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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
El
Espíritu Santo viene, como mínimo, dos veces sobre nosotros:
[1] al ser salvos, es decir, al oír el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) con fe (Gálatas, 3:2); y
[1] al ser salvos, es decir, al oír el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) con fe (Gálatas, 3:2); y
[2]
al ser bautizados en el Espíritu Santo (Mateo, 3:11, Hechos, 1:8, 2:4);
Este
“bautismo en el Espíritu Santo”, prometido por Jesús en Hechos, 1:8 y cumplido
en Hechos, 2:4, no es para salvación sino para recibir poder y ser equipado con
alguno o algunos de los nueve dones del Espíritu Santo (1 Corintios, 12:8-10),
siendo una señal distintiva de haber recibido este bautismo especial el “hablar
nuevas lenguas” (Hechos, 2:4);
[1] La recepción del Espíritu
Santo al ser salvos
Somos
salvos por gracia, por medio de la fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) y
no por obras (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5).
La
gracia es el favor inmerecido de Dios, por medio del cual podemos ser salvos,
obedecer los mandamientos de Dios (aunque no de manera perfecta) y ser santos.
La gracia es la actividad unilateral de Dios por medio de la cual Él está todo
el tiempo atrayendo las almas hacia sí mismo. Esta es una de las principales
actividades del Padre y también del Hijo (Juan, 5:17).
Siendo
la gracia la causa de la salvación (Efesios, 2:8), accedemos a ella por medio
de la fe (Romanos, 5:2). Y, por el oír el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) con
fe, no solo recibimos la salvación sino, también, al Espíritu Santo (Gálatas,
3:2), el cual no solo se queda morando (Juan, 14:17, 1 Corintios, 3:16, 6:19)
sino que, además, es sellado (Efesios, 1:13-14, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22) en
nosotros.
Estas
fases que hemos explicado de manera secuencial (solo para que se entienda), en
realidad, ocurren todas al mismo tiempo:
[1]
escuchamos con fe el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4);
[2]
por la fe accedemos a la gracia (Romanos, 5:2) y somos salvos (Efesios, 2:8-9);
[3]
recibimos el Espíritu Santo (Gálatas, 3:2);
[4]
el cual se queda morando (Juan, 14:17, 1 Corintios, 3:16, 6:19) con nosotros; y
[5]
es sellado (Efesios, 1:13-14, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22) en nosotros;
A
partir de aquí, el Espíritu Santo ya ha ejecutado su obra en nosotros
consistente en convencernos [1] de pecado, [2] de justicia y [3] de juicio
(Juan, 16:8) y puede comenzar a usarnos para, a través nuestro, ejecutar esta
obra en los incrédulos.
Nótese
que todo comienza con la fe del apartado [1]. Sin esa fe inicial (dada por
Dios), es imposible que la obra del Espíritu Santo sea ejecutada en un
inconverso, porque el mundo no puede recibir ni conocer al Espíritu Santo
debido a su incredulidad (Juan, 14:17).
En
Efesios, 2:8 Pablo escribe:
Efesios,
2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios;
¿Qué
significa “esto no de vosotros, pues es don de Dios”?. La palabra “don”
significa “regalo”. Pero ¿qué es lo que no es nuestro sino un regalo de Dios?.
La salvación, que es por gracia, por medio de la fe. Esto significa que ni la
salvación, ni ninguno de los elementos necesarios para alcanzarla (que son la
gracia y la fe) son nuestros. Ya sabemos que la gracia no es nuestra sino que
proviene de Dios pero ¿qué pasa con la fe?. Para Pablo, la fe por medio de la
cual accedemos a la gracia (que es la causa de la salvación), tampoco es nuestra.
En nuestra salvación, todo proviene de Dios, es decir, no nos podemos jactar ni
si quiera de haber creído.
Sin
embargo algunos creen que la fe es una “respuesta humana” a la predicación del
Evangelio, en el sentido de que hay un predicador predicando el Evangelio y hay
un auditorio donde mientras algunos (que “aceptan” el Evangelio) se salvan,
otros (que lo “rechazan”) se condenan. Para ellos, la fe es un “acto humano
unilateral”, rechazando toda intervención divina.
Analicemos
la cuestión con algo de lógica. Si la salvación es por fe y no por obras, como
lo afirma Efesios, 2:8-9, entonces la fe no puede ser una obra humana, de otro
modo el pasaje escrito por Pablo encerraría una contradicción. Si la fe
califica como obra humana, entonces, por definición, no puede salvarnos. Por lo
tanto, la fe que nos salva tiene que provenir 100% de Dios. ¿Se entiende el
punto?.
[2] La recepción del Espíritu
Santo en el “bautismo en el Espíritu”
Más
que recepción, aquí hay que hablar de la manifestación del Espíritu Santo en
nuestra vida por medio de alguno o algunos de los dones espirituales (1
Corintios, 12:8-10). La señal distintiva de esta recepción o manifestación del
Espíritu Santo es el “hablar nuevas lenguas” (Hechos, 2:4) y no se recibe o
experimenta para salvación (la cual ya ha acontecido), sino para ser equipado
con alguno o algunos de los nueve dones espirituales (1 Corintios, 12:8-10):
[1]
palabra de sabiduría;
[2]
palabra de ciencia;
[3]
fe;
[4]
dones de sanidades;
[5]
hacer milagros;
[6]
profecía;
[7]
discernimiento de espíritus;
[8]
diversos géneros de lenguas; e
[9]
interpretación de lenguas;
En
el “bautismo en el Espíritu Santo” se recibe poder para dar testimonio acerca
de Cristo (Hechos, 1:8, 2:4). Pablo “aprovecho” ese poder para predicar el
Evangelio:
Romanos,
15:18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí
para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, 15:19 con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de
manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he
llenado del evangelio de Cristo.
Porque:
1
Corintios, 4:20 Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.
La obra del Espíritu Santo en el
mundo
Cristo
les advirtió a los apóstoles acerca de la persecución venidera para que, cuando
suceda, no tropiecen y caigan:
Juan,
16:1 Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.
Luego
les dijo:
Juan,
16:2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera
que os mate, pensará que rinde servicio a Dios.
El
apóstol Pablo, en su estado inconverso, es un buen ejemplo de aquellos que,
pensando que prestan servicio a Dios, persiguen a la iglesia. Cristo no les
dijo a sus discípulos esto antes porque Él estaba con ellos para protegerlos,
pero se los está diciendo ahora porque iba a dejarlos. Claro que Cristo ya les
había hablado acerca de la persecución (Mateo, 5:10-12), pero no les había
explicado su fuente (los religiosos) ni la razón (la ignorancia y el odio del
mundo).
Y
les advirtió:
Juan.
16:7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no
me fuera, el Consolador [el Espíritu Santo] no vendría a vosotros; más si me
fuere, os lo enviaré.
Los
discípulos no pudieron comprender por qué Jesucristo tenía que dejarlos, de
modo que tuvo que animarlos con que su regreso al Padre haría posible mayores
bendiciones debido a la venida del Espíritu Santo (el Consolador).
En
cuanto al Espíritu Santo, nuestro Señor dijo cuál sería su obra:
Juan,
16:8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio. 16:9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 16:10 de
justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 16:11 y de
juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
El
solo hecho de que el Espíritu Santo este en el mundo es una acusación contra el
mundo. En realidad, Cristo debería estar en el mundo, reinando como Rey, pero
el mundo lo crucificó. Como hemos dicho, el Espíritu Santo no viene a las
personas del mundo perdido sino al pueblo de Dios (Juan, 14:17). El Espíritu
Santo está aquí, recordándole al mundo su terrible pecado.
Por
eso el Espíritu Santo le da al mundo una triple convicción:
[1]
de pecado, por cuanto no creen en mí (Juan, 16:9);
Esto
se refiere al pecado de la incredulidad. El Espíritu Santo no convence al mundo
de pecados individuales (esto lo hace la conciencia). La presencia del Espíritu
Santo en el mundo es prueba de que el mundo no cree en Cristo (de otra manera,
Cristo estaría aquí en el mundo).
El
pecado que condena al alma al infierno es la incredulidad, es decir, el rechazo
de Cristo:
Juan,
3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de
Dios. 3:19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los
hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
[2]
de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más (Juan, 16:10);
Esto
se refiere a que la presencia del Espíritu Santo en el mundo es prueba de la
rectitud y justicia de Cristo, quien ha regresado al Padre. Mientras estuvo en
la tierra, a Cristo lo acusaron de quebrantar la ley y de ser tanto un pecador
como un impostor. Pero el hecho de que el Espíritu Santo este en la tierra es
prueba de que Cristo dijo la verdad y que el Padre lo levantó y lo recibió de
vuelta en el cielo.
[3]
y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado (Juan,
16:11);
Cristo
está hablando aquí de juzgar a satanás y al mundo:
Juan,
12:31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo
será echado fuera. 12:32 Y yo, si fuere levantado de la tierra, a
todos atraeré a mí mismo. 12:33 Y decía esto dando a entender de qué
muerte iba a morir.
Colosenses,
2:15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió
públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
La
presencia del Espíritu Santo en el mundo es evidencia de que satanás ha sido
juzgado y derrotado (de otra manera, satanás controlaría al mundo).
El
Espíritu Santo usa a los cristianos que testifican (la iglesia) y a la Palabra
para convencer al inconverso:
[1]
de su pecado de incredulidad;
[2]
de su necesidad de justicia; y
[3]
de su juicio eterno en el infierno, puesto que pertenece a satanás (Efesios,
2:1-3);
Efesios,
2:1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, 2:2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 2:3 entre los
cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra
carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por
naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Conclusión
Un
día estábamos en el mundo (perdidos), hasta que escuchamos con fe (dada por
Dios) el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), fuimos salvos y recibimos al Espíritu
Santo (Gálatas, 3:2), quien no solo vino a morar (Juan, 14:17, 1 Corintios,
3:16, 6:19) sino que, además, fue sellado (Efesios, 1:13-14, 4:30, 2 Corintios,
1:21-22) en nosotros. Aquí el Espíritu Santo ya ejecutó su obra en nosotros,
convenciéndonos [1] de nuestro pecado de incredulidad (la fe – lo opuesto a la
incredulidad – por la cual fuimos salvos y hemos recibido al Espíritu Santo es
una prueba de que esa obra de “convicción de pecado” ha sido ejecutada en
nosotros), [2] de justicia, es decir, de que Cristo dijo la verdad acerca de
quien era por cuanto regreso al Padre y [3] del juicio eterno del infierno al
que estuvimos expuestos mientras pertenecimos a satanás (Efesios, 2:1-3).
Cuando
Jesús dijo que el Espíritu Santo, venido al mundo luego de su muerte,
resurrección y ascensión (Juan, 16:7), “convencerá” al mundo [1] de pecado, [2]
de justicia y [3] de juicio (Juan, 16:8), no quiso decir que “convencería a
todo el mundo” de esas tres cosas y que, por ende, “todos serian salvos” sino
que, en esencia, quiso decir lo siguiente:
[a]
que el Espíritu Santo, venido al mundo luego de su muerte, resurrección y
ascensión (Juan, 16:7), “dará testimonio contra mundo” [1] de su pecado
de incredulidad, [2] de su necesidad de justicia y [3] del juicio ejecutado en
la cruz en su contra, aunque el mundo no crea en el Evangelio (1 Corintios,
15:3-4); y
[b]
que el Espíritu Santo, venido al mundo luego de su muerte, resurrección y
ascensión (Juan, 16:7), “convencerá” [1] de su pecado de incredulidad,
[2] de su necesidad de justicia y [3] del juicio ejecutado en la cruz en su
contra, a aquellos que crean en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4);
La
“convicción de pecado” es una obra que continúa ejecutándose en el creyente no
ya por el pecado de incredulidad (porque ha creído) sino respecto de pecados
individuales y no ya por el Espíritu Santo sino por su conciencia ahora
influida por el Espíritu Santo, ya que todo cristiano, luego de ser salvo,
continúa pecando (1 Juan, 1:8).
Para
Paul Washer, el reconocido predicador norteamericano:
“El
Evangelio no es salvación para todos, sino solo para los que creen; para los
demás es una sentencia de muerte”.
DIOS
TE BENDIGA!
Marcelo
Daniel D’Amico
Maestro
de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA