lunes, 1 de junio de 2020

EL RELATIVISMO Y SUS VERTIENTES


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):




Introducción

Se me ocurrió comenzar esta reflexión con una frase de Protágoras. Pero primero veamos quien fue Protágoras, a que se dedicaba y que dijo.

Protágoras de Abdera (Abdera, 485 a.C. – 411 a.C.)​ fue un sofista griego.

El término “sofista” (del griego “sophía”, que significa “sabiduría” y “sophós” que significa “sabio”) es el nombre dado, en la Grecia clásica, al que ejercía la profesión de enseñar la sabiduría. Sophós y sophía, en sus orígenes, denotaban una especial capacidad para realizar determinadas tareas. Más tarde se atribuirían esos términos a quien dispusiera de “inteligencia práctica” y era un experto y sabio en un sentido genérico.

Protágoras era una admirado experto en retórica (el arte de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir), que recorría el mundo griego cobrando elevadas tarifas por sus conocimientos acerca del correcto uso de las palabras u “ortoepía”, que es el arte de pronunciar correctamente un idioma y, por extensión, el estudio de la pronunciación de un idioma en particular dentro de una tradición oral específica.

Platón lo acredita como el inventor del papel del sofista profesional o profesor de “virtud”, entendida esta no como “bondad” sino como conocimiento y habilidad para tener éxito mundano.

Protágoras fue un pensador viajero, celebrado y necesitado allí donde fuera. Vivió durante largas temporadas en Atenas, donde fue conocido de Sócrates y amigo de Pericles, quien le encargó la constitución para la nueva colonia de Turios, que redactó hacia 444/443 a.C. y en donde, por primera vez en la historia, se estableció la educación pública y obligatoria.

También viajó a Sicilia y a otras ciudades de Asia Menor, donde ejerció como maestro de retórica y conducta, recibiendo a cambio cantidades notables de dinero, como el resto de sofistas. El magisterio que llegó a ejercer en el área de influencia griega se extendió en el tiempo durante cuarenta años, según nos cuenta Platón.

Platón le dedicó uno de sus diálogos, el Protágoras, que aún hoy puede leerse como un cuadro vivo, animado y colorido, aunque con escaso rigor histórico, sobre los distintos tipos de sofistas que habitaban en la mansión de Calias (rico ateniense, una especie de mecenas, rodeado de intereses comerciales, políticos, artísticos y militares). Junto a Gorgias, fueron los únicos sofistas en ser considerados en calidad de filósofos por Platón y Aristóteles. Sócrates guardaba gran estima de ellos por sus cualidades retóricas y la profundidad de sus predicados, a pesar del uso que podían hacer de ellos, ya que los sofistas eran considerados, a menudo, “mercenarios” que vendían sus habilidades y conocimientos al mejor postor.

El hombre como medida de todas las cosas

El principio filosófico más famoso de Protágoras es el de “homo mensura”, fórmula abreviada de la frase “homo omnium rerum mensura est”, es decir, “el hombre es la medida de todas las cosas”.

La frase figuraba, según refiere Sexto Empírico, en la obra perdida de Protágoras “Los discursos demoledores” y ha llegado hasta nosotros a través de la transcripción de varios autores antiguos. Aparte de Diógenes Laercio, es citada por Platón, Aristóteles, Sexto Empírico y Hermias.

La afirmación de Protágoras ha sido objeto de diversas interpretaciones, como resultado de la dificultad que implica determinar el sentido y alcance de sus tres expresiones fundamentales, a saber:

[1] El hombre;
[2] La medida; y
[3] Las cosas;

[1] Se discute si la expresión “el hombre” se refiere al hombre en sentido individual o en sentido colectivo;

[a] La interpretación en sentido individual señala que el hombre al que hace mención la frase de Protágoras es cada hombre concreto, cada individuo, de tal forma que habría tantas medidas distintas para las cosas como hombres individuales hay;

A tal lectura adhiere Platón, quien, por medio de Sócrates, señala:

¿No es verdad que [Protágoras] dice algo así?: Tal como me parecen las cosas, tales son para mí, tal como te parecen, tales son para ti. Pues tú eres hombre y yo también.

[b] La interpretación en sentido colectivo, a su vez, tiene dos enfoques distintos: [i] uno que entiende que la expresión alude a cada grupo social humano y [ii] otro, que la considera en sentido genérico, es decir, referida al género humano:

[i] El primer enfoque, que podemos denominar sociológico, ha sido defendido por Eugéne Dupréel e implica plantear que la frase de Protágoras alude a cierta forma de relativismo cultural, donde cada sociedad (cada polis), actuaría como medida de las cosas;

[ii] El segundo enfoque, que podemos denominar genérico, fue formulado por Goethe y defendido especialmente por Theodor Gomperz e implica entender la existencia de una única medida común para todos los hombres individuales; una misma forma, compartida por el género humano, para tasar la totalidad de las cosas;

A veces, esta frase de Protágoras se interpreta simplemente como antropocentrismo o como relativismo en el sentido de que cada hombre es la norma de lo que es verdad para sí mismo, y que toda verdad es relativa para el individuo que la sostiene y que no podría tener validez más allá de él.

La necesidad de ir definiendo conceptos

Como pudimos ver, han ido apareciendo algunos conceptos, que forman parte del campo de estudio de la antropología y de la filosofía, que es necesario definir. El primer concepto que dispara la frase de Protágoras es el de antropocentrismo, con lo cual se hace necesario hablar de su opuesto, que es el teocentrismo. Mencionamos también el relativismo y, si hablamos de relativismo, es necesario hablar de relativismo cultural y relativismo moral y de los primos hermanos del relativismo, como son el escepticismo y el subjetivismo y también de aquello que se opone al relativismo y al subjetivismo, que es el objetivismo y el universalismo cultural. Veremos también el pensamiento de Nietzsche.

Las definiciones que siguen a continuación, las daremos en el orden en que más o menos fueron apareciendo los conceptos y al solo efecto de saber de qué estamos hablando pero, de ningún modo, pretenden agotar cada concepto en particular.

Antropocentrismo

El primer concepto que dispara la frase de Protágoras, como hemos dicho, es el de antropocentrismo. El antropocentrismo es la doctrina que sitúa al ser humano como “medida y centro de todas las cosas”, siendo los intereses de los seres humanos aquellos que deben recibir atención moral por encima de cualquier otra cosa.

El antropocentrismo surge a principios del siglo XVI, entrando ya a la Edad Moderna (la que abarcó los siglos XV al XVIII), y se considera como alternativa que reemplaza al teocentrismo.

Teocentrismo

El teocentrismo es una forma del pensamiento que afirma que Dios es el centro del universo y lo rige todo, incluso las actividades humanas. Es una filosofía de épocas de mucha religiosidad, como la Edad Media. Al finalizar la Edad Media y comenzar el Renacimiento, el teocentrismo cedió el paso al antropocentrismo.

El teocentrismo fue un concepto central en el pensamiento de principios de la era cristiana y la Edad Media, impuesto por los reyes católicos, hasta el período del Renacimiento, en el siglo XV, cuando se empezó a concebir a Dios como un factor pero no como causa única del mundo.

Relativismo

El relativismo sostiene que los puntos de vista no tienen, ni pueden llegar a tener, verdad ni validez universal, sino que solo poseen una validez subjetiva encuadrada en los diferentes marcos de referencia.

El relativismo considera que la verdad depende o está en relación con el sujeto que la experimenta, no existiendo verdades objetivas ni tampoco acuerdos universales compartidos por todos los seres humanos. Esta corriente también argumenta que existen diferentes maneras de conocer al mundo y, por más polarizadas que estén, todas tienen validez.

Es imposible dejar de lado la subjetividad en la adquisición de la verdad y de la concepción del mundo. No hay que confundir dos teorías muy próximas pero distintas, como son el relativismo y el escepticismo: mientras el escéptico afirma que no cabe conocimiento alguno, el relativista afirma que sí es posible el conocimiento, pero que éste es relativo a las personas y que por lo tanto pueden existir muchas verdades respecto de las mismas cosas.

No debe confundirse el subjetivismo con el relativismo. El relativismo, que se asemeja mucho al escepticismo filosófico, tampoco admite ninguna verdad absoluta que tenga validez universal, pero mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento humano de factores que residen en el sujeto que conoce, el relativismo subraya la dependencia casi exclusiva de factores externos. Como tales considera la influencia del medio, del espíritu, del tiempo, de la pertenencia a un determinado círculo cultural o clase social, y los factores determinantes contenidos en ellos.

Sócrates y Platón consideraron inadmisible el punto de vista relativista, tanto por sus consecuencias en el plano moral como político porque, según ellos, es una teoría absurda y que hace imposible el conocimiento.

En cuestiones humanas y sociales se reconocen tres formas básicas de relativismo:

[1] relativismo cognitivo;
[2] relativismo moral; y
[3] relativismo cultural;

En el primer caso, se niega la verdad absoluta, por lo que no existiría interés por buscarla. En el segundo caso se niega la existencia del bien objetivo, por lo que habría que borrar a la “ética” como actividad intelectual que busca un camino para alcanzarlo. En el tercer caso, no existiría una cultura mejor que otra, por lo que tampoco deberíamos esmerarnos por buscarla.

Relativismo cognitivo

Relativismo cognitivo es todo sistema de pensamiento que afirma que no existen verdades universalmente válidas, ya que toda afirmación depende de condiciones o contextos de la persona o grupo que la afirma.

Relativismo cultural

El relativismo cultural es aquella doctrina que da preeminencia a la cultura frente a otros aspectos de la realidad humana. De este modo, la cultura sería el único marco explicativo desde el que se puede comprender al hombre, quedando este reducido a meros aspectos de la cultura o subproductos.

El relativismo cultural defiende la validez y riqueza de todo sistema cultural y niega cualquier valoración absolutista moral o ética de los mismos. Se opone, por ende, al universalismo cultural que afirma la existencia de valores, juicios morales y comportamientos con valor absoluto y de carácter universal.

Esto significa que el relativismo cultural conlleva a considerar cualquier aspecto de otra sociedad o grupo en relación con los estándares culturales de ese grupo, en vez de hacerlo desde un punto de vista considerado universal, o en relación a la valoración desde otras culturas.

Por ejemplo, considera relativas a cada sistema cultural las diferentes formas de matrimonio, como la poligamia. Según esta corriente de pensamiento todas las culturas tendrían igual valor y ninguna sería superior a otra pues todos los valores son considerados relativos.

Relativismo moral

El relativismo moral es la creencia que da igual valor, legitimidad, importancia y peso a todas las opiniones morales y éticas con independencia de quién, cómo, cuándo y dónde se expresen. Por tanto, las opiniones morales o éticas, las cuales pueden variar de persona a persona, son igualmente válidas y ninguna opinión de "lo bueno y lo malo" es realmente mejor que otra y no es posible ordenar unos valores morales gracias a criterios jerárquicos de clasificación. Esta visión se opone a la del universalismo moral.

El universalismo moral es una característica de religiones universalistas, especialmente del cristianismo. Aunque también hay múltiples posturas no-religiosas, como la del Barón de Holbach, que abogan por un universalismo moral basado en la naturaleza humana, asegurando que es conveniente para el orden social.

Como las opiniones y las circunstancias son cambiantes, ningún conocimiento o principio moral, según el relativismo moral, es objetivo o universal. Es decir, el relativismo moral postula que ningún conocimiento o principio moral es verdadero, independientemente de las opiniones de las personas o de sus circunstancias, ni tampoco, por esa misma razón, es válido para todos, en todo tiempo y lugar.

Subjetivismo

El subjetivismo es la postura filosófica que toma como factor primario para toda verdad y moralidad a la individualidad psíquica y material del sujeto particular, siempre variable e imposible de trascender hacia una verdad absoluta y universal.

El subjetivismo limita la validez de la verdad al sujeto que conoce, juzga principalmente según su entendimiento y en consideración a su realidad específica, entendida no como un hecho "externo" sino como parte constitutiva del sujeto, es decir, afirma que el conocimiento solo es posible de manera limitada.

Como ya hemos dicho, no debe confundirse el subjetivismo con el relativismo. El relativismo, que se asemeja mucho al escepticismo filosófico, tampoco admite ninguna verdad absoluta que tenga validez universal, pero mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento humano de factores que residen en el sujeto que conoce, el relativismo subraya la dependencia casi exclusiva de factores externos. Como tales considera la influencia del medio, del espíritu, del tiempo, de la pertenencia a un determinado círculo cultural o clase social, y los factores determinantes contenidos en ellos.

Una variante del subjetivismo es el subjetivismo ético, el cual afirma que lo bueno o lo malo en la moral depende de las actitudes morales individuales. Por lo tanto cuando alguien siente que "P" es bueno de manera sincera entonces "P" es bueno por lo tanto, de acuerdo con los subjetivistas, no puede estar equivocado moralmente.

Objetivismo

El objetivismo se opone obviamente el subjetivismo y sostiene que la verdad es independiente de las personas o grupos que la piensan o, en una forma lógicamente menos restrictiva, afirma que existen algunos hechos objetivos en los que existe acuerdo universal.

Es un sistema filosófico desarrollado por la escritora y filósofa ruso-estadounidense de origen judío Ayn Rand y sostiene que existe una realidad independiente de la mente del ser humano, que este está en contacto con dicha realidad a través de la percepción de los sentidos y que adquiere conocimiento procesando los datos de dicha percepción por medio de la razón.

En suma, el relativismo no aplica para sucesos que son percibidos a través de nuestros sentidos, transformándose dicha percepción en conocimiento por medio de la razón: en verano hace calor, en invierno hace frio, la lluvia cae del cielo hacia la tierra (y no al revés), el sol “sale” por el este y se “oculta” por el oeste (aunque la tierra es la que gira).

Muchas personas son relativistas en relación a ciertos géneros de realidades y objetivistas respecto de otras. Por ejemplo, muchas personas parecen aceptar puntos de vista relativistas respecto de los valores morales, pero no respecto del conocimiento del mundo físico.

El pensamiento de Nietzsche

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844 – 1900) fue un filósofo alemán considerado uno de los filósofos más importantes de la filosofía occidental, cuya obra ha ejercido una profunda influencia, tanto en la historia como en la cultura occidental.

El “Übermensch”, traducible como superhombre, suprahombre o sobrehombre, en la filosofía de Nietzsche, es una persona que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior al del hombre común. Es capaz de generar su propio sistema de valores, identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder.

Una de las ideas que ha defendido Nietzsche con mayor interés, es que los valores tradicionales representados por el cristianismo someten a las personas más débiles a una “moralidad esclava”, que no provocan en ellos más que un estado de resignación y conformismo hacia todo lo que sucede a su alrededor.

Para Nietzsche, esos valores tienen que desaparecer para que aparezcan otros nuevos que representen su prototipo de hombre ideal, al que él mismo llamó Übermensch. Nietzsche combate la moral impuesta por las religiones e impulsa una moral que surja desde lo más profundo de las personas.

Este Übermensch no cree en las cosas que prometen las religiones después de la muerte, él solo cree en lo real y en lo que puede ver. Es un ser que, ante todo, razona, aunque eso no quiere decir que no sienta. Este Übermensch se deja llevar por sus pasiones y sus sentimientos pero, a su vez, se domina a sí mismo. No busca sólo el placer, esa sería la diferencia con “el último hombre”, el último peldaño hacia el Übermensch. Nietzsche contradice en esto totalmente a Platón y a Sócrates, los cuales consideraban totalmente necesario el control de las pasiones. Nietzsche considera a Sócrates como el culpable de la “moral de rebaño” de la sociedad occidental.

Nietzsche expone estas ideas en su libro “Así hablo Zarathustra”, en el que exhorta a la sociedad a orientar sus esfuerzos para superar la línea evolutiva espiritual que hay entre el animal y el superhombre. El repudio del superhombre a la “moral de rebaño” fue expuesto también en “El Anticristo, la maldición sobre el cristianismo” (la otra obra famosa de Nietzsche).

La frase “Dios ha muerto”, también referida como la “muerte de Dios”, es usualmente atribuida al filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831), en su obra “Fenomenología del espíritu” e incluso a Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (1821 – 1881), en su obra “Los hermanos Karamazov”.

Nietzsche retoma la frase, entre otros escritos, en su obra “Así hablo Zarathustra”, libro responsable de popularizar la frase. “Dios ha muerto”, no quiere decir literalmente que Dios está efectivamente muerto. Es la manera de Nietzsche de decir que la idea de Dios no es capaz de actuar como fuente del código moral.

Nietzsche reconoce la crisis que la muerte de Dios representa para las consideraciones morales existentes, porque “cuando uno desecha la fe cristiana, se olvida de la moralidad cristiana. Esta moralidad de ninguna manera es evidente en sí misma. Rompiendo un concepto principal del cristianismo, la fe en Dios, uno rompe el esquema: nada necesario se mantiene en las manos de uno”.

La “muerte de Dios” es la forma de decir que los humanos ya no son capaces de creer en cualquier orden cósmico desde que ellos mismos no lo reconocen. La muerte de Dios conducirá, dice Nietzsche, no sólo al rechazo de la creencia en un orden cósmico o físico, sino también al rechazo de los valores absolutos, al rechazo de la creencia en una objetividad y una ley moral universal, que se ejerce sobre todos los individuos.

De esta manera, la pérdida de una base absoluta de moralidad conduce al nihilismo, que es la corriente filosófica que sostiene la imposibilidad del conocimiento, y niega la existencia y el valor de todas las cosas. Este nihilismo es en el que trabajó Nietzsche para encontrar una solución a la revaluación de los fundamentos de los valores humanos. Esto significa, para Nietzsche, la búsqueda de los fundamentos más profundos que los valores cristianos.

Finalmente, “la verdad”, para Nietzsche, no existe. Para él “la verdad es la mentira más eficiente”, es decir, la verdad solo es una mentira que ha logrado su objetivo, que es “ser creída”. Para Nietzsche tampoco existen el bien y el mal. Asi lo deja entrever en su frase “la diferencia entre el bien y el mal es que los buenos somos siempre nosotros”.

Conclusión

Terminamos como empezamos, con la sentencia de Protágoras: “el hombre (considerado individualmente o en conjunto), es la medida de todas las cosas”.

Pero muchos piensan – y nosotros también – que debe existir algún estándar con el cual comparar dos afirmaciones morales diferentes para determinar cuál es la “correcta”. Obviamente, los relativistas morales niegan la existencia de tal estándar, y por ello alegan que tales comparaciones son imposibles. Esto ocasiona el problema práctico más grande del relativismo y sus socios: la imposibilidad de condenar cualquier acción desde una posición de relativismo moral.

Como hemos dicho, Sócrates y Platón consideraron inadmisible el punto de vista relativista, por sus consecuencias tanto en el plano moral como político porque, según ellos, es una teoría absurda y que directamente hace imposible el conocimiento (recordemos que Nietzsche consideraba a Sócrates como el culpable de la “moral de rebaño” de la sociedad occidental).

El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber (Buenos Aires, 1968), por su parte, en una conferencia que dictó en el Centro Cultural de Periodismo de la Agencia Télam (pincha Aqui), defendiendo y, a la vez, criticando al relativismo, sostiene: “muchos de los que somos cultores de las verdades relativas – el mismo se reconoce como “relativista” – tenemos que hacernos cargo del relativismo siempre; no vale ser relativista cuando te conviene y cuando no te conviene no, que es el gran “modus operandi” de los relativistas: cuando el otro gana, somos relativistas, pero cuando nuestra verdad se impone, somos absolutistas”.

Cuando los filósofos dicen que “la verdad no existe” están atacando (y lo saben) a Dios mismo.

Jesús dijo que Él era la verdad:

Juan, 14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Por lo tanto, la filosofía dice que “Dios no existe” (vaya novedad).

La Palabra de Dios es la verdad:

Juan, 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

Pero el hombre, que afirma que la verdad no puede conocerse, la conoció y la rechazo:

Juan, 3:19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

Pablo dice que, ya que los hombres, en su sabiduría, negaron a Dios, entonces Dios eligió otra forma de hacerse conocer:

1 Corintios, 1:20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 1:21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 

Y la Biblia dice lo que sucederá con aquellos que han rechazado la verdad:

2 Tesalonicenses, 2:11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, 2:12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.

Nos quieren convencer de que el bien y el mal no existen, de que es imposible distinguir entre lo bueno y lo malo. Ya lo advirtió el profeta Isaías:

Isaías, 5:20 ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! 5:21 ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!

Nos quieren convencer de que la verdad es una ilusión, de que es algo subjetivo, dependiente de cada quien, de cada cultura, de las circunstancias y de cada tiempo y lugar. Esta idea tiene, como era de esperar, el sello inconfundible de satanás:

Juan, 8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.

Desde el huerto del Edén, satanás viene intentando desacreditar y destruir la verdad. Dios había hecho la siguiente advertencia a Adán:

Génesis, 2:17 más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

Pero la serpiente puso en duda la Palabra de Dios:

Génesis, 3:1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 3:2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3:3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 3:4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;

Nietzsche nos quiere convencer de que Dios ha muerto. Y tiene razón. Jesucristo ha muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, ha sido sepultado y (la parte que no se le reveló a Nietzsche) resucito al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Corintios, 15:3-4).

Vivimos en una época rara, donde tener razón (afirmar lo obvio) es peligroso. George Orwell, escritor y periodista británico (1903 – 1950), que si creía en la verdad, dijo:






Esta es una época ciertamente de engaño universal (y de corrección política), donde afirmar lo obvio es peligroso. Es cierto que nunca estuvimos tan conectados como ahora, a través de la fuerza bruta computacional (el poder de los ordenadores modernos), internet y las redes sociales. Pero también es cierto que nunca estuvimos tan manipulados como ahora, a través de la posverdad (el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad) y las "fake news" (noticias falsas cuyo objetivo es la desinformación).

Hoy, ser creíble es más importante que ser veraz. La credibilidad desplazó a la veracidad. Ya no importa si lo que digo es cierto o no. El dato ya no importa porque, gracias al relativismo imperante, todo es interpretable. Lo importante es como yo defiendo mi interpretación personal del dato, a través de un relato (de un discurso) y tendré razón o no, no por el peso propio del dato, sino según si mi discurso resulta o no más creíble que el de los demás. Podrán ustedes vislumbrar los peligros derivados de aplicar un procedimiento como este a la Palabra de Dios.

Tenemos que rechazar todo discurso, predica o sermón que, aun estando basado en la Palabra de Dios, introduzca sutilmente conceptos propios de la antropología, de la filosofía y de la humanidades en general, como los que hemos visto, que relativizan, atacan y desautorizan la Palabra de Dios (la Biblia) como lo que en realidad es: una verdad absoluta.

Romanos, 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Gilbert Keith Chesterton, escritor y periodista británico (1874 – 1936), casi de manera profética,  advirtió: “Llegará el día que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”.


DIOS TE BENDIGA!


Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra - Ministerio REY DE GLORIA