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¿Por qué somos salvos?
Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
La
mejor explicación de por qué somos salvos la encontramos en:
Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Pablo
dice que somos salvos “por gracia” (la causa de la salvación) “por medio” de la
fe (el medio). Que algo sea “por gracia” significa que es totalmente
inmerecido, es decir, que no hemos hecho nada para merecerlo. No salvamos solo
porque Dios quiere.
Inmediatamente
después de mencionar que somos salvos por gracia, por medio de la fe, Pablo
dice “esto no de vosotros, pues es don de Dios”. ¿A qué se refiere Pablo?. ¿Qué
es lo que no es nuestro y es don de Dios?. La palabra “don” significa regalo.
Pablo nos quiere decir que la salvación, la cual opera “por gracia (porque Dios
quiere), mediante la fe”, es un REGALO.
La
salvación, entonces, es un regalo de Dios, que solo se recibe por fe. Pablo
finaliza diciendo que la salvación no es por obras “para que nadie se gloríe”,
es decir, para que nadie se jacte de haberse salvado “por sus propios actos”.
La
fe es el “boleto de entrada” a la gracia (la verdadera causa de la salvación).
Esto lo dice Pablo claramente en:
Romanos,
5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo; 5:2 por quien también tenemos entrada por la fe
a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios.
Lo
que Pablo escribió en Efesios, 2:8-9 y Romanos, 5:1-2, entonces, debiera ser
suficiente como para despejar toda duda acerca de que la salvación no es por
obras.
¿Por
qué la salvación no es (ni podría ser) por nuestras obras?. Por lo que dice
Isaías:
Isaías,
64:6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias
como trapo de inmundicia;
Los
“trapos de inmundicia” a los que se refiere Isaías en este pasaje eran los
trapos que contenían la menstruación de las mujeres. Las mejores obras, de los
mejores hombres, son eso delante de Dios. Por lo tanto, es imposible que
nuestras propias obras puedan salvarnos.
La fe
La
que salva, entonces, es la gracia, es decir, la voluntad de Dios de que todo
hombre sea salvo. Pero ¿alcanza con la gracia de Dios para ser salvos, es decir,
con el mero deseo de Dios de que todos seamos salvos?. No. Para entrar en la
gracia es necesaria la fe, como bien lo establece Pablo en Romanos, 5:1-2. Y
¿qué es la fe?. Como no podría ser de otro modo la misma Biblia la define:
Hebreos,
11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve.
La
fe es, entonces y según la Biblia, “la convicción de lo que no se ve”, es
decir, el convencimiento de lo que no podemos ver, o sea, creer en lo que no
podemos ver ni tocar. Pero ¿fe en que o en quién?. ¿En cualquier cosa y en
cualquier persona?. No. Pablo dice que y, sobre todo, quien debe ser el
destinatario de la fe:
Romanos,
10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10:10 Porque con
el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación.
Aquí
Pablo establece lo que podríamos denominar los “requisitos para ser salvos”:
[1]
confesar con la boca que Jesús es el Señor; y
[2]
creer en el corazón que Dios lo levanto de entre los muertos;
Confesar
con la boca que “Jesús es el Señor”, es confesar que “Jesús es Dios” y no
solamente el Hijo de Dios. Él es Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios
encarnado, Dios hecho hombre.
Creer
que Dios lo levanto de entre los muertos es creer en su resurrección, lo cual
también implica creer, lógicamente, que murió. Pero ¿por qué murió?. Murió por
nuestros pecados. Y este es el Evangelio de nuestra salvación, el que menciona
Pablo en:
1 Corintios,
15:3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 15:4 y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
¿Por qué cristo tuvo que morir
por nuestros pecados?
El
hombre, cuyo origen es divino, es, sin embargo, una raza caída. El hombre es un
ser malvado que, en la primera oportunidad que tuvo, se rebeló contra su
Creador. Desde Adán, cada generación ha ido agregando, a los pecados de sus
antepasados, sus propios pecados, incrementándose, de esta forma, la maldad.
Dios es, fundamentalmente, un Dios
justo, santo y recto. Dios no puede violar sus propios atributos. Esto, claro
está, lo obligaba a derramar su ira sobre el hombre, para satisfacer su
justicia.
Si
Dios no lo hacía, dejaba de ser un Dios justo. Si Dios no castigaba nuestra
maldad, dejaba de ser un Dios recto y santo. ¿Cuál era la manera para Dios de
no violar sus atributos?. Satisfacer su justicia derramando su ira sobre el
hombre, destruyéndolo. Pero Dios amaba al hombre, en definitiva, lo más sublime
y complejo de su creación. ¿Cuál era la forma, entonces?. ¿Cómo hacia Dios para
tener comunión con malvados sin dejar de ser santo, justo y recto?.
Esta
es la gran pregunta del Evangelio y la respuesta está en la cruz de Cristo.
Dios se hizo hombre y bajo a la Tierra por medio de su Hijo, quien vivió una
vida perfecta y luego camino hacia la cruz, donde fueron echados sobre el los
pecados de su pueblo. Dios, el Padre, quebranto a su propio Hijo en la cruz de
la manera en que nosotros debíamos ser quebrantados. Lo quebranto como si en la
cruz hubiésemos estado colgados nosotros y no su Hijo.
Esta
es la sustitución que tuvo lugar. Alguien pago lo que tú deberías haber pagado.
John MacArthur (el reconocido predicador norteamericano) resume muy bien como
opero esta sustitución: cuando Dios el Padre ve la cruz te ve a ti y cuando te
ve a ti ve a su Hijo.
Por
eso Pablo escribe:
2
Corintios, 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Antes
de morir, Jesús le pregunto al Padre:
Mateo,
27:46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí,
¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Literalmente
el Padre le dio la espalda a su propio Hijo en el peor momento. ¿Por qué?.
Porque Dios Padre no puede si quiera contemplar el pecado y todo el pecado de
la humanidad estaba cargado, en ese momento, sobre su Hijo.
Alguien,
sin embargo, podría preguntarse: ¿cómo es que el sufrimiento de un solo hombre,
durante unas horas, pudo redimir a todas las generaciones de los hombres?.
Porque,
como dice Paul Washer, ese hombre que “sufrió unas horas en una cruz”, vale más
que todos los hombres juntos.
Esto
que hizo Cristo en la cruz fue lo que nos salvó y no nuestras obras. ¿De qué
nos salvó la cruz de Cristo?. Ya vamos a hacer una predica al respecto, pero
ahora podemos decir que la cruz de Cristo nos salvó del infierno.
El
infierno es el juicio eterno que cae sobre todos aquellos que rechazan la ira
que el Padre derramo sobre su Hijo en nuestro lugar. El Padre quebranto a su
propio Hijo en la cruz, en nuestro lugar, pero ay de aquellos que rechacen ese
sacrificio, porque la única moneda de pago que el Padre aceptara por nuestros
pecados, es nuestra fe en la sangre de su Hijo derramada en la cruz. Somos
rescatados del infierno que merecíamos solo por medio de la fe en la sangre de
Cristo derramada en la cruz y no por otra cosa.
Lo
único que nos salva es la fe en Jesucristo (no las obras):
Romanos,
3:22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él. Porque no hay diferencia, 3:23 por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios, 3:24 siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
No
hay diferencia, dice Pablo. ¿Entre quienes?. Entre salvos y perdidos. La única
diferencia es la fe.
Donde
está la jactancia, se pregunta Pablo:
Romanos,
3:27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de
las obras? No, sino por la ley de la fe.
Y
nuevamente vuelve a decir que somos justificados únicamente por la fe:
Romanos,
5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo;
Gálatas,
2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia,
entonces por demás murió Cristo.
Aquí
Pablo dice que si por las obras (ley) fuese la salvación (la justicia),
entonces Cristo murió en vano. ¿No hubiese sido más fácil y menos doloroso que
Jesucristo hubiese bajado a la tierra e igualmente nos hubiese dado su
Evangelio y el que creía y obedecía era salvo y el que lo rechazaba era
condenado?. Si la salvación solo es una cuestión de obediencia ¿para que murió
Cristo en la cruz?. ¿No será que, en la cruz, Cristo hizo algo que nosotros no
hubiésemos podido hacer jamás?.
QUE DIOS LOS BENDIGA A
TODOS!!!
Marcelo
D. D’Amico
Maestro
de la Palabra – MINISTERIO REY DE GLORIA