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Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Hebreos, 6:4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron
del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 6:5 y
asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,
6:6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de
nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.
Empecemos por
el principio:
Empecemos por revisar lo que es básico de nuestra relación con el Señor.
¿Qué se necesita para ser salvos? Yo creo que la mejor respuesta a esa pregunta
es la que el Señor expresó en Juan
6:28-29.
Juan, 6:28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica
las obras de Dios? 6:29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de
Dios, que creáis en el que él ha enviado.
Esta era una oportunidad perfecta para enumerar todas las cosas que tenemos
que hacer para cumplir con los requisitos de Dios. Jesús pudo haber repetido
los Diez Mandamientos. Pudo haber repetido el Sermón del Monte. Pudo haber
enumerado cualquier cantidad de advertencias y restricciones necesarias para
lograr y mantener las expectativas de Dios hacia nosotros. ¿Pero qué fue lo que
Él dijo? “Crean en el que Él ha
enviado”. Punto. Esa era una repetición de Juan 3:16, la cual confirma que el creer en el Hijo es el solo y
único requisito para la salvación.
Juan, 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna.
Esta frase no contiene nada para que pueda ser malinterpretada. Estas son
dos de las declaraciones más claras de la Biblia sobre la salvación:
a) Juan, 6:28-29; y
b) Juan, 3:16;
Unos capítulos después, Él dijo que Su Padre estaba en completo acuerdo. Y
no solamente nuestra creencia era suficiente para darnos la vida eterna, sino
que es la voluntad de Dios que Jesús no pierda a ninguno de nosotros que han
creído. Usted y yo somos conocidos por desobedecer la voluntad de Dios, ¿pero
Jesús lo hizo alguna vez? ¿Y no es Él a quien se le ha responsabilizado por
guardarnos?. Leámoslo:
Juan, 6:38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino
la voluntad del que me envió. 6:39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me
envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en
el día postrero. 6:40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo
aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el
día postrero.
Y en caso de que no nos hayamos fijado en esta promesa, Jesús la volvió a
hacer, y con más claridad, en Juan
10:28-30.
Juan, 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. 10:29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y
nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 10:30 Yo y el Padre uno
somos.
Tanto el Padre como el Hijo han aceptado la responsabilidad de nuestra
seguridad. Una vez que estamos en Sus manos, nadie nos puede quitar de allí.
Yo he utilizado a propósito las palabras que el mismo Señor pronunció para
establecer este asunto, porque ya puedo escuchar el coro de “Si, pero” que
arman todas aquellas personas que rehúsan tomarlas literalmente para lanzar sus
versículos favoritos que niegan la Seguridad Eterna, aunque las estén
malinterpretando, como es el caso.
Veamos de qué se trata esto de la “Seguridad Eterna”:
Pablo de Tarso, en su Epístola a los Romanos, dice:
Romanos, 8:29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen
de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 8:30 Y a los
que predestinó, a
éstos también llamó;
y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
Si usted es salvo, Dios lo sabía desde antes que creara la Tierra.
Previo a darle a Adán su primer aliento, Él miró sobre toda la vasta
extensión del tiempo y vio el momento en que usted tomaría esa decisión
voluntaria e independiente para servirlo a Él (Él lo sabía de antemano). Es en
ese momento cuando Dios hace una reservación para usted en el Reino, jurando
que nunca borrará su nombre del libro (Él predestinó). Cuando llegó el momento
correcto Él le habló a su corazón, sabiendo que usted respondería (Él llamó). Y
cuando usted lo hizo Él le purificó de todos sus pecados, considerándolo a usted
desde ese momento en adelante, como si nunca hubiera pecado (Él justificó). Y
un día, pronto, Él le dará a usted un cuerpo nuevo eterno y un lugar cerca de
Él en Su Reino (Él glorificó) (Romanos
8:29-30). En el contexto del tiempo usted tomó su propia y
libre decisión para aceptar el perdón que Jesús adquirió para usted. Pero
habiendo visto el fin desde el principio, Él siempre supo que usted lo haría.
Durante toda su vida Él le ha estado observando, preparándole para el día en
que usted tomaría esa decisión. Y desde entonces, Él le ha protegido, porque Él
ha prometido que nunca perderá a nadie que se le haya dado (Juan 6:39-40). Él sabe que es el
trabajo del pastor guardar a las ovejas. Y Él es el Buen Pastor.
Una característica de Dios que nos da el mayor consuelo es saber que Él no
puede mentir ni cambiar de manera de pensar, como tampoco contradecirse a Sí
mismo. Él no puede decir algo en un lugar y luego decir algo enteramente
diferente en otro. Él es consistente. Si Él dice que somos salvos solamente
porque creemos en Él, y que Él ha aceptado la responsabilidad de mantenernos
así, es que podemos confiar en ello. Como lo veremos, cualquier cosa en la
Biblia que pareciera contradecir estas declaraciones simples y claras,
tiene que estar hablando de alguna otra cosa.
Pero primero, puesto que Él le ha dado tanto énfasis a que creamos, miremos
esa palabra más de cerca. ¿Qué quiere Él decir con “creer”? La palabra griega
para creer es “pístis”. Según la Concordancia Strong, es una “convicción o
credibilidad con respecto a la relación del hombre con Dios y las cosas
divinas, generalmente con la idea incluida de confianza y fervor santo nacidos
de la fe y unidos con esta”. En relación con el Señor Jesús significa, “una
convicción fuerte y bienvenida, o creencia, que Jesús es el Mesías, por medio
del cual obtenemos la salvación eterna en el reino de Dios”.
El Apóstol Pablo nos dio un vistazo muy valioso sobre la naturaleza de esta
creencia. Él escribió:
Romanos, 10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10:10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa
para salvación.
La creencia de la que Pablo hablaba no es solamente un asunto del intelecto,
o alguna pasión emotiva del momento. Es una convicción que se forma muy dentro
de nuestro corazón; es la conviccion de que Jesús no es solamente un hombre. Él
es nuestro Señor, y Él llevó consigo el castigo de nosotros por nuestros
pecados, el cual es la muerte. Y para demostrar que Dios aceptó Su muerte como
suficiente, Él levantó a Jesús de los muertos para que se sentase a la par de
Él en los lugares celestiales (Efesios
1:20). Puesto que Dios no puede morar en la presencia del pecado, y
puesto que la paga del pecado es la muerte, cada uno de nuestros pecados tenía
que ser pagado. Si aun solamente uno de ellos hubiera permanecido sin pagarse,
Jesús aun estaría en la tumba. Así que tenemos que creer que Jesús se levantó
de los muertos para creer que nosotros también lo haremos.
Es la clase de creencia que lo salva a uno y lo mantiene de esa manera,
porque pone en movimiento una cadena de eventos que son irreversibles. En esta
cadena hay cuatro eslabones. Usted pone dos y el señor pone los otros dos. Usted
escucha y cree, y el Señor marca y garantiza.
Gracias a Cristo, también ustedes que oyeron el mensaje de la verdad, la
buena noticia de su salvación, y abrazaron la fe, fueron sellados como
propiedad de Dios con el Espíritu Santo que él había prometido. Este Espíritu
es el anticipo que nos garantiza la herencia que Dios nos ha de dar, cuando
haya completado nuestra liberación y haya hecho de nosotros el pueblo de su
posesión, para que todos alabemos su glorioso poder (Efesios 1:13-14 Dios Habla Hoy).
Efesios, 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad,
el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados
con el Espíritu Santo de la promesa, 1:14 que es las arras de nuestra herencia
hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
La palabra “anticipo” es un término legal que describe un pago inicial que
constituye una obligación legal que debe de cumplirse con la compra. Si usted
alguna vez ha adquirido una propiedad, entonces está familiarizado con el
término “Prima Inicial” de depósito. Es lo mismo. Si usted no está
familiarizado con ese término, aquí hay otro ejemplo. Es como si hubiéramos
sido “apartados”. El precio ha sido pagado y hemos sido quitados del mostrador
hasta que la persona que nos ha comprado regrese para llevarnos consigo.
Mientras tanto no podemos ser comprados por nadie más porque, legalmente, le
pertenecemos a la persona que pagó el anticipo de primero. “Ustedes no son sus propios dueños”,
se nos dice. “fueron comprados
por un precio”" (1
Corintios 6:19-20). Eso quiere decir que no podemos ser “des-comprados”
ni aun por nosotros mismos.
1 Corintios, 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a
Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Todo esto sucedió en el primer momento en que creímos, antes podíamos hacer
cualquier cosa ya fuera para ganar o para perder nuestra posición. El hombre en
la cruz a la par de Jesús es el prototipo de esta transacción. Habiendo hecho
algo lo suficientemente malo como para ser ejecutado, se le prometió un lugar
en el Paraíso, solamente porque él creyó en su corazón que Jesús era el Señor
de un reino venidero (Lucas 23:42-43).
Puesto que Jesús también estaba siendo ejecutado, eso significaba que él creía
que Jesús sería levantado de los muertos.
Lucas, 23:39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba,
diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 23:40
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando
en la misma condenación? 23:41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos,
porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 23:42
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 23:43 Entonces Jesús
le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Pablo lo puso aun más claro cuando repitió esta increíble promesa en 2 Corintios 1:21-22:
2 Corintios, 1:21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que
nos ungió, es Dios, 1:22 el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las
arras del Espíritu en nuestros corazones.
Esta vez él removió cualquier duda sobre Quién es el que nos mantiene
salvos. Ahora es Dios Quien nos hace a usted y a mí estar firmes en Cristo.
Dios ha puesto Su sello en nosotros y Su Espíritu en nosotros, como Su garantía
personal. ¿Qué podría ser más claro que esto?.
Unión y comunión:
Si la doctrina de la Seguridad Eterna está tan clara, ¿por qué
hay tanto desacuerdo?. Yo he encontrado dos razones. La primera es sobre la
naturaleza doble de nuestra relación con el Señor. Una parte se llama Unión, la
cual es eterna e incondicional, y está basada solamente en nuestra creencia. Efesios 1:13-14 describe nuestra
Unión con Dios que está sellada y garantizada. Una vez que hemos nacido de
nuevo, no podemos “des-nacernos”. Esa unión queda para siempre. El Espíritu
Santo está sellado dentro de nosotros desde el momento en que creímos hasta el
día de la redención. En ninguna parte de Las Escrituras se encuentra ni
siquiera una insinuación que pueda revocar esta garantía.
La otra parte se llama Comunión la cual es un poquito más complicada. La
comunión es ese estado de constante cercanía a Dios la cual le permite a Él
bendecirnos en nuestra vida diaria, haciendo que las cosas nos sucedan y
protegiéndonos de los ataques del enemigo. Es como si Él hubiera hecho equipo
con nosotros para darnos una ventaja sobrenatural. La Comunión se
define en 1 Juan 1:8-9 como
que es tanto terrenal como condicional a nuestro comportamiento.
1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros. 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Aun como creyentes, mientras estemos aquí en la tierra, continuaremos
pecando. Y puesto que Dios no puede morar en presencia del pecado, nuestros
pecados no confesados interrumpen nuestra relación terrenal con Él y nos pueden
privar de las bendiciones que de otra forma podemos estar recibiendo. Aun somos
salvos en el sentido eterno, pero estamos fuera de Comunión aquí en la tierra.
Y cuando estamos fuera de Comunión, nos convertimos el blancos legítimos
para que el enemigo nos dañe, como le sucedió a Job. El pecado de Job era su
auto justificación y debido a que no lo confesaba, Dios le permitió a Satanás
afligirlo hasta llevarlo al punto de recobrar su juicio otra vez. Cuando lo
hizo, él lo confesó y fue restablecido. Dios nunca lo abandonó. Su intención
todo el tiempo fue la de traer de vuelta a Job a Él.
Para una ilustración en el Nuevo Testamento, tomemos la Parábola del
Hijo Pródigo (Lucas 15:11-32).
Lucas, 15:11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 15:12 y el menor de
ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y
les repartió los bienes. 15:13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo
menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes
viviendo perdidamente. 15:14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran
hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15:15 Y fue y se arrimó a uno
de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que
apacentase cerdos. 15:16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que
comían los cerdos, pero nadie le daba. 15:17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos
jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de
hambre! 15:18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti. 15:19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como
a uno de tus jornaleros. 15:20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún
estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó
sobre su cuello, y le besó. 15:21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 15:22 Pero el
padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo
en su mano, y calzado en sus pies. 15:23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y
comamos y hagamos fiesta; 15:24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. 15:25 Y su hijo
mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la
música y las danzas; 15:26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello. 15:27 El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el
becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 15:28 Entonces se enojó, y no
quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. 15:29 Mas él,
respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote
desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis
amigos. 15:30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con
rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. 15:31 El entonces le dijo: Hijo,
tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 15:32 Mas era necesario
hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado.
Aquí vemos un ejemplo muy claro de lo que significa “apartarse”. El hijo
pródigo dejó la casa de su padre y se fue por sus propios medios, pero aun así
nunca dejó de ser el hijo de su padre. Cuando se dio cuenta de su error se
devolvió y fue como si nunca se hubiera ido.
El caso de Job fue real y nosotros sabemos que el Señor estaba dirigiendo
todo el asunto, algo que Job no sabía. La historia del Hijo Pródigo es una
parábola, pero yo estoy convencido de que el mismo principio se aplica aquí.
Cada vez que un “hijo pródigo”, o “hija pródiga”, se va por su cuenta, Dios
obra silenciosamente para desbaratar los sentimientos de auto-suficiencia y lo
atractivo de la independencia, dándole un codazo al hijo descarriado para que
se vuelva al camino. Esta es la forma como los pastores mantienen el rebaño
junto, y nuestro Pastor ha prometido que nunca perderá a ninguno de nosotros.
Como el hijo menor, siempre perteneceremos a la familia de nuestro Padre.
Pero no recibiremos ninguna de Sus bendiciones mientras permanezcamos apartados
de la Comunión. Y así como Job y el Hijo Pródigo, cuando retornamos a
nuestro Padre y confesamos nuestros pecados, de inmediato somos purificados de
toda maldad y restaurados a la Comunión.
Una de las razones de por qué tantos cristianos viven unas vidas tan
derrotadas es que al haber escuchado solamente la parte de la
Unión al ser creyentes, únicamente conocen que Dios les ha perdonado sus
pecados y que un día estarán con Él cuando mueran, o sean Raptados. Estas
personas no se dan cuenda que aun es necesario confesar sus pecados cada vez que
pecan para poder permanecer en Comunión con Dios. Y de esa manera, al estar
privados de la providencia de Dios, se pueden descorazonar y aun dejar de orar
y asistir a la iglesia. Otros creyentes, que tampoco entienden esta relación
doble, miran al desastre en que están metidos y piensan que pudieron haber
perdido su salvación. Y como el caso de los amigos de Job, buscaron en la
Palabra de Dios para encontrar la confirmación de lo que ya creían, y al
tomar los versículos fuera de contexto, creen que han encontrado la prueba que
necesitan.
La Unión y la Comunión no son ideas solamente del Nuevo
Testamento. En el Antiguo Testamento, aun cuando Israel era obediente en
pensamiento y obras, haciendo lo mejor que podía para complacer a Dios, los
sacerdotes aun tenían que sacrificar un cordero sobre el altar cada mañana y
cada tarde por los pecados del pueblo. En el Nuevo Testamento, 1 Juan 1:9 es el equivalente de
todos esos sacrificios diarios por el pecado. Si confesamos nuestros pecados,
él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Esto fue escrito para los creyentes que ya son salvos pero que están en peligro
de no estar en Comunión debido a sus pecados.
El regalo y la
recompensa:
El otro motivo por el que las personas se confunden es que existen dos
tipos de beneficios en la eternidad. El primero es el regalo gratuito llamado
Salvación, el cual se les otorga a todas aquellas personas que lo piden en fe
sin tomar en cuenta ningún mérito, y el cual garantiza nuestro ingreso en el
Reino. Efesios 2:8-9 es
el modelo, al decir que la salvación es un Regalo de Dios.
Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
El segundo consiste en las recompensas celestiales que podemos ganar por
las cosas que hacemos como creyentes aquí en la tierra. Filipenses 3:13-14 son unos
buenos versículos para explicar esto.
Filipenses, 3:13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero
una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante, 3:14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús.
Además del regalo, hay un premio, o recompensa.
Un regalo es algo que se da producto del amor, sin tomar en cuenta los
méritos, y nunca se pide devolverlo. Una recompensa, por el otro lado, es algo
a lo que nosotros como personas, calificamos para ganarla. Y si no nos cuidamos
podemos perderla (Apocalipsis 3:11).
Apocalipsis, 3:11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que
ninguno tome tu corona.
Pablo había recibido el regalo de la salvación, el cual llevaba consigo. Y
ahora él se concentraba en ganar la recompensa también.
En 1 Corintios 9:24-27 él
explicó la diferencia en gran detalle.
1 Corintios, 9:24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la
verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo
obtengáis. 9:25 Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad,
para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. 9:26 Así
que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no
como quien golpea el aire, 9:27 sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado.
Ningún atleta olímpico quedaba satisfecho con solamente haber calificado
para participar en los juegos. Todos querían ganar la corona del vencedor. De
la misma manera nosotros no debemos estar satisfechos con solamente haber
recibido el Regalo de la salvación. Ahora debemos vivir nuestras vidas como
creyentes de tal manera que podamos también ganar la Recompensa.
La Biblia le llama a algunas de estas recompensas coronas, y mientras
que la corona del atleta pronto se marchitaba (estaba hecha de ramitas de
hiedra), las coronas de los creyentes pueden permanecer para siempre. Vale la
pena hacer algunos sacrificios para obtenerlas. Es por eso que Pablo dijo que “golpeo mi cuerpo,
y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo
mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:27).
Estas coronas se identifican como la Corona Incorruptible (de la
Victoria) en 1 Corintios 9:25, la
Corona del Ganador de Almas en Filipenses 4:1 y 1
Tesalonicenses 2:19, la Corona de Justicia en 2 Timoteo 4:8, la Corona de
Vida en Santiago 1:12 y Apocalipsis 2:10, y la Corona
Incorruptible de Gloria en 1
Pedro 5:4.
La diferencia entre el Regalo y la Recompensa también la podemos
ver en 1 Corintios 3:12-15.
1 Corintios, 3:12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata,
piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 3:13 la obra de cada uno se hará
manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la
obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 3:14 Si permaneciere la obra de
alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 3:15 Si la obra de alguno se
quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por
fuego.
En el juicio de los creyentes, la calidad de nuestras obras sobre la tierra
será probada por el fuego. Solamente la obra que sobrevive la prueba nos dará
la recompensa. Pero debemos observar que aun si todas nuestras obras son
destruidas por el fuego, aun tenemos nuestra salvación. ¿Por qué?.
Porque la Salvación es un regalo gratuito de Dios, dado como una
muestra de amor, independiente de cualquier mérito.
El Señor también mencionó otras recompensas. En Mateo 6:19-21 Él nos aconseja:
Mateo, 6:19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 6:20 sino haceos tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan. 6:21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón.
Hay ciertas cosas que como creyentes podemos hacer aquí en la tierra que
producen esos depósitos en nuestra cuenta celestial. Algunas personas creen que
este pasaje se refiere a la forma como utilizamos nuestro dinero. ¿Lo
utilizamos para enriquecernos, acumulando riquezas que sobre exceden nuestras
necesidades?. ¿O lo utilizamos para la obra del Reino?. Aquí tenemos una
sugerencia. Nuestros diezmos es lo que le debemos a Dios. Es lo que hacemos con
el dinero que nos queda lo que en realidad cuenta. Y con la medida que usemos,
se nos medirá (Lucas 6:38).
Para resumir, en el Nuevo Testamento tenemos versículos como Efesios 1:13-14 que hablan sobre la
Unión. Hay versículos como 1
Juan 1:8-9 que hablan sobre la Comunión. Hay versículos
como Efesios 2:8-9 que
hablan sobre el Regalo y hay versículos como 1 Corintios 9:24-27 que hablan sobre la Recompensa.
Los versículos que enfatizan el creer, explican la naturaleza permanente de
nuestra unión con Dios, y están dirigidos hacia la eternidad. Estos con los versículos
de la Unión. Aquellos que involucran la gracia y la fe, son los
versículos de las Recompensas. Aquellos que requieren trabajar y están
dirigidos hacia la calidad de nuestras vidas sobre la tierra, son versículos
de la Comunión, y aquellos que requieren obras e involucran los galardones
eternos, son versículos de Recompensas.
Cuando usted mira las Escrituras desde esta perspectiva, todas las
contradicciones aparentes desaparecen y usted ya no tendrá que pensar más
porqué Dios pareciera decir una cosa en un lado y algo diferente en otro. El
asunto se vuelve en algo que se debe de identificar correctamente y es el punto
central de algún pasaje en particular que uno está leyendo. Se debe determinar
el contexto al leer los versículos que lo rodean, y así poder asignarle una de
estas cuatro categorías.
Y ahora sobre
Hebreos 6:
Entonces, ahora sí estamos listos para comentar Hebreos 6:4-6 un pasaje que con
frecuencia se cita para oponerse a la doctrina de la Seguridad Eterna. Por
favor recuerden que toda esta carta (el Evangelio de Hebreos) fue dirigida a
los creyentes judíos quienes estaban siendo atraídos para seguir guardando la
Ley, por lo que el contexto es el Nuevo Testamento vs. el Antiguo. (La razón
por la que esta carta se encuentra en la Biblia, es porque este asunto aun
se practica hoy en día, solo que ahora abarca tanto a judíos como a gentiles.).
En Hebreos 6:1-3 el
autor dijo que él ahora pasaba más allá de las enseñanzas elementales
relacionadas a la salvación, y en el versículo 9 él confirmó que él ha estado
hablando sobre las cosas que acompañan a la salvación. Eso nos dice que los
versículos 4-6 no están relacionados con la salvación (Unión) sino a las cosas
que la acompañan (Comunión). Sabemos que la idea de que un creyente haga algo que
le haga perder de manera irrecuperable su salvación, está en contradicción
directa a la clara promesa de que el Espíritu Santo está sellado dentro de
nosotros desde el mismo instante de haber creído y hasta nuestra redención.
Entonces, ¿qué es lo que estos creyentes hacen que pueda ser considerado
como apartarse?. Recordemos que ellos eran judíos que habían probado lo bueno
de la palabra de Dios y de los poderes de la era venidera, la Iglesia.
A ellos se les estaba advirtiendo de no devolverse al Antiguo Pacto para
encontrar los remedios de su constante pecado en los sacrificios diarios.
¿Y qué es lo que les prevenía ser restaurados?. El continuar con las
prácticas de esos remedios en lugar de simplemente confesar sus pecados. Al
hacerlo ellos estaban relegando la muerte del Señor al mismo nivel de la de los
dos corderos que se sacrificaban diariamente. La Ley era solamente
una sombra de las cosas buenas que venían, y no la realidad en ella misma. Una
vez que la Realidad apareció, ya la sombra no era efectiva. ¿Y cuál
sería su castigo?. La pérdida de la Comunión. Vivir una vida
derrotada, sin producir frutos, todas sus obras siendo quemadas en el juicio de 1 Corintios 3. Pero ¿eran aun salvos?
¡Sí!.
Entonces, la advertencia en Hebreos 6 es en contra de interrumpir nuestra
Comunión con Dios, no el romper nuestra Unión con Él. La clave está en la frase
“renueven su arrepentimiento”. Aquellas personas que dependían de los
sacrificios diarios en vez de confesar sus pecados directamente a Dios, en
realidad estaban volviendo a crucificar al Señor de nuevo, puesto que Él es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Los sacrificios diarios eran una
anticipación de Él, y cuando Él vino la sombra cedió el campo a la realidad. Ya
la vieja manera no era suficiente para restaurarlos a la comunión. La
aplicación moderna de todo esto es devolverse para depender de nuestras propias
obras para mantenernos salvos, en lugar de confiar en Dios Quien es El que nos
mantiene.
Puesto que 1 Juan 1:9 dice
que la confesión trae el perdón de nuestros pecados y la limpieza de toda
maldad (la renovación para arrepentirse de nuevo), entonces, por implicación
cualquier otra cosa que no sea la confesión de nuestros pecados, impide el
perdón y la purificación, y causa el alejamiento de Dios. Eso no revoca nuestra
salvación, sino que debido a que Dios no puede estar en la presencia del
pecado, sí se suspende nuestra relación, privándonos de las bendiciones que de
otra forma podríamos recibir.
Hay muchos otros versículos que de manera inequívoca nos prometen la
seguridad eterna. Y puesto que la Biblia no se puede contradecir a sí
misma y permanecer siendo la Palabra de Dios, el interpretar Hebreos
6 como que tiene que ver con la salvación, está en violación directa de la
regla básica de interpretación, la cual enseña que debemos utilizar los
versículos más claros para poder interpretar los que parecen ser los más
oscuros, y no al revés. Los versículos más claros y de más fácil
interpretación sobre la salvación explican que la salvación es por la gracia
por medio de la fe.
Nada de lo anterior tiene la intención de justificar el pecado. Como una
demostración de nuestra gratitud por el regalo de la salvación, a los creyentes
se les advierte continuamente en las Escrituras, de vivir nuestras vidas de una
manera que le agrade a Dios. Y eso no es para ganar o mantener la salvación,
sino como un agradecimiento al Señor por habérnosla dado. Y para poder lograr
eso, el Espíritu Santo ha llegado a morar en nosotros para guiarnos y
dirigirnos, y para orar por nosotros.
Y puesto que el Espíritu de Dios mora en nosotros ya no estamos bajo el
control de la naturaleza pecaminosa y es así como podemos complacer a Dios por
la forma en que vivimos. Y a pesar de que hacemos todo esto por gratitud por el
regalo que Él ya nos ha dado, el cual es la Unión con Él, Él nos
bendice de nuevo con la Comunión aquí en la tierra y las Recompensas
en la eternidad. Selah.
QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!