martes, 30 de marzo de 2021

SERIE BOSQUEJOS DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA: # 59 - SANTIAGO

 


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SANTIAGO 

Autor: Santiago 

Tema: la fe genuina que produce buenas obras como fruto 

Fecha: 45 – 49 d.C. 

Propósito 

Santiago escribió para:

 

[1] alentar a los creyentes judíos que sufrían diversas adversidades, que ponían a prueba su fe;

[2] corregir ideas erróneas acerca de la naturaleza de la fe salvadora; y


[3] exhortar e instruir a los lectores acerca del resultado práctico de su fe en la vida de justicia y en las buenas obras; 

Trasfondo 

Se clasifica a la de Santiago como la “epístola general”, porque originalmente se dirigió a un público más amplio que el de la iglesia local. El saludo “a las doce tribus que están en la dispersión” (Santiago, 1:1), junto con otras referencias (Santiago, 2:19, 21), indica que la epístola se escribió al principio para los creyentes judíos que vivían fuera de Palestina. Es posible que los destinatarios de la epístola fueran los primeros convertidos en Jerusalén que, después del martirio de Esteban (Hechos, 7:1 – 8:1-2), fueron dispersados por la persecución (Hechos, 8:1) entre lugares tan distantes como Fenicia, Chipre, Antioquia y más allá (Hechos, 11:19). 

Esto explicaría:

 

[1] el énfasis de la apertura de la epístola sobre el padecer con gozo las adversidades que prueban la fe y requieren perseverancia (Santiago, 1:2-12);

[2] el conocimiento de Santiago de los creyentes “dispersos”; y

[3] el tono de autoridad de la epístola; 

Santiago, dirigente de la iglesia de Jerusalén, escribió a sus ovejas dispersas. 

Autoría 

Es evidente que al autor es muy conocido porque se identifica solo como Santiago (Santiago, 1:1). A Santiago, medio hermano de Jesús y dirigente de la iglesia de Jerusalén, se le considera normalmente como el autor.

Su discurso en el “Concilio de Jerusalén” (Hechos, 15:13-21) y las descripciones de el en otros lugares del NT (Hechos, 12:17, 21:18, Gálatas, 1:19, 2:9, 12, 1 Corintios, 15:7) se corresponden bien con lo que se sabe del autor de esta epístola. Santiago, tal vez, escribió su epístola durante la década de los años cuarenta. Esta fecha temprana de la redacción la indican varios factores tales como el empleo de la palabra griega “sinagogué” para referirse al lugar de reunión de los creyentes (Santiago, 2:2). Según el historiador judío Flavio Josefo, Santiago (el hermano del Señor) fue martirizado en Jerusalén en 62 d.C.. 

Estructura 

Esta epístola cubre una amplia diversidad de temas relacionados con la genuina vida cristiana. 

Santiago exhorta a los creyentes: 

[+] a soportar las pruebas con alegría y a beneficiarse de ellas (Santiago, 1:2-11);

[+] a resistir las tentaciones (Santiago, 1:12-18);

[+] a ser hacedores – y no solo oidores – de la Palabra (Santiago, 1:19-27); y

[+] a demostrar una fe activa y no una profesión de fe vacía (Santiago, 2:14-17, 26); 

Santiago advierte solemnemente acerca de: 

[+] la pecaminosidad de una lengua ingobernable (Santiago, 3:1-12, 4:11-12);

[+] la sabiduría mundana (Santiago, 3:13-16);

[+] la conducta pecaminosa (Santiago, 4:1-10);

[+] la vida presuntuosa (Santiago, 4:13-17); y

[+] la riqueza egoísta (Santiago, 5:1-6); 

Santiago concluye con un énfasis sobre la paciencia, la oración y la restauración del extraviado (Santiago, 5:7-20). 

A través de sus cinco capítulos, se enfatiza la relación entre la verdadera fe y la vida piadosa. La fe genuina es: 

[+] una fe probada (Santiago, 1:2-16);

[+] una fe activa (Santiago, 1:19-27);

[+] ama al prójimo como a si mismo (Santiago, 2:1-13);

[+] se manifiesta en buenas obras (Santiago, 2:14-17, 26);

[+] le pone rienda a la lengua (Santiago, 3:1-12);

[+] busca la sabiduría de Dios (Santiago, 3:13-18);

[+] se somete a Dios, el juez justo (Santiago, 4:1-12);

[+] confía en Dios en su vida diaria (Santiago, 4:13-17);

[+] no es egoísta ni desenfrenada (Santiago, 5:1-6);

[+] es paciente en el sufrimiento (Santiago, 5:7-12); y

[+] y es diligente en la oración (Santiago, 5:13-20); 

Características especiales 

Siete son las principales características de esta epístola: 

[1] es, probablemente, el primer libro del NT en ser escrito;


[2] aunque solo contiene dos referencias al nombre de Cristo, hay más reminiscencias de la enseñanza de Jesucristo en esta epístola (incluso por lo menos 15 alusiones al “sermón del monte”), que en todas las otras epístolas del NT combinadas;

[3] más de la mitad de sus 108 versículos son imperativos o mandamientos;

[4] desde todo punto de vista es el libro de “Proverbios” del NT porque:

 

[a] está lleno de sabiduría piadosa e instrucciones prácticas para la genuina vida cristiana; y


[b] está escrita en un estilo conciso, con agudos mandamientos y vividas analogías;

 

[5] Santiago es un agudo observador de los fenómenos naturales y de la naturaleza humana caída por lo que, a menudo, saca lecciones de los primeros para exponer esta última (Santiago, 3:1-12);


[6] recalca, más que ningún otro libro del NT, la relación necesaria entre la fe y las obras, estas últimas como fruto de la primera (Santiago, 2:14-17, 26); y


[7] a veces se le llama a Santiago el “Amós” del NT, porque trata con energía los asuntos de la injusticia y la desigualdad sociales; 

Cristo en Santiago 

Cristo es el sanador de los enfermos. 

Santiago, 5:15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.  

Estudios relacionados 

La salvación

Observaciones adicionales 

Respecto de la salvación, Pablo afirma: 

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe. 

No obstante, la epístola de Santiago, respecto de la fe que salva, contiene dos de los pasajes bíblicos más malinterpretados del NT y son los siguientes: 

Santiago, 2:14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 2:15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 2:16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.  

Santiago, 2:26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. 

Pareciera que Santiago  nos estaría diciendo: está bien, la que salva es la fe (como afirma Pablo), pero la fe sin obras está muerta, por lo tanto se necesitan obras para “mantener viva a la fe”. 

Jack Kelley, reconocido ensayista bíblico norteamericano, al respecto nos dice: 

A algunas personas les encanta señalar el aparente conflicto entre estos pasajes de Santiago, 2:14-17, 26 y los de Pablo en Efesios, 2:8-9, pero los contextos son totalmente diferentes. Pablo estaba hablando acerca de la raíz de nuestra salvación y Santiago estaba hablando acerca de su fruto. Ambas posiciones son correctas. 

Cuando Pablo dijo que por gracia somos salvos, por medio de la fe y no por obras (Efesios, 2:8-9), él estaba hablando acerca de la raíz de nuestra salvación, la cual es la fe solamente. Santiago estaba hablando sobre lo que sucede después que somos salvos, que es el fruto de nuestra salvación, el cual es nuestra fe que se manifiesta a sí misma en la manera cómo vivimos nuestra vida. 

Santiago no estaba hablando de lo que se necesita para ser salvos ni de combinar la obediencia a la Ley (las obras) con nuestra fe, para completar nuestra salvación. Él estaba hablando acerca de cómo podemos saber si somos salvos. Si nuestra fe se manifiesta a sí misma en buenas obras hacia los demás, entonces podemos estar seguros que la misma es genuina.

Si no es así, entonces es meramente teórica o especulativa, una posición intelectual que hemos tomado. Las personas creyentes no tienen que hacer por ellas mismas esas obras buenas. De hecho tienen que proponerse no hacerlas. El Espíritu Santo es quien va a impulsar a cada persona creyente a hacer actos de caridad y amor según las circunstancias. 

Pablo estaba hablando sobre lograr la salvación y Santiago estaba hablando sobre demostrar nuestra salvación por nuestras acciones. 

Efesios, 2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. 

Las buenas obras, dice Pablo, fueron “preparadas de antemano” por Dios (el Espíritu Santo) para que anduviésemos en ellas (para que las hagamos). Las buenas obras en las que se manifestara nuestra fe genuina están inspiradas por el Espíritu Santo. 

La salvación puede verse como un árbol, cuya raíz es la causa de la salvación (por gracia, mediante la fe según Efesios, 2:8-9) y su fruto son nuestras buenas obras, posteriores a la salvación, inspiradas por el Espíritu Santo (Santiago, 2:14-17, 26, Efesios, 2:10). 

Pablo escribe: 

Filipenses, 2:13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. 

Es decir, es Dios (el Espíritu Santo) el que, a través de su obra de regeneración (Juan, 3:3) y de su gracia, hace (produce en nosotros) no solo nuestro deseo de alejarnos del pecado (el querer) sino, además, que podamos lograrlo (el hacer). 

Santiago, en suma, dice lo mismo que dijo Jesús: 

Mateo, 7:20 Así que, por sus frutos los conoceréis. 

Jesús no dice “los conoceréis porque confiesan mi nombre” (porque dicen que son cristianos) sino que dice “lo conoceréis por sus frutos” (por lo que hacen). 

Mateo, 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 

Jesucristo vuelve a decirnos: no el que DICE sino el que HACE es salvo. 

Por último, Santiago jamás pudo haberse referido a combinar la fe con las obras para ser salvos, por lo que el mismo dijo, como líder de la iglesia de Jerusalén, en el Concilio celebrado en la misma ciudad (Hechos, 15). Allí, algunos judíos convertidos, de la iglesia de Jerusalén, sostenían que, además de la fe, era necesario circuncidarse y guardar la ley de Moisés: 

Hechos, 15:5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.  

La respuesta de Santiago a esta doctrina judaizante no se hizo esperar: 

Hechos, 15:19 Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 

Hechos, 15:24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, 15:25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, 15:26 hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 15:27 Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo. 15:28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 15:29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien. 

Con esto queda cabalmente demostrado que Santiago pensaba exactamente como Pablo. 

Aunque toda la epístola es importante, no debiéramos dejar de leer y profundizar los siguientes pasajes: 

[+] la prueba de nuestra fe produce paciencia, uno de los frutos del Espíritu (Santiago, 1:2-3, Gálatas, 5:22-23);

[+] las tentaciones (Santiago, 1:12-15);

[+] ser hacedores – y no solo oidores – de la Palabra (Santiago, 1:22-25);

[+] la verdadera religión, pura y sin mancha (Santiago, 1:27);

[+] contra la acepción de personas (Santiago, 2:1-9);

[+] el guardar toda la ley (Santiago, 2:10-11);

[+] las (buenas) obras son el fruto de una fe verdadera (Santiago, 2:14-17, 26, Mateo, 7:16-20);

[+] la pecaminosidad de una lengua ingobernable (Santiago, 3:1-12);

[+] la sabiduría de lo alto y la sabiduría terrenal (Santiago, 3:13-18);

[+] la amistad con el mundo es enemistad contra Dios (Santiago, 4:4-5);

[+] Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes (Santiago, 4:6);

[+] resistir al diablo para que huya de nosotros (Santiago, 4:7);

[+] la murmuración y el juzgar al otro (Santiago, 4:11-12);

[+] el gloriarse del día de mañana (Santiago, 4:13-17);

[+] contra los ricos opresores (Santiago, 5:1-6);

[+] la paciencia (Santiago, 5:7-11);

[+] la oración (Santiago, 5:13-18); 

 

Marcelo D. D’Amico

Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA