domingo, 3 de noviembre de 2019

LAS SIETE DISPENSACIONES DE DIOS - # 6 LA GRACIA



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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):





Introducción

Jack Kelley, el reconocido ensayista bíblico norteamericano (lamentablemente fallecido en el otoño americano de 2015), observa:

La palabra griega de la que proviene la palabra dispensación solamente aparece siete veces en el Nuevo Testamento y solamente la traduce Pablo como tal en dos ocasiones:

Efesios, 1:10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. 

Efesios, 3:9 y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; 

Otros significados de esta palabra son comisión, mayordomía, administración, y economía.

Los que somos dispensacionalistas creemos que, a través de la historia, Dios ha tratado con la humanidad en diferentes maneras y en diferentes tiempos como parte del proceso de revelar Su carácter y Su plan para la humanidad y llamamos a estos diferentes períodos “dispensaciones”.

Por ejemplo, así como la salvación siempre ha sido por la fe, el camino a la salvación a través de la mayor parte del Antiguo Testamento era a través de Israel y requería también la obediencia a la Ley. Pero ese no es el caso durante la Era de la Iglesia.

Por consiguiente la manera como Dios trató con Israel en el Antiguo Testamento se llevó a cabo durante una dispensación diferente a la forma como Él está tratando con la Iglesia en el Nuevo Testamento. ¿Se entiende el punto?.

Las dispensaciones divinas son siete:

[1] la inocencia;
[2] la conciencia;
[3] el gobierno humano;
[4] la promesa;
[5] la ley;
[6] la gracia; y
[7] el reinado milenial de Cristo (Apocalipsis, 20:4);

Las primeras cinco se han cumplido, la sexta está en proceso de cumplimiento y la séptima comenzara a cumplirse luego del rapto de la iglesia (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17).

En el presente estudio nos centraremos en la sexta dispensación: la gracia.

Hemos hablado bastante en este blog acerca de la doctrina de la GRACIA, de modo que trataremos de no repetirnos.

¿Qué es la Gracia Divina?

En la teología cristiana, la Gracia Divina es el favor o don (regalo) gratuito, concedido por Dios, para ayudar al hombre a cumplir los mandamientos, salvarse y ser santo. Es el acto de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente las almas hacia sí mismo.

Sustento bíblico de la doctrina de la gracia

La Gracia Divina es mencionada por Pablo, en un pasaje muy citado por nosotros, como la causa de la salvación:

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Este es uno de los pasajes más importantes de las Escrituras, porque explica cómo operan los engranajes de la GRACIA y de la FE en el mecanismo de la SALVACIÓN y habla también de lo que es y de lo que ya no es.

Cuando Pablo escribe “por gracia sois salvos”, está diciendo que la GRACIA es la CAUSA de la salvación y, cuando dice “por medio de la fe”, está diciendo que la FE es el MEDIO.

La FE es el “boleto de entrada” a la GRACIA (la causa de la SALVACION):

Romanos, 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 5:2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 

Lo anterior significa que, para ser salvos, deben darse las dos cosas, al mismo tiempo: GRACIA y FE. La GRACIA está disponible desde la cruz de Cristo y lo estará hasta el rapto de la iglesia (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17). O sea: la era de la GRACIA coincide con la era de la IGLESIA. La GRACIA no estuvo disponible en el AT ni lo estará luego de que la IGLESIA abandone la tierra a causa del el rapto.

Pero la GRACIA sola no nos salva sino que, además, es necesaria la FE. Y, como no podría ser de otra manera, la propia Biblia define lo que es la FE:

Hebreos, 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

¿FE en qué?. En el Evangelio de la salvación:

1 Corintios, 15:3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 15:4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;

Para que se entienda:

Tenemos un evento esperado, que está en el futuro y que es la SALVACION. Para que ese evento ocurra, deben darse simultáneamente dos condiciones: la CONDICION NECESARIA (la GRACIA) y la CONDICION SUFICIENTE (la FE).

La CONDICION NECESARIA es aquella condición “sine qua non” (sin la cual) el evento esperado es de ocurrencia imposible. Y esto es fácil de comprobar: sin la GRACIA (sin la CONDICION NECESARIA), la SALVACION es imposible, por más FE que tengamos, es decir, aun cumpliéndose la CONDICION SUFICIENTE.

La CONDICION SUFICIENTE, a su vez, actúa como complemento de la CONDICION NECESARIA en el sentido de que es aquella condición que, habiéndose cumplido la CONDICION NECESARIA, también debe cumplirse para que tenga lugar el evento esperado. Y esto también es fácil de comprobar: sin FE (sin la CONDICION SUFICIENTE), la SALVACION es imposible por mas GRACIA que haya, es decir, aun cumpliéndose la CONDICION NECESARIA. Y es lo que sucede hoy. Estando la GRACIA aun disponible, solo son salvos aquellos que tienen FE (la sola GRACIA no salva a nadie).

Pablo continúa diciendo en Efesios, 2:8-9 que la SALVACIÓN, que es por GRACIA por medio de la FE, no es de nosotros sino que es un don de Dios. La palabra “don” aquí significa “regalo”. Para Pablo, entonces, la SALVACIÓN es un regalo que hemos recibido de parte de Dios sin haber hecho absolutamente nada para merecerlo. Pablo concluye diciendo que la SALVACIÓN “no es por obras, para que nadie se gloríe”, es decir, para que nadie pueda jactarse delante de Dios de haberse salvado por sus propias obras.

Cuando presentamos Efesios, 2:8-9 dijimos que este es un pasaje que habla de lo que es y de lo que ya no es. Lo que ahora es, es la SALVACIÓN por GRACIA, por medio de la FE y lo que ya no es, es la SALVACIÓN por las obras de la ley de Moisés.

Cuando oímos el Evangelio de la salvación con FE, juntamente con la SALVACION, recibimos al ESPIRITU SANTO:

Gálatas, 3:2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 3:3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 

Más allá de la pregunta irónica a los gálatas, cuya respuesta si dudas conocía sobremanera, para Pablo ESPIRITU SANTO (y, por ende, la SALVACION), se recibían (y se reciben) por el haber oído con FE el Evangelio y no por las obras (porque somos buenos).

Cuando oímos con FE (cuando creímos) el Evangelio de la salvación (1 Corintios, 15:3-4), además de recibir la SALVACION, el ESPIRITU SANTO viene a morar en nosotros:

1 Corintios, 3:16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

Y el ESPIRITU SANTO no solo viene a morar en nosotros sino que, además, es sellado:

Efesios, 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 1:14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

2 Corintios, 1:21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, 1:22 el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

Oímos con FE (creímos) el Evangelio de la salvación (1 Corintios, 15:3-4), junto con la SALVACION recibimos al ESPIRITU SANTO (y somos sellados con El) y es cuando actúa la sangre de Cristo limpiándonos de toda maldad:

Romanos, 3:24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 3:25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,

Ya no somos nuestros dueños, porque fuimos comprados por precio:

1 Corintios, 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 

Y el precio pagado fue la sangre de Cristo:

1 Pedro, 1:18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 1:19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 

Pablo reafirma que la salvación no es por obras sino que somos justificados (salvos) por la gracia:

Tito, 3:5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 3:6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, 3:7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

Pablo concluye con la siguiente sentencia, que puede considerarse el sustento bíblico por excelencia de la doctrina de la gracia:

Gálatas, 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

En el lenguaje de Pablo, la ley es sinónimo de obras y la palabra justicia significa salvación. Lo que Pablo está diciendo es que si la salvación fuese por nuestras obras entonces Cristo murió en vano (¿para que murió, entonces, Cristo?).

Si bastara con nuestras obras para salvarnos ¿no hubiese sido más fácil – y menos doloroso – que Cristo hubiese igualmente descendido del cielo a entregarnos su evangelio y el que creía se salvaba y el que no se condenaba?. ¿Cuál es el verdadero peso de la cruz en la ecuación de la salvación?. ¿Sera que necesitamos inicialmente 100% de la cruz para salvarnos y luego son nuestras obras las que nos “mantienen” salvos?. ¿Fue la cruz el “anticipo pagado” por nuestra salvación y luego quedamos pagando el “resto de las cuotas” con nuestras propias obras?.

La idea de que participamos en nuestra salvación con nuestras obras es una herejía, por dos razones:

[1] Dios no comparte su gloria con nadie:

Isaías, 42:8 Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.

[2] las mejores obras, de los mejores hombres son, delante de Dios, trapos sucios:

Isaías, 64:6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;

En la época de Isaías, los “trapos de inmundicia” eran los trapos que contenían la menstruación de las mujeres. Así son nuestras obras (nuestra propia justicia) delante de Dios.

El 100% de la gloria por nuestra salvación le corresponde solo a Dios.

Palabras finales

En la era de la iglesia (en la GRACIA), los cristianos salvos continuamos pecando:

1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.

Cuando, siendo salvos, pecamos no perdemos la salvación pero si puede verse interrumpida nuestra comunión con Dios. Para recuperarla, la solución es la confesión de nuestros pecados:

1 Juan, 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 

La palabra “confesión” viene de la palabra griega “homologeo” la cual, a su vez, viene de dos raíces también griegas que son “homo”, que significa “igual o lo mismo” y “logeo”, que significa “hablar”. O sea que la palabra “confesión” significa literalmente “hablar lo mismo”. ¿Hablar lo mismo que quien?. Hablar lo mismo que Dios. Solo estamos confesando cuando somos capaces de hablar de nosotros mismos lo mismo que Dios hablaría, lo cual implica la difícil tarea de vernos a nosotros mismos como Dios nos ve (para bien y para mal).

Debemos evitar toda oración vaga y general del tipo “Señor, perdóname si he pecado contra ti, contra el cielo, contra mis hermanos y aun contra los hombres”. La oración más conveniente, en cambio, es una oración del tipo “Señor, perdóname porque he murmurado contra tal hermano, porque este mes no he diezmado lo que correspondía o porque ayer vi pornografía en internet”.

La sangre de Cristo, derramada en la cruz una sola vez (el Nuevo Pacto) reemplazo a la sangre de los animales derramada en el templo una y otra vez (el Antiguo Pacto).

El poder redentor de la sangre de Cristo es eterno:

Hebreos, 10:11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 10:12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 10:13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 10:14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. 

La confesión de 1 Juan, 1:9 (equivalente a los sacrificios diarios del templo en el AT) activa ese poder redentor eterno y es cuando la sangre de Cristo nos vuelve a limpiar cada vez que nos equivocamos.

La ley de Moisés era imposible de cumplir:

Santiago, 2:10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.

Gálatas, 5:3 Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley.

Jesús no vino a derogar o a oponerse la ley, sino que vino a cumplirla:

Mateo, 5:17 No penséis que he venido para abrogar [suspender, dejar sin vigor] la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

Jesús, que vivió una vida sin pecado, cumplió todos los puntos de la ley y luego camino hacia la cruz, con lo cual nos libró a nosotros de cumplir lo incumplible:

Colosenses, 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,

Para Pablo, al igual que Pedro, la ley de Moisés era un yugo del cual Cristo nos hizo libres, es decir, la GRACIA es un mejor pacto que la LEY.

Escuchemos a Pablo:

Gálatas, 5:1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.

Ahora escuchemos a Pedro:

Hechos, 15:10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 15:11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.



QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA