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Por el autor del blog:
En su epístola (carta) a los Efesios,
Pablo nos habla de quienes son nuestros verdaderos enemigos y cuáles son las
armas para enfrentarlos:
Nuestros enemigos:
Efesios, 6:12 Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra
los gobernadores de las
tinieblas de este siglo,
contra huestes espirituales de
maldad en las regiones
celestes.
La lucha no es contra “sangre y carne”
(es decir, contra ningún hombre) sino contra:
a)
Principados;
b)
Potestades;
c)
Gobernadores
de las tinieblas de este siglo; y
d)
Huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes;
Así está organizado, básicamente y con
estas categorías de demonios, el reino de Satanás.
Nuestras armas:
Efesios, 6:13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar
firmes. 6:14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y
vestidos con la coraza de
justicia, 6:15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 6:16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis
apagar todos los dardos de fuego del maligno. 6:17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la
palabra de Dios; 6:18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en
ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
Las armas, básicamente, son:
La coraza de justicia: estar “vestidos con la coraza de
justicia”, como nos pide Pablo, significa ser conscientes de nuestra “posición
en Cristo”, es decir, saber que “somos justos porque estamos en Cristo, porque
defendemos la causa de Dios”;
El escudo de la fe: un escudo es para defenderse y la fe
(dice Pablo) es un “escudo espiritual”; Pablo nos dice también que “la fe es
por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos, 10:17); el oír, aquí,
no se refiere solo al sentido de la escucha o a conocer, sino también, y
fundamentalmente, a
“obedecer” (hacer caso); cuanto más leemos
y obedecemos la Palabra de
Dios más grande es el escudo de (mas crece) la fe (mas grandes son nuestras
posibilidades de defendernos); no es solo conocer la Palabra de Dios sino,
también, obedecerla; los fariseos, que no solo “no pudieron ver” en Jesucristo
al Mesías prometido a Israel sino que, ademas, lo condenaron (pidieron a los
romanos su crucifixión), eran “grandes maestros de la ley” (la conocían como
nadie), pero fueron incapaces de “reconocer los tiempos” y de darse cuenta de
que, en Jesucristo, se estaban cumpliendo cientos de profecías, las cuales
formaban parte de la ley que “tan bien conocían” (si conocían las profecías
sobre el Mesías ¿cómo pudieron no darse cuenta?); porque ellos conocían la ley
pero no la obedecían; Jesucristo les dijo a los fariseos en Lucas, 11:46 ¡Ay de
vosotros también, intérpretes
de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar,
pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis; Jesucristo los acuso de conocer la
ley al dedillo (y abrumar a los hombres con ese conocimiento) y también los
acuso de no cumplirla (“vosotros ni con un dedo las tocáis”, es decir, “vuestro
comportamiento está lejos de lo que la ley – que tan bien conocéis – dice”); y
de ahí la mayor condenación: conocer y no cumplir;
El yelmo de la salvación: un yelmo es un casco y el caso
protege la cabeza; Pablo quiere decir “con la esperanza de la salvación en la
cabeza”, como un casco (yelmo) que proteja nuestra mente de pensamientos que
nos desenfoquen de la meta suprema, que es nuestra salvación;
La espada del espíritu es la Palabra de Dios: Hebreos, 4:12 dice: Porque la
palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón; o sea: cuanto más
conocemos y obedecemos la Palabra de Dios más grande en nuestro escudo (la fe)
y más grande en nuestra espada (la misma Palabra de Dios), incrementándose las
posibilidades de defensa y ataque;
La oración: Apocalipsis, 8:3 Otro ángel vino
entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho
incienso para añadirlo a las oraciones
de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del
trono. 8:4 Y de la mano del ángel subió
a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. 8:5
Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la
tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto; pocos pasajes en la
Biblia describen el poder que tiene la oración y lo que la misma representa
para Dios; mas versículos que describen el poder de la oración: Santiago, 5:14
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren
por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 5:15 Y la oración de fe salvará al enfermo,
y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán
perdonados. 5:16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que
seáis sanados. La oración
eficaz del justo puede mucho. 5:17 Elías era hombre sujeto a pasiones
semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no
llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 5:18 Y otra vez oró, y el
cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Pero no solamente se trata de luchar
contra demonios, sino que también debemos derribar lo que Pablo llama
“fortalezas” que no son de piedra sino que son “fortalezas espirituales”, modelos
y paradigmas mentales, formas de pensar que traemos del mundo, donde gobierna
Satanás.
2º Corintios, 10:4 porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
Una “fortaleza” es una “casa hecha de
pensamientos” (mentiras) y que sirve de habitación para la actividad demoniaca.
Las fortalezas son "lugares altos" que Satanás construye, dentro de
nosotros (en nuestra mente), para exaltarse a sí mismo. Las verdades bíblicas,
contenidas en la Palabra de Dios, destruyen estas fortalezas y debilitan, por
ende, el poder de Satanás sobre nosotros. El Espíritu Santo, a través de la
Palabra de Dios, confronta con las verdades bíblicas las mentiras que Satanás
ha construido, desde nuestra infancia y a través de nuestras experiencias
(dolorosas) de vida, y ha inoculado e inyectado en nuestra mente.
A la epístola a los Efesios de Pablo
se la conoce como “el manual de la guerra espiritual” porque es en ella donde
la “guerra espiritual” está planteada con más claridad, haciendo referencia no
solo a los enemigos sino, también, a las armas a utilizar. Sin embargo, a pesar
de que la “guerra espiritual” es casi el tema central de esta epístola, antes
de hablar sobre la “guerra espiritual”, más bien Pablo habla de “otras cosas”.
Siendo el tema central de esta epístola la “guerra espiritual”, el hecho de que
Pablo hable previamente de “otras cosas” da que pensar. Por ejemplo, podemos
pensar que esas “otras cosas” de las que previamente habla Pablo son, para él,
tan importantes (o más, incluso), que la “guerra espiritual” en sí misma.
¿De qué habla Pablo en la epístola a
los Efesios antes de tocar el tema - central - de la “guerra espiritual”?.
Pablo habla, previamente, de la
“relaciones sociales”.
En general:
Efesios, 5:21 Someteos unos a otros en
el temor de Dios.
Entre esposos:
5:22 Las casadas estén sujetas a sus
propios maridos, como al Señor; 5:23 porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, 5:25 Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella, 5:28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus
mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 5:29 Porque
nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como
también Cristo a la iglesia,
Entre padres e hijos:
Efesios, 6:1 Hijos, obedeced en el
Señor a vuestros padres, porque esto es justo. 6:2 Honra a tu padre y a tu madre, que
es el primer mandamiento con promesa; 6:3 para que te vaya bien, y seas de
larga vida sobre la tierra. 6:4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a
vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
Entre patrones y empleados:
Efesios, 6:5 Siervos, obedeced a
vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón,
como a Cristo; 6:7 sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los
hombres, 6:9 Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las
amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que
para él no hay acepción de personas.
Es como si Pablo quisiera decirnos que
la “guerra espiritual” es la consecuencia de los conflictos que previamente
Satanás y sus demonios han desatado en las relaciones sociales fundamentales:
las relaciones familiares (entre esposos, entre padres e hijos y entre
hermanos) y las relaciones económicas (laborales).
Entre otra cosas (Efesios, 4:25
desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; 4:26 no se ponga
el sol sobre vuestro enojo [no irse a dormir enemistado con nadie] 4:28 El que
hurtaba, no hurte más, sino trabaje, 4:29 Ninguna
palabra corrompida salga de vuestra boca , 4:30 Y no contristéis
[entristezcáis] al Espíritu Santo de Dios. 4:31 Quítense de vosotros toda
amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 5:18 No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución;), Pablo recomienda:
Efesios, 4:27 ni deis lugar al diablo.
No dar, en definitiva, lugar, espacio
para maniobrar y actuar a Satanás y sus demonios.
Adán y Eva, por desobedecer a Dios,
pecaron y provocaron la maldición de Dios:
Génesis, 3:17 Y al hombre dijo: Por
cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé
diciendo: No comerás de él; maldita
será la tierra por tu causa;
Pecar genera maldición (y la peor de
todas, que es la maldición de Dios) y la maldición es lo que Satanás y sus
demonios necesitan para actuar. El pecado da derecho legal a los demonios para
actuar en un individuo, en una familia, en una congregación, en una ciudad, en
un país y en el mundo. Desatados los demonios, a causa del pecado y de la
maldición, hay que enfrentarlos en “guerra espiritual”.
Jesucristo llamo a Satanás el
“príncipe de este mundo”:
Juan, 12:31 Ahora es el juicio de este
mundo; ahora el príncipe de
este mundo será echado fuera.
Juan, 14:30 No hablaré ya mucho con
vosotros; porque viene el
príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.
Para Juan el mundo está bajo el
maligno:
1º Juan, 5:19 Sabemos que somos de
Dios, y el mundo entero está
bajo el maligno.
Y lo que mantiene entronizado al
diablo en el trono del mundo es el permanente e interminable pecado del hombre:
la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, la codicia, la lujuria, la
avaricia, el robo, los homicidios, las adicciones (el tabaco, el alcohol, el
juego), la violencia, la estafa, la mentira, el engaño, el abuso, el ocultismo
en todas sus formas (el satanismo, el espiritismo, la astrología, la
adivinación, el tarot, la magia, el vudú, el umbandismo, la brujería, etc.), la
rebeldía….
Sigue siendo como al principio.
Satanás y sus demonios están para tentar y nosotros para resistir (o para caer,
como nuestros primeros padres, Adán y Eva). Lo que nos hace caer no es la
tentación de Satanás sino nuestra propia concupiscencia (complacencia,
complicidad con el pecado, nuestras ganas innatas de pecar y de hacer el mal).
Pero hay una salida:
Santiago, 4:7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros.
¿Cómo se resiste al diablo?.
Invocando el nombre de Jesucristo (de
rodillas, en lo posible), Nombre sobre todo nombre y cubriéndose con su Sangre
Preciosa, Bendita y Eterna (Sangre de Dios).
QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!!