domingo, 19 de febrero de 2017

EL SUICIDIO (Y LA EUTANASIA) EN LA BIBLIA


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):




Introducción

Vamos a estar hablando, en este estudio, de un tema sensible dentro de lo que es la doctrina cristiana, como lo es el suicidio (incluida la eutanasia) y el destino eterno de los suicidas.

La Biblia no habla directamente del suicidio, es decir, la palabra “suicidio” no aparece en la Biblia, pero este no es un argumento suficiente como para afirmar que la Biblia no fija una posición sobre este tema. Por ejemplo, la palabra “Trinidad” tampoco aparece en la Biblia. No obstante, este argumento no es suficiente como para negar la Trinidad Divina, es decir, el hecho de que las Escrituras hablan de un Dios que se manifiesta en tres personas distintas como lo son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sin dejar, por ello, de ser un Único Dios.

Por consiguiente, no nos queda otra alternativa que analizar el tema del suicidio a la luz de las doctrinas fundamentales de las Escrituras.

La salvación

El Evangelio de salvación predicado por Pablo no lo aprendió de ningún hombre sino que le fue revelado por Jesucristo (Gálatas, 1:11-12). Y lo que Pablo predico es que la salvación es por gracia, por medio de la fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) y no por obras (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5). Hay más versículos que hablan acerca de la salvación, pero con estos que hemos citado alcanza para afirmar que nada más se nos requiere pasa ser salvos.

La gracia (que hemos mencionado) puede ser definida como el favor inmerecido de Dios por medio del cual los hombres pueden ser salvos, vivir en santidad y obedecer sus mandamientos. La gracia es la actividad unilateral de Dios por medio de la cual Él está continuamente atrayendo las almas hacia sí mismo.

Siendo la gracia la causa de la salvación, el modo de acceder a ella es por medio de la fe (Romanos, 5:2) en el Evangelio (1 Corintios, 15:1-4).

Este Evangelio predicado por Pablo claramente es un Evangelio de “gracia + fe” (sin obras).

La confesión

Pero aun después de ser salvos seguimos pecando.

El apóstol Juan al respecto escribe:

1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1:10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Juan dice “si decimos”, es decir, se incluye, con lo cual está hablando de la iglesia, es decir, de gente que ya es salva. Lo que Juan está diciendo es que un cristiano que no reconoce su pecado:

[1] se engaña a sí mismo;
[2] la verdad (que es la Palabra de Dios) no está en él; y
[3] hace mentiroso a Jesucristo;

Pero Juan no solo reconoce el problema del pecado en un cristiano (aun después de ser salvo), sino que da un paso más y habla de la solución al problema: la confesión (1 Juan, 1:9). Juan dice que, si confesamos nuestros pecados, el Señor nos vuelve a limpiar.

Cuando pecamos luego de ser salvos, no perdemos la salvación pero nuestra comunión con Dios puede verse interrumpida, lo cual puede frenar alguna bendición que Dios tiene para nosotros. La manera de restaurar la comunión con Dios, perdida a causa del pecado, es por medio de la confesión de nuestros pecados. El poder redentor de la sangre de Cristo derramada en la cruz del calvario es eterno. Si esto no fuera así, el Señor tendría que bajar a morir en la cruz cada vez que pecamos luego de haber sido salvos.

Como está escrito:

Hebreos, 9:24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 9:25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 9:26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

Hebreos, 10:11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 10:12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 10:13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 10:14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Pero ¿qué es confesar?.

La palabra “confesión” viene de la palabra griega “homologeo” que, a su vez, proviene de dos raíces griegas: “homo” (que significa “lo mismo”) y “logeo” (que significa “hablar”). De modo que la palabra “confesión” significa “hablar lo mismo”. ¿Hablar lo mismo que quien?. Hablar lo mismo que Dios. Deben evitarse las oraciones generales del tipo “Señor, perdóname, porque he pecado”. Esto no es confesar. La confesión tiene más que ver con una oración del tipo “Señor, perdóname, porque días atrás murmuré contra tal hermano, porque este mes no he diezmado lo que correspondía o porque anoche estuve mirando pornografía”.

Solo estamos confesando cuando somos capaces de hablar de nosotros mismos lo mismo que hablaría Dios, lo cual implica la difícil tarea de vernos como Dios nos ve (para bien y para mal).

La confesión es posterior a la consumación del pecado

Una vez que creemos en el Evangelio de la salvación (1 Corintios, 15:3-4), entramos en la gracia (Romanos, 5:2) y accedemos a la salvación (Efesios, 2:8-9). Lamentablemente, como hemos visto, después de que somos salvos, volvemos a pecar (1 Juan, 1:8). Pero, para nuestra fortuna, si confesamos nuestros pecados, Dios nos vuelve a perdonar y a limpiar de toda maldad (1 Juan, 1:9) y esto es posible porque el poder redentor de la sangre de Cristo es eterno (Hebreo, 10:14).

El arrepentimiento y la confesión deben ser posteriores a la consumación del pecado y no previos. Yo no puedo arrepentirme y confesar “preventivamente” lo que todavía no he hecho, para que, cuando lo haga (cuando se consuma el pecado), pueda aplicarse este arrepentimiento y confesión previos “como pago” para lavar ese pecado futuro.

Para que se entienda: no puedo mostrar arrepentimiento por y confesar algo que aún no hice (pero que hare de todos modos) y que se que es contrario a la Palabra de Dios. Si verdaderamente estaría arrepentido, de tan solo haberlo pensado pediría perdón a Dios por ese pensamiento y jamás lo concretaría. ¿Se entiende el punto?.

En ninguna parte de las Escrituras está planteada, ni siquiera remotamente, la posibilidad del arrepentimiento y confesión anticipada de pecados.

Pecados que impiden nuestra entrada en el reino

Hay un versículo en la Biblia donde se nos da una lista de pecados que, si al morir permanecen inconfesados, nos impiden directamente la entrada en el reino:

Apocalipsis, 21:7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. 21:8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Uno de los pecados mencionados es el de homicidio, es decir, el de matar a un hombre (varón o mujer). Y, si no podemos entrar en el reino, el lugar que nos espera es el infierno.

El suicidio es homicidio

El suicida, básicamente, es un homicida porque está matando a una persona, aunque se trate de el mismo.

La palabra “homicidio” procede del latín “homicidium”, un término compuesto, a su vez, de dos raíces: “homo” (que significa "ser humano u hombre") y “caedere” (que significa "matar"), de modo que, literalmente, la palabra “homicidio” significa "matar a un ser humano o a un hombre (varón o mujer)".

El suicida es un “ser humano” y, aunque se trate de el mismo, esta “matando a un hombre”. Por consiguiente, el suicidio es homicidio. Lo que el suicida está cometiendo, en realidad, es un auto homicidio. Y la Biblia dice que un homicida no heredara el reino de Dios y esta revelación es del mismísimo Jesucristo (Apocalipsis, 21:8).

Ahora bien, alguien que comete homicidio ¿se hace acreedor al infierno sin posibilidad de obtener el perdón de Dios, por aplicación de Apocalipsis, 21:8?. De ninguna manera. Si hay arrepentimiento por ese pecado y se confiesa, Dios otorga el perdón y Apocalipsis, 21:8 queda sin aplicación. Si el homicida, en cambio, no se arrepiente y no confiesa, cuando se muera se va al infierno (Apocalipsis, 21:8).

¿Cuál es el problema con el suicida en todo esto?. Que después de cometer el pecado (después de quitarse la vida) no está vivo para arrepentirse ni mucho menos para confesar (hablar). El pecado, por tanto, le queda inconfeso e imperdonado y, como se trata de un pecado que impide la entrada en el reino (Apocalipsis, 21:8), se va al infierno.

En el caso del suicida, la consumación del pecado de homicidio requiere su propia muerte, lo cual, a su vez, luego no le permite arrepentirse y confesar, porque está muerto. ¿Se entiende el punto?.

Otras razones bíblicas por las que no podemos suicidarnos

Hemos demostrado que el suicidio es homicidio, motivo por el cual requiere arrepentimiento, confesión y perdón para ser admitido en el reino (Apocalipsis, 21:8), algo que el suicida, una vez muerto, no puede hacer.

No obstante, hay dos razones más, de mayor peso todavía, por las cuales la Biblia, sin mencionarlo directamente, condena el suicidio.

[1] No somos nuestros dueños:

1 Corintios, 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Pablo dice que ya no somos nuestros dueños, porque hemos sido comprados por precio. ¿Y cuál es ese precio?. El apóstol Pedro lo sabía bien:

1 Pedro, 1:18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 1:19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

Fuimos rescatados de nuestra pecaminosa manera de vivir, con la sangre de Cristo. Si no somos nuestros dueños, entonces mal podemos pretender disponer de nuestra vida, cometiendo suicido.

[2] Jesucristo tiene las llaves de la muerte:

Apocalipsis, 1:18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

Jesucristo dice de sí mismo que él tiene las llaves de la muerte y del Hades.

La palabra “Hades” es una palabra griega para “infierno” y es equivalente a la palabra hebrea “Seol” que también significa “infierno”. Esto significa que nadie entra ni sale del infierno sin la aprobación de Jesucristo.

Que Jesucristo tenga, además, las llaves de la muerte, significa que,  luego de su sacrificio en la cruz y de su posterior resurrección, El tiene potestad sobre la muerte:

Mateo, 28:18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

La frase “toda potestad” incluye, claro está, la “potestad sobre la muerte”.

Y no solamente porque El la ha vencido, al resucitar de entre los muertos, sino porque solo Cristo puede decidir sobre la muerte de alguien. El suicida, al decidir quitarse la vida, despoja momentáneamente a Jesucristo de esa facultad, ejecutando un acto solo reservado a Dios. Y tal vez sea este (y no el auto homicidio en sí) el verdadero pecado castigado con el infierno.

Acabamos de leer que no somos nuestros dueños y que solo Jesucristo puede disponer de la vida de alguien. ¿Por qué estará escrito esto en la Biblia?. ¿Hace falta que la Biblia mencione la palabra suicidio?.

Eutanasia

No hemos dicho nada acerca de la eutanasia, porque creemos que resulta totalmente asimilable al suicidio de modo que, todo lo que hemos dicho hasta aquí sobre el suicidio, resulta igualmente aplicable a la eutanasia.

La palabra “eutanasia” proviene de dos raíces griegas: "eu" y "thanatos", que significa ‘buena muerte’ y puede ser definida como la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente desahuciado, con su consentimiento, con la intención de evitar sufrimiento y dolor. La eutanasia está asociada al final de la vida sin sufrimiento. No se incluye aquí la desconexión de personas en estado de inconsciencia.

En la eutanasia, al igual que en el suicidio, la muerte es “planeada y para dejar de sufrir”. El suicida sufre (o cree que sufre) y, para poner fin a ese sufrimiento, planea y ejecuta su propia muerte. Por eso la eutanasia es asimilable al suicidio, “asistido” en este caso y legal en varios países.


¿Es el suicidio un caso de pérdida de la salvación?


Como muchos ya saben, es doctrina de este sitio que la salvación, una vez acontecida, no puede perderse. Según Pablo, el Espíritu Santo se recibe por el oír con fe el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), luego de lo cual, el Espíritu Santo no solo viene a morar (1 Corintios, 3:16, 6:19) sino que, además, es sellado en nosotros (Efesios, 1:13-14, Efesios, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22). A partir de aquí, ya no somos nuestros dueños (1 Corintios, 6:19), porque fuimos comprados por precio (1 Corintios, 6:20), siendo el precio pagado la sangre preciosa de Jesucristo (2 Pedro, 1:18-19). Y a partir de que el Espíritu Santo mora en nosotros (no antes) comienza su obra de regeneración (Juan, 16:8). Pablo agrega, además, que aquel que comenzó en nosotros la buena obra (el Espíritu Santo) la perfeccionara (la hará cada vez mejor) hasta el día de Jesucristo, es decir, hasta el rapto de la iglesia (Filipenses, 1:6). Como puede verse, en un “suicida cristiano” toda esta palabra queda sin cumplirse, con lo cual, a la única conclusión a la que podemos arribar es que un suicida, aunque se haya autoproclamado “cristiano”, nunca fue verdaderamente salvo, de modo que no se puede perder lo que nunca se tuvo (la salvación).

Conclusión

Muchos líderes cristianos sostienen que “no somos quienes para decir si alguien está en el cielo o en el infierno, en este caso, por cometer suicidio”, tal vez porque en sus congregaciones hay gente que ha perdido seres queridos por tal motivo y no quieren “herir susceptibilidades”.

No obstante:

[a] la Palabra de Dios es clara y debe ser predicada tal cual es; y

[b] no deben alimentarse falsas esperanzas en familiares de suicidas, alentándolos a que, algún día, se reencontraran en el cielo con sus seres queridos que decidieron quitarse la vida;

Si en Apocalipsis, 21:8 la Biblia dice que ningún homicida que se muera con ese pecado inconfeso e imperdonado entrara en el reino de los cielos, entonces así será (solo porque Dios lo ha dicho). No podemos decir que no sabemos dónde se encuentra un homicida (suicida, en este caso), muerto con ese pecado imperdonado e inconfeso, porque Dios ya ha dicho donde no está.

Debemos ser claros, aun a riesgo de caer antipáticos, no solo con los familiares de un suicida sino, fundamentalmente, con aquellos que, sin saberlo nosotros, están aún vivos y barajando la posibilidad de cometer suicidio, por lo que una palabra nuestra, veraz, tal vez los haga rever su postura. Y esto es lo que Dios va a demandarnos.

Al respecto, Ezequiel escribe:

Ezequiel, 3:17 Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. 3:18 Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. 3:19 Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.

Si hay alguna excepción, la misma será decidida, en su soberanía, por Dios mismo. Hasta donde Dios nos ha revelado en su Palabra, ha quedado demostrado que el suicidio (y la eutanasia) es un pecado pasible de ser castigado con muerte eterna.

Al no haber, con posterioridad a la consumación del pecado, posibilidad alguna de arrepentimiento, confesión y perdón, dicho pecado es castigado con el infierno y luego con el lago de fuego.

Fue derramada sangre inocente por nosotros: la sangre de Cristo, que es sangre de Dios.

No la tengas en poco, quitándote la vida.


QUE DIOS LOS BENDIGA!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra