De
las mil batallas que vayamos a enfrentar, la más difícil es cuando tengamos que
enfrentarnos a nosotros mismos. Conocer nuestras limitaciones, nuestras
miserias, nuestros pros y nuestras contras. No hay territorio más crítico que
nuestra propia mente. Liberar nuestra mente, para poder pensar como Dios
quiere, es probablemente la batalla más difícil que tengamos que librar como
cristianos.
La manera en que uno piensa, es como se va a comportar:
La manera en que uno piensa, es como se va a comportar:
Proverbios,
23:7 Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él.
Nuestra
mente determina nuestra vida, como nos paramos ante la vida, como reaccionamos.
Ahí es cuando nos cae la moneda de que, para encontrar la libertad absoluta,
debemos pelear durante gran parte de nuestra vida para liberar nuestra mente.
Toda batalla que libramos en el mundo exterior, primero debemos librarla en
nuestro mundo interior.
La cautividad de la mente
Nuestro
Señor, citando a Isaías, dijo:
Lucas,
4:18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha
ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista
a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;
Liberar
la mente de alguien es más complejo que hacer que, alguien que está en una
silla de ruedas, empiece a caminar. Los milagros como el de la silla de ruedas
o el que tira las muletas, el de la muela emplomada con oro, suelen ser más
llamativos. Hay, incluso, un tiempo de testimonio: “¿qué hizo Dios con su
vida?”, “bueno, yo tenía cáncer y el Señor me sano”. Este es el poder de Dios
también. O “yo no podía caminar”, bueno, “haga lo que no podía hacer: venga
para acá, vaya para allá, salte”. Son milagros que podemos ver de manera
gráfica.
Pero
en cuanto a la libertad de la cautividad mental, cuando una mente se libera, es
muy difícil escuchar “yo vine a este servicio con la mente cerrada y Dios me la
abrió”. Y este es uno de los desafíos más difíciles que puede enfrentar un
pastor, un líder. Orar por un enfermo y que Dios haga la obra, hemos visto
cientos de milagros. Pero la mente, cuando esta cautiva, a pesar de que es una
promesa de Dios el dar libertad a los cautivos (Lucas, 4:18), es una tarea que
demanda oración, que demanda fe, porque una mente cerrada no nos deja ver el futuro
en fe. En cambio, si la mente es libre, las posibilidades que tenemos en el
futuro son infinitas.
Una
mente libre permite ver oportunidades que permanecen cerradas para quienes
tienen un pensamiento limitado. Quien tiene el pensamiento limitado, no ve nada.
Pero, el que tiene la mente libre, dice “yo le creo cualquier cosa a Dios”.
2
Corintios, 3:17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad.
Solo
una mente libre, donde no hay cautividad, le puede creer a Dios como un niño.
Para tener una fe de niño, debemos tener una mente libre de toda cautividad. Si
uno no conoce bien su propia mente, puede caer en el error de ser un prisionero
de su pensamiento limitado, transformándose en preso y carcelero a la vez. Encerrar
la mente en una celda de modo que no pueda ensancharse, que no se abre a lo
nuevo que Dios quiere hacer. Abrir la mente no es una cosa humanista o secular.
La
Biblia relata que iban unos caballeros a una aldea llamada Emaús, luego de la
resurrección de Jesucristo. Cristo había muerto en la cruz, había estado tres
días en la tumba, resucita y estos dos no saben que Jesús resucitado se les une
en el camino y lo que pasa es muy llamativo:
Lucas,
24:13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que
estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 24:14 E iban hablando entre
sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 24:15 Sucedió que mientras
hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con
ellos. 24:16 Más los ojos de ellos estaban velados, para que no le
conociesen.
O
sea, era Cristo resucitado que se les unió en el camino y no le conocieron.
Entonces comenzaron a hablar con Jesús, desde Moisés, siguiendo por todos los
profetas y esto nos da la pauta de que estos hombres no eran neófitos
(desconocedores de las Escrituras) y entonces el Señor se les puso a explicar
todas las Escrituras que hablaban de Él. Lo que había dicho Moisés, lo que
había dicho Abraham, lo que había dicho Isaías, entonces les fueron abiertos
los ojos y le reconocieron y Jesús desapareció de su vista:
Lucas,
24:31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; más él se
desapareció de su vista. 24:32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía
nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos
abría las Escrituras?
Estos
hombres no dijeron “cuando Jesús nos leía las Escrituras” sino que utilizan la
palabra “abría” (es el mismo verbo que se utiliza para decir que les fueron
“abiertos” los ojos). O sea que hay dos cosas que se están abriendo ahora: los
ojos y las Escrituras. Primero se les abrieron los ojos y vieron que era Jesús
y después se les abrieron las Escrituras y vieron que era el Mesías. Es como
cuando tú lees un versículo decenas de veces pero, de pronto, en un momento de
crisis en tu vida, ese versículo cobra un sentido como nunca antes. Se te
“abren” las Escrituras.
Lucas,
24:45 Entonces les abrió el entendimiento [la mente], para que comprendiesen
las Escrituras;
A
estos hombres les fueron abiertos:
[1]
los ojos (Lucas, 24:31);
[2]
las Escrituras (Lucas, 24:32); y
[3]
la mente (Lucas, 24:45);
Primero
abrimos los ojos cuando aceptamos a Cristo en el corazón (estábamos perdidos en
el pecado y Cristo nos salvó), luego se nos abren las Escrituras (vamos al
seminario, estudiamos la Palabra) y luego hay una tercera apertura, que es la
mente, para comprender las Escrituras.
O
sea: podemos ser cristianos y ser cautivos de la mente.
Lo que no usamos se atrofia
Cualquier
parte de nuestro cuerpo que no usamos, se empieza a atrofiar. Lo que no usas, se
atrofia. Incluso los que hacen actividad física, si tienen un entrenador
personal., les dirá “vamos a cambiar las rutinas”, porque si siempre haces las
mismas rutinas, levantas siempre el mismo peso, si siempre caminas las mismas
distancias, los músculos se terminan amoldando al estrés al que sometes tu
cuerpo y tus músculos dejan de crecer.
El
cuerpo se adapta a todo. Y, dentro de esa adaptación, está la atrofia. Y el
cerebro es un órgano que, cuando no se usa, también se atrofia. La conexión
entre las neuronas deja de regenerarse. En el cerebro siguen creciendo las
conexiones neuronales. Esto se llama “neurogénesis”. Hay un cableado, que se
sigue abasteciendo a sí mismo. El cerebro es el único órgano que se sigue
ensanchando. La “neurogénesis” continua en la vida del cerebro adulto. Pero el
cerebro se sigue ensanchando si y solo si lo sometemos al estrés de aprender.
De otro modo, el cerebro “queda ahí”, con lo que aprendió.
Los
niños pueden aprender hasta siete idiomas, porque la “neurogénesis” recién
comienza. Y está científicamente comprobado que, en la vida adulta, podemos
seguir aprendiendo más todavía, si sometemos al cerebro al estrés de seguir
aprendiendo.
Es imposible recordar todo
La
mayor parte de nuestra vida ha sido olvidada. No hay un cerebro que pueda
almacenar toda nuestra vida. Diariamente (se cree que por las noches) el
cerebro inicia una limpieza. El cerebro tiene que auto limpiarse y esto es
parte de la creación de Dios para dar lugar al futuro, para dar lugar al
mañana, sino, con treinta años vividos, tenemos ocupado el 100% del cerebro y
no podemos vivir más. Entonces, el cerebro lo que hace es limpiar los recuerdos
y la mayoría de las experiencias, los momentos, los detalles, desaparecen,
ocultos, tras algunos pequeños momentos seleccionados al que denominamos “nuestro
pasado”.
Nadie
recuerda toda su infancia, nadie recuerda toda su juventud. Solo recordamos
fragmentos que estuvieron conectados a lo que sentimos o a como nos hicieron
sentir. Pero no recordamos todos los días del colegio, todos los nombres de quienes
fueron nuestras maestras o nuestros compañeros. Hay personas que, cuando
teníamos diez años, eran muy importantes para nosotros y hoy no recordamos ni
la cara, ni el nombre. Y esto sucede sin que nos demos cuenta. Olvidamos
recordar y la mente se va liberando. Por cada momento que recordamos, hay otros
mil que olvidamos.
De
hecho, nuestro cerebro borra momentos que han sido escabrosos y traumáticos.
Hay personas que arrastran una tristeza y no saben bien por qué. Luego,
haciendo sanidad interior o en algún momento en un culto, se acuerdan que
fueron abusadas. Pero ¿cómo podrían olvidar una cosa así?. Hay gente que lo
tiene como un recuerdo traumático y, literalmente, su cerebro lo quito de la
parte consiente y lo puso en el inconsciente.
El
cerebro los libero de esa carga y lo oculto en el subconsciente. Pero claro, su
vida se definió a partir de ese abuso, aunque la persona no lo recuerde. Pero
Dios lo saca a la luz, no para hacer sufrir a la persona sino para extraerlo,
para sanarla y, a partir de aquí, todas las cosas son hechas nuevas. Pero el
cerebro es tan sabio y tan noble que, a veces, borra momentos tristes que, si
nos acordáramos, no podríamos vivir en el presente ni, mucho menos, proyectar
hacia el futuro.
Somos como pensamos
Pero
hay algunos recuerdos que si quedan para toda nuestra vida y es el laberinto
por el cual tienen que viajar nuestras experiencias futuras. Las experiencias
del futuro viajan por el laberinto de los recuerdos que sí, valga la
redundancia, nos acordamos, de los momentos del pasado que si los tenemos
presente. Los recuerdos, sea que estén el consciente o en el subconsciente,
crean barreras por las cuales filtramos nuestras experiencias.
Los
primeros seis años de vida de un ser humano, marcan la vida adulta que va a
tener, la forma de pararse ante la vida, la forma de reaccionar, el carácter.
Después la vida nos va enseñando mucho y el entorno nos va cambiando, pero la
esencia es formada en los primeros seis años. Y estos recuerdos filtran nuestra
manera de ser.
Si
nos criamos en un hogar donde todo era grito, donde todo era negatividad, de
grandes buscamos pastores e iglesias que se identifican con esas experiencias.
Hay
gente a la que le gusta que le “peguen” (regañen, reprendan) desde el pulpito.
Y donde se topan con alguien que les predica sobre la gracia divina,
inmediatamente dicen “eso no es de Dios”. Es su filtro mental: si no es como
ellos creen que debe ser, entonces no es de Dios. Si no se van de la iglesia
con culpa, entonces Dios no ha hablado.
Otros
cristianos, más lúcidos, son libres. Tienen convicción de pecado, se
arrepienten, confiesan y rápidamente restauran la comunión con Dios y se van
felices de la iglesia, porque le han entregado sus cargas al Señor. Ellos se
sacan la culpa a los cinco minutos, a los pies de la cruz.
La mayordomía de la mente
Cuando
uno conoce su mente empieza a escoger sus recuerdos. Lo que recuerdas es el
modo en que moldeas tu mente y después tu vida. Los recuerdos son el diseño de
tu mente. Hay gente que para poder honrar a sus padres tiene necesariamente que
seleccionar sus recuerdos. No pueden recordar todo sino que tienen que
seleccionar sus recuerdos y eso provoca honra.
Porque
si recordáramos absolutamente todo, por ahí no nos darían ganas de honrarlos.
O, lo que es peor, si seleccionáramos las partes más feas, no solo no los
honramos sino que empezaríamos a odiarlos.
Por
eso hay que seleccionar los buenos recuerdos. Esto es la mayordomía de la
mente, es decir, ejercer dominio sobre los recuerdos. Hay cosas buenas que nos
han pasado. Pero a veces la mente nos engaña y se va para las partes más feas.
Y si recordamos solo las partes más feas editadas, así es como vamos a ver el
presente y esperar el futuro. Entonces uno tiene que administrar sus recuerdos
porque “tal es su pensamiento, tal es el” dice la Palabra (Proverbios, 23:7).
Todos convivimos con un vago
El
cerebro es un musculo perezoso. Por eso somos tan enseñables y, una vez que
aprendemos algo, no lo queremos desaprender, por pereza. El cerebro es tan vago
que, cuando aprende algo, no hay modo de sacárselo. Desaprender es lo más
difícil que podemos vivir como seres humanos. Es la peor batalla.
Por
eso lo que llevo a la cruz al Señor fue cuando dijo: “oísteis que fue dicho a
los antiguos y aprendisteis por Moisés tal cosa, más yo os digo” (Mateo,
5:21-42). Aun cuando Jesús venía a simplificar la ley, no lo aceptaban porque
tenían que desaprender la ley. Si te dan 613 normas de tránsito (el número no
es caprichoso ya que esa es la cantidad de preceptos que componen la ley de
Moisés, incluidos los 10 mandamientos) y sube un nuevo presidente que dice “solo
hay 3 normas de tránsito” ¿por qué te enojarías con él?.
Cuando
le preguntaron a Jesús cual era el principal mandamiento (Mateo, 22:34-36), Jesús
podría haber dicho “no, cumplan las 613 normas de la ley de Moisés”. Sin
embargo, el Señor dijo:
Mateo,
22:37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. 22:38 Este es el primero y grande
mandamiento. 22:39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo. 22:40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los
profetas.
Pero
ellos dicen no, porque eso no es lo que aprendimos. Es lo mismo cuando muchos
afirman “yo defiendo la senda antigua”. Defender la “senda antigua” no es otra
cosa que defender una vieja manera de hacer las cosas. Protegemos el fuerte del
asedio de la modernidad y decidimos que no vamos a aprender nada nuevo.
Pero
la Biblia habla de la relación de Dios con lo nuevo:
Lamentaciones,
3:22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca
decayeron sus misericordias. 3:23 Nuevas son cada mañana; grande es tu
fidelidad.
Isaías,
43:19 He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis?
Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.
1
Corintios, 2:9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído
oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que
le aman.
Dios
ama lo nuevo. Él no ha dejado de crear en el sexto día. El sigue siendo
creativo. Pero nuestro cerebro es tan vago que, una vez que aprendemos algo, no
queremos dejar de creerlo. La misma estructura que nos hace enseñables, también
no hace inenseñables.
Si
viene el vino nuevo y el odre es viejo, el odre se rompe y el vino se pierde:
Marcos,
2:22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo
rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino
nuevo en odres nuevos se ha de echar.
La
nueva revelación rompe la vieja estructura mental. La Biblia es un libro de
novedades. Pero lo nuevo amenaza la tradición. Los cambios siempre asustan:
“eso es nuevo, nunca lo vimos”. Pero no está haciendo nada malo, dicen algunos.
Sí, pero seguramente a Dios no le gusta, contestan otros.
Si
alguien cree que ya sabe todo, entonces no le queda nada por aprender. La
Biblia llama a estar personas “necios o sabios en su propia opinión”:
Proverbios,
26:12 ¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza
hay del necio que de él.
Por
lo general, las personas más inteligentes y preparadas son más conscientes de
lo mucho que no saben. Los grandes genios, fueron genios principalmente por su
curiosidad insaciable por lo desconocido, por lo que no estaba hecho. No se
quedaron con que ya se inventó el fuego y la rueda. Cuando alguien exclama
“mira todo lo que tengo que aprender todavía” está a un paso de la genialidad.
En
cambio, cuando alguien cree que lo sabe todo y se pone en crítico, no puede
recibir más de nadie (ni siquiera de Dios). Si no tienes cuidado de ti mismo,
puede que estés atrapado en el interior de una mente cerrada. La arrogancia
hace rígido el cerebro. La humildad, en cambio, te permite tener una mente que
permanece abierta.
Cuando
hay un alma enseñable, la mente se va ensanchando. Y rara vez una mente que se
ensancha, vuelve a su tamaño original. Cuando Dios ensancha las estacas de tu
mente, nunca más vuelves a convertirte en una persona pequeña:
Isaías,
54:2 Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean
extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. 54:3
Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia
heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas.
El elefante, la soguita y el
palito
Es
notable la razón por la cual los elefantes, en lo circos, permanecen atados. En
realidad, no hay cadenas para mantener atado a un elefante. Por eso se estila,
cuando son chiquititos, atarles la patita a un palo con una soguita. El
elefantito intenta liberarse durante dos o tres días y ve que no puede moverse.
Su mente le dice: estas atrapado. Luego, el elefante gana peso, gana volumen y
tamaño, y no solo podría liberarse de la cuerda que lo mantiene atado sino
llevarse el circo entero a la rastra. Pero sus recuerdos le mienten. Sus
recuerdos le dicen: ya probaste hace ya muchos años y no pudiste. Sus recuerdos
le dicen que su pasado es su presente y también su futuro. Sus recuerdos le
dicen que lo que experimento lo va a volver a experimentar.
Siempre
tuviste mal carácter ¿por qué crees que vas a cambiar?. Hace muchos años que
fumas o que bebes ¿por qué crees que vas a poder dejar de hacerlo?. Siempre
fuiste pobre y nunca podrás dejar de serlo. La pobreza es un estado real, pero
siempre proviene de un estado espiritual. La pobreza empieza en la mente. Hay
gente que gana U$S 1.000 por mes y no le alcanza para nada. Dios lo bendice con
un sueldo de U$S 2.000 y los gastos se le van a U$S 3.000. Dios lo bendice con
U$S 5.000 y gasta U$S 6.000. Le vienen U$S 10.000 y gasta U$S 11.500. Porque su
mente está preparada para saber que él trabaja para pagar cuentas y no para
ganar y disfrutar. La mente se preparó para no tener.
Salir
de Egipto, salimos la mayoría. Ahora, sacarse Egipto de adentro, pocos. Te
puede costar años o toda la vida. La esclavitud es un estado mental, es una
cautividad.
Dios es movimiento
El
Señor, cuando quiere hablar con sus hombres, con sus profetas, le dice “sal de
tu tierra y tu parentela”, “sal de la tienda”, “sube a la montaña”, “vete a la
otra ciudad”, es decir, los mueve. Dios sabía que moverlos geográficamente,
ponerlos en otra topografía, les iba a dar una nueva perspectiva. Aunque podría
haberle hablado en su tienda, Moisés tenía que subir la montaña para
encontrarse con Dios. Porque el caminar, el salir, el moverse, el probar cosas
nuevas, provoca que el cerebro se ensanche.
La necesidad de tener una
“cosmovisión”
Según
el Laboratorio de Neuroimagen de la Universidad del Sur de California, el ser
humano tiene un promedio de 48.6 pensamientos por minuto (casi 49 pensamientos
por minuto). Esto da un total de 70.000 pensamientos diarios.
La
Biblia dice que hay que llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo:
2
Corintios, 10:5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo,
Pero
¿cómo llevamos cautivos a la obediencia a Cristo 70.000 pensamientos por día?.
Son demasiados pensamientos para llevar cautivos. La mejor forma es tener una
“cosmovisión”.
¿Qué
es una “cosmovisión”?. El termino fue acuñado en el año 1.850 por un ingeniero
alemán, quien dijo: la cosmovisión es la forma en la que ves el universo y el
mundo y, a partir de ahí, la forma en que vives tu vida. La cosmovisión es el
filtro del pensamiento. Tu mentalidad diseña tu mundo exterior. En suma: es la
manera en que ves la vida.
Todos
vemos la vida de un modo diferente, conforme a como fuimos criados, conforme a
lo que abrimos la mente o la cerramos. Ante una determinado situación, hay
algunos que ven una oportunidad y otros, en cambio, un desastre. Algunos ven
una ola para surfear y otros una ola para ahogarse. Y es la misma ola. La forma
en la que vemos la vida es la cosmovisión, el filtro por donde pasan esos
70.000 pensamientos diarios.
Los
70.000 pensamientos cautivos van pasando por ese filtro que es la mente y ese
filtro mental eyecta algunos pensamientos y otros los distorsiona para que
fluyan conforme a ese filtro.
Esta
actitud mental se vio claramente en los fariseos que disputaron con Jesús. Los
fariseos pasaban por alto los milagros de Jesús y solo les importaba si los
hacía en el día de reposo:
Lucas,
6:7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo
lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.
Jesús
echaba fuera demonios, pero los fariseos lo acusaban de que lo hacía en nombre
del mismísimo satanás:
Mateo,
12:24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino
por Beelzebú, príncipe de los demonios.
Lo
fariseos acomodaban lo que veían a su filtro mental. Estaba tan cautiva la
mente de los fariseos que no pudieron ver en Jesús al Mesías prometido a
Israel.
Una mente renovada
Pablo
escribe:
Romanos,
12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Pablo
no está diciendo no se junten con el mundo, no hablen con los mundanos, no se
saquen selfies con gente que tiene un tatuaje. No dice eso. Cuando Pablo habla
de amoldarnos al mundo está hablando del patrón, porque el patrón de
pensamiento que se forma en el interior de alguien que no tiene a Dios es muy
diferente al de alguien que si tiene a Dios. Recién cuando nuestra mente es
renovada es cuando podemos saber cuál es la voluntad de Dios, agradable y
perfecta para nosotros.
Para
renovar la mente, a veces uno tiene que ver el pasado con ojos nuevos. Es como
crear “nuevos recuerdos”. Es ver tu pasado con ojos nuevos.
Alejandro
Dolina (reconocido escritor, músico e intelectual argentino) cuenta que escucho
decir un día a Antonio Carrizo (gran locutor e intelectual argentino), en
ocasión de estar despidiendo al año 1989 y recibiendo al año 1990, lo
siguiente:
“Les
deseo a ustedes un feliz 1989. En vez de estirar mi deseo hacia el futuro, lo
retrocedo hacia el pasado. Se me dirá que el pasado no puede modificarse. Quién
sabe si, iluminándolo desde el futuro de otra manera, no resignificamos ese
pasado. Así que yo les deseo que, en el recuerdo, tengan un muy feliz 1989, que
es el año que acaba de pasar”.
De
esto es de lo que estamos hablando. Hay que mirar el pasado con ojos nuevos.
Hay recuerdos que se van agigantando por ver el pasado con ojos viejos.
La voluntad de Dios
Muchos
piensan que la voluntad de Dios es una especie de cuerda floja por la que
caminamos o nos caemos. Muchos no se casan esperando que Dios prepare una
persona ideal para ellos. Otros no se deciden a estudiar, esperando que Dios
les revele la carrera que deben seguir. Y esta visión limitada de la voluntad
de Dios nos hace hablar de la voluntad perfecta y de la voluntad permisiva.
De
acuerdo a esta limitada perspectiva del futuro, si en la vida te va bien
entonces estas en la perfecta voluntad de Dios. Te empieza a ir mal, entonces
estás en la voluntad permisiva. O sea: si te caes de esa cuerda floja, estás
viviendo una visión misericordiosa de un plan B divino. Si te casaste con
alguien y te fue mal, es porque no era la persona que Dios había preparado para
ti.
Pero
la verdad es que un Dios infinito, nos tiene preparados un infinito universo de
futuros. Hay un montón de futuros que nosotros elegimos conforme al filtro de
nuestra mente.
Cuando
Pablo dijo comprueben cual sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta, no
hablaba de una línea, un sendero o un camino prestablecido.
Dios
le dijo a Josué:
Josué,
1:3 Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la
planta de vuestro pie.
Dios
le pudo haber dicho a Josué: yo te voy a decir dónde poner el pie, porque yo
solo te voy a bendecir en mi perfecta voluntad. No, le dijo yo te entregare
“todo lugar que pise la planta de vuestro pie”. La iniciativa (la decisión de
donde pisar) era de Josué.
Esto
es favor de Dios a donde vayas y también en lo que emprendas:
Eclesiastés,
9:10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque
en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
1
Samuel, 10:7 Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a
la mano, porque Dios está contigo.
Entras
a cualquier lado y cambia la atmosfera, porque tienes el favor de Dios, para
los negocios, para la pareja, para emprender.
Hasta
donde veas, te daré. El día que dejes de ver, dejaras de crecer.
2
Reyes, 13:14 Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a
él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío,
carro de Israel y su gente de a caballo! 13:15 Y le dijo Eliseo: Toma un
arco y unas saetas. Tomó él entonces un arco y unas saetas. 13:16 Luego
dijo Eliseo al rey de Israel: Pon tu mano sobre el arco. Y puso él su mano
sobre el arco. Entonces puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey, 13:17
y dijo: Abre la ventana que da al oriente. Y cuando él la abrió, dijo Eliseo:
Tira. Y tirando él, dijo Eliseo: Saeta de salvación de Jehová, y saeta de
salvación contra Siria; porque herirás a los sirios en Afec hasta
consumirlos. 13:18 Y le volvió a decir: Toma las saetas. Y luego que el
rey de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y él la golpeó tres
veces, y se detuvo. 13:19 Entonces el varón de Dios, enojado contra él, le
dijo: Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar
ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria.
El
futuro no es lineal, es dinámico. El futuro no es determinado sino creado. Por
eso es fundamental que conozcamos nuestra mente, porque mediante la
transformación (renovación) de nuestra mente es que podemos ver el futuro que
Dios tiene para nosotros. Nuestra mentalidad es el filtro por el cual vamos a
ver el futuro.
Todos los árboles, menos uno
El
futuro respeta el mismo diseño original del Huerto del Edén, donde había solo
un árbol cuyo fruto no se podía comer (el árbol de la ciencia del bien y del
mal). Del resto de los árboles, Adán y Eva podían comer de los que hubiesen
querido. Esta es la creatividad de un Dios infinito. No había solo dos árboles.
Solemos vivir nuestra vida como si hubiera solo dos árboles (uno del bien y
otro del mal). Pero Dios nos dice: yo no creo las cosas así. Como fue en el Huerto
del Edén es ahora.
Hay
infinidad de futuros para nosotros: estudia, prepárate, capacítate, trabaja.
Hasta donde te de la mente vas a tener. Solo un árbol no toques: el pecado.
Pero
para muchos solo hay un árbol bueno (la voluntad perfecta de Dios) y todos los
demás árboles son malos. La TV es mala, el teatro es malo, vestirse es malo,
jugar al futbol es malo, contar un chiste es malo, mirar una película es malo,
la música es mala, el entretenimiento es malo. Muchos están en medio del huerto
con todos arboles malos y podridos. Para donde miran hay pecado. Se dio vuelta
el huerto, para algunos. Hay solo un árbol de vida y todos los demás son
árboles de muerte.
Pero
la Biblia dice otra cosa:
Génesis,
2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que
lo labrara y lo guardase. 2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De
todo árbol del huerto podrás comer; 2:17 más del árbol de la ciencia
del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás.
En
el huerto había solo un árbol de muerte y todos los demás eran arboles de vida.
Entonces el futuro, son muchos futuros (hasta donde te atrevas a ver).
Palabras finales
Pablo,
cuando la situación lo requería, era ciudadano romano, apóstol de Cristo o
discípulo de Gamaliel y esto le permitía ser un topo. Pablo utilizo su
ciudadanía romana para apelar a Cesar (algo que solo un romano podía hacer)
cuando fue injustamente acusado por los judíos de Jerusalén de cosas que estos
no podían probar (Hechos, 25:6-12).
Cuando
adoramos con ignorancia, con el cerebro pequeño, la adoración esta vacía. Y
Dios no solo quiere que le adoremos sino que sepamos por que le estamos
adorando. Dios es Espíritu y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu y en
verdad.
Juan,
4:24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren.
A
menudo solemos pensar que lo intelectual y lo espiritual son conceptos
opuestos, mutuamente excluyentes. Si uno es espiritual no puede ser intelectual
y viceversa. Sin embargo, cuando uno adora con la mente ensanchada, esa
adoración nace del descubrimiento y no del deslumbramiento.
Como
en el amor: te puedes deslumbrar unos días, unos meses, pero si no hay amor, el
deslumbramiento se va a la primera discusión. Pero si descubres a la persona y
te vas enamorando cada día mas, el deslumbramiento es un tema menor.
Hay
gente que viene a la iglesia y deja de venir ante el primer traspié: me enfrié,
me vino la crisis, Dios no me prospero, puse el diezmo y Dios no me multiplico
y no va descubriendo a Dios. Entonces no hay razones para que pueda adorar.
Y
hasta Dios se aburre de los canticos viejos:
Salmos,
40:3 Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Porque
si le dices a alguien que los amas siempre de la misma manera, te va a dejar de
creer. Porque la declaración de amor nace entonces del recuerdo, de la rutina y
del desgano y no de la imaginación y de la creatividad. Por eso hay que
ensanchar la mente, para que seamos adoradores genuinos.
Necesitamos
abrir la mente, porque si no vamos a perder las universidades, la comunicación,
la política.
Lo
anterior está basado en el siguiente video de Dante Gebel:
QUE
DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!
Marcelo
D. D’Amico
Maestro
de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA