagado fue la sangre
de Cristo:
1 Pedro, 1:18 sabiendo que
fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 1:19 sino
con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación,
Pablo reafirma que la salvación
no es por obras sino que somos justificados (salvos) por la gracia:
Tito, 3:5 nos salvó, no por
obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu
Santo, 3:6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo
nuestro Salvador, 3:7 para que justificados por su gracia,
viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
Pablo concluye con la siguiente
sentencia, que puede considerarse el sustento bíblico por excelencia de la
doctrina de la gracia:
Gálatas, 2:21 No desecho
la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás
murió Cristo.
En el lenguaje de Pablo, la ley
es sinónimo de obras y la palabra justicia significa salvación. Lo que Pablo
está diciendo es que si la salvación fuese por nuestras obras entonces Cristo
murió en vano (¿para que murió, entonces, Cristo?).
Si bastara con nuestras obras
para salvarnos ¿no hubiese sido más fácil – y menos doloroso – que Cristo
hubiese igualmente descendido del cielo a entregarnos su evangelio y el que
creía se salvaba y el que no se condenaba?. ¿Cuál es el verdadero peso de la
cruz en la ecuación de la salvación?. ¿Sera que necesitamos inicialmente 100%
de la cruz para salvarnos y luego son nuestras obras las que nos “mantienen”
salvos?. ¿Fue la cruz el “anticipo pagado” por nuestra salvación y luego
quedamos pagando el “resto de las cuotas” con nuestras propias obras?.
La idea de que participamos en
nuestra salvación con nuestras obras es una herejía, por dos razones:
[1] Dios no comparte su gloria
con nadie:
Isaías, 42:8 Yo Jehová; este es
mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.
[2] las mejores obras, de los
mejores hombres son, delante de Dios, trapos sucios:
Isaías, 64:6 Si bien todos
nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de
inmundicia;
En la época de Isaías, los
“trapos de inmundicia” eran los trapos que contenían la menstruación de las
mujeres. Así son nuestras obras (nuestra propia justicia) delante de Dios.
El 100% de la gloria por nuestra
salvación le corresponde solo a Dios.
Palabras finales
En la era de la iglesia (en la
GRACIA), los cristianos salvos continuamos pecando:
1 Juan, 1:8 Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros.
Cuando, siendo salvos, pecamos no
perdemos la salvación pero si puede verse interrumpida nuestra comunión con
Dios. Para recuperarla, la solución es la confesión de nuestros pecados:
1 Juan, 1:9 Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad.
La palabra “confesión” viene de
la palabra griega “homologeo” la cual, a su vez, viene de dos raíces también
griegas que son “homo”, que significa “igual o lo mismo” y “logeo”, que
significa “hablar”. O sea que la palabra “confesión” significa literalmente
“hablar lo mismo”. ¿Hablar lo mismo que quien?. Hablar lo mismo que Dios. Solo
estamos confesando cuando somos capaces de hablar de nosotros mismos lo mismo
que Dios hablaría, lo cual implica la difícil tarea de vernos a nosotros mismos
como Dios nos ve (para bien y para mal).
Debemos evitar toda oración vaga
y general del tipo “Señor, perdóname si he pecado contra ti, contra el cielo,
contra mis hermanos y aun contra los hombres”. La oración más conveniente, en
cambio, es una oración del tipo “Señor, perdóname porque he murmurado contra tal
hermano, porque este mes no he diezmado lo que correspondía o porque ayer vi
pornografía en internet”.
La sangre de Cristo, derramada en
la cruz una sola vez (el Nuevo Pacto) reemplazo a la sangre de los animales
derramada en el templo una y otra vez (el Antiguo Pacto).
El poder redentor de la sangre de
Cristo es eterno:
Hebreos, 10:11 Y ciertamente todo
sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos
sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 10:12 pero Cristo, habiendo
ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado
a la diestra de Dios, 10:13 de ahí en adelante esperando hasta que sus
enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 10:14 porque con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
La confesión de 1 Juan, 1:9
(equivalente a los sacrificios diarios del templo en el AT) activa ese poder
redentor eterno y es cuando la sangre de Cristo nos vuelve a limpiar cada vez
que nos equivocamos.
La ley de Moisés era imposible de
cumplir:
Santiago, 2:10 Porque cualquiera
que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de
todos.
Gálatas, 5:3 Y otra vez testifico
a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley.
Jesús no vino a derogar o a
oponerse la ley, sino que vino a cumplirla:
Mateo, 5:17 No penséis que
he venido para abrogar [suspender, dejar sin vigor] la ley o los profetas; no
he venido para abrogar, sino para cumplir.
Jesús, que vivió una vida sin
pecado, cumplió todos los puntos de la ley y luego camino hacia la cruz, con lo
cual nos libró a nosotros de cumplir lo incumplible:
Colosenses, 2:14 anulando el acta
de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de
en medio y clavándola en la cruz,
Para Pablo, al igual que Pedro,
la ley de Moisés era un yugo del cual Cristo nos hizo libres, es decir, la
GRACIA es un mejor pacto que la LEY.
Escuchemos a Pablo:
Gálatas, 5:1 Estad, pues, firmes
en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al
yugo de esclavitud.
Ahora escuchemos a Pedro:
Hechos, 15:10 Ahora, pues, ¿por
qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni
nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 15:11 Antes creemos que
por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!
Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra –
Ministerio REY DE GLORIA