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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
Se me ocurrió comenzar esta reflexión con
una frase de Protágoras. Pero primero veamos quien fue Protágoras, a que se
dedicaba y que dijo.
Protágoras de Abdera (Abdera, 485 a.C. – 411 a.C.) fue un sofista griego.
Protágoras de Abdera (Abdera, 485 a.C. – 411 a.C.) fue un sofista griego.
El término “sofista” (del
griego “sophía”, que significa “sabiduría” y “sophós” que significa “sabio”) es
el nombre dado, en la Grecia clásica, al que ejercía la profesión de
enseñar la sabiduría. Sophós y sophía, en sus orígenes,
denotaban una especial capacidad para realizar determinadas tareas. Más tarde
se atribuirían esos términos a quien dispusiera de “inteligencia práctica” y
era un experto y sabio en un sentido genérico.
Protágoras era una admirado experto
en retórica (el arte de hablar o escribir de forma elegante y con
corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir), que recorría el mundo
griego cobrando elevadas tarifas por sus conocimientos acerca del correcto uso
de las palabras u “ortoepía”, que es el arte de pronunciar correctamente un
idioma y, por extensión, el estudio de la pronunciación de un idioma en
particular dentro de una tradición oral específica.
Platón lo acredita como el
inventor del papel del sofista profesional o profesor de “virtud”, entendida
esta no como “bondad” sino como conocimiento y habilidad para tener éxito
mundano.
Protágoras fue un pensador viajero,
celebrado y necesitado allí donde fuera. Vivió durante largas temporadas en
Atenas, donde fue conocido de Sócrates y amigo de Pericles, quien le
encargó la constitución para la nueva colonia de Turios, que redactó hacia
444/443 a.C. y en donde, por primera vez en la historia, se estableció la
educación pública y obligatoria.
También viajó a Sicilia y a
otras ciudades de Asia Menor, donde ejerció como maestro
de retórica y conducta, recibiendo a cambio cantidades notables
de dinero, como el resto de sofistas. El magisterio que llegó a ejercer en el
área de influencia griega se extendió en el tiempo durante cuarenta años, según
nos cuenta Platón.
Platón le dedicó uno de sus diálogos,
el Protágoras, que aún hoy puede leerse como un cuadro vivo, animado y
colorido, aunque con escaso rigor histórico, sobre los distintos tipos de
sofistas que habitaban en la mansión de Calias (rico ateniense, una especie de
mecenas, rodeado de intereses comerciales, políticos, artísticos y militares).
Junto a Gorgias, fueron los únicos sofistas en ser considerados en calidad de
filósofos por Platón y Aristóteles. Sócrates guardaba gran estima de ellos por
sus cualidades retóricas y la profundidad de sus predicados, a pesar del uso
que podían hacer de ellos, ya que los sofistas eran considerados, a menudo, “mercenarios”
que vendían sus habilidades y conocimientos al mejor postor.
El
hombre como medida de todas las cosas
El principio filosófico más famoso de
Protágoras es el de “homo mensura”, fórmula abreviada de la frase “homo
omnium rerum mensura est”, es decir, “el hombre es la medida de todas las
cosas”.
La frase figuraba, según refiere Sexto
Empírico, en la obra perdida de Protágoras “Los discursos demoledores” y
ha llegado hasta nosotros a través de la transcripción de varios autores
antiguos. Aparte de Diógenes Laercio, es citada por Platón, Aristóteles, Sexto
Empírico y Hermias.
La afirmación de Protágoras ha sido
objeto de diversas interpretaciones, como resultado de la dificultad que
implica determinar el sentido y alcance de sus tres expresiones fundamentales,
a saber:
[1] El hombre;
[2] La medida; y
[3] Las cosas;
[1] Se discute si la expresión “el
hombre” se refiere al hombre en sentido individual o en sentido colectivo;
[a] La interpretación en sentido
individual señala que el hombre al que hace mención la frase de Protágoras es
cada hombre concreto, cada individuo, de tal forma que habría tantas medidas
distintas para las cosas como hombres individuales hay;
A tal lectura adhiere Platón, quien,
por medio de Sócrates, señala:
¿No es verdad que [Protágoras] dice
algo así?: Tal como me parecen las cosas, tales son para mí, tal como te
parecen, tales son para ti. Pues tú eres hombre y yo también.
[b] La interpretación en sentido
colectivo, a su vez, tiene dos enfoques distintos: [i] uno que entiende que la
expresión alude a cada grupo social humano y [ii] otro, que la considera en
sentido genérico, es decir, referida al género humano:
[i] El primer enfoque, que podemos
denominar sociológico, ha sido defendido por Eugéne Dupréel e implica plantear
que la frase de Protágoras alude a cierta forma de relativismo cultural, donde
cada sociedad (cada polis), actuaría como medida de las cosas;
[ii] El segundo enfoque, que podemos
denominar genérico, fue formulado por Goethe y defendido especialmente por
Theodor Gomperz e implica entender la existencia de una única medida común para
todos los hombres individuales; una misma forma, compartida por el género
humano, para tasar la totalidad de las cosas;
A veces, esta frase de Protágoras se
interpreta simplemente como antropocentrismo o como relativismo en el
sentido de que cada hombre es la norma de lo que es verdad para sí mismo, y que
toda verdad es relativa para el individuo que la sostiene y que no podría tener
validez más allá de él.
La
necesidad de ir definiendo conceptos
Como pudimos ver, han ido apareciendo
algunos conceptos, que forman parte del campo de estudio de la antropología y
de la filosofía, que es necesario definir. El primer concepto que dispara la
frase de Protágoras es el de antropocentrismo, con lo cual se hace necesario
hablar de su opuesto, que es el teocentrismo. Mencionamos también el
relativismo y, si hablamos de relativismo, es necesario hablar de relativismo
cultural y relativismo moral y de los primos hermanos del relativismo, como son
el escepticismo y el subjetivismo y también de aquello que se opone al
relativismo y al subjetivismo, que es el objetivismo y el universalismo cultural.
Veremos también el pensamiento de Nietzsche.
Las definiciones que siguen a
continuación, las daremos en el orden en que más o menos fueron apareciendo los
conceptos y al solo efecto de saber de qué estamos hablando pero, de ningún modo,
pretenden agotar cada concepto en particular.
Antropocentrismo
El primer concepto que dispara la
frase de Protágoras, como hemos dicho, es el de antropocentrismo. El antropocentrismo es
la doctrina que sitúa al ser humano como “medida y centro de todas las
cosas”, siendo los intereses de los seres humanos aquellos que deben recibir
atención moral por encima de cualquier otra cosa.
El antropocentrismo surge a principios
del siglo XVI, entrando ya a la Edad Moderna (la que abarcó los siglos XV
al XVIII), y se considera como alternativa que reemplaza al teocentrismo.
Teocentrismo
El teocentrismo es una forma
del pensamiento que afirma que Dios es el centro del universo y lo rige todo,
incluso las actividades humanas. Es una filosofía de épocas de mucha
religiosidad, como la Edad Media. Al finalizar la Edad Media y comenzar el
Renacimiento, el teocentrismo cedió el paso al antropocentrismo.
El teocentrismo fue un concepto
central en el pensamiento de principios de la era cristiana y la Edad Media, impuesto
por los reyes católicos, hasta el período del Renacimiento, en el siglo XV,
cuando se empezó a concebir a Dios como un factor pero no como causa única del
mundo.
Relativismo
El relativismo sostiene que
los puntos de vista no tienen, ni pueden llegar a tener, verdad ni validez
universal, sino que solo poseen una validez subjetiva encuadrada en los diferentes
marcos de referencia.
El relativismo considera que
la verdad depende o está en relación con el sujeto que la experimenta, no
existiendo verdades objetivas ni tampoco acuerdos universales compartidos por
todos los seres humanos. Esta corriente también argumenta que existen
diferentes maneras de conocer al mundo y, por más polarizadas que estén, todas
tienen validez.
Es imposible dejar de lado la
subjetividad en la adquisición de la verdad y de la concepción del mundo. No
hay que confundir dos teorías muy próximas pero distintas, como son el
relativismo y el escepticismo: mientras el escéptico afirma que no cabe
conocimiento alguno, el relativista afirma que sí es posible el conocimiento,
pero que éste es relativo a las personas y que por lo tanto pueden existir
muchas verdades respecto de las mismas cosas.
No debe confundirse el subjetivismo
con el relativismo. El relativismo, que se asemeja mucho al escepticismo
filosófico, tampoco admite ninguna verdad absoluta que tenga validez universal,
pero mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento humano de factores
que residen en el sujeto que conoce, el relativismo subraya la dependencia casi
exclusiva de factores externos. Como tales considera la influencia del medio,
del espíritu, del tiempo, de la pertenencia a un determinado círculo cultural o
clase social, y los factores determinantes contenidos en ellos.
Sócrates y Platón consideraron
inadmisible el punto de vista relativista, tanto por sus consecuencias en el
plano moral como político porque, según ellos, es una teoría absurda y que hace
imposible el conocimiento.
En cuestiones humanas y sociales se
reconocen tres formas básicas de relativismo:
[1] relativismo cognitivo;
[2] relativismo moral; y
[3] relativismo cultural;
En el primer caso, se niega la verdad
absoluta, por lo que no existiría interés por buscarla. En el segundo caso se
niega la existencia del bien objetivo, por lo que habría que borrar a la “ética”
como actividad intelectual que busca un camino para alcanzarlo. En el tercer
caso, no existiría una cultura mejor que otra, por lo que tampoco deberíamos
esmerarnos por buscarla.
Relativismo
cognitivo
Relativismo cognitivo es todo sistema
de pensamiento que afirma que no existen verdades universalmente válidas,
ya que toda afirmación depende de condiciones o contextos de la persona o grupo
que la afirma.
Relativismo
cultural
El relativismo cultural es aquella
doctrina que da preeminencia a la cultura frente a otros aspectos de la
realidad humana. De este modo, la cultura sería el único marco explicativo
desde el que se puede comprender al hombre, quedando este reducido a meros
aspectos de la cultura o subproductos.
El relativismo cultural defiende la
validez y riqueza de todo sistema cultural y niega cualquier valoración
absolutista moral o ética de los mismos. Se opone, por ende,
al universalismo cultural que afirma la existencia de valores, juicios
morales y comportamientos con valor absoluto y de carácter universal.
Esto significa que el relativismo
cultural conlleva a considerar cualquier aspecto de otra sociedad o grupo en
relación con los estándares culturales de ese grupo, en vez de hacerlo desde un
punto de vista considerado universal, o en relación a la valoración desde otras
culturas.
Por ejemplo, considera relativas a
cada sistema cultural las diferentes formas de matrimonio, como la poligamia.
Según esta corriente de pensamiento todas las culturas tendrían igual valor y
ninguna sería superior a otra pues todos los valores son considerados
relativos.
Relativismo
moral
El relativismo moral es la
creencia que da igual valor, legitimidad, importancia y peso a todas las
opiniones morales y éticas con independencia de quién, cómo, cuándo y dónde se
expresen. Por tanto, las opiniones morales o éticas, las cuales pueden variar
de persona a persona, son igualmente válidas y ninguna opinión de "lo
bueno y lo malo" es realmente mejor que otra y no es posible ordenar unos
valores morales gracias a criterios jerárquicos de clasificación. Esta visión
se opone a la del universalismo moral.
El universalismo moral es
una característica de religiones universalistas, especialmente del
cristianismo. Aunque también hay múltiples posturas no-religiosas, como la del
Barón de Holbach, que abogan por un universalismo moral basado en la
naturaleza humana, asegurando que es conveniente para el orden social.
Como las opiniones y las
circunstancias son cambiantes, ningún conocimiento o principio moral, según el
relativismo moral, es objetivo o universal. Es decir, el relativismo moral
postula que ningún conocimiento o principio moral es verdadero,
independientemente de las opiniones de las personas o de sus circunstancias, ni
tampoco, por esa misma razón, es válido para todos, en todo tiempo y lugar.
Subjetivismo
El subjetivismo es la
postura filosófica que toma como factor primario para toda verdad y moralidad a
la individualidad psíquica y material del sujeto particular, siempre variable e
imposible de trascender hacia una verdad absoluta y universal.
El subjetivismo limita la validez de
la verdad al sujeto que conoce, juzga principalmente según su entendimiento y
en consideración a su realidad específica, entendida no como un hecho
"externo" sino como parte constitutiva del sujeto, es decir, afirma
que el conocimiento solo es posible de manera limitada.
Como ya hemos dicho, no debe confundirse
el subjetivismo con el relativismo. El relativismo, que se asemeja mucho al
escepticismo filosófico, tampoco admite ninguna verdad absoluta que tenga
validez universal, pero mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento
humano de factores que residen en el sujeto que conoce, el relativismo subraya
la dependencia casi exclusiva de factores externos. Como tales considera la
influencia del medio, del espíritu, del tiempo, de la pertenencia a un
determinado círculo cultural o clase social, y los factores determinantes
contenidos en ellos.
Una variante del subjetivismo es el
subjetivismo ético, el cual afirma que lo bueno o lo malo en la moral depende
de las actitudes morales individuales. Por lo tanto cuando alguien siente que
"P" es bueno de manera sincera entonces "P" es bueno por lo
tanto, de acuerdo con los subjetivistas, no puede estar equivocado moralmente.
Objetivismo
El objetivismo se opone obviamente el
subjetivismo y sostiene que la verdad es independiente de las
personas o grupos que la piensan o, en una forma lógicamente menos restrictiva,
afirma que existen algunos hechos objetivos en los que existe acuerdo
universal.
Es un sistema filosófico desarrollado
por la escritora y filósofa ruso-estadounidense de origen judío Ayn Rand y
sostiene que existe una realidad independiente de la mente del ser
humano, que este está en contacto con dicha realidad a través de la percepción
de los sentidos y que adquiere conocimiento procesando los datos de dicha percepción
por medio de la razón.
En suma, el relativismo no aplica para
sucesos que son percibidos a través de nuestros sentidos, transformándose dicha
percepción en conocimiento por medio de la razón: en verano hace calor, en
invierno hace frio, la lluvia cae del cielo hacia la tierra (y no al revés), el
sol “sale” por el este y se “oculta” por el oeste (aunque la tierra es la que
gira).
Muchas personas son relativistas en
relación a ciertos géneros de realidades y objetivistas respecto de otras. Por
ejemplo, muchas personas parecen aceptar puntos de vista relativistas respecto
de los valores morales, pero no respecto del conocimiento del mundo físico.
El
pensamiento de Nietzsche
Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844 –
1900) fue un filósofo alemán considerado uno de los filósofos más importantes
de la filosofía occidental, cuya obra ha ejercido una profunda influencia,
tanto en la historia como en la cultura occidental.
El “Übermensch”, traducible
como superhombre, suprahombre o sobrehombre, en la filosofía
de Nietzsche, es una persona que ha alcanzado un estado de madurez
espiritual y moral superior al del hombre común. Es capaz de generar su propio
sistema de valores, identificando como bueno todo lo que procede de su genuina
voluntad de poder.
Una de las ideas que ha defendido Nietzsche
con mayor interés, es que los valores tradicionales representados por el
cristianismo someten a las personas más débiles a una “moralidad esclava”,
que no provocan en ellos más que un estado de resignación y conformismo hacia
todo lo que sucede a su alrededor.
Para Nietzsche, esos valores tienen
que desaparecer para que aparezcan otros nuevos que representen su prototipo de
hombre ideal, al que él mismo llamó Übermensch. Nietzsche combate la moral
impuesta por las religiones e impulsa una moral que surja desde lo más
profundo de las personas.
Este Übermensch no cree en
las cosas que prometen las religiones después de la muerte, él solo cree en lo
real y en lo que puede ver. Es un ser que, ante todo, razona, aunque eso no
quiere decir que no sienta. Este Übermensch se deja llevar por sus
pasiones y sus sentimientos pero, a su vez, se domina a sí mismo. No
busca sólo el placer, esa sería la diferencia con “el último hombre”, el último
peldaño hacia el Übermensch. Nietzsche contradice en esto totalmente
a Platón y a Sócrates, los cuales consideraban totalmente necesario el
control de las pasiones. Nietzsche considera a Sócrates como el culpable de la “moral de
rebaño” de la sociedad occidental.
Nietzsche expone estas ideas en su
libro “Así hablo Zarathustra”, en el que exhorta a la sociedad a orientar
sus esfuerzos para superar la línea evolutiva espiritual que hay entre el
animal y el superhombre. El repudio del superhombre a la “moral de rebaño” fue
expuesto también en “El Anticristo, la maldición sobre el cristianismo” (la
otra obra famosa de Nietzsche).
La frase “Dios ha muerto”, también
referida como la “muerte de Dios”, es usualmente atribuida al filósofo alemán
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831), en su obra “Fenomenología del
espíritu” e incluso a Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (1821 – 1881), en su obra
“Los hermanos Karamazov”.
Nietzsche retoma la frase, entre otros
escritos, en su obra “Así hablo Zarathustra”, libro responsable de popularizar la
frase. “Dios ha muerto”, no quiere decir literalmente que Dios está
efectivamente muerto. Es la manera de Nietzsche de decir que la idea de Dios no
es capaz de actuar como fuente del código moral.
Nietzsche reconoce la crisis que la
muerte de Dios representa para las consideraciones morales existentes, porque “cuando
uno desecha la fe cristiana, se olvida de la moralidad cristiana. Esta
moralidad de ninguna manera es evidente en sí misma. Rompiendo un concepto
principal del cristianismo, la fe en Dios, uno rompe el esquema: nada necesario
se mantiene en las manos de uno”.
La “muerte de Dios” es la forma de
decir que los humanos ya no son capaces de creer en cualquier orden cósmico
desde que ellos mismos no lo reconocen. La muerte de Dios conducirá, dice
Nietzsche, no sólo al rechazo de la creencia en un orden cósmico o físico, sino
también al rechazo de los valores absolutos, al rechazo de la creencia en una
objetividad y una ley moral universal, que se ejerce sobre todos los
individuos.
De esta manera, la pérdida de una base
absoluta de moralidad conduce al nihilismo, que es la corriente filosófica que
sostiene la imposibilidad del conocimiento, y niega la existencia y el valor de
todas las cosas. Este nihilismo es en el que trabajó Nietzsche para encontrar
una solución a la revaluación de los fundamentos de los valores humanos. Esto significa,
para Nietzsche, la búsqueda de los fundamentos más profundos que los valores
cristianos.
Finalmente, “la verdad”, para
Nietzsche, no existe. Para él “la verdad es la mentira más eficiente”, es
decir, la verdad solo es una mentira que ha logrado su objetivo, que es “ser
creída”. Para Nietzsche tampoco existen el bien y el mal. Asi lo deja entrever
en su frase “la diferencia entre el bien y el mal es que los buenos somos
siempre nosotros”.
Conclusión
Terminamos como empezamos, con la
sentencia de Protágoras: “el hombre (considerado individualmente o en conjunto),
es la medida de todas las cosas”.
Pero muchos piensan – y nosotros
también – que debe existir algún estándar con el cual comparar dos afirmaciones
morales diferentes para determinar cuál es la “correcta”. Obviamente, los
relativistas morales niegan la existencia de tal estándar, y por ello alegan
que tales comparaciones son imposibles. Esto ocasiona el problema práctico más
grande del relativismo y sus socios: la imposibilidad de condenar cualquier
acción desde una posición de relativismo moral.
Como hemos dicho, Sócrates y
Platón consideraron inadmisible el punto de vista relativista, por sus
consecuencias tanto en el plano moral como político porque, según ellos, es una
teoría absurda y que directamente hace imposible el conocimiento (recordemos
que Nietzsche consideraba a Sócrates como el culpable de la “moral de
rebaño” de la sociedad occidental).
El filósofo argentino Darío
Sztajnszrajber (Buenos Aires, 1968), por su parte, en una conferencia que dictó
en el Centro Cultural de Periodismo de la Agencia Télam (pincha Aqui), defendiendo y, a la
vez, criticando al relativismo, sostiene: “muchos de los que somos cultores de
las verdades relativas – el mismo se reconoce como “relativista” – tenemos que
hacernos cargo del relativismo siempre; no vale ser relativista cuando te conviene
y cuando no te conviene no, que es el gran “modus operandi” de los
relativistas: cuando el otro gana, somos relativistas, pero cuando nuestra
verdad se impone, somos absolutistas”.
Cuando los filósofos dicen que “la
verdad no existe” están atacando (y lo saben) a Dios mismo.
Jesús dijo que Él era la verdad:
Juan, 14:6 Jesús le dijo: Yo soy
el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Por lo tanto, la filosofía dice que “Dios
no existe” (vaya novedad).
La Palabra de Dios es la verdad:
Juan, 17:17 Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad.
Pero el hombre, que afirma que la
verdad no puede conocerse, la conoció y la rechazo:
Juan, 3:19 Y esta es la
condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas
que la luz, porque sus obras eran malas.
Pablo dice que, ya que los hombres, en
su sabiduría, negaron a Dios, entonces Dios eligió otra forma de hacerse
conocer:
1 Corintios, 1:20 ¿Dónde está el
sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha
enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 1:21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante
la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la
predicación.
Y la Biblia dice lo que sucederá con
aquellos que han rechazado la verdad:
2 Tesalonicenses, 2:11 Por esto Dios
les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, 2:12 a fin de que
sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron
en la injusticia.
Nos quieren convencer de que el bien y
el mal no existen, de que es imposible distinguir entre lo bueno y lo malo. Ya
lo advirtió el profeta Isaías:
Isaías, 5:20 ¡Ay de los que a lo malo
dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las
tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! 5:21
¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí
mismos!
Nos quieren convencer de que la verdad
es una ilusión, de que es algo subjetivo, dependiente de cada quien, de cada
cultura, de las circunstancias y de cada tiempo y lugar. Esta idea tiene, como
era de esperar, el sello inconfundible de satanás:
Juan, 8:44 Vosotros sois de
vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha
sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no
hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y
padre de mentira.
Desde el huerto del Edén, satanás viene
intentando desacreditar y destruir la verdad. Dios había hecho la siguiente
advertencia a Adán:
Génesis, 2:17 más del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás.
Pero la serpiente puso en duda la
Palabra de Dios:
Génesis, 3:1 Pero la serpiente era
astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la
cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del
huerto? 3:2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del
huerto podemos comer; 3:3 pero del fruto del árbol que está en medio del
huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no
muráis. 3:4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
Nietzsche nos quiere convencer de que
Dios ha muerto. Y tiene razón. Jesucristo ha muerto por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras, ha sido sepultado y (la parte que no se le reveló a Nietzsche)
resucito al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Corintios, 15:3-4).
Vivimos en una época rara, donde tener
razón (afirmar lo obvio) es peligroso. George Orwell, escritor y periodista
británico (1903 – 1950), que si creía en la verdad, dijo:
Esta es una época ciertamente de
engaño universal (y de corrección política), donde afirmar lo obvio es
peligroso. Es cierto que nunca estuvimos tan conectados como ahora, a través de
la fuerza bruta computacional (el poder de los ordenadores modernos), internet
y las redes sociales. Pero también es cierto que nunca estuvimos tan
manipulados como ahora, a través de la posverdad (el que algo aparente ser
verdad es más importante que la propia verdad) y las "fake news" (noticias falsas cuyo objetivo es la desinformación).
Hoy, ser creíble es más importante que ser veraz. La credibilidad desplazó a la veracidad. Ya no importa si lo que digo es cierto o no. El dato ya no importa porque, gracias al relativismo imperante, todo es interpretable. Lo importante es como yo defiendo mi interpretación personal del dato, a través de un relato (de un discurso) y tendré razón o no, no por el peso propio del dato, sino según si mi discurso resulta o no más creíble que el de los demás. Podrán ustedes vislumbrar los peligros derivados de aplicar un procedimiento como este a la Palabra de Dios.
Tenemos que rechazar todo discurso, predica o sermón que, aun estando basado en la Palabra de Dios, introduzca sutilmente conceptos propios de la antropología, de la filosofía y de la humanidades en general, como los que hemos visto, que relativizan, atacan y desautorizan la Palabra de Dios (la Biblia) como lo que en realidad es: una verdad absoluta.
Romanos, 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Gilbert Keith Chesterton, escritor y periodista británico (1874 – 1936), casi de manera profética, advirtió: “Llegará el día que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”.
Hoy, ser creíble es más importante que ser veraz. La credibilidad desplazó a la veracidad. Ya no importa si lo que digo es cierto o no. El dato ya no importa porque, gracias al relativismo imperante, todo es interpretable. Lo importante es como yo defiendo mi interpretación personal del dato, a través de un relato (de un discurso) y tendré razón o no, no por el peso propio del dato, sino según si mi discurso resulta o no más creíble que el de los demás. Podrán ustedes vislumbrar los peligros derivados de aplicar un procedimiento como este a la Palabra de Dios.
Tenemos que rechazar todo discurso, predica o sermón que, aun estando basado en la Palabra de Dios, introduzca sutilmente conceptos propios de la antropología, de la filosofía y de la humanidades en general, como los que hemos visto, que relativizan, atacan y desautorizan la Palabra de Dios (la Biblia) como lo que en realidad es: una verdad absoluta.
Romanos, 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Gilbert Keith Chesterton, escritor y periodista británico (1874 – 1936), casi de manera profética, advirtió: “Llegará el día que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”.
DIOS TE BENDIGA!
Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra - Ministerio REY DE GLORIA
Maestro de la Palabra - Ministerio REY DE GLORIA