lunes, 1 de marzo de 2021

SERIE BOSQUEJOS DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA: # 24 - JEREMÍAS

 


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JEREMÍAS

Autor: Jeremías

Tema: el juicio de Dios sobre Judá (el reino del sur)

Fecha: 585 - 580 a.C.

Propósito

El libro de Jeremías fue escrito para:

 

[1] suministrar un registro perdurable del ministerio profético y el mensaje de Jeremías;


[2] revelar el juicio inevitable de Dios cuando su pueblo quebranto el pacto y persistió en la rebeldía contra Dios y su Palabra; y

[3] demostrar la autenticidad y autoridad de la palabra profética;

Muchas profecías de Jeremías se cumplieron durante su vida (Jeremías, 16:9, 20:4, 25:1-14, 27:19-22, 28:15-17, 34:1-5, 32:10-13). Otras profecías se cumplieron más tarde o todavía están por cumplirse (Jeremías, 23:5-6, 30:8-9, 31:31-34, 33:14-16).

Trasfondo

El ministerio profético de Jeremías se dirigió al reino del sur (Judá, formado por las tribus de Judá y Benjamín, con capital en Jerusalén, donde estaba el – primer – templo), durante los últimos 40 años de su historia. Jeremías vivió para ser testigo de las invasiones babilónicas a Judá, que dieron como resultado la destrucción de Jerusalén y el templo. Como a Jeremías le toco profetizar a la nación durante los últimos 40 años de su decadencia y caída, se entiende por qué el libro está lleno de tristeza y (malos) presagios.

Jeremías, hijo de un sacerdote, nació y creció en la aldea sacerdotal de Anatot (a unos 6,5 km al noreste de Jerusalén), durante el reinado del malvado rey Manases. Jeremías comenzó su ministerio profético durante el año trece del reinado del buen rey Josías y apoyo su movimiento de reforma. Vio pronto, sin embargo, que no produciría un verdadero cambio de corazón en el pueblo. Jeremías advirtió que, a menos que hubiera un arrepentimiento nacional sincero, el juicio y la destrucción vendrían de repente.

En 612 a.C., Asiria fue conquistada por una coalición babilónica. Unos cuatro años después de la muerte del rey Josías, Egipto fue derrotado por Babilonia en la batalla de Carquemis (605 a.C.; véase Jeremías, 46:2). En ese mismo año, el ejército babilónico de Nabucodonosor invadió Palestina, capturo Jerusalén y deporto a algunos de los jóvenes más selectos a Babilonia, entre ellos al profeta Daniel y sus tres amigos. La segunda campaña contra Jerusalén ocurrió en 597 a.C. y se llevaron 10.000 cautivos a Babilonia, entre los cuales estaba el profeta Ezequiel. Todo ese tiempo, no se hizo caso de la advertencia profética de Jeremías acerca del juicio inminente de Dios. La devastación final vino a Jerusalén, al templo y a todo el reino de Judá en 586 a.C..

Este libro profético revela que Jeremías, a menudo llamado “el profeta llorón”, fue un hombre con un mensaje severo y un corazón sensible y quebrantado (Jeremías, 8:21 – 9:1). Su espíritu tierno hacia más intenso su sufrimiento cuando su familia y sus amigos, los sacerdotes y los reyes y todo el pueblo de Judá desdeñaban la palabra profética de Dios. Aunque solitario y despreciado toda su vida, Jeremías fue, no obstante, uno de los más atrevidos y valientes de todos los profetas. A pesar de gran oposición, con fidelidad realizo su llamamiento profético a advertir a sus compatriotas que el juicio de Dios estaba cerca. Al resumir la vida de Jeremías, un escritor dice: “Un peso más abrumador nunca se puso a un mortal. En toda la historia de la raza judía no ha habido un ejemplo de intensa sinceridad, sufrimiento sin alivio, proclamación valerosa del mensaje de Dios e intercesión infatigable de un profeta por su pueblo como el que se encuentra en la vida de Jeremías. Pero la tragedia de su vida fue esta: predico a oídos sordos y cosecho solo odio a cambio de su amor por sus compatriotas” (Farley).

Autoría

Se declara con claridad que el autor del libro es Jeremías (Jeremías, 1:1). Después de 20 años de profetizar a Judá, Dios le dijo a Jeremías que pusiera sus mensajes por escrito. Lo hizo al dictar sus profecías a su fiel secretario Baruc (Jeremías, 36:1-4). Puesto que a Jeremías se le había prohibido comparecer ante el rey, envió a Baruc a leer las profecías en el templo y, después de eso, Jehudí se las leyó al rey Joacim. El rey demostró su desdén a Jeremías y a la Palabra del Señor al cortar el rollo en pedazos y arrojarlo al fuego (Jeremías, 36:22-23). Jeremías otra vez dicto sus profecías a Baruc y, esta vez, incluyo aún más que las del primer rollo. Es probable que Baruc pusiera el libro de Jeremías en su forma final, poco después de la muerte de Jeremías (585 – 580 a.C.).

Estructura

El libro de Jeremías es, en esencia, una colección de profecías dirigidas principalmente a Judá (Jeremías, 2 al 29), pero también abarcan a nueve naciones extranjeras (Jeremías, 46 al 51). Estas profecías enfocan principalmente el juicio, aunque hay algunas que se refieren a la restauración (Jeremías, 30 al 33).

Estas profecías no tienen una organización cronológica ni temática estricta, aunque el libro de Jeremías tiene la estructura general indicada en el bosquejo anterior. Parte del libro está escrita en verso poético, mientras que otras partes están en forma de prosa o narrativa. Sus mensajes proféticos están entrelazados con vistazos históricos de: 

[1] la vida y el ministerio del profeta (Jeremías, 1, 34 – 38, 40 – 45);


[2] la historia de Judá, principalmente durante el tiempo de los reyes Josías (Jeremías, 1 – 6), Joacim (Jeremías, 7 – 20) y Sedequias (Jeremías, 24 – 25; 34);

[3] la caída de Jerusalén (Jeremías, 39); y


[4] sucesos internacionales que comprenden a Babilonia y otras naciones (Jeremías, 25 – 29, 46 – 52);

Como Ezequiel, Jeremías usa una variedad de acciones simbólicas y parabólicas para ilustrar de modo grafico su mensaje profético: el cinto podrido (Jeremías, 13:1-14), la sequía (Jeremías, 14:1-9), la prohibición que Dios le pone de casarse o tener hijos (Jeremías, 16:1-9), el alfarero y el barro (Jeremías, 18:1-11), la vasija rota del alfarero (Jeremías, 19:1-13), las dos cestas de higos (Jeremías, 24:1-10), el yugo sobre su cuello (Jeremías, 27:1-11), la compra de un terreno en su pueblo natal (Jeremías, 32:6-15) y las piedras grandes que coloco en el pavimento de ladrillo de Faraón (Jeremías, 43:8-13).

La comprensión clara que Jeremías tenia de su llamamiento profético (Jeremías, 1:17), junto con las frecuentes confirmaciones de Dios (Jeremías, 3:12, 7:2, 27-28, 11:2, 6, 13:12-13, 17:19-20), lo capacitaron para proclamar con osadía y fidelidad la palabra profética a Judá, a pesar de su continua reacción de hostilidad, rechazo y persecución (Jeremías, 15:20-21). Después de la destrucción de Jerusalén, Jeremías, fue llevado contra su voluntad a Egipto, donde siguió profetizando hasta su muerte (Jeremías, 43 – 44).

Características especiales

Siete aspectos o énfasis principales caracterizan el libro de Jeremías:

 

[1] es el segundo libro más extenso de la Biblia, pues contiene más palabras (no capítulos) que cualquier otro libro, excepto los Salmos;

 

[2] la vida y las tribulaciones personales de Jeremías como profeta se revelan con mayor profundidad y con más detalles que las de cualquier otro profeta del AT;

 

[3] esta empapado de la tristeza, las angustias y los llantos del “profeta llorón” por la rebeldía de Judá; a pesar de su mensaje severo, Jeremías, sentía dolor y quebrantamiento profundos por el pueblo de Dios; no obstante, su mayor lealtad fue a Dios y su tristeza más profunda fue por el dolor de Dios;

 

[4] su palabra clave es “rebeldía” y sus variantes (que aparecen trece veces) y su tema perpetuo es el juicio ineludible de Dios por la rebeldía y la desobediencia;

 

[5] su mayor revelación teológica es el concepto del “nuevo pacto”, que Dios establecerá con su pueblo fiel, en un tiempo futuro de restauración (Jeremías, 31:31-34);

 

[6] su poesía es tan elocuente y lirica como cualquier otra de la Biblia, con abundancia de metáforas excelentes, frases pintorescas y pasajes memorables; y

 

[7] hay más referencias a la nación de Babilonia en las profecías de Jeremías (164) que en el resto de la Biblia;

Cumplimiento en el NT

El uso principal de Jeremías en el NT tiene que ver con su profecía de un “nuevo pacto” (Jeremías, 31:31-34). Aunque Israel y Judá quebrantaron muchas veces los pactos de Dios y posteriormente fueron quebrantadas en el juicio por sus rebeldías, Jeremías profetizo acerca de un día cuando Dios haría un nuevo pacto con ellos (Jeremías, 31:31). El NT aclara que ese nuevo pacto fue instituido con la muerte y resurrección de Cristo (Lucas, 22:20, Mateo, 26:26-29, Marcos, 14:22-25), se está cumpliendo ahora en la iglesia, el nuevo pueblo del pacto de Dios (Hebreos, 8:8-13) y llegara a su clímax en la gran salvación de Israel (Romanos, 11:27). Otros pasajes mesiánicos de Jeremías que se aplican a Jesucristo en el NT son:

 

[1] el Mesías como buen pastor y el Renuevo justo de David (Jeremías, 23:1-8, véanse Mateo, 21:8-9, Juan, 10:1-18, 1 Corintios, 1:30, 2 Corintios, 5:21);


[2] el lloro amargo en Ramá (Jeremías, 31:15), cumplido en el tiempo que Herodes intento destruir al niño Jesús (Mateo, 2:17-18); y


[3] el celo mesiánico por la pureza de la casa de Dios (Jeremías, 7:11), demostrado en la limpieza del templo por Jesús (Mateo, 21:13, Marcos, 11:17, Lucas, 19:4).

Cristo en Jeremías

Cristo es “nuestro Profeta que gime”:

Jeremías, 42:2 y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como nos ven tus ojos), 

 

DIOS TE BENDIGA!

Marcelo D. D’Amico

Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA