viernes, 29 de mayo de 2020

LAS DIEZ TRIBUS (NO TAN) PERDIDAS DE ISRAEL


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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):



El origen de las doce tribus de Israel

El libro de Génesis, además de explicar el origen de todo, trata sobre la vida de los cuatro grandes patriarcas de Israel: Abraham, Isaac, Jacob y José y es el único libro de la Biblia que explica el origen de las doce tribus de Israel. Después del diluvio, Dios llama a Abraham quien, a su vez, tuvo un hijo: Isaac. El primer patriarca, entonces, fue Abraham y las bendiciones que Dios prometió a Abraham fueron traspasadas de padre a hijo, de generación en generación. Isaac (hijo de Abraham), por su parte, tuvo dos hijos: Esaú y Jacob. Los nombres de las tribus provienen de los nombres de los hijos que Jacob tuvo con sus dos mujeres: Raquel y Lea. Cada uno de los hijos de Jacob, a su vez, se transformó en un patriarca que dio origen a una casa o clan familiar. De la tribu de Judá (uno de los hijos de Jacob), por ejemplo, salieron los reyes davídicos (David, Salomón, etc.). El Mesías (Jesucristo) también vendría de esta tribu, ya que sería descendiente de David.

Los hijos que Jacob tuvo con Lea (una de sus dos esposas) fueron: RUBEN, SIMEON, LEVI, JUDA, ISACAR y ZABULON. Pero Raquel (la otra esposa de Jacob) era estéril. Entonces Raquel dio su sierva (Bilha) a Jacob, de donde nacieron DAN y NEFTALI.

Era común en la Mesopotamia de esa época que la esposa, cuando era estéril, cuando no podía tener hijos, diera su sierva o esclava a su esposo para tal fin. Los hijos que el esposo tenía con la esclava de su señora se consideraban como de su señora misma. De este tipo de relación nació Ismael, el primer hijo de Abraham que tuvo con la esclava egipcia de su esposa Sara, llamada Agar.

Lea, por su parte, también dio su sierva (Zilpa) a Jacob, de donde nacieron GAD y ASER. Finalmente Raquel, que era estéril, pudo darle dos hijos a Jacob: JOSE y BENJAMIN. JOSE, quien luego fuera vendido como esclavo por sus hermanos, tuvo, a su vez, dos hijos: EFRAIN y MANASES.

Y de aquí salen los nombres de las doce tribus de Israel: RUBEN, SIMEON, JUDA, ISACAR, ZABULON, DAN, NEFTALI, GAD, ASER, BENJAMIN, EFRAIN y MANASES. No están LEVI (su herencia fue el sacerdocio) ni JOSE, que se abrió en dos tribus: EFRAIN y MANASES (sus hijos).

El libro de Génesis termina con José en el poder como número dos de Faraón y unos pocos israelitas entrando en Egipto, donde Dios los preservaría y los multiplicaría.

La conquista de la tierra prometida a los patriarcas

Luego de 430 de opresión en Egipto, vino el Éxodo y las tablas de la ley, con los diez mandamientos, en el monte Sinaí, los libros de Levítico, Números (donde se explica el por qué Israel, en lugar de entrar de inmediato en la tierra prometida, tardo cuarenta años) y Deuteronomio (libro donde Moisés, antes de morir y dejar el liderazgo a Josué, repasó la ley con todo el pueblo).

Tras la muerte de Moisés, sobrevienen las guerras por la conquista de la tierra prometida liderada por Josué y, muerto este, sigue la época de los “Jueces” (expertos en la ley, que administraban justicia). Varios fueron también líderes militares que Dios levanto para liberar a Israel de sus opresores. Uno de ellos fue Sansón.

El comienzo de la monarquía

El profeta Samuel fue el último de los jueces y es el nexo entre la época de los Jueces y el comienzo de la monarquía. En su época, el pueblo de Israel le solicitó al profeta la designación de un rey “como tienen todas las naciones” (1 Samuel, 8:4-5). Hasta ese momento, el gobierno de Israel había sido una “teocracia” (del griego “teo = dios” + “kratos = poder, dominio o gobierno”), es decir, el rey era Dios mismo y gobernaba fundamentalmente a través de:

[a] Jueces: conocedores de la ley, magistrados que administraban justicia; y

[b] Profetas: Samuel fue el último de los jueces y el “primer profeta” en el sentido de que fue el primero en ejercer el “oficio profético” tal como se lo conoció después, aunque no fue el primero en profetizar ya que, antes de él, habían profetizado Abraham, Moisés y Débora (que junto con Barac, fue uno de los trece jueces);

A solicitud del pueblo, entonces, el profeta Samuel (por orden de Dios) unge como rey a Saúl (1 Samuel, 10:1), dando así comienzo a la “monarquía de Israel”. Ante las continuas desobediencias de Saúl, este es desechado por Dios y, en su reemplazo, Samuel unge (también por orden de Dios) a David (1 Samuel ,16:13). David reino durante cuarenta años y fue sucedido en el trono de Israel por su hijo Salomón, que fue el que construyo el primer templo para Dios. No obstante Salomón, en sus últimos años, cayó en la idolatría ya que comenzó a adorar a múltiples dioses paganos, que eran los dioses de todas las esposas y concubinas que tenía.

La división de Israel en los reinos del norte y del sur

A raíz de la idolatría de Salomón (1 Reyes, 11:1-26), Dios dividiría a Israel en dos reinos (1 Reyes, 11:30-31), pero no lo haría en vida de Salomón, por amor a David su padre (1 Reyes, 11:34), sino en días de Roboam, hijo y sucesor de Salomón (1 Reyes, 11:35-36). 

Así pues, en días de Roboam, Israel se divide en dos reinos:

[1] el reino del sur, compuesto por las tribus de JUDÁ y BENJAMÍN, llamado “JUDÁ”, con capital en Jerusalén (donde estaba el templo); y

[2] el reino del norte, compuesto por el resto de las (diez) tribus, llamado “ISRAEL o EFRAÍN”, con capital en Samaria;

El comienzo de la idolatría en el reino del norte

El reino del norte fue entregado por Dios a Jeroboam, enemigo de Salomón. Pero Jeroboam no confió en Dios sino que tuvo temor de perder su poder. Jeroboam sabía que el templo estaba en Jerusalén y también sabía que todas las familias de Israel (incluidas las del reino del norte) tendrían que descender anualmente al templo que estaba en Jerusalén (el reino del sur) para adorar a Dios. El temor de Jeroboam era que el pueblo del reino del norte (del cual él era el rey), de tanto descender a Jerusalén para adorar a Dios en el templo, terminara por proclamar rey a Roboam, hijo de Salomón y rey del reino del sur. Para evitar esto, Jeroboam inventa todo un sistema religioso falso y levantó dos becerros de oro, conforme al modelo de becerro de oro hecho por Aarón (uno en Bet-el y otro en Dan, de acuerdo a 1 Reyes, 12:29), para que el pueblo del reino del norte los adore como dioses y no se dirija hasta Jerusalén. Todo esto lo podemos ver en 1 Reyes, 12:26-33 (esta sección tiene como título “El pecado de Jeroboam”).

Este es el comienzo de la idolatría y apostasía que jamás ceso en el reino del norte, donde, entre otros, ejerció su duro ministerio profético Elías, sucedido luego por Eliseo.

Un remanente piadoso del reino del norte emigra al reino del sur

El establecimiento, por parte de Jeroboam, de este sistema religioso falso, produjo dos resultados:

[1] la mayoría de las personas que permanecieron en el reino del norte aceptaron la adoración a Baal, junto con su costumbre inmoral de la prostitución ritual; y

[2] la mayoría de los del remanente piadoso, que deseaban permanecer fieles a Dios y a su ley, sufrían mucho cuando "dejaban ... sus posesiones" y se trasladaban al reino del sur, a fin de adorar al Señor conforme a su revelación original y a sus mandamientos. Jeroboam, para ministrar en este nuevo sistema religioso falso, había nombrado sacerdotes "que no eran de los hijos de Leví";

2 Crónicas, 11:14 Porque los levitas dejaban sus ejidos y sus posesiones, y venían a Judá y a Jerusalén: pues Jeroboam y sus hijos los excluyeron del ministerio de Jehová. 11:15 Y él designó sus propios sacerdotes para los lugares altos, y para los demonios, y para los becerros que él había hecho. 11:16 Tras aquellos acudieron también de todas las tribus de Israel los que habían puesto su corazón en buscar a Jehová Dios de Israel; y vinieron a Jerusalén para ofrecer sacrificios a Jehová, el Dios de sus padres. 11:17 Así fortalecieron el reino de Judá, y confirmaron a Roboam hijo de Salomón,

No solo los descendientes de la tribu de LEVI (los levitas), excluidos del sacerdocio por Jeroboam, descendieron a Judá y Jerusalén sino que “Tras aquellos [los levitas] acudieron también de todas las tribus de Israel”, lo cual significa que un remanente de TODAS LAS TRIBUS DEL REINO DEL NORTE se refugió en el reino del sur.

Dios castigo al reino del norte provocando su caída y conquista por los asirios en 722 a.C. (1 Reyes, 17). Los asirios se llevaron cautivos a muchos israelitas del reino del norte a Asiria, pero dejaron algunos en Samaria (capital del reino del norte), trayendo también gente de otras tierras para repoblar dicha ciudad. Los matrimonios entre los israelitas dejados en Samaria y los extranjeros traídos para repoblarla, dio origen al pueblo de los “samaritanos” y, con ellos, a un sincretismo religioso (una mezcla religiosa) entre el judaísmo ortodoxo y el paganismo traído por los extranjeros. Esto fue lo que ocurrió con los idolatras del reino del norte, pero un remanente fiel, compuesto por todas las tribus del reino del norte, había escapado, años antes, al reino del sur.

Lo anterior significa que, entre el reino del norte, hubo un remanente que, rechazando el sistema religioso falso inventado por Jeroboam, huyo y se autoexilio en el reino del sur, con el único fin de seguir adorando al único Dios verdadero. Este remanente no solo escapo de la idolatría del reino del norte sino de su destrucción y conquista por los asirios en 722 a.C..

El reino del sur: un reservorio de todas las tribus de Israel

Con esto, el reino del sur, cuya capital era Jerusalén (donde, además, estaba el templo) y que estaba compuesto por las tribus de Judá y Benjamín, quedo conformado por descendientes de todas las tribus de Israel. En el año 586 a.C., por las mismas razones por las que había caído el reino del norte en 722 a.C. (idolatría y apostasía), cae también el reino del sur (1 Reyes, 25) conquistado por el imperio babilónico comandado por el rey Nabucodonosor, quien destruyo la ciudad de Jerusalén y el templo.

También hubo exiliados ya que Nabucodonosor deporto israelitas a Babilonia:

[1] en 605 a.C. fue deportado un grupo de jóvenes selectos, entre los que se encontraba el profeta Daniel y sus 3 amigos;

[2] en 597 a.C. fue deportado otro grupo, entre los que se encontraba el profeta Ezequiel; y

[3] en 586 a.C. fue deportado el último grupo;

Aquí también el Señor preservo un remanente que, setenta años después del primer grupo deportado en 605 a.C., regresaría a Jerusalén.

Conclusión

Por todo lo anterior el concepto de “las diez tribus perdidas de Israel” es totalmente ficticio. No hay ni hubo jamás “diez tribus perdidas”. Dios jamás ha permitido que se “pierda” nada. Todas las piezas están en su lugar y cumplirán su papel en el tiempo establecido por Dios.

Si hubiera “diez tribus perdidas” no podrían cumplirse jamás los siguientes pasajes del libro de Apocalipsis:

Apocalipsis, 7:2 Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, 7:3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. 7:4 Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. 7:5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados. 7:6 De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados. 7:7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados. 7:8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.

En pleno Apocalipsis (o sea: en el futuro) habrá personas vivas (de carne y hueso), pertenecientes a todas las tribus de Israel, que van a ser selladas. Si diez de las doce tribus estarían “perdidas” esta profecía quedaría sin cumplimiento y sabemos que eso no es posible (la Palabra de Dios siempre se cumple).

Finalmente, podemos encontrar una confirmación de todo lo anterior en el NT:

Lucas, 2:25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 2:26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. 2:27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, 2:28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: 2:29   Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; 2:30   Porque han visto mis ojos tu salvación, 2:31   La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 2:32   Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.

Los versículos anteriores hablan de un hombre piadoso llamado Simeón que esperaba la “Consolación de Israel”, es decir, al Mesías y de que el Espíritu Santo (el otro Consolador) que “estaba sobre el” le había prometido de que no moriría sin antes conocer al Mesías. Movido por el Espíritu Santo, este hombre Simeón fue al templo donde se encontró con María y José que estaban presentando a Jesús en el templo “conforme al rito de la ley” y allí reconoció a Jesús como el Mesías y exclamo “ahora Señor despides a tu siervo en paz porque han visto mis ojos tu salvación”.

Lucas, 2:33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. 2:34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha 2:35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

Simeón dijo dos cosas respecto del Mesías:

[1] está puesto para caída y para levantamiento de muchos, es decir, para los que no crean en El seria para condenación pero, para los que si crean en El, seria para salvación; y

[2] una espada traspasará tu misma alma, queriéndole advertir a María que tendría que ver a su hijo crucificado;

Pero lo más importante, respecto al tema que estamos tratando, es el siguiente pasaje:

Lucas, 2:36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, 2:37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.

Había allí una mujer, profetisa, llamada Ana DE LA TRIBU DE ASER (una de las diez tribus del reino del norte). Esto quiere decir que, en la época del Mesías (el NT) había en Jerusalén descendientes de las tribus del reino del norte, con lo cual queda confirmada la hipótesis de que jamás estuvieron perdidas. Siempre fue conservado (por Dios) un remanente de TODAS LAS TRIBUS DE ISRAEL.

Los que se perdieron, cuando los asirios conquistaron Samaria en 722 a.C., fueron personas pertenecientes a las diez tribus del reino del norte que eran idolatras.

Los que no eran idolatras, unos años antes habían comenzado a emigrar hacia el reino del sur para adorar al único Dios verdadero.


DIOS TE BENDIGA!

Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra