viernes, 17 de julio de 2020

LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):


La recepción del Espíritu Santo

El Espíritu Santo viene, como mínimo, dos veces sobre nosotros:

[1] al ser salvos, es decir, al oír el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) con fe (Gálatas, 3:2); y

[2] al ser bautizados en el Espíritu Santo (Mateo, 3:11, Hechos, 1:8, 2:4);

Este “bautismo en el Espíritu Santo”, prometido por Jesús en Hechos, 1:8 y cumplido en Hechos, 2:4, no es para salvación sino para recibir poder y ser equipado con alguno o algunos de los nueve dones del Espíritu Santo (1 Corintios, 12:8-10), siendo una señal distintiva de haber recibido este bautismo especial el “hablar nuevas lenguas” (Hechos, 2:4);

[1] La recepción del Espíritu Santo al ser salvos

Somos salvos por gracia, por medio de la fe en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) y no por obras (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5).

La gracia es el favor inmerecido de Dios, por medio del cual podemos ser salvos, obedecer los mandamientos de Dios (aunque no de manera perfecta) y ser santos. La gracia es la actividad unilateral de Dios por medio de la cual Él está todo el tiempo atrayendo las almas hacia sí mismo. Esta es una de las principales actividades del Padre y también del Hijo (Juan, 5:17).

Siendo la gracia la causa de la salvación (Efesios, 2:8), accedemos a ella por medio de la fe (Romanos, 5:2). Y, por el oír el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4) con fe, no solo recibimos la salvación sino, también, al Espíritu Santo (Gálatas, 3:2), el cual no solo se queda morando (Juan, 14:17, 1 Corintios, 3:16, 6:19) sino que, además, es sellado (Efesios, 1:13-14, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22) en nosotros.

Estas fases que hemos explicado de manera secuencial (solo para que se entienda), en realidad, ocurren todas al mismo tiempo:

[1] escuchamos con fe el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4);
[2] por la fe accedemos a la gracia (Romanos, 5:2) y somos salvos (Efesios, 2:8-9);
[3] recibimos el Espíritu Santo (Gálatas, 3:2);
[4] el cual se queda morando (Juan, 14:17, 1 Corintios, 3:16, 6:19) con nosotros; y
[5] es sellado (Efesios, 1:13-14, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22) en nosotros;

A partir de aquí, el Espíritu Santo ya ha ejecutado su obra en nosotros consistente en convencernos [1] de pecado, [2] de justicia y [3] de juicio (Juan, 16:8) y puede comenzar a usarnos para, a través nuestro, ejecutar esta obra en los incrédulos.

Nótese que todo comienza con la fe del apartado [1]. Sin esa fe inicial (dada por Dios), es imposible que la obra del Espíritu Santo sea ejecutada en un inconverso, porque el mundo no puede recibir ni conocer al Espíritu Santo debido a su incredulidad (Juan, 14:17).

En Efesios, 2:8 Pablo escribe:

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 

¿Qué significa “esto no de vosotros, pues es don de Dios”?. La palabra “don” significa “regalo”. Pero ¿qué es lo que no es nuestro sino un regalo de Dios?. La salvación, que es por gracia, por medio de la fe. Esto significa que ni la salvación, ni ninguno de los elementos necesarios para alcanzarla (que son la gracia y la fe) son nuestros. Ya sabemos que la gracia no es nuestra sino que proviene de Dios pero ¿qué pasa con la fe?. Para Pablo, la fe por medio de la cual accedemos a la gracia (que es la causa de la salvación), tampoco es nuestra. En nuestra salvación, todo proviene de Dios, es decir, no nos podemos jactar ni si quiera de haber creído.

Sin embargo algunos creen que la fe es una “respuesta humana” a la predicación del Evangelio, en el sentido de que hay un predicador predicando el Evangelio y hay un auditorio donde mientras algunos (que “aceptan” el Evangelio) se salvan, otros (que lo “rechazan”) se condenan. Para ellos, la fe es un “acto humano unilateral”, rechazando toda intervención divina.

Analicemos la cuestión con algo de lógica. Si la salvación es por fe y no por obras, como lo afirma Efesios, 2:8-9, entonces la fe no puede ser una obra humana, de otro modo el pasaje escrito por Pablo encerraría una contradicción. Si la fe califica como obra humana, entonces, por definición, no puede salvarnos. Por lo tanto, la fe que nos salva tiene que provenir 100% de Dios. ¿Se entiende el punto?.

[2] La recepción del Espíritu Santo en el “bautismo en el Espíritu”

Más que recepción, aquí hay que hablar de la manifestación del Espíritu Santo en nuestra vida por medio de alguno o algunos de los dones espirituales (1 Corintios, 12:8-10). La señal distintiva de esta recepción o manifestación del Espíritu Santo es el “hablar nuevas lenguas” (Hechos, 2:4) y no se recibe o experimenta para salvación (la cual ya ha acontecido), sino para ser equipado con alguno o algunos de los nueve dones espirituales (1 Corintios, 12:8-10):

[1] palabra de sabiduría;
[2] palabra de ciencia;
[3] fe;
[4] dones de sanidades;
[5] hacer milagros;
[6] profecía;
[7] discernimiento de espíritus;
[8] diversos géneros de lenguas; e
[9] interpretación de lenguas;

En el “bautismo en el Espíritu Santo” se recibe poder para dar testimonio acerca de Cristo (Hechos, 1:8, 2:4). Pablo “aprovecho” ese poder para predicar el Evangelio:

Romanos, 15:18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, 15:19 con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.

Porque:

1 Corintios, 4:20 Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.
  
La obra del Espíritu Santo en el mundo

Cristo les advirtió a los apóstoles acerca de la persecución venidera para que, cuando suceda, no tropiecen y caigan:

Juan, 16:1 Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.

Luego les dijo:

Juan, 16:2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. 

El apóstol Pablo, en su estado inconverso, es un buen ejemplo de aquellos que, pensando que prestan servicio a Dios, persiguen a la iglesia. Cristo no les dijo a sus discípulos esto antes porque Él estaba con ellos para protegerlos, pero se los está diciendo ahora porque iba a dejarlos. Claro que Cristo ya les había hablado acerca de la persecución (Mateo, 5:10-12), pero no les había explicado su fuente (los religiosos) ni la razón (la ignorancia y el odio del mundo).

Y les advirtió:

Juan. 16:7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador [el Espíritu Santo] no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré.

Los discípulos no pudieron comprender por qué Jesucristo tenía que dejarlos, de modo que tuvo que animarlos con que su regreso al Padre haría posible mayores bendiciones debido a la venida del Espíritu Santo (el Consolador).

En cuanto al Espíritu Santo, nuestro Señor dijo cuál sería su obra:

Juan, 16:8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 16:9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 16:10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 16:11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

El solo hecho de que el Espíritu Santo este en el mundo es una acusación contra el mundo. En realidad, Cristo debería estar en el mundo, reinando como Rey, pero el mundo lo crucificó. Como hemos dicho, el Espíritu Santo no viene a las personas del mundo perdido sino al pueblo de Dios (Juan, 14:17). El Espíritu Santo está aquí, recordándole al mundo su terrible pecado.

Por eso el Espíritu Santo le da al mundo una triple convicción:

[1] de pecado, por cuanto no creen en mí (Juan, 16:9);

Esto se refiere al pecado de la incredulidad. El Espíritu Santo no convence al mundo de pecados individuales (esto lo hace la conciencia). La presencia del Espíritu Santo en el mundo es prueba de que el mundo no cree en Cristo (de otra manera, Cristo estaría aquí en el mundo).

El pecado que condena al alma al infierno es la incredulidad, es decir, el rechazo de Cristo:

Juan, 3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 3:19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

[2] de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más (Juan, 16:10);

Esto se refiere a que la presencia del Espíritu Santo en el mundo es prueba de la rectitud y justicia de Cristo, quien ha regresado al Padre. Mientras estuvo en la tierra, a Cristo lo acusaron de quebrantar la ley y de ser tanto un pecador como un impostor. Pero el hecho de que el Espíritu Santo este en la tierra es prueba de que Cristo dijo la verdad y que el Padre lo levantó y lo recibió de vuelta en el cielo.

[3] y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado (Juan, 16:11);

Cristo está hablando aquí de juzgar a satanás y al mundo:

Juan, 12:31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. 12:32 Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. 12:33 Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir.

Colosenses, 2:15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

La presencia del Espíritu Santo en el mundo es evidencia de que satanás ha sido juzgado y derrotado (de otra manera, satanás controlaría al mundo).

El Espíritu Santo usa a los cristianos que testifican (la iglesia) y a la Palabra para convencer al inconverso:

[1] de su pecado de incredulidad;
[2] de su necesidad de justicia; y
[3] de su juicio eterno en el infierno, puesto que pertenece a satanás (Efesios, 2:1-3);

Efesios, 2:1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2:2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 2:3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Conclusión

Un día estábamos en el mundo (perdidos), hasta que escuchamos con fe (dada por Dios) el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4), fuimos salvos y recibimos al Espíritu Santo (Gálatas, 3:2), quien no solo vino a morar (Juan, 14:17, 1 Corintios, 3:16, 6:19) sino que, además, fue sellado (Efesios, 1:13-14, 4:30, 2 Corintios, 1:21-22) en nosotros. Aquí el Espíritu Santo ya ejecutó su obra en nosotros, convenciéndonos [1] de nuestro pecado de incredulidad (la fe – lo opuesto a la incredulidad – por la cual fuimos salvos y hemos recibido al Espíritu Santo es una prueba de que esa obra de “convicción de pecado” ha sido ejecutada en nosotros), [2] de justicia, es decir, de que Cristo dijo la verdad acerca de quien era por cuanto regreso al Padre y [3] del juicio eterno del infierno al que estuvimos expuestos mientras pertenecimos a satanás (Efesios, 2:1-3).

Cuando Jesús dijo que el Espíritu Santo, venido al mundo luego de su muerte, resurrección y ascensión (Juan, 16:7), “convencerá” al mundo [1] de pecado, [2] de justicia y [3] de juicio (Juan, 16:8), no quiso decir que “convencería a todo el mundo” de esas tres cosas y que, por ende, “todos serian salvos” sino que, en esencia, quiso decir lo siguiente:

[a] que el Espíritu Santo, venido al mundo luego de su muerte, resurrección y ascensión (Juan, 16:7), “dará testimonio contra mundo” [1] de su pecado de incredulidad, [2] de su necesidad de justicia y [3] del juicio ejecutado en la cruz en su contra, aunque el mundo no crea en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4); y

[b] que el Espíritu Santo, venido al mundo luego de su muerte, resurrección y ascensión (Juan, 16:7), “convencerá” [1] de su pecado de incredulidad, [2] de su necesidad de justicia y [3] del juicio ejecutado en la cruz en su contra, a aquellos que crean en el Evangelio (1 Corintios, 15:3-4);

La “convicción de pecado” es una obra que continúa ejecutándose en el creyente no ya por el pecado de incredulidad (porque ha creído) sino respecto de pecados individuales y no ya por el Espíritu Santo sino por su conciencia ahora influida por el Espíritu Santo, ya que todo cristiano, luego de ser salvo, continúa pecando (1 Juan, 1:8).

Para Paul Washer, el reconocido predicador norteamericano:

“El Evangelio no es salvación para todos, sino solo para los que creen; para los demás es una sentencia de muerte”.


DIOS TE BENDIGA!

Marcelo Daniel D’Amico
Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA