miércoles, 26 de diciembre de 2018

EL ESPÍRITU DE ENJUICIAMIENTO


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido es el mismo que los archivos de Word y Powerpoint y que lo expuesto mas abajo):




Mateo, 7:1 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 7:2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.

Ponernos en jueces de nuestros hermanos es pecar contra la Autoridad de Dios, porque es pretender hacer algo que solo está reservado a Él, que es juzgar. Asumir el papel de jueces es, lisa y llanamente, pretender ocupar el lugar de Dios y ya sabemos quién intento eso alguna vez: satanás, el suplantador. Por eso, el enjuiciamiento, es una actividad puramente diabólica, alimentada por el mismísimo infierno.

Como surge de las Escrituras, Dios tolera más los pecados en contra de su Santidad que en contra de su Autoridad.

Por un lado, podemos ver que el rey David cometió adulterio con Betsabe y luego homicidio con Urías, su esposo. Aunque esto trajo juicio sobre la vida y la familia de David, Dios le perdonó la vida (2 Samuel, 12:1-13).

Por el otro, vemos a Ananías y Safira cayendo muertos delante de Pedro, por haberse guardado una parte del precio de venta de unas tierras que habían vendido para donar el dinero de la venta a los apóstoles (Hechos, 5:1-10).

Podríamos estar de acuerdo en que el pecado de David fue más grave que el de Ananías y Safira. Mientras David cometió adulterio y mato a Urías, Ananías y Safira solo se guardaron una parte del precio de venta de unas tierras que habían prometido donar a los apóstoles. ¿Por que Dios le perdona, entonces, la vida a David y mata a Ananías y Safira?. Porque el pecado de David fue en contra de la Santidad de Dios, mientras que el pecado de Ananías y Safira fue en contra de la Autoridad de Dios (robaron a Dios).

Enjuiciar a los demás (ponernos en jueces) es un pecado en contra de la Autoridad de Dios, porque solo Dios es el Único moralmente habilitado para juzgar, porque fue Jesucristo quien murió en la cruz por nosotros y nuestros hermanos. Al enjuiciar a los demás, estamos queriendo ocupar el lugar de Dios, porque pretendemos hacer lo que solo está reservado a El.

Si no morimos por nuestros hermanos, tampoco tenemos el derecho de juzgarlos.

El enjuiciamiento es el último eslabón de una cadena de actitudes anticristianas ya que, antes del juicio, siempre se manifiestan las siguientes fortalezas y espíritus inmundos: amor frio, corazón endurecido, falta de perdón, rencor, odio, murmuración, crítica y acusación.

Por lo general, quienes asumen el papel de jueces dentro de la iglesia tienen serios problemas para detectar sus propios errores. Por eso el Señor nos invita primeramente a hacer algo:

Mateo, 7:3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 7:4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 7:5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

David, por su parte, sabedor de que podría haber errores ocultos a nuestros ojos, oraba de la siguiente manera:

Salmos, 19:12 ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.

Comprender y aceptar las debilidades y fallas de nuestros hermanos, es comprender y aceptar nuestras propias fallas y debilidades. Todos tenemos debilidades. Todos fallamos en algo. Afortunadamente hay algo que nos cubre a todos y se llama GRACIA.

La GRACIA DE DIOS nos convierte de mendigos a reyes. Cuando solo vemos las debilidades y fallas de nuestros hermanos olvidándonos de nuestras propias fallas y debilidades, nos alejamos solitos de la GRACIA y volvemos al estado de indigencia y miseria espiritual del cual el Señor nos había sacado y es cuando, cual burdas marionetas, más “se nos notan los piolines”.

Oración en contra del espíritu de enjuiciamiento:

Señor Jesucristo, perdónanos por ver solo las fallas y debilidades de nuestros hermanos y por ser incapaces de ver nuestros propios errores, lo que nos lleva a ocupar tu lugar, erigiéndonos en jueces de nuestros hermanos, pecando en contra de tu Autoridad. Oramos, como el rey David, para que nos muestres y nos libres de los errores propios que nos son ocultos.

Señor Jesucristo, con la autoridad que hay en tu nombre y con el poder que hay en tu sangre, atamos, reprendemos, echamos fuera, desalojamos a los lugares secos y vacíos, al espíritu inmundo de enjuiciamiento y a todas las fortalezas y espíritus inmundos que se manifiestan con el: amor frio, corazón endurecido, falta de perdón, rencor, odio, murmuración, critica y acusación.

Atamos todos estos espíritus inmundos y demonios y desatamos al Espíritu Santo y un espíritu de amor, perdón y unidad sobre nuestra iglesia.

Rompemos, quebrantamos, despedazamos, arruinamos, conquistamos, saqueamos, dejamos inhabitadas y convertimos en anatema las fortalezas de enjuiciamiento, amor frio y corazón endurecido y distribuimos sus bienes.

¿Qué significa “convertir en anatema”?.

Significa consagrar para Dios el lugar donde existía la fortaleza destruida, para que nada más, contrario a Dios, pueda ser construido en ese lugar.

Basado en:

Josué, 6:26 En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas.



MARCELO D. D’AMICO
Maestro de la Palabra – Ministerio Rey de Gloria