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Introducción
Sin ánimo de agotar una lista, me he permitido formular algunas recomendaciones para un adecuado estudio de las Escrituras. Las mismas han surgido de mi propia experiencia en el estudio de la Biblia y en el ejercicio de mi ministerio (maestro de la Palabra). Espero que sean de provecho para todos aquellos que deseen estudiar el Evangelio con una mayor profundidad que el común denominador.
Algunas recomendaciones útiles
[+] No hay sabiduría ni
revelación sin el esfuerzo que conlleva el estudio personal de la Biblia;
El siguiente pasaje (junto a otros) es uno de los más malinterpretados de las Escrituras:
Santiago, 1:5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
Pareciera ser que Santiago nos estaría diciendo: si usted quiere conocer y entender la Biblia, solo pídale a Dios y el conocimiento descenderá sobre usted de manera totalmente sobrenatural. ¿Dios puede hacer esto?. Sí, claro. El único problema con esto es que Dios casi nunca trabaja de esta manera.
No
hay ninguna posibilidad de conocer y comprender adecuadamente (integralmente)
las Escrituras sin el esfuerzo que requiere su lectura y estudio.
[+] La Biblia es la única y
suficiente fuente de revelación (sola scriptura);
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “¿Por qué somos protestantes?” (pincha Aqui).
Para nosotros (los cristianos protestantes) no hay ninguna otra fuente de revelación aparte de las Escrituras. Los libros, los sermones y los estudios sobre la Biblia, escritos por los hombres, son importantes pero jamás deben reemplazar a la Escritura como (única y suficiente) fuente de revelación.
El principio de “sola scriptura” es uno de los cinco principios (“cinco solas”) de la Reforma Protestante. Este principio de “sola scriptura” (del latín: “solo la Escritura”) nos enseña que solo la Palabra de Dios (la Biblia) es la única fuente de revelación para el cristiano. Sin perjuicio de la importancia de la utilización de herramientas muy útiles como, por ejemplo, la hermenéutica bíblica, lo cierto es que la Biblia no necesita nada fuera de ella misma para ser interpretada (2 Pedro, 1:20-21) y, además, es el Espíritu Santo el que nos guía hacia toda verdad (Juan, 16:13).
Lo anterior se opone directamente a las enseñanzas tradicionales de la iglesia católica, según la cual la Biblia sólo puede ser interpretada fielmente por medio de “la tradición y el magisterio”.
A diferencia de los protestantes, que no afirmamos nada que no surja directamente de la Biblia, los católicos, al tomar como fuente de revelación “la tradición y el magisterio”, suelen realizar una serie de afirmaciones respecto de las cuales a veces resulta difícil sino imposible encontrar un sustento bíblico adecuado.
¿Qué es la "tradición y el magisterio" en la iglesia católica?.
Empecemos por la "tradición":
Según los católicos, la "tradición apostólica" o "sagrada tradición", es la parte de la Palabra revelada por Dios que no fue registrada en la Biblia, pero que sigue viva en la iglesia. Según este enfoque, los apóstoles transmitieron a los obispos (sus sucesores) todo lo que recibieron de Cristo y aprendido del Espíritu Santo y los obispos, a su vez, lo transmitieron a todas las generaciones de cristianos, hasta el fin de los tiempos.
La tradición escrita está en la Biblia y se denomina Sagrada Escritura, mientras que la que permanece oral no tiene un nombre específico, sino que recibe el nombre genérico de "tradición".
Así las cosas, para los católicos la "revelación" tiene dos partes: Escritura y tradición.
Por ende, todo lo que los católicos afirmen y que no tenga sustento en las Escrituras, provendría de revelaciones divinas no registradas en las Escrituras, pero igualmente validas (al mismo nivel de la Biblia).
Este concepto de "tradición oral" cobro especial relevancia durante la Contrarreforma (la respuesta de la iglesia católica a la Reforma Protestante) y fue la respuesta católica al principio protestante de "sola scriptura".
Los protestantes, desde ya, desconocemos esta "tradición oral" (Palabra de Dios revelada no escrita en la Biblia) y que los católicos equiparan a la Palabra de Dios escrita (la Biblia), sobre todo cuando las revelaciones provenientes de esa "tradición oral" contradicen seriamente (como ya veremos) las Escrituras.
Jesucristo disputo con los fariseos de su época (de la misma forma que hoy disputaría con los católicos) por colocar sus tradiciones y sus interpretaciones de la ley por encima de la Palabra de Dios:
Mateo, 15:7 Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: 15:8 Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. 15:9 Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.
Marcos, 7:3 Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
Marcos, 7:13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
Sigamos por el "magisterio":
Según los católicos, el "magisterio de la iglesia" es la función y autoridad de enseñar que tienen el Papa (magisterio pontificio) y los obispos que están en comunión con el (de donde se desprende que, los que no estamos "en comunión" con el Papa - acaso los protestantes - no tenemos autoridad para enseñar la Palabra de Dios).
Desde ya los protestantes rechazamos también este concepto de "magisterio" según el cual la iglesia romana es la única que tiene autoridad para enseñar la Palabra de Dios.
[+] La Biblia es la “verdad absoluta” y, como tal, su aceptación por nosotros debe ser total;
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “La armadura de Dios” (pincha Aqui).
En Efesios, el apóstol Pablo detalla los componentes de la “armadura de Dios”:
Efesios, 6:13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 6:14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 6:15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 6:16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 6:17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
¿Por qué, de todas las cosas de que consta una armadura, Pablo comienza por el cinturón?. Podría haber empezado por la espada del Espíritu, el escudo de la fe, la coraza de justicia, por cualquier cosa. Pero no lo hizo. ¿Por qué?.
El cinturón tenía un rol primordial en la función de la armadura del soldado. Era el que sostenía la vaina y sin ella no se podía colocar la espada. Es imposible imaginar a un soldado listo y preparado para la guerra, pero sin su cinturón y, por lo tanto, sin su arma. La palabra “ceñir” significa “asegurar”. El cinturón “asegura” todas las otras piezas de nuestra armadura. Pablo dice “ceñidos vuestros lomos con la verdad”. La verdad, entonces, debiera adherirse a nosotros como el cinturón se adhiere al cuerpo.
¿Qué es la verdad?
Juan, 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Jesús, orando al Padre, da una clara y correcta definición de verdad: la Palabra de Dios.
Las Escrituras fueron inspiradas por Dios:
2 Timoteo, 3:16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
La expresión griega traducida como “inspirada por Dios” literalmente significa “que tiene el aliento de Dios”. Él inspiró toda la Biblia para revelarnos su verdad. Todas sus promesas, mandamientos y palabras son “la verdad”. Si Dios dice algo, no hay fuerza que lo pueda detener (Isaías, 14:27).
¿Qué tiene que ver la verdad con el cinturón?
Como cristianos, debemos examinar todas las cosas y luego solo retener lo bueno (la verdad), desechando todo lo demás (1 Tesalonicenses, 5:21). Debemos estar convencidos de que nuestros principios y creencias son absolutamente verdaderas.
Un
cinturón rodea la cintura. La verdad debe estar a nuestro alrededor y escrita
en nuestros corazones (Proverbios, 3:3-4), es decir, nuestra convicción debe
ser total.
El cinturón usado en el uniforme romano, como hemos aprendido, proporcionaba un lugar para colocar la espada del soldado. Nuestra espada, la espada del Espíritu, probablemente necesita una vaina. La verdad es vital porque, como el cinturón del soldado romano, nos permite llevar la espada del Espíritu y usarla efectivamente.
¿Cuáles son los peligros de no usar un cinturón?.
El mundo en el que vivimos nos enseña que la verdad absoluta no existe, que el bien y el mal son “relativos”, que no hay absolutos sino solo opiniones diferentes e igualmente válidas. Todo sería, según este “relativismo” imperante, una cuestión de perspectiva.
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “El relativismo y sus vertientes” (pincha Aqui).
Pero
la Biblia enseña que la verdad es la Palabra de Dios, que el bien y el mal está
definidos por él y que hay absolutos eternos e inamovibles, que no pueden ser alterados
por las opiniones de nadie. Pablo escribió a los romanos diciéndoles “no se
conformen a este mundo” (Romanos, 12:2). En parte, ello significa no ser
partícipes de un sistema de creencias que dice que la verdad absoluta es un
mito.
Imagine un cinturón al que le falta un pedazo. No importa cuán pequeño sea el trozo que falte: el cinturón no sirve. Para poder cumplir cabalmente con su función debe ser de una sola pieza y estar completo.
Tratar de vivir el camino de Dios sin creer totalmente en su validez es como tratar de sostener la espada en un cinturón que no está completo y es inútil. Nuestra confianza en Dios y su Palabra deben ser sólidas, sin fracturas o nos encontraremos sin armas. No importa cuán efectivo sea el resto de nuestra armadura, sin nuestra espada somos inútiles. Necesitamos escudriñar correctamente la palabra de Dios (la Biblia) para saber en qué creemos y por qué.
[+] La actitud que mantengamos
frente a la Biblia es fundamental para la apertura de las puertas de la
revelación;
En Hebreos podemos leer:
Hebreos, 4:12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
¿Qué significa esto?.
Significa, lisa y llanamente, que, sin importar si la leemos o no, la Biblia nos lee primero. La Biblia no solo tiene poder para juzgar a los que la rechazan (Juan, 12:48) sino que, además, discierne (que también significa juzgar) los pensamientos y las intenciones del corazón de quienes la aceptan (Hebreos, 4:12). Sea que la rechacemos o que la aceptemos, la Palabra de Dios hace y hará algo con nosotros (Isaías, 55:11).
Nuevamente la Biblia hablando de la mente y del corazón. No es la primera vez que la Biblia habla de estos dos componentes. En Filipenses Pablo nos explica cómo surge el fruto de la paz (Gálatas, 5:22-23) y dice que, cuando esa paz, que sobrepasa todo entendimiento, venga sobre nosotros, guardara nuestro corazón y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses, 4:6-7). Nuestra mente porque las batallas suceden allí. Nuestro corazón, porque de lo que hay en el corazón habla la boca (Mateo, 12:34-35, Lucas, 6:45).
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “Los frutos del Espíritu” (pincha Aqui).
La Biblia conoce perfectamente los pensamientos y las intenciones del corazón de quienes nos acercamos a ella para su estudio. Debemos acercarnos “como niños”. ¿Cuál es la actitud de los niños?. Preguntar todo (a Dios y a Siervos que posean un mayor conocimiento bíblico) y no dar nada por sentado. Más allá de la doctrina que impere en la iglesia en la cual nos congregamos o en las asambleas que nuclean a esta última, debemos acercarnos a la Biblia con la única intención de buscar la verdad y nada más que la verdad. Esto parece algo elemental, pero lo cierto es que muchos se acercan a las Escrituras no en busca de la verdad sino en busca de aquellos pasajes bíblicos que justifican sus propias interpretaciones de las Escrituras (2 Pedro, 1:20, Mateo, 15:7-9, Marcos, 7:3, 13), las que heredaron de la iglesia en la que se congregan o de las asambleas que nuclean a esta última.
Estas personas tienen una posición tomada respecto de algún tópico de las Escrituras y buscan en las mismas no la verdad sino, simplemente, pasajes que justifiquen esa posición tomada que, en realidad, es previa a cualquier intento de búsqueda de la verdad. Podemos ver en este proceso una deshonestidad que es manifiesta, porque no hay un intento de búsqueda de la verdad (orando a Dios para que traiga revelación) sino que lo que se pretende es acomodar las Escrituras a una creencia que, en realidad, es previa y está por encima de cualquier intento de búsqueda de la verdad. Quienes así proceden en su corazón, nada deben esperar de Dios en materia de revelación.
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “El espíritu del fariseo” (pincha Aqui).
Hay un único Evangelio (Gálatas, 1:7), ya que lo contrario sería una herejía (Gálatas, 1:8-9). No obstante, hay diferentes grados de entendimiento del Evangelio. Esto tiene que ver con el grado de madurez de cada uno y depende exclusivamente de Dios (1 Corintios, 3:6-7). Esto es así porque no todos tenemos la misma manera de procesar el Evangelio, por eso Jesucristo decidió revelar a Pablo (Gálatas, 1:11-12), a quien no conoció personalmente mientras estuvo en la tierra, lo que no pudo revelar a los apóstoles con quienes si había convivido (Juan, 16:12).
No es conveniente que un líder diga “acá se cree esto”, porque puede que Dios, en materia de revelación, abra en otras personas puertas que no se le abrieron a ese líder. A lo largo de toda la historia de la redención (a lo largo del AT y NT) la revelación de la Palabra de Dios fue gradual, a distintos hombres y en distintas épocas y hoy sigue siendo de la misma manera, aunque las revelaciones actuales no puedan considerarse “nuevas Escrituras”.
[+] El Maestro de la Biblia en
la iglesia del NT es el Espíritu Santo;
Nuestro Señor Jesucristo expreso su total dependencia del Padre (Juan, 5:19) y dijo que ni Él ni el Espíritu Santo hablarían por su cuenta (Juan, 12:49, 16:13), dando a entender que la fuente de la Palabra es el Padre. También dijo que el Maestro era El (Mateo, 23:10) y que, cuando El no estuviera, el Espíritu Santo seria el que nos enseñaría (Juan, 16:13).
Los que tenemos el ministerio de enseñanza de la Palabra somos comúnmente llamados “maestros de la Palabra”, pero solo somos un instrumento usado por el Espíritu Santo para edificar al cuerpo de Cristo (la iglesia). Desde que Jesucristo volvió al Padre, el verdadero Maestro de la Biblia de la iglesia del NT es el Espíritu Santo de Dios.
Ya lo dijo Pablo:
1 Corintios, 3:6 Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 3:7 Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.
Apolos era un discípulo de Pablo. Muchos en la iglesia de Corinto (una iglesia con muchos dones pero caracterizada por su “carnalidad”) decían “nosotros somos de Pablo”, mientras que otros decían “nosotros somos de Apolos” (1 Corintios, 3:4). Esto habla del error de seguir a los hombres y no a Dios.
Los hombres somos imperfectos y, a veces, podemos tener una doctrina incompleta y aun equivocada. Pero si seguimos a Dios vamos a ser guiados por su Espíritu “hacia toda verdad” (Juan, 16:13).
[+] El Evangelio es basto, es
complejo y nosotros, encima, somos reticentes a leer, estudiar y obedecer las
Escrituras;
Hebreos, 5:11 Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. 5:12 Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 5:13 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 5:14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
El anterior pasaje es tan claro que no requiere mayor elucidación. El Evangelio es extenso (mucho que decir), es profundo (difícil de explicar) y, para colmo de males, nosotros somos rebeldes y perezosos (tardos para oír).
Antes de sentarnos a leer/estudiar la Biblia, debemos comprender esto, no para desalentarnos sino, más bien, para ser conscientes de lo que la tarea implica.
[+] Debemos estar dispuestos a aceptar nuevas revelaciones (ampliatorias o modificatorias) de Dios acerca de lo que ya creíamos saber;
El conocimiento del Evangelio, según hemos dicho, requiere de nuestro esfuerzo personal, es gradual y depende de Dios, por lo que es un proceso dinámico, es decir, se trata de una película y no de una foto. Lo que creemos comprender en un momento puede que se modifique (total o parcialmente) con el tiempo. Esto sucede porque, si seguimos estudiando las Escrituras, nuestro conocimiento de ellas se va ampliando, con lo cual cada vez tenemos más y mejores elementos, que nos invitan a repensar todo el tiempo lo que creíamos saber. Esto es muy distinto de ser movidos por todo viento de doctrina (Efesios, 4:14) y tiene más que ver con una madurez que nos permite abordar temas, que ya teníamos vistos, con una mejor “caja de herramientas”. Esto, claro está, puede llevarnos a ampliar o directamente rever un tema que creíamos dominar o respecto del cual creíamos que ya no había más nada para agregar.
Modificar y aun rectificar lo que creíamos saber es una manifestación no solo de inteligencia sino, fundamentalmente, de evolución. Particularmente desconfío de las personas que se jactan de pensar lo mismo “desde hace treinta años”. Yo me pregunto ¿no aprendieron nada nuevo desde su última adquisición de conocimientos, no incorporaron ningún elemento nuevo que los haya invitado, alguna vez, a rever una postura?. Quienes así piensan, pretender convencernos de que la coherencia es un valor es sí mismo. Pero la coherencia no es un valor en sí mismo sino un atributo o una característica neutra, es decir, ni buena ni mala. ¿Por qué?. Porque se puede ser coherente en el acierto o en el error, en lo bueno y también en lo malo. Pongamos por caso a Hitler. Él pensaba que los judíos eran un problema y que, por lo tanto, debían ser exterminados y casi lo consigue. Hitler fue coherente. ¿Es esto un valor?.
Por
otra parte, el Evangelio es tan profundo que, como dice Paul Washer, vamos a
estar toda la eternidad estudiándolo. Él dice que el Evangelio es como una
montaña y, los que tenemos un ministerio con la Palabra, somos como “mineros”,
cavando más y más profundo, tratando de llegar al corazón de la montaña, para
extraer todos los tesoros que están enterrados en sus profundidades. Se puede
ir tan profundo como se desee. No tiene límites.
Lo
que estamos diciendo es que nos podemos conformar con la superficie del
Evangelio o, en cambio, podemos bucear en las profundidades del mismo en busca
de sus tesoros más preciados, que casi nunca están en la superficie.
Por
ultimo (y esto lo digo por experiencia propia), a menos que se trate de una
herejía (una enseñanza contraria a la Biblia), debemos tener cuidado con no
desechar, más temprano que tarde, a algún siervo (pastor, predicador, maestro,
profeta, etc.) a quien veníamos siguiendo, porque, en algún momento, haya dicho
algo que no entendimos muy bien o respecto de lo cual aún no estamos lo
suficientemente maduros (y preparados) como para comprender.
[+] Es imposible estudiar la Biblia sin un marco de referencia doctrinal;
En cuanto al marco doctrinal, debemos tener en cuenta dos elementos:
[a]
el protestantismo; y
[b]
el dispensacionalismo;
[a] el protestantismo;
Sacando el islam, el judaísmo ortodoxo y otras religiones, dentro del cristianismo, no ser católico implica ser, lisa y llanamente, protestante. Esto (queramos o no) ya nos coloca en una “vereda doctrinal”.
Ya dentro del protestantismo y sacando las sectas (mormones, testigos de Jehová, etc.), podemos ser bautistas o pentecostales, conforme hayan influido en nosotros las ideas de Juan Calvino o de Jacobo Arminio, respectivamente.
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “Calvinismo” (pincha Aqui).
Sin embargo, los cristianos no católicos debiéramos comprender que, ante todo, somos protestantes. Si comprendemos cabalmente lo que implicó la Reforma Protestante, rápidamente nos daremos cuenta que el “calvinismo” es una extensión del protestantismo más puro, es decir, que las ideas de Calvino tienen su fuente en la Reforma Protestante. De modo que la Reforma Protestante es un marco de referencia doctrinal obligado e imprescindible para estudiar la Biblia.
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “¿Por qué somos protestantes?” (pincha Aqui).
[b] el dispensacionalismo;
El otro elemento que termina de configurar el marco doctrinal para un adecuado estudio de las Escrituras es el “dispensacionalismo”, entendiendo por el mismo el sistema o modelo que divide la historia de la redención en siete dispensaciones, es decir, en siete formas diferentes en que Dios ha tratado con la humanidad a lo largo de la historia:
[1]
la inocencia (de la creación a la caída de Adán);
[2]
la conciencia (de la caída de Adán al diluvio);
[3]
el gobierno humano (del diluvio a Abraham);
[4]
la promesa (de Abraham a Moisés);
[5]
la ley de Moisés (de Moisés a la cruz);
[6]
la gracia (de la cruz al rapto de la iglesia); y
[7] el reino milenial (de la segunda venida de Cristo hasta la eternidad);
Entre la [6] y la [7] dispensación se reanudara la [5] dispensación, de la cual faltan siete años por cumplirse, periodo conocido como las “la semana 70 de Daniel”.
Al respecto puedes ver en mi blog dos estudios:
[1] “Las siete dispensaciones de Dios” (pincha Aqui); y
[2] “Las setenta semanas de Daniel” (pincha Aqui);
Es
imposible la comprensión cabal de la Biblia sin el modelo dispensacionalista. La
[5] y [6] dispensación (la ley de Moisés y la gracia, respectivamente) dominan
las Escrituras desde Éxodo al rapto de la iglesia, de modo que es imposible comprender
prácticamente el 90% de la Biblia si no se conocen estas dos dispensaciones
(estos dos pactos).
[+] Es imprescindible conocer los principios de la hermenéutica para arribar siempre a una interpretación adecuada de las Escrituras;
Al respecto puedes ver en mi blog un estudio denominado “Hermenéutica” (pincha Aqui).
Sin perjuicio de que creemos que la Biblia no necesita nada fuera de ella misma para ser interpretada (2 Pedro, 1:20-21) y que es el Espíritu Santo el que nos guía hacia toda verdad (Juan, 16:13), creemos también que la hermenéutica es la mejor herramienta conocida para evitar los errores y malas interpretaciones que parecen ser comunes en estos días.
La hermenéutica, en general, es la “técnica o método de interpretación de textos antiguos”. La hermenéutica bíblica, en particular, es el “conjunto de principios cuyo cumplimiento conduce a una adecuada interpretación de la Biblia”.
La hermenéutica tiene una “regla de oro” y es el “principio de interpretación literal” según el cual la Biblia quiere decir exactamente lo que está escrito en ella, a menos que cuestiones históricas, gramaticales, contextuales, simbólicas o de otra índole, indiquen que deba suspenderse el principio de interpretación literal y recurrirse a algún otro principio de interpretación.
Y de aquí surgen los principios de interpretación alternativos a la literalidad (la regla de oro) y son:
[+]
Principio de interpretación histórico;
[+]
Principio de interpretación gramatical;
[+]
Principio de interpretación contextual;
[+] Principio de interpretación simbólico;
Otros principios hermenéuticos:
[+]
Principio de consistencia o coherencia interna de las Escrituras;
[+]
Principio de la primera mención;
[+] Principio de interpretación de pasajes los bíblicos menos claros a la luz de los más claros, sobre un mismo tópico (nunca al revés);
Existen algunas otras reglas y principios para aplicar a la interpretación de la Palabra de Dios, pero si se aplican estos que hemos mencionado, tendremos una buena oportunidad de evitar los errores y malas interpretaciones que, como hemos dicho, parecen ser comunes en estos días.
Veremos cómo aplicando tan solo este puñado de principios que hemos mencionado, podremos salvar cualquier contradicción que se suscite entre dos o más pasajes, lo cual nos conducirá no solo a interpretar siempre las Escrituras de manera correcta sino, también, con un enfoque integral.
DIOS TE BENDIGA!
Marcelo
D. D’Amico
Maestro
de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA