miércoles, 29 de julio de 2020

EL LIBRE ALBEDRIO


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):


¿Qué es el “libre albedrio”?

El “libre albedrio” es la creencia según la cual las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. Es la potestad que el ser humano tiene de obrar según considere y elija. Esto significa que las personas tienen naturalmente libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetos a presiones, necesidades, limitaciones, condicionamientos o a una predeterminación divina.

Mientras que la “libertad” de acción es la capacidad de actuar, el “libre albedrío” es, primeramente, la capacidad de decidir o elegir que, eventualmente, se traduce luego en la acción correspondiente. En suma: mientras la “libertad” es la capacidad de actuar libremente y “libre albedrio” es la capacidad de decidir o elegir como actuar.

Se puede hablar del “libre albedrio” desde dos puntos de vista:

[1] desde el punto de vista filosófico; o

[2] desde el punto de vista religioso;

El punto de vista filosófico

Al hablar del “libre albedrio” desde el punto de vista filosófico, debemos hablar de diferentes corrientes de pensamiento como:

[+] el “determinismo”, según el cual todos los eventos son el resultado inevitable de una causa previa, es decir, todo lo que pasa tiene una razón de ser;

[+] el “indeterminismo”, contrario al “determinismo” (y una forma del “libertarismo”) según el cual el “libre albedrío” realmente existe y esa libertad hace que las acciones sean un efecto sin una causa previa;

[+] el “compatibilismo”, según el cual el “libre albedrio” aún existe en un universo “determinista”, es decir, aunque todo tenga una razón de ser, hay libertad de elección;

Nota: la filosofía que acepta tanto el “determinismo” como el “compatibilismo” se llama el “determinismo suave”.

[+] el “incompatibilismo”, según el cual es imposible creer en la existencia del “libre albedrio” en un universo “determinista”, es decir, todo tiene una razón de ser por lo que no puede existir libertad de elección;

Nota: la filosofía que acepta tanto el “determinismo” como el “incompatibilismo” se llama el “determinismo radical o severo”.

[+] “libertarismo”, según el cual los individuos tienen plena libertad de elección y, por lo tanto, rechaza el “determinismo”;

Como no es el objeto del presente estudio, nada más diremos sobre el “libre albedrio” desde el punto de vista filosófico. No obstante, los anteriores conceptos se dieron para ver como influyeron en el pensamiento religioso o, más precisamente, en la teología cristiana de la salvación.

El punto de vista religioso

Sacando otras religiones (el judaísmo, el islam, etc.), el cristianismo falso o infiltrado (el catolicismo romano) y las sectas cristianas (testigos de Jehová, mormones, etc.), dentro del cristianismo verdadero (protestante), existen dos corrientes bien diferenciadas: el calvinismo y el arminianismo. Al respecto puedes ver, en mi blog, un estudio denominado “Calvinismo” (pincha Aqui).

Influenciados por “calvinistas” y “arminianos”, dentro del espectro protestante (evangélico), a su vez, hoy tenemos a “bautistas” y “pentecostales”, estos últimos llamados, un poco peyorativamente, “carismáticos” por los “bautistas”.

Desde el punto de vista del cristianismo, el “libre albedrio” significa que las personas, en cuanto a su salvación o condenación, tienen plena libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetas a una predeterminación (¿predestinación?) divina.

En relación al “libre albedrio” y en cuanto a la salvación o a la condenación de nuestras almas, en general podemos decir que, mientras los “bautistas” (influenciados por el “calvinismo”) suelen adoptar alguna forma de “determinismo”, los “pentecostales” (influenciados por el “arminianismo”) suelen ser “indeterministas” pudiendo, incluso, existir, entre ambos, una tercera posición al aceptar la existencia del “libre albedrio” aun en un contexto “determinista” (“compatibilismo”).

Traduzcamos:

[1] doctrina sustentada por los “bautistas” (“calvinistas”): no existe el “libre albedrio” porque la salvación, más allá de nuestras acciones (elecciones) personales, es el resultado inevitable de la predeterminación (¿predestinación?) divina (“determinismo”); o

[2] doctrina sustentada por los “pentecostales” (“arminianos”): existe el “libre albedrío” porque la salvación es el resultado de nuestras acciones (elecciones) personales, sin ningún tipo de intervención o predeterminación divina; o

[3] doctrina sustentada por unos y por otros: existe el “libre albedrio” solo desde nuestra perspectiva, pero en un contexto en el que la salvación, más allá de nuestras acciones (elecciones) personales, es el resultado inevitable de la predeterminación (¿predestinación?) divina (“compatibilismo”);

Nota 1: Nosotros adherimos a la doctrina del apartado [3].

Nota 2: Hemos puesto entre signos de interrogación la palabra “predestinación”, que es sinónimo de “predeterminación”, ya que la “doctrina de la predestinación divina” (sustentada por el “calvinismo” y que, desde ya, analizaremos) es fundamental para comprender el verdadero alcance del “libre albedrio”.

Razones que debilitan la idea del “libre albedrio pleno”

Hay algunas razones por las que conviene desconfiar de la existencia del “libre albedrio pleno”, a saber:

[+] los hombres no pueden acercarse (ni elegir) a Cristo por si mismos;

Jesucristo dijo:

Juan, 6:44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 6:45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

Juan, 15:16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

No obstante, alguien podría afirmar que, si bien es cierto que Cristo “eligió” a sus apóstoles (Juan, 15:16), esto no significa que nos elegiría también a nosotros. Para los que pretenden limitar la “elección” de Cristo solo a sus apóstoles va el siguiente versículo:

Juan, 17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 17:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

Cristo oro por nosotros (las generaciones venideras) al igual que oro por sus apóstoles. 

Si no podemos acercarnos a Cristo por nuestros propios medios (el Padre nos lleva) y no lo elegimos nosotros a El sino El a nosotros, la idea del “libre albedrio” pleno comienza a perder un poco de fuerza desde el vamos.

[+] la fe inicial para alcanzar la salvación no es nuestra;

Pablo escribe:

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Para Pablo, la causa de la salvación es la gracia. ¿Qué es la gracia?. La gracia es el favor inmerecido de Dios, por medio del cual podemos ser salvos, obedecer los mandamientos de Dios (aunque no de manera perfecta) y ser santos. La gracia es la actividad unilateral de Dios, por medio de la cual El está todo el tiempo atrayendo las almas hacia sí mismo. La gracia es una de las principales actividades de Dios (Juan, 5:17).

Y el medio para acceder a esta gracia (la causa de la salvación) es la fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4). La fe es el “boleto de entrada” a la gracia (Romanos, 5:2).

Pablo dice, además, que “esto no de vosotros, pues es don de Dios”. La palabra “don” significa aquí “regalo”. Ahora bien ¿qué es lo que no es nuestro sino un regalo de Dios?.

La salvación, que es por gracia, por medio de la fe. Esto significa que ni la salvación, ni ninguno de los elementos necesarios para alcanzarla (que son la gracia y la fe) son nuestros. Ya sabemos que la gracia no es nuestra sino que es una actividad divina (Juan, 5:17), pero ¿qué pasa con la fe?. Para Pablo, la fe por medio de la cual accedemos a la gracia (Romanos, 5:2), tampoco es nuestra.

Pablo afirma que la salvación “no es por obras, para que nadie se gloríe”, es decir, para que nadie pueda jactarse delante de Dios de haberse salvado por sus propios méritos. No nos podemos jactar ni siquiera de nuestra fe, es decir, de haber creído en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4).

Pablo reafirma esta idea cuando escribe:

Romanos, 3:27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 3:28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Toda jactancia en cuanto a la salvación queda excluida, dice Pablo, por la “ley de la fe”. No hay nada, en cuanto a su salvación, de lo que el hombre pueda jactarse.

Sin embargo algunos creen que la fe es una “respuesta humana” a la predicación del Evangelio, en el sentido de que hay un predicador predicando el Evangelio y hay un auditorio donde mientras algunos (que “aceptan” el Evangelio) se salvan, otros (que lo “rechazan”) se condenan. Para ellos, la fe es un “acto humano unilateral”, rechazando toda intervención divina. Pero, como acabamos de demostrar, esta idea no tiene sustento en las Escrituras.

Analicemos la cuestión con algo de lógica. Si la salvación es por fe y no por obras, como lo afirma Efesios, 2:8-9, entonces la fe no puede ser una obra humana, de otro modo el pasaje escrito por Pablo encerraría una contradicción. Si la fe califica como obra humana, entonces, por definición, no puede salvarnos. Por lo tanto, la fe que nos salva tiene que provenir 100% de Dios. ¿Se entiende el punto?.

Al oír con fe el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), no solamente somos salvos sino que, además recibimos al Espíritu Santo (Gálatas, 3:2), el cual no solo viene a morar (Juan, 14:17, 1 Corintios, 3:16, 6:19) sino que, además, es sellado (Efesios, 1:13-14, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22) en nosotros. Aquí, el Espíritu Santo ya ejecuto su obra en nosotros, consistente en convencernos [1] de pecado, [2] de justicia y [3] de juicio (Juan, 16:8) y es cuando van a empezar a aparecer los nueve frutos del Espíritu, siendo la fe uno de ellos (Gálatas, 5:22-23). O sea, el fruto de la fe va aparecer por el solo hecho de que el Espíritu Santo está morando y sellado en nosotros.

Para colmo, Pablo escribe estas inquietantes palabras:

2 Tesalonicenses, 3:2 y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.

Ni la fe inicial para salvación (Efesios, 2:8-9), ni la fe como fruto del Espíritu (Gálatas, 5:22-23), son nuestras, con lo cual la idea del “libre albedrio” pleno continúa perdiendo fuerza.

[+] es Dios el que abre el corazón (y no el hombre), para que impacte el Evangelio;

Cuando el Evangelio se predica fuera de la Iglesia o se lee la Palabra de Dios en privado, no todos, en ese momento, son convencidos de pecado (Juan, 16:8) y de su necesidad de Cristo.

Es por eso que hay dos llamamientos:

[1] un “llamamiento externo”; y

[2] un “llamamiento interno”;

El “llamamiento externo” puede ser descripto como “palabras del predicador” pero, para que la salvación opere, ese “llamamiento externo” debe ser acompañado (complementado) por el “llamamiento interno” del Espíritu Santo de Dios.

Una ilustración de esta enseñanza es la siguiente situación descripta en el Libro de los Hechos de los Apóstoles:

Hechos, 16:13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. 16:14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.

Pablo estaba predicando en la ciudad de Filipos, a la vera de un rio y, entre su auditorio, había una mujer llamada Lidia, vendedora de purpura, que estaba escuchando lo que Pablo decía. Pablo (el predicador) habló al oído de Lidia y este es el “llamamiento externo”, pero el Señor habló al corazón de Lidia y este es el “llamamiento interno”. Los hombres (varones y mujeres), por su misma naturaleza, resisten el Evangelio de Dios y por eso es necesario el llamado de Dios.

Esto explica porque, ante una misma predicación, algunos son impactados por el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), mientras que, para otros, el Evangelio permanece todavía oculto (2 Corintios, 4:3).

¿Cuántas veces nosotros mismos hemos escuchado el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), sin mayores consecuencias, hasta que ¡zas!, el velo nos fue corrido y fuimos impactados?.

Tampoco somos nosotros los que abrimos nuestro corazón para que el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) nos impacte sino que es Dios, con lo cual la idea del “libre albedrio” pleno termina de perder fuerza del todo.

La “doctrina de la predestinación divina”

Al respecto, puedes ver un estudio que hicimos hace algún tiempo, denominado “Doctrina de la predestinación divina” (pincha Aqui).

Como ya dijimos en ese estudio, sabemos que Dios predestina (Romanos, 9:21-24, Efesios, 1:4-5, 1 Pedro, 2:8, Judas, 1:4), incluso sabemos que lo hace en forma individual (Jeremías, 1:5, Gálatas, 1:15-16), motivo por el cual la pregunta no es si Dios predestina (podemos ver que si lo hace), sino que la pregunta sería en base a qué criterios predestina. Como se trata de un Dios santo, justo y misericordioso, es claro que no lo puede hacer en función de unos criterios caprichosos o arbitrarios (Dios no puede violar sus atributos). Podríamos decir, entonces, que Dios predestina en función del “conocimiento anticipado” que Él tiene del futuro.

El conocido atributo de Dios denominado “omnisciencia”, que quiere decir que Dios todo lo sabe, incluye (además del pasado y del presente), el conocimiento de lo porvenir:

Isaías, 46:9 Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, 46:10 que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;

Este “conocimiento del futuro” esta aludido en la Biblia como “presciencia” (1 Pedro, 1:2) y también como “conocimiento anticipado” (Hechos, 2:22-23). La “presciencia” es un atributo de Dios por el que los “acontecimientos futuros” son conocidos por El de antemano y sin mediar ningún indicio objetivo de que están por ocurrir.

Cuando la Biblia habla de “predestinación” hay que entenderla a la luz de este concepto de “presciencia” o “conocimiento anticipado”. La “predestinación” por parte de Dios no es, entonces, caprichosa ni arbitraria sino que Dios predestina en función de lo que ya vio que va a ocurrir en el futuro.

Dios no tiene nuestras limitaciones físicas

Nuestra existencia física tiene lugar en cuatro dimensiones: en el espacio tridimensional (largo, ancho y alto) y a lo largo del tiempo.


Pero Dios no está limitado a estas dimensiones en las que el hombre existe. Dios es un ser espiritual (Juan, 4:24) y también es luz (1 Juan, 1:5), por lo que, en esencia, Dios un ser de otra dimensión, que no tiene ninguna de nuestras limitaciones. Por eso no debe extrañarnos (aunque no podamos comprenderlo) que Dios pueda ver anticipadamente el futuro en las dimensiones en las que nos movemos nosotros.

La predestinación como doctrina

Los que niegan la doctrina de la predestinación sostienen que la predestinación de la que habla Romanos, 8:29-30 (versículos que veremos a continuación), se refiere a la iglesia considerada como un cuerpo colectivo y no a personas individuales. Pero la predestinación a nivel individual está presente en la Biblia, en el AT, respecto de Jeremías (Jeremías, 1:5) y, en el NT, respecto de Pablo (Gálatas, 1:15-16).

Los pasajes que pueden considerarse el sustento bíblico por excelencia de la “doctrina de la predestinación” los escribió el apóstol Pablo:

Romanos, 8:29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 8:30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

Jack Kelley (reconocido ensayista bíblico norteamericano, lamentablemente fallecido en el otoño americano de 2015), lo explica maravillosamente bien:

Si usted es salvo, Dios lo sabía desde antes que creara la Tierra. Previo a darle a Adán su primer aliento, Él miró sobre toda la vasta extensión del tiempo y vio el momento en que usted tomaría esa decisión voluntaria e independiente (“libre albedrio”) para servirlo a Él (Él lo sabía de antemano).

Es en ese momento cuando Dios hace una reservación para usted en el Reino, jurando que nunca borrará su nombre del libro (Él predestinó). Cuando llegó el momento correcto Él le habló a su corazón, sabiendo que usted respondería (Él llamó). Y cuando usted lo hizo Él le purificó de todos sus pecados, considerándolo a usted, desde ese momento en adelante, como si nunca hubiera pecado (Él justificó). Y un día, pronto, Él le dará a usted un cuerpo nuevo eterno y un lugar cerca de Él en Su Reino (Él glorificó) [Romanos 8:29-30].

En el contexto del tiempo usted tomó su propia y libre decisión (“libre albedrio”) para aceptar el perdón que Jesús adquirió para usted. Pero habiendo visto el fin desde el principio, Él siempre supo que usted lo haría. Durante toda su vida Él le ha estado observando, preparándole para el día en que usted tomaría esa decisión. Y desde entonces, Él le ha protegido, porque Él ha prometido que nunca perderá a nadie que se le haya dado (Juan, 6:39-40). Él sabe que es el trabajo del pastor guardar a las ovejas. Y Él es el Buen Pastor.

El vocablo griego traducido “conoció de antemano” significa tener un conocimiento previo, o conocer con anterioridad, y la palabra traducida “predestinó” significa asignar. La palabra traducida “llamar” proviene de la raíz que significa mandar, ordenar, o alentar. La palabra “justificar” significa rendir a una persona como justa, y “glorificar” significa alabar, elogiar, aumentar o celebrar, hacerlo glorioso.

En términos simples Pablo estaba diciendo que Dios tenía un conocimiento previo de todas las personas que lo escogerían a Él y nos asignó un lugar en Su reino en ese momento. Usted podría decir que Dios hizo una reservación para nosotros por adelantado. En el momento apropiado en nuestra vida Él nos anima a tomar la decisión que Él ya sabía que tomaríamos y, cuando lo hicimos, Él aplicó el pago que ya había hecho por nuestros pecados, borrando la pizarra y justificándonos así como Él es justo. En el Rapto/Resurrección Él nos glorificará para siempre.

Ahora miremos a lo que Pablo no dijo en Romanos, 8:29-30. Él no mencionó ninguna pérdida entre cualquiera de los cinco pasos. Los que Dios conoció de antemano son los que Él predestinó. Los que Él predestinó son los que Él llamó. Los que Él llamó son los que Él justificó, y los que Él justificó son los que Él glorificó.

Ninguna persona se cae en las rajaduras y ninguna entra en el proceso a la mitad del mismo. Él conocía a todas las personas antes que Él empezara y Él no pierde a ninguna de ellas en el proceso.

La respuesta se encuentra en nuestro entendimiento del tiempo. Como seres físicos estamos gobernados por las leyes del tiempo. Estas leyes nos restringen de dos maneras importantes. Solamente podemos mirar hacia atrás (podemos ver el pasado, pero no podemos volver allí para cambiarlo) y nos estamos adentrando constantemente en el futuro (pero no sabemos lo que este nos deparará). Pero Dios no tiene esas limitaciones. Él puede ver el fin desde el principio, y conocía todo lo que sucedería en Su creación antes de que sucediera:

Isaías, 46:9 Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, 46:10 que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;

Sin embargo, el conocer todo desde el principio no es lo mismo que controlar todo lo que sucede. Dentro del contexto del tiempo, nosotros tomamos nuestras propias decisiones y somos responsables de nuestras propias acciones (“libre albedrio”). Podemos demostrar esto de una manera simple cuando miramos un video de un evento deportivo que ya ha sucedido. Cuando se tomó el video los jugadores y entrenadores hacían el mejor esfuerzo para ganar, empleando ciertas estrategias durante el juego las cuales ellos creían que les ayudarían a ganar, y cambiando esas estrategias cuando la situación lo ameritaba.

Cuando estamos mirando ese video no estamos controlando el comportamiento de los jugadores puesto que ya sabemos el resultado que producirá su comportamiento. Y así que mientras están haciendo lo mejor que pueden creyendo que van a ganar, ya nosotros sabemos el resultado antes de empezar a mirar ese video. La vida es infinitamente más compleja pero el principio es el mismo. Igual que los jugadores en el juego, nosotros tomamos nuestras propias decisiones acerca de cómo vivir nuestra vida (“libre albedrio”), pero Dios conoce cuál va a ser el resultado de esas decisiones, y Él sabía eso desde antes que nuestra vida empezara.

Aquí es donde está la gran diferencia entre Dios y nosotros. Mientras que miramos ese video, estamos limitados a ser observadores pasivos. Nada podemos hacer para influenciar el comportamiento de los jugadores. Pero Dios no se contenta de ser un observador pasivo. Él quiere que todos sean salvos, y de manera continua obra para influenciar nuestro comportamiento.

Conclusión

Hay un mostrador y, por lo tanto, hay dos lados.

De un lado del mostrador estamos nosotros, tomando nuestras propias decisiones.

Del otro lado del mostrador está Dios, conociendo el futuro en detalle, sabiendo exactamente lo que pasará e influyendo en nosotros (dándonos la fe inicial para salvarnos, abriendo nuestro corazón para ser impactados por el Evangelio, animándonos a tomar la decisión que Él siempre supo que tomaríamos, etc.), para que las cosas terminen exactamente como El vio anticipadamente que terminarían.

Podemos decir, entonces, que, desde nuestra perspectiva existe “libre albedrio”, pero dentro de un contexto “determinado” por el conocimiento anticipado que Dios tiene del futuro y, por ende, “condicionado” por la influencia divina.

Para Dios no habrá “sorpresas” (de ningún tipo) y de esto da cuenta el siguiente versículo:

Apocalipsis, 13:8 Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.

Los nombres de los que adorarán al anticristo durante el Apocalipsis, no fueron borrados del “libro de la vida del Cordero” sino que “nunca estuvieron escritos allí”, porque Dios siempre supo quienes adorarían al anticristo.

Existe el “libre albedrio” solo desde nuestra perspectiva, pero en un contexto en el que la salvación, más allá de nuestras acciones (elecciones) personales, es el resultado inevitable de la “predestinación divina” (“compatibilismo”).


DIOS TE BENDIGA!

Marcelo D. D’Amico

Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA