domingo, 3 de diciembre de 2017

APOSTOL ROBERTO SAAVEDRA - LA PERSEVERANCIA

Te dejo un video del Apostol Roberto Saavedra, donde este Siervo de Dios predica acerca de la PERSEVERANCIA (basado en Genesis, 29:31).

Que lo disfrutes:





DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!

sábado, 19 de agosto de 2017

¿POR QUE CRISTO MURIO EN LA CRUZ?


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):




¿Por qué somos salvos?

La mejor explicación de por qué somos salvos la encontramos en:

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Pablo dice que somos salvos “por gracia” (la causa de la salvación) “por medio” de la fe (el medio). Que algo sea “por gracia” significa que es totalmente inmerecido, es decir, que no hemos hecho nada para merecerlo. No salvamos solo porque Dios quiere.

Inmediatamente después de mencionar que somos salvos por gracia, por medio de la fe, Pablo dice “esto no de vosotros, pues es don de Dios”. ¿A qué se refiere Pablo?. ¿Qué es lo que no es nuestro y es don de Dios?. La palabra “don” significa regalo. Pablo nos quiere decir que la salvación, la cual opera “por gracia (porque Dios quiere), mediante la fe”, es un REGALO.

La salvación, entonces, es un regalo de Dios, que solo se recibe por fe. Pablo finaliza diciendo que la salvación no es por obras “para que nadie se gloríe”, es decir, para que nadie se jacte de haberse salvado “por sus propios actos”.

La fe es el “boleto de entrada” a la gracia (la verdadera causa de la salvación). Esto lo dice Pablo claramente en:

Romanos, 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 5:2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Lo que Pablo escribió en Efesios, 2:8-9 y Romanos, 5:1-2, entonces, debiera ser suficiente como para despejar toda duda acerca de que la salvación no es por obras.

¿Por qué la salvación no es (ni podría ser) por nuestras obras?. Por lo que dice Isaías:

Isaías, 64:6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;

Los “trapos de inmundicia” a los que se refiere Isaías en este pasaje eran los trapos que contenían la menstruación de las mujeres. Las mejores obras, de los mejores hombres, son eso delante de Dios. Por lo tanto, es imposible que nuestras propias obras puedan salvarnos.

La fe

La que salva, entonces, es la gracia, es decir, la voluntad de Dios de que todo hombre sea salvo. Pero ¿alcanza con la gracia de Dios para ser salvos, es decir, con el mero deseo de Dios de que todos seamos salvos?. No. Para entrar en la gracia es necesaria la fe, como bien lo establece Pablo en Romanos, 5:1-2. Y ¿qué es la fe?. Como no podría ser de otro modo la misma Biblia la define:

Hebreos, 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. 

La fe es, entonces y según la Biblia, “la convicción de lo que no se ve”, es decir, el convencimiento de lo que no podemos ver, o sea, creer en lo que no podemos ver ni tocar. Pero ¿fe en que o en quién?. ¿En cualquier cosa y en cualquier persona?. No. Pablo dice que y, sobre todo, quien debe ser el destinatario de la fe:

Romanos, 10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10:10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. 

Aquí Pablo establece lo que podríamos denominar los “requisitos para ser salvos”:

[1] confesar con la boca que Jesús es el Señor; y

[2] creer en el corazón que Dios lo levanto de entre los muertos;

Confesar con la boca que “Jesús es el Señor”, es confesar que “Jesús es Dios” y no solamente el Hijo de Dios. Él es Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios encarnado, Dios hecho hombre.

Creer que Dios lo levanto de entre los muertos es creer en su resurrección, lo cual también implica creer, lógicamente, que murió. Pero ¿por qué murió?. Murió por nuestros pecados. Y este es el Evangelio de nuestra salvación, el que menciona Pablo en:

1 Corintios, 15:3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 15:4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;

¿Por qué cristo tuvo que morir por nuestros pecados?

El hombre, cuyo origen es divino, es, sin embargo, una raza caída. El hombre es un ser malvado que, en la primera oportunidad que tuvo, se rebeló contra su Creador. Desde Adán, cada generación ha ido agregando, a los pecados de sus antepasados, sus propios pecados, incrementándose, de esta forma, la maldad. Dios es, fundamentalmente,  un Dios justo, santo y recto. Dios no puede violar sus propios atributos. Esto, claro está, lo obligaba a derramar su ira sobre el hombre, para satisfacer su justicia.

Si Dios no lo hacía, dejaba de ser un Dios justo. Si Dios no castigaba nuestra maldad, dejaba de ser un Dios recto y santo. ¿Cuál era la manera para Dios de no violar sus atributos?. Satisfacer su justicia derramando su ira sobre el hombre, destruyéndolo. Pero Dios amaba al hombre, en definitiva, lo más sublime y complejo de su creación. ¿Cuál era la forma, entonces?. ¿Cómo hacia Dios para tener comunión con malvados sin dejar de ser santo, justo y recto?.

Esta es la gran pregunta del Evangelio y la respuesta está en la cruz de Cristo. Dios se hizo hombre y bajo a la Tierra por medio de su Hijo, quien vivió una vida perfecta y luego camino hacia la cruz, donde fueron echados sobre el los pecados de su pueblo. Dios, el Padre, quebranto a su propio Hijo en la cruz de la manera en que nosotros debíamos ser quebrantados. Lo quebranto como si en la cruz hubiésemos estado colgados nosotros y no su Hijo.

Esta es la sustitución que tuvo lugar. Alguien pago lo que tú deberías haber pagado. John MacArthur (el reconocido predicador norteamericano) resume muy bien como opero esta sustitución: cuando Dios el Padre ve la cruz te ve a ti y cuando te ve a ti ve a su Hijo.

Por eso Pablo escribe:

2 Corintios, 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Antes de morir, Jesús le pregunto al Padre:

Mateo, 27:46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Literalmente el Padre le dio la espalda a su propio Hijo en el peor momento. ¿Por qué?. Porque Dios Padre no puede si quiera contemplar el pecado y todo el pecado de la humanidad estaba cargado, en ese momento, sobre su Hijo.

Alguien, sin embargo, podría preguntarse: ¿cómo es que el sufrimiento de un solo hombre, durante unas horas, pudo redimir a todas las generaciones de los hombres?.

Porque, como dice Paul Washer, ese hombre que “sufrió unas horas en una cruz”, vale más que todos los hombres juntos.

Esto que hizo Cristo en la cruz fue lo que nos salvó y no nuestras obras. ¿De qué nos salvó la cruz de Cristo?. Ya vamos a hacer una predica al respecto, pero ahora podemos decir que la cruz de Cristo nos salvó del infierno.

El infierno es el juicio eterno que cae sobre todos aquellos que rechazan la ira que el Padre derramo sobre su Hijo en nuestro lugar. El Padre quebranto a su propio Hijo en la cruz, en nuestro lugar, pero ay de aquellos que rechacen ese sacrificio, porque la única moneda de pago que el Padre aceptara por nuestros pecados, es nuestra fe en la sangre de su Hijo derramada en la cruz. Somos rescatados del infierno que merecíamos solo por medio de la fe en la sangre de Cristo derramada en la cruz y no por otra cosa.

Lo único que nos salva es la fe en Jesucristo (no las obras):

Romanos, 3:22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 3:24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,

No hay diferencia, dice Pablo. ¿Entre quienes?. Entre salvos y perdidos. La única diferencia es la fe.

Donde está la jactancia, se pregunta Pablo:

Romanos, 3:27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 

Y nuevamente vuelve a decir que somos justificados únicamente por la fe:

Romanos, 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 

Gálatas, 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Aquí Pablo dice que si por las obras (ley) fuese la salvación (la justicia), entonces Cristo murió en vano. ¿No hubiese sido más fácil y menos doloroso que Jesucristo hubiese bajado a la tierra e igualmente nos hubiese dado su Evangelio y el que creía y obedecía era salvo y el que lo rechazaba era condenado?. Si la salvación solo es una cuestión de obediencia ¿para que murió Cristo en la cruz?. ¿No será que, en la cruz, Cristo hizo algo que nosotros no hubiésemos podido hacer jamás?.


QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – MINISTERIO REY DE GLORIA

domingo, 16 de julio de 2017

LO QUE SUCEDE CUANDO ACEPTAMOS A CRISTO


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):





Introducción


Estamos haciendo este estudio acerca de lo que ocurre, en la esfera espiritual, cuando aceptamos a Jesucristo como Señor y Salvador en fe. Vamos a basar este estudio no en suposiciones personales sino en lo que dice la Biblia:

[1] que somos seres tripartitos, es decir, con espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses, 5:23);

[2] que es lo que sucede con cada una de estas tres partes cuando, al aceptar a Jesucristo, Dios nos circuncida “con circuncisión no echa a mano” sino con una “circuncisión espiritual”, echando fuera el cuerpo de pecado (Colosenses, 2:11);

Comenzamos

Muchos no entienden lo que pasa cuando aceptamos a Cristo:

1 Tesalonicenses, 5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

La Biblia, entonces, dice que somos seres tripartitos:

[1] cuerpo;

[2] alma; y

[3] espíritu;

Veremos ahora que sucede con cada una de estas partes según seamos o no salvos.

Cuando no tenemos a Cristo (cuando no somos salvos), nuestro cuerpo y nuestra alma están vivos. Nuestro cuerpo está vivo por razones obvias (podemos movernos) y nuestra alma está viva porque poseemos una mente, una inteligencia, una conciencia, una voluntad y una capacidad para tomar decisiones. Nuestra alma y nuestro cuerpo están vivos y forman una alianza, mientras que nuestro espíritu está muerto.

Cuando aceptamos a Cristo, el Espíritu Santo viene a morar en nuestro espíritu que cohabita con el alma. Cuando esto sucede, Dios corta (separa) el cuerpo (la carne) del alma (la mente), en una circuncisión que no es de la carne sino espiritual. De esta forma, nuestro cuerpo (la carne) queda aislado del espíritu y el alma, que ahora forman una alianza contra la carne.





Por eso Pablo escribe:

Colosenses, 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;

La nueva criatura

2 Corintios, 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Pero ¿qué es la “nueva criatura”?.

Lo que se transforma en una nueva criatura no es todo nuestro ser tripartito sino la suma de nuestro espíritu y alma (la parte inmaterial de nuestro ser). El cuerpo no forma parte de la nueva criatura porque nuestro cuerpo recién será glorificado en el rapto de la iglesia. Por esto el cuerpo continuara pecando (de diversas formas) aun después de aceptar a Cristo.

Si pecamos, es nuestro cuerpo el que peca. Pero la nueva criatura (el espíritu y el alma) no peca (no puede pecar).

De esto habla el apóstol Juan cuando escribe:

Por un lado:

1 Juan, 3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 

Y, por el otro:

1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 

En 1 Juan, 3:9 el apóstol Juan dice que “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” cuando en la misma epístola, unos versículos antes (1 Juan, 1:8) había escrito que “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Entonces ¿en qué quedamos?. ¿Pecamos o no pecamos luego de ser salvos?.

En 1 Juan, 3:8-9 Juan habla del espíritu y el alma (la nueva criatura, la cual no puede pecar), mientras que en 1 Juan, 1:8 habla del cuerpo.

Aun después de ser salvos seguimos viviendo en un cuerpo de pecado, el que va a ser restaurado solo en el rapto de la iglesia, cuando recibamos un cuerpo glorificado.

1 Corintios, 15:51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 15:52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

Los que, al momento del rapto, estemos muertos seremos resucitados y los que estemos vivos seremos transformados (1 Corintios, 15:51-52).

También puedes ver esto en:

1 Tesalonicenses, 4:15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 4:16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 4:17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por eso Pablo dice en:

Gálatas, 6:7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 6:8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

Si pecamos, no es que dejamos de ser salvos. Si pecamos, peca el cuerpo y pagamos en el cuerpo (en la carne), pero el espíritu y el alma siguen a salvo.

De esto mismo hablaron Jesús y Nicodemo:

Juan, 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Por eso Jesús dice “lo que es nacido de la carne, carne es” (la carne sigue pecando, según 1 Juan, 1:8) y “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (la nueva criatura – el espíritu y el alma - no puede pecar, según 1 Juan, 3:8-9).

En el principio, nuestro padre Adán era un ser tripartito, completo y en plena comunión con Dios. En la caída, cuando peco, Adán sufrió muerte espiritual y el alma (la mente) quedo en alianza con el cuerpo (la carne). ¿Cuál fue la obra de Cristo – que es el segundo Adán -  en la cruz?. Cuando aceptamos a Cristo por fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:1-4), el Espíritu Santo viene a morar en nuestro espíritu de hombre (que estaba muerto) el cual cohabita con el alma.

En este proceso, Dios, en una circuncisión que es espiritual, separa el alma del cuerpo (Colosenses, 2:11-12). En el proceso de conversión y maduración cristiana, la mente y la carne (el alma y el cuerpo) ahora separadas, seguirán intentando aliarse en contra del espíritu del hombre donde mora el Espíritu Santo y acá es donde se produce la lucha interna, en el alma, que es tironeada, por un lado, por la carne (donde domina el espíritu del mundo) y, por el otro, por el espíritu del hombre, donde mora y domina el Espíritu Santo.


Si bien nuestro cuerpo sigue pecando lo hace bastante menos que antes de ser salvos, porque quedo aislado del alma que ahora cohabita con el espíritu donde mora el Espíritu de Dios.

En Filipenses, 1:6 podemos leer:

Filipenses, 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; 

El que comenzó en nosotros la buena obra no es otro que el Espíritu Santo, quien la perfeccionara hasta el “día de Jesucristo” (hasta el rapto).

Finalmente, por aplicación de esta promesa (Filipenses, 1:6), terminara prevaleciendo el Espíritu Santo, que mora en el espíritu del hombre preservando la nueva criatura (espíritu + alma) que no puede pecar porque es nacida de Dios (Juan, 3:1-6, 1 Juan, 3:8-9).

¿Y el cuerpo?. Queda aislado, aunque continúa cometiendo ciertos pecados (1 Juan, 1:8), a la espera de ser glorificado en el rapto: si al momento del rapto estamos muertos, seremos resucitados con un cuerpo de gloria y, si estamos vivos, seremos transformados recibiendo un cuerpo de gloria (1 Corintios, 15:51-52).

Todo esto que hemos visto es una obra de Dios que solo acontece en aquellos que han confesado con la boca a Jesucristo y lo han creído en el corazón (Romanos, 10:9-10).

Para ellos, se desencadenan en la esfera espiritual una serie de eventos que son irreversibles. Cristo vino a deshacer las obras del diablo (1 Juan, 3:8) pero Satanás no puede deshacer esta obra de Dios, que es la salvación. Para ellos, para los que lo han confesado y han creído en Jesucristo, es la promesa que sigue:

Filipenses, 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; 

Esto significa que, los que realmente son salvos, no pueden “perder” su salvación.

Por eso el propio Jesucristo dice:

Juan, 10:27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 10:29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 

Aunque no es el objeto del presente estudio, aquí va una pregunta para los que dicen que la salvación puede perderse. Si la salvación, como ellos dicen, puede perderse ¿de quienes está hablando Jesús acá?. ¿Quiénes son los que no perecerán jamás y nadie los arrebatara de su mano?. Jesús habla de unas ovejas que son suyas y que Él les da vida eterna y que jamás perecerán porque nadie las puede arrebatar de su mano.

Cristo tiene a los salvos en su mano y viene el Padre y envuelve, a su vez, la mano de Cristo. ¿Quién podrá arrebatar esas ovejas de la mano de Dios?.

Cuando se confiesa a Jesucristo como Señor y Salvador y se lo cree en el corazón (Romanos, 10:9-10), es decir, cuando se confiesa a Jesucristo con fe, el Espíritu Santo viene a morar en el espíritu del hombre, resucitándolo (porque el espíritu estaba muerto). La salvación y el Espíritu Santo se reciben por fe. Es aquí cuando comienza la obra de regeneración o nuevo nacimiento de la que habla Juan, 3. Y es aquí cuando el Espíritu Santo comienza la “buena obra” en nosotros, la que va a perfeccionar hasta el día de Jesucristo (Filipenses, 1:6). Y son estas personas las que son salvas, es decir, las que no solo han confesado al Señor de labios sino que, además, “hacen la voluntad del Padre” porque han nacido de nuevo.

En cambio, los que han confesado a Jesucristo pero no lo han creído en el corazón (lo han hecho sin fe) siguen PERDIDOS, es decir, aun no son salvos. Por eso Jesucristo advierte:

Mateo, 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Si alguna de estas personas se muere esta noche y se va al infierno ¿podemos afirmar que perdió su salvación?. No, porque no era salvo.


QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – MINISTERIO REY DE GLORIA

DENTRO DE LA IGLESIA, PERO NO SALVOS


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):




Introducción

En el libro de Mateo podemos encontrar las siguientes palabras de Jesucristo:

Mateo, 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Lisa y llanamente, Jesucristo está diciendo que no todo el que lo llame Señor será salvo.

Pero ¿quiénes son lo que llamarían Señor a Jesucristo y podrían no entrar en el reino de los cielos?. ¿Los incrédulos?. ¿Los ateos?. ¿Los científicos?. ¿Los que profesan otras religiones?. Ninguno de estos llamaría jamás “Señor” a Jesucristo: algunos por su incredulidad y otros porque llaman “señor” a otros dioses. Los únicos que llaman “Señor” a Jesucristo son, en principio, los cristianos (católicos y protestantes). Entonces, lo que Jesús está diciendo es que “de entre los que se proclamen cristianos, no todos los que me llamen Señor serán salvos”.

Jesucristo, cuando dijo estas palabras de Mateo, 7:21, estaba anticipando lo que sería una (triste) realidad dentro de la iglesia, a lo largo de su historia: que habría gente que, a pesar de confesar su nombre, no sería salva. Por estas palabras de Jesucristo podemos llegar a la conclusión de que “no todo el que dice que es cristiano verdaderamente lo es”.

Los tibios

Los “tibios” son aquellos que se autoproclaman cristianos, pero que la Biblia ya anticipa que no son salvos y también estas son “palabras de Jesucristo”:

Apocalipsis, 3:15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 3:16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

La Biblia habla entonces de lo que podríamos llamar las tres “temperaturas espirituales”:

[1] fríos;
[2] calientes; y
[3] tibios;

¿Quiénes son los “fríos”?. Son los “incrédulos” y, por supuesto, están “fuera de la iglesia”.

¿Quiénes son los “calientes”?. Son los creyentes activos “llenos del Espíritu Santo”, los cristianos verdaderos y, por supuesto, están “dentro de la iglesia”.

¿Quiénes son y donde están los tibios?.

El Evangelio que Pablo predicó no lo aprendió de ningún hombre sino que le fue revelado por Jesucristo (Gálatas, 1:11-12). Y lo que Pablo predico es que la salvación es por gracia, por medio de la fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) y no por obras (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5).

La gracia puede ser definida como el favor inmerecido de Dios por medio del cual los hombres pueden ser salvos, vivir en santidad y obedecer sus mandamientos. La gracia es la actividad unilateral de Dios por medio de la cual Él está continuamente atrayendo las almas hacia sí mismo.

Siendo la gracia la causa de la salvación, el modo de acceder a ella es por medio de la fe (Romanos, 5:2) en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4):

1 Corintios, 15:3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 15:4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;

Por más gracia que haya (y vaya si la hay) sin fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) la salvación no acontece. ¿Por qué?.
Porque:

[1] la fe es el “boleto de entrada” a la gracia (Romanos, 5:2), que es la causa de la salvación (Efesios, 2:8); y

[2] sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos, 11:6);

Los “tibios” son personas que han confesado a Cristo de labios, pero lo han hecho sin fe, es decir, no han creído en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4). Sabemos, por Pablo, que el Espíritu Santo se recibe, junto con la salvación, por oír con fe el Evangelio (Gálatas, 3:2). Como estas personas no han creído el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), el Espíritu Santo jamás ha venido a morar (1 Corintios, 3:16, 6:19), ni muchos menos ha sido sellado en ellas (Efesios, 1:13-14, Efesios, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22), motivo por el cual el Espíritu Santo nunca ha podido comenzar su obra de convicción de pecado, de justicia y de juicio en ellas (Juan, 16:8). Y ya sabemos que el Espíritu Santo no puede morar, ni mucho menos obrar en un incrédulo (Juan, 14:17).

Estas personas normalmente están bautizadas, participan de la Santa Cena e, incluso, de algunas actividades de la iglesia. Pero son personas que no son salvas y que, por lo tanto, continúan perdidas.

¿Cómo sabemos que “están dentro de la iglesia”?.

La iglesia es el cuerpo de Cristo:

Romanos, 12:5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. 

1 Corintios, 12:27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 

Efesios, 4:12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

Jesucristo dice que los vomitara de su boca, lo cual significa que los tibios están en la “boca de Cristo”, es decir, están “dentro del cuerpo de Cristo”.

¿Cómo sabemos que no son salvos?.

Jesucristo dice que serán “vomitados”, lo cual implica “salir del cuerpo”. Ellos no participaran del “rapto de la iglesia”, al igual que los incrédulos.

Estos cristianos conocen el Evangelio, pero no están convertidos. Han confesado a cristo pero no han creído (si hubiesen creído, el Espíritu Santo hubiese venido sobre ellos y hubiesen sido transformados). El postrer estado de ellos viene a ser peor que el primero, como dice Pedro:

2 Pedro, 2:20 Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. 2:21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. 2:22 Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.

No se pierdan el detalle de los anteriores pasajes. Pedro pone énfasis en la palabra “conocer” que viene del griego “gnosis”. La palabra “creer”, en cambio, viene del griego “pistis” y no es usada por Pedro en estos pasajes. Pedro solo usa la palabra “gnosis” en sus diversas formas. Estas personas “conocieron” el Evangelio pero no lo han “creído”. Conocer no es creer. Si hubiesen creído (tenido fe) el Espíritu Santo hubiese venido sobre ellos y serian salvos y no “tibios y vomitados”.

Los antinomianistas

La palabra viene del griego “anomos” que, a su vez, viene de dos raíces griegas: “a” (que significa “no o sin”), y “nomos” (que significa “ley”), con lo cual la palabra “antinomianismo” significa “sin ley”.

El antinomianismo se refiere, en suma, a la práctica (herética) de vivir sin la debida consideración de la rectitud de Dios, a emplear la gracia de Dios como si fuera una licencia para pecar y confiar en ella para ser limpio del pecado, sin condiciones. En otras palabras, ya que la gracia es infinita y somos salvos por gracia, entonces podemos pecar cuanto queramos y, aun así, seguir siendo salvos.

Pablo escribe:

Romanos, 5:20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 5:21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

Pablo explico la razón por la cual fue dada la ley:

Romanos, 4:15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.

Romanos, 5:13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 

Antes de la ley de Moisés, como es lógico, había pecado, pero no se podía inculpar a nadie. Al no estar establecido que estaba bien y que estaba mal, no había transgresión punible (castigable).

Acto seguido, Pablo agrega:

Romanos, 6:1 ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 6:2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?

Romano, 6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. 6:15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.

Los que creen en esta herejía no son salvos y es muy fácil de comprobar.

Somos salvos por gracia, por medio de la fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) y no por obras (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5).

La gracia es el favor inmerecido de Dios por medio del cual podemos ser salvos, podemos obedecer (aunque no de manera perfecta) los mandamientos de Dios y podemos llevar una vida con la santidad que Dios exige. La gracia es la actividad unilateral llevada a cabo por Dios por medio de la cual Él está atrayendo todo el tiempo las almas hacia sí mismo.

Siendo la gracia la causa de la salvación, accedemos a ella por medio de la fe (Romanos, 5:2). La fe debe estar puesta en lo que hizo Cristo en la cruz, es decir, en el Evangelio (1 Corintios, 15:1-4). Cuando oímos el Evangelio con fe (cuando lo creemos), junto con la salvación recibimos al Espíritu Santo (Gálatas, 3:2), el cual no solo viene a morar (1 Corintios, 3:16, 6:19) sino que, además, es sellado en nosotros (Efesios, 1:13-14, 2 Corintios, 1:21-22). Una vez que el Espíritu Santo viene a morar en nosotros, comienza su obra, siendo una de ellas la convicción de pecado (Juan, 16:8), lo cual significa que, cada vez que pecamos (aun siendo salvos), el Espíritu Santo nos convencerá de que hemos pecado y nos guiara primero al arrepentimiento y luego a la confesión (1 Juan, 1:9). Pablo dice que, aquel que comenzó en nosotros la buena obra (el Espíritu Santo), la perfeccionara (la hará cada vez mejor), hasta el día de Jesucristo, es decir, hasta el día del rapto de la iglesia (Filipenses, 1:6). Es Dios morando en nosotros el que produce en nosotros tanto el querer (dejar de pecar) como el hacer (el que podamos lograrlo) por su buena voluntad (Filipenses, 2:13).

Como puede apreciarse, aquel que, malinterpretando la gracia, confiesa a Cristo y vuelve, una y otra vez, en forma continua, a revolcarse en el barro cenagoso del pecado, no tiene al Espíritu Santo morando consigo, es decir, no es salvo, el Espíritu Santo jamás comenzó en el obra alguna motivo por el cual mucho menos podrá perfeccionarla (Filipenses, 1:6).

El Espíritu Santo se recibe por el oír el Evangelio con fe:

Gálatas, 3:2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 

Es decir, sin fe el Espíritu Santo no puede recibirse (Juan, 14:17).

Esto sucede con una innumerable cantidad de personas que han confesado a Cristo pero lo han hecho sin fe (sin creer) en el Evangelio (1 Corintios, 15:1-4). Por más gracia que haya (y vaya si la hay) sin fe la salvación no acontece porque:

[1] la fe es el “boleto de entrada” a la gracia (Romanos, 5:2), que es la causa de la salvación (Efesios, 2:8); y

[2] sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos, 11:6);

Jesucristo mismo hablo contra esta herejía:

Mateo, 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Estas personas a las que les habla Jesucristo aparentemente son cristianas.

Ellos le dicen al Señor, en tu nombre:

[a] profetizamos, es decir, tienen el “don de profecía” (1 Corintios, 12:10);

[b] echamos fuera demonios, es decir, tiene el “ministerio de liberación” (Marcos, 16:17); e

[c] hicimos muchos milagros, es decir, “tienen el don de milagros y sanidades” (1 Corintios, 12:9-10);

Es decir, son personas que aparentemente son cristianas, actúan dentro de la iglesia y tienen dones y ministerios. Casi “cristianos modelos”. Pero Jesucristo los echa.

¿Por qué los estará echando el Señor?. ¿Acaso no vio todo lo que ellos hicieron?.

Juan, 6:35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 6:36 Más os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. 6:37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

La frase “hacedores de maldad” (de Mateo, 7:23) proviene del griego, de la palabra “anomos”, donde “a” significa “no o sin” y “nomos” significa “ley”, es decir, “sin ley” (antinomianismo). Lo que Cristo está diciendo es: “apártense de mi los de ustedes que, confesando mi nombre como Señor, vivieron en la Tierra como si yo nunca les hubiera dado una ley para obedecer”.

Muchos dicen “soy cristiano”, pero ni saben lo que son las leyes de Cristo. No les importa. Cristo está diciendo: “tú dices que eres mi discípulo pero vives tu vida como si nunca te hubiera dado una ley para obedecer, tú vives como quieres y haces todo conforme a tus pensamientos, todo conforme a la carne y a lo que el mundo está haciendo y dices que yo soy tu Señor, eso es mentira, apártate de mí”.

Una última pregunta: ¿cómo puede ser que Dios use gente así, que ni siquiera es salva?. Los rechazados de Mateo, 7:22-23 le dicen al Señor “profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros” y Jesucristo no los contradice. La clave está en que, a pesar de no ser salvos, hicieron todo eso en el nombre de Jesucristo. Dios no respalda al predicador sino que respalda el nombre de su Hijo, que es “nombre sobre todo nombre” (Filipenses, 2:9) y respalda su Palabra, que siempre se cumple (Isaías, 46:10-11, Isaías, 55:11).

La cizaña

Mateo, 13:24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 13:25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 13:26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 13:27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 13:28 Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 13:29 Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 13:30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Nuevamente aquí las palabras son de Jesucristo.

El Señor es Jesucristo y el campo es la iglesia. El trigo representa a los verdaderos cristianos y la cizaña sembrada por el enemigo (Satanás) representa a los siervos de Satanás disfrazados de cristianos. La parábola enseña que cuando se le pregunto al Señor si quería que se arrancara la cizaña, El contesto que no porque “no sea cosa que, juntamente con la cizaña, se arranque también el trigo”. El Señor propuso, en cambio “dejar crecer lo uno y lo otro hasta la siega (cosecha)”, lo cual da a entender que los verdaderos cristianos tendrían que convivir con estos verdaderos siervos de Satanás infiltrados dentro de la iglesia.

Son los “obreros fraudulentos” de los que habla también Pablo:

2 Corintios, 11:13 Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. 11:14 Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. 11:15 Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.

¿Dónde están estos siervos de Satanás?. Dentro de la iglesia. ¿Son salvos?. Por supuesto que no. Actúan dentro de la iglesia, aparentan ser cristianos pero son siervos de Satanás.

Los anticristos

Constituye una herejía cualquier enseñanza que redefina la persona de Jesucristo: negar su deidad (divinidad), su nacimiento virginal, su vida sin pecado, su resurrección física.

Juan también habla del anticristo en:

1 Juan, 2:18 Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. 2:19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros;

El apóstol Juan dice “ya es el último tiempo”, es decir, Juan creía que en su época ya se vivían los “últimos tiempos”. Muchos de nosotros, a su vez, creemos que los últimos tiempos son estos que estamos viviendo ahora. Pero ¿cuáles son los últimos tiempos?. Los “últimos tiempos” comenzaron a vivirse inmediatamente después de la cruz de Cristo. Ahí “se dio vuelta el reloj de arena” e inicio la cuenta regresiva, hasta el rapto de la iglesia, en primer lugar, y hasta la segunda venida de Cristo, en segundo lugar. Con la cruz de Cristo el reloj profético de Dios (que es Israel) se detuvo en la “semana 69”. Queda por cumplirse aún una última semana de años (7 años), que es la Tribulación, para que se termine de cumplir la profecía de “las 70 semanas de Daniel” (Daniel, 9:24-27).

El apóstol Juan habla aquí de los “anticristos”, es decir, de una actitud de muchos. Cuando escuchamos la palabra “anticristo” la relacionamos de inmediato con un personaje que aparece en Apocalipsis, 13:1 que vendrá a liderar la última rebelión contra Dios en los últimos siete años de las historia del gobierno humano (la semana 70 de Daniel). Este personaje, que aparecerá en los últimos días, también es mencionado por Daniel (Daniel, 9:27) y por Pablo (2 Tesalonicenses, 2:3-10). Esto es cierto, pero también es cierto que “anticristo” es una actitud contra Cristo, su obra en la cruz y su reino. De hecho, los que tienen esa actitud son dominados por uno de los espíritus inmundos o demonios desencadenados por satanás contra de la iglesia llamado, precisamente, el “espíritu de anticristo”.

¿Y quién es anticristo?.

1 Juan, 2:22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 2:23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre;

Es anticristo el que niega que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.

Otros pasajes similares contra esta enseñanza herética (también de Juan) son:

1 Juan, 4:1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 4:2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; 4:3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. 

1 Juan, 4:15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios;

1 Juan, 5:1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él;

Todo aquel que niegue la divinidad de Jesucristo es anticristo:

Tito, 2:13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,

Colosenses, 2:8 Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. 2:9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,

Pero lo más importante es lo que dice Juan respecto de los anticristos. Él dice “salieron de nosotros para que se manifestase que no todos son de nosotros”. No se pierdan este detalle. Los anticristos están dentro de la iglesia, no fuera. Tenemos la tendencia a pensar que los anticristos son los ateos, los científicos, los que profesan otras religiones, es decir, solemos pensar que los anticristos están afuera de la iglesia, pero Juan dice que están adentro, cuando dice “no todos son de nosotros”. Juan no se está refiriendo a los que están fuera de la iglesia, que ya sabemos que no son de nosotros. Se está refiriendo a los que están dentro de la iglesia.

El destino eterno de los falsos cristianos

Los falsos cristianos que pertenecen a estos cuatros grupos que hemos nombrado, por supuesto, no son salvos:

[1] los tibios, serán vomitados por el Señor (Apocalipsis, 3:15-16);

[2] los antinomianistas, serán rechazados por el Señor (Mateo, 7:22-23);

[3] la cizaña, será atada en manojos y quemada (Mateo, 13:24-30);

[4] los anticristos, dice Juan, no son de nosotros, es decir, no son salvos (1 Juan, 2:18-19);

Un dato interesante es que, a excepción de los anticristos, de los cuales habla Juan en 1 Juan, 2:18-19, de los otros tres tipos de falsos cristianos (los tibios, los antinomianistas y la cizaña) habla Jesucristo en persona.

Pregunta: si alguien, perteneciente a alguno de estos cuatro grupos de falsos cristianos, se muere esta noche y se va al infierno ¿podemos afirmar que “perdió” su salvación?. No, de ninguna manera, porque la Biblia ya anticipa que nos son salvos y están todos metidos en la iglesia. Cuanta gente no salva que hay dentro de la iglesia!!!.

El destino eterno de los verdaderos cristianos

En contraste con estas cuatro categorías de falsos cristianos que acabamos de mencionar (los tibios, los antinomianistas, los siervos de satanás infiltrados en la iglesia y los anticristos) tenemos  a los que verdaderamente son salvos, que son los verdaderos cristianos mencionados en:

Juan, 10:27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 10:29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Aquí también habla Jesucristo en persona y habla de sus ovejas, que escuchan su voz y lo siguen y que no perecerán jamás, porque su Padre se las dio y nadie las puede arrebatar de la mano de su Padre porque su Padre mayor que todos es.

Jesucristo tiene a los salvos en su mano y luego viene el Padre y envuelve la mano de Cristo.

¿Quién puede arrebatar estas ovejas de la mano de Dios?.

Como bien lo expresa Pablo:

Romanos, 8:35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 8:36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 8:37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 8:38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 8:39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.


QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – MINISTERIO REY DE GLORIA