viernes, 3 de julio de 2020

ESA TENDENCIA A JUDAIZAR



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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):




Introducción

Se entiende por “liturgia” el conjunto de prácticas establecidas que regulan, en cada religión, el culto y las ceremonias religiosas. El cristianismo (como el judaísmo o el islam, entre otras religiones), también tiene la suya: tomar los sacramentos (el bautismo en agua, la Santa Cena – Eucaristía para los católicos – y la confesión), congregarse los días domingo, etc..

Existe cierta tendencia entre los actuales cristianos gentiles (no judíos) a incorporar, en la liturgia cristiana, elementos del judaísmo. De tal suerte  pueden observarse, en no pocas iglesias evangélicas, a ministros de Dios usando el “Talit” (una especie de chal o poncho utilizado en los servicios religiosos del judaísmo), tocando el “shofar” (un cuerno de carnero – utilizado por los judíos – que se hace sonar soplando por uno de sus extremos) o directamente hablando en hebreo, pensando que, por hacer estas cosas, van a ser más espirituales o van a agradar más a Dios.

En el cristianismo la liturgia no es salvífica y mucho menos salvífico es incorporar la liturgia de otras religiones como, en este caso, el judaísmo. Hay algunos videos en internet, donde algunos de nuestros hermanos cristianos judíos (conocidos como mesiánicos), a quienes amamos en el Señor, sostienen no solo que ellos no han dejado de practicar la liturgia del judaísmo (guardar el sabat, festejar las siete fiestas solemnes de Israel de Levítico, 16 y 23, etc.) sino que, además, afirman que los cristianos gentiles (no judíos) deberíamos incorporar esa liturgia también: adorar a Dios el sábado en lugar del domingo, festejar las fiestas tradicionales de Israel, etc..

Vamos a demostrar bíblicamente que esta perspectiva es equivocada.

En Antiguo y el Nuevo Pacto

En cuanto a nuestra salvación, Pablo escribe:

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Pablo dice que la gracia es la causa de nuestra salvación. Pero ¿qué es la gracia?. La gracia divina es el favor inmerecido de Dios, por medio del cual los hombres pueden ser salvos, obedecer los mandamientos de Dios (aunque no de manera perfecta) y ser santos. La gracia es la actividad unilateral de Dios por medio de la cual Él está todo el tiempo atrayendo las almas hacia sí mismo. Somos salvos, entonces, por esta gracia (la causa), por medio de la fe (el medio) en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) y no por obras (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5).

La gracia es la causa de la salvación (Efesios, 2:8) y la fe es el “boleto de entrada” a esa gracia:

Romanos, 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 5:2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Pablo concluye que el hombre es justificado (salvo) solo por la fe y sin las obras de la ley:

Romanos, 3:24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,

Romanos, 3:27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 3:28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

La salvación en el Antiguo Pacto se obtenía por obedecer la ley de Moisés (Éxodo, 19:5-6) y, al ser esta incumplible (Gálatas, 5:3, Santiago, 2:10), cubriendo temporalmente (Hebreos, 10:1-4) las trasgresiones a la ley (los pecados) mediante la sangre (Hebreos, 9:22) de animales sacrificados en el templo una y otra vez (Hebreos, 9:25, 10:4, 11). Pero esta forma de lograr la salvación fue reemplazada por la gracia, por medio de la fe (Efesios, 2:8-9, Romanos, 5:2) en el sacrificio que Cristo hizo en la cruz (1 Corintios, 15:3-4).

Ya no es el Antiguo Pacto, es decir, la sangre de los animales derramada una y otra vez en el templo (Hebreos, 9:25, 10:4, 11) sino el Nuevo Pacto, es decir, la sangre de Cristo derramada una sola vez (Hebreos, 9:26, 10:10-14) el que salva.

Como quedó demostrado, el Antiguo Pacto (una forma de obtener la salvación) no es el AT, de la misma forma que el Nuevo Pacto (otra forma de obtener la salvación) tampoco es el NT.

Cristo vino en carne (1 Juan, 4:2), vivió una vida perfecta (2 Corintios, 5:21), cumpliendo  la ley de Moisés (Mateo, 5:17) que era incumplible para nosotros (Gálatas, 5:3, Santiago, 2:10) y camino hacia la cruz donde la obediencia a la ley quedo derogada para salvar (Colosenses, 2:14). A partir de aquí, como dice Pablo, el hombre es justificado (salvo) por la fe en lo que Cristo hizo en la cruz, es decir, en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), sin la obras de la ley (Romanos, 3:28).

Ahora bien, lo que quedo derogado es la obediencia a la ley de Moisés como forma de obtener la salvación, pero esto no significa que hayamos quedado eximidos de seguir obedeciéndola porque la ley de Moisés (y todo el AT) es Palabra de Dios, la cual nunca quedara obsoleta o derogada. ¿A quién se le puede ocurrir que los diez mandamientos, insertos en Éxodo, 20 ya no están vigentes?. No mataras, no robaras, no adoraras a dioses ajenos, no cometerás adulterio ¿quedo, acaso, todo esto sin vigencia?. Claro que no!.

Al respecto, Jesús dijo:

Lucas, 16:17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

Y luego agregó:

Mateo, 5:18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

Pero el cielo y la tierra todavía “no han pasado”. Esto está todavía en el futuro y es mencionado en el libro de Apocalipsis:

Apocalipsis, 21:1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.

Y esto que ve Juan (un cielo nuevo y una tierra nueva) ocurre al finalizar el reinado milenial de Cristo (la séptima y última dispensación), es decir, mil años después del retorno de Cristo a la tierra. Fíjense ustedes cuanto tiempo todavía seguirá vigente la Ley de Moisés.

La controversia sobre el diezmo

Algunos confunden el Antiguo Pacto con la ley de Moisés y, en general, con el AT. Como sabemos, el Antiguo Pacto fue reemplazado por el Nuevo Pacto. Si bien esto es cierto, mucho hacen el siguiente razonamiento equivocado:

Como:

[1] la LEY DE MOISES y, en general, el AT constituyen el ANTIGUO PACTO;

Y siendo que:

[2] el ANTIGUO PACTO fue reemplazado por el NUEVO PACTO (que es el NT);

Entonces:

[3] el NUEVO PACTO nos libera de la obligación de cumplir la LEY DE MOISES (y, en general, el AT);

Mientras las afirmaciones de los apartados [1] y [3] directamente son falsas, la afirmación del apartado [2] es parcialmente falsa, ya que, si bien es cierto que el Nuevo Pacto reemplazo al Antiguo Pacto, es falso que el Nuevo Pacto sea el NT.

A este tipo de razonamiento conduce la herejía llamada “antinomianismo”. La palabra “antinomianismo” viene de la palabra griega “anomos”, donde “a” significa “no o sin” y “nomos” significa “ley”, con lo cual la palabra “antinomianismo” significa “sin ley”. El antinomianismo es la doctrina que sostiene que la ley moral de Dios no es obligatoria para los cristianos como regla de vida. El antinomianismo fue llamado así por Lutero, cuando su viejo amigo Juan Agrícola (1492–1566) enseñó que los cristianos están totalmente libres de la ley, esto es, de la ley moral tal como Moisés la estableció. Sin embargo, el antinomianismo como doctrina apareció mucho antes, entre los siglos I y II d.C..

La obligación de diezmar, surge de la vigencia que la ley de Moisés, como Palabra de Dios, sigue teniendo para la iglesia y, particularmente, surge del siguiente pasaje:

Malaquías, 3:8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.

Quien, teniendo ingresos regulares, no diezma roba a Dios y esto trae maldición:

Malaquías, 3:9 Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.

Lo que no aplica de la ley de Moisés a la iglesia

La ley de Moisés fue dada a los judíos:

Salmos, 147:19 Ha manifestado sus palabras a Jacob, Sus estatutos y sus juicios a Israel. 147:20 No ha hecho así con ninguna otra de las naciones; Y en cuanto a sus juicios, no los conocieron. Aleluya.

Sin embargo, como hemos visto, todo el pueblo de Dios (judíos y gentiles), debe seguir obedeciendo sus estatutos como Palabra de Dios. Lo único que ya no está vigente de la LEY DE MOISES para la iglesia son:

[1] disposiciones de orden civil;
[2] disposiciones de orden alimentario;
[3] disposiciones de orden litúrgico;

[1] disposiciones de orden civil;

La ley de Moisés contiene leyes que regulan la esclavitud (Éxodo, 21:1-11, Deuteronomio, 15:12-18, Levítico, 25:39-40). Alguien podría preguntarse cómo es que la ley de Moisés, dada por Dios a Israel, puede contener regulaciones sobre un tema tan detestable. Pero en la época del AT (y aun del NT), la esclavitud era una forma de relación socioeconómica de producción generalmente aceptada. Y fue a raíz de la dureza de corazón de los israelitas (Mateo, 19:8, Marcos, 3:5), que Dios regulo la esclavitud en la ley de Moisés, motivo por el cual la esclavitud en Israel resulto más benigna que en el resto de las naciones. No obstante, estas leyes sobre la esclavitud ya no resultan aplicables (ni para judíos ni para gentiles) por haber desaparecido la esclavitud como relación socioeconómica de producción.

[2] disposiciones de orden alimentario;

En la ley de Moisés aparece, entre otras, la siguiente restricción en materia de alimentación:

Levítico, 11:7 También el cerdo, porque tiene pezuñas, y es de pezuñas hendidas, pero no rumia, lo tendréis por inmundo.

Es bien conocida la negación de Israel a comer carne de cerdo, la cual encuentra su origen en el pasaje que acabamos de ver.

Sin embargo esto no aplica a la iglesia porque fue abolido por el Señor:

Mateo, 15:11 No lo que entra en la boca contamina al hombre; más lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. 15:17 ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? 15:18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.

Por su parte, en Hechos, 10:9-16 se nos relata el suceso donde Pedro tiene una visión en la cual ve un gran lienzo que desciende del cielo, en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves y le vino una voz diciéndole “Pedro, mata y come” a lo que Pedro contesto “no Señor, porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”, por lo que volvió la voz a él por segunda vez y le dijo “no llames tu común a lo que Dios ha limpiado”. Entre los “cuadrúpedos terrestres” que le fueron mostrados a Pedro en la visión seguramente habría un cerdo. De ahí la respuesta de Pedro “ninguna cosa inmunda he comido jamás”. Con esta visión – donde el cerdo representa a los gentiles – se le muestra a Pedro que:

[a] no debía rechazar a Cornelio, el centurión romano – y, por lo tanto, el gentil – que creía en Dios, porque Dios lo había limpiado, al igual que a los judíos; y

[b] ya no estaban vigentes para la iglesia, disposiciones de la ley de Moisés acerca de restricciones alimentarias (Levítico, 11:7);

[3] disposiciones de orden litúrgico;

En la liturgia judía sobresalen el día de reposo o sabat (Éxodo, 20:8-11) y las siete fiestas solemnes de Israel (Levítico, 16 y 23). Las fiestas solemnes de Israel son siete:

[1] la pascua (Levítico, 23:5);
[2] la fiesta de las primicias (Levítico 23:10);
[3] la fiesta de los panes sin levadura (Levítico, 23:6);
[4] la fiesta de las semanas o pentecostés (Levítico, 23:15);
[5] la fiesta de las trompetas (Levítico, 23:24);
[6] el día de la expiación (Levítico, 16:1-34, Levítico, 23:27); y
[7] la fiesta de los tabernáculos (Levítico, 23:34);

Puedes ver un estudio en mí blog acerca de “Las fiestas de Israel y los años especiales” (pincha Aqui).

La pregunta es ¿debe un cristiano (gentil o judío) guardar el sabat y festejar las fiestas tradicionales de Israel?.

El siguiente pasaje escrito por Pablo parece no dejar lugar a ningún tipo de dudas:

Colosenses, 2:16 Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, 2:17 todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.

La sentencia de Pablo es clara: no permitamos que nadie nos juzgue en materia de comida (comer carne de cerdo o no), bebida (beber bebidas alcohólicas o sin alcohol), días de fiesta (festejar o no las fiestas solemnes de Israel de Levítico, 16 y 23) o de reposo (adorar el sábado – sabat – o el domingo), porque todo esto, dice Pablo, es una “sombra de lo que ha de venir”. Hebreos habla de la “sombra de los bienes venideros y no la imagen misma de las cosas” (Hebreos, 10:1). Venida la “imagen misma de las cosas” (Cristo) discutir sobre la “sombra” es una pérdida absoluta de tiempo.

Las siete fiestas solemnes de Israel (Levítico, 16 y 23) eran una “sombra de lo que habría de venir” (Colosenses, 2:17), es decir, simbolizaban algo que todavía estaba en el futuro. Por ejemplo, en la pascua (Levítico, 23:5), el cordero sacrificado es símbolo de Cristo, la fiesta de las primicias (Levítico 23:10), es símbolo de la resurrección de Cristo, la fiesta de los panes sin levadura (Levítico, 23:6), donde la levadura simboliza al pecado, simboliza al pueblo de Dios limpiándose del pecado en su vida, la fiesta de las semanas o pentecostés (Levítico, 23:15), representa la venida del Espíritu Santo sobre el pueblo de Dios, prometida por Jesús (Hechos, 1:8) y cumplida luego (Hechos, 2:1-4), la fiesta de las trompetas (Levítico, 23:24) simboliza el rapto de la iglesia (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17), donde se tocara trompeta, el día de la expiación o “Yom Kippur” (Levítico, 16:1-34, Levítico, 23:27) y el “chivo expiatorio”, representan la crucifixión de Cristo y la fiesta de los tabernáculos (Levítico, 23:34), representa el reinado milenial de Cristo (Apocalipsis, 20:4).

Pero si esto no fuera suficiente como para demostrar que los cristianos (tanto judíos como gentiles) estamos libres de cumplir con la liturgia de la ley mosaica, podemos analizar, por ejemplo, lo que sucedió en el famoso “Concilio de Jerusalén” (Hechos, 15).

El libro de los Hechos de los Apóstoles fue escrito por Lucas como complemento de su Evangelio y esta estratégicamente ubicado entre los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y las cartas de Pablo. La estructura del libro de los Hechos es la siguiente: del capítulo 1 al 14, el epicentro geográfico es la iglesia de Jerusalén (la iglesia de los judíos) y la figura central es Pedro, en tanto que, del capítulo 16 al 28, el epicentro geográfico es la iglesia de Antioquia (la iglesia de los gentiles o no judíos) y la figura central es Pablo. En el medio (Hechos, 15), se celebró el famoso “Concilio de Jerusalén”, donde se discutió “que se necesita para ser salvos” (nada más y nada menos).

¿Qué era lo que estaba pasando?. Lo siguiente:

Hechos, 15:5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

Cuando Pablo comenzó a predicar su Evangelio, que le fue revelado por Jesucristo (Gálatas, 1:11-12) y que puede definirse como un Evangelio de “gracia + fe” (Efesios, 2:8-9),  sus enemigos no fueron los griegos o los romanos sino los “falsos maestros judaizantes”, que comenzaron a predicar “otro evangelio” (Gálatas, 1:6), que puede definirse como de “fe + obras” y que puede verse claramente en Hechos, 15:5: a la fe (el pasaje dice algunos de la secta de los fariseos, que “habían creído”) se le estaban agregando obras (la circuncisión y guardar la ley de Moisés).

Estos “falsos maestros judaizantes” les decían a los nuevos convertidos al cristianismo:

[a] si eran judíos, que no debían abandonar el ritualismo judío; y
[b] si eran gentiles (no judíos), que, antes de abrazar el cristianismo, debían circuncidarse y guardar la ley de Moisés;

Definir esta cuestión (que se necesita para ser salvos) fue lo que motivo el Concilio de Jerusalén.

En este Concilio hablaron:

[+] Pedro (Hechos, 15:7-11);
[+] Pablo y Bernabé (Hechos, 15:12); y
[+] Santiago o Jacobo (Hechos, 15:13-29);

¿Qué dijo cada uno?.

Empecemos por Pedro:

Hechos, 15:7 Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. 15:8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 15:9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 15:10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 15:11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

Para Pedro la ley era un yugo (Hechos, 15:10) y la gracia era suficiente para obtener la salvación (Hechos, 15:11).

Sigamos por Pablo:

El pensamiento de Pablo era harto conocido. Somos salvos por gracia, por medio de la fe y no por obras (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5).

Finalicemos por Santiago:

Hechos, 15:19 Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 15:20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre.

Hechos, 15:24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, 15:25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, 15:26 hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 15:27 Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo. 15:28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 15:29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.

Para Santiago, algunos que formaban parte de la iglesia de Jerusalén (los judíos convertidos de Hechos, 15:5), quienes no habían recibido ninguna orden de sus autoridades, estaban perturbando a los nuevos convertidos al cristianismo para que se “circunciden y guarden la ley de Moisés” (Hechos, 15:24).

Quienes sigan sosteniendo que, para “completar” nuestra salvación, los cristianos (judíos y no judíos) debemos circuncidarnos y guardar la liturgia de la ley mosaica (sabat, fiestas solemnes, etc.), son rebeldes a la Palabra de Dios. Fin de la discusión.

El sabat y el día del Señor

La Biblia no da evidencia de que alguna vez Dios les dijera a los gentiles que debían observar el sabat. Mientras Cristo estuvo en la tierra, desde ya guardo el sabat puesto que vivió bajo la dispensación de la ley, aunque no siguió las reglas humanas de los fariseos (Marcos, 2:23-28).

Al inicio de la iglesia, el primer día de la semana (el domingo, el día del Señor) fue un día especial de comunión y adoración:

Hechos, 20:7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

1 Corintios, 16:2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.

Apocalipsis, 1:10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

El domingo conmemora la resurrección de Cristo:

Mateo, 28:1 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.

Juan, 20:1 El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.

Estos dos días especiales, el sabat (el sábado) y el día del Señor (el domingo), conmemoran cosas diferentes y no deben confundirse. Mientras el sabat se relaciona a la antigua creación y se dio expresamente a Israel, el día del Señor (el domingo) se relaciona a la nueva creación y pertenece a la iglesia.

Mientras el sabat (que viene de la ley de Moisés) habla de 6 días de labor a los cuales sigue un día de descanso, el día del Señor o el domingo (que proviene de la gracia) habla de empezar la semana con descanso al cual le siguen las obras.

El sabat pertenece a la “sombra de la ley” y no a la “plena luz de la gracia”. Si algunos cristianos quieren adorar en el sabat pueden hacerlo, pero no deben juzgar ni condenar a los creyentes que no se les unan (Colosenses, 2:16-17). Por otra parte, la observancia legalista del sabat (o de cualquier otra liturgia del judaísmo) por parte de un cristiano (judío o gentil), es un regreso a la esclavitud:

Gálatas, 5:1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.

Para Pedro, la ley de Moisés también era un yugo:

Hechos, 15:10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

Por otra parte, guardar el sabat (o cualquier otra liturgia del judaísmo tradicional) puede revelar a un cristiano inmaduro que tiene una conciencia débil (Romanos, 14:4-13).

Conclusión:

Recordamos la definición de liturgia:

Se entiende por “liturgia” el conjunto de prácticas establecidas que regulan, en cada religión, el culto y las ceremonias religiosas. El cristianismo (como el judaísmo ortodoxo o el islam, entre otras religiones), también tiene la suya: tomar los sacramentos (el bautismo en agua, la Santa Cena – Eucaristía para los católicos – y la confesión), congregarse los días domingo, etc..

En general, ninguna liturgia es salvífica y mucho menos salvífico es tomar “prestada” la liturgia de otra religión.

Reconocemos, desde ya, la importancia de los judíos en la salvación a la que podemos acceder los cristianos gentiles (no judíos). Los gentiles (no judíos) estábamos sin Dios y sin esperanza en el mundo (Efesios, 2:11-12). Y la salvación para nosotros vino de los judíos (Juan, 4:22), porque a ellos les fue confiada la Palabra (Romanos, 3:1-2) y de ellos son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto, las promesas, los patriarcas y, para más remate,  de ellos, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas (Romanos, 9:4-5).

La ley de Moisés tiene una doble dimensión:

[1] una dimensión concreta, por cuanto la ley de Moisés fue un pacto (Éxodo, 19:5-6) que Dios hizo con Israel en su momento, por cuya obediencia se lograba la salvación; y

[2] una dimensión simbólica, por cuanto la ley de Moisés representa, en términos espirituales y hasta el día de hoy, las obras humanas que ya no nos salvan (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5);

Un paso más allá de la mera incorporación (total o parcial) de la liturgia del judaísmo, está el ir a buscar en la ley de Moisés lo que ella ya no puede darnos: la salvación. Habiendo sido derramada la sangre de Cristo en la cruz, es una herejía intentar volver a la obediencia de la ley para justificarnos delante de Dios.

Como escribe Pablo:

Gálatas, 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.

Una de las evidencias de la conversión cristiana es guardar los mandamientos de Dios (1 Juan, 2:4-5), incluida la ley de Moisés. Pero la obediencia a la ley de Dios ya no es causa de la salvación (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5). La obediencia es ahora fruto de la gracia, que es la verdadera causa de la salvación (Efesios, 2:8). Se ha redefinido el concepto de obediencia, la cual pasó de ser un esfuerzo humano (AT) a estar circunscripta dentro del concepto de la gracia (NT).

El Espíritu Santo no viene sobre nosotros por nuestra obediencia sino que somos capaces de obedecer porque tenemos al Espíritu Santo (Filipenses, 2:13), el cual hemos recibido por el oír el Evangelio con fe (Gálatas, 3:2).


DIOS TE BENDIGA!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA