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Por el autor del blog:
Para ser un pecador, antes los ojos de
Dios, no hace falta “hacer daño a nadie”. Un avariento es un pecador (porque la
avaricia - el amor desmedido al dinero y todo lo que ello trae aparejado - es
un pecado ante los ojos de Dios) aunque, en principio, “no le haga ni le haya
hecho jamás daño a nadie”. Supongamos, incluso, que "nuestro
avariento" haya obtenido sus riquezas de un modo totalmente legal. Aun así,
ante los ojos de Dios, sigue siendo un avariento (un pecador).
El hecho de pensar que para “ser malo”
hay que hacer “daño visible y concreto a los demás” deriva de la influencia que
la sociedad moderna (que, en realidad, empezó a gestarse en el siglo
XVIII) y su sistema regulatorio (el Derecho, que viene del Derecho Romano) ha
tenido y tiene sobre nosotros y de la protección que ese sistema
regulatorio ha hecho y hace de la “propiedad privada”. Seguramente
conocerás la frase “tu derecho termina donde empieza el mío”. Bien. Ahora haz
el siguiente ejercicio. Reemplaza, en esa misma frase, la palabra “derecho” por
la palabra “propiedad”. ¿Lo notas?. Ha quedado “tu propiedad termina, donde
empieza la mía" (y es cierto: tu casa - tu propiedad - termina donde
comienza la de tu vecino).
El Derecho, en tanto cuerpo normativo,
más que ser un conjunto de normas que garanticen la justicia es, en el fondo,
un “instrumento diseñado para proteger la propiedad privada”. Hasta frases
populares que decimos a menudo, como vimos, están influenciadas por la idea de
la “protección de la propiedad privada”.
Es por eso que alguien que “roba” (que
toca la propiedad de otro) para los hombres es “malo” y alguien que es
“avariento” no lo es (aunque la avaricia pueda ser una actitud que, en
principio, desagrade a algunos, no suele ser un parámetro en función del
cual los hombres medimos la maldad, que es de lo que estamos hablando). Es por
esto que no aceptamos que la homosexualidad (aunque lo diga Dios) sea un pecado
y aceptamos que robar si lo es (no porque lo diga Dios - que también lo dice -
sino porque afecta nuestra propiedad privada).
La sociedad de hoy (que se da a si
misma leyes que permiten que se maten personas “hasta 12 semanas de gestación”
- el limite podía haber sido 9 o 14 semanas, que importa), es la misma sociedad
que se horroriza cuando lee que, en la antigüedad, los espartanos mataban a los
niños deformes, no aptos para la guerra. La espartana, era una sociedad
altamente militarizada, cuya principal actividad era precisamente la guerra. Yo
me pregunto ¿cuál es la diferencia?. La diferencia es que por lo menos los
espartanos mataban a los niños deformes y con un motivo puntual (equivocado,
por cierto), que en realidad es más lógico que matar hoy a niños (sanos,
incluso) solo para que la mujer “se sienta dueña de su cuerpo” (y después nos
reímos de los espartanos).
La misma mujer que, en occidente y
frente a una computadora - leyendo las noticias en Yahoo - se indigna
por “la falta de libertad que sufren las mujeres en los países musulmanes” (y
es cierto), es la misma mujer que, luego, va y mata una persona (al
practicarse un aborto) y camina tranquila, con la “conciencia
cauterizada”, solo porque es “legal” (porque una ley lo permite).
El hecho es que los hombres
pretendemos que Dios, en tanto Creador de todo lo que existe, tenga nuestro
mismo código moral (la criatura quiere que su creador sea como ella y no al
revés), un código moral que, como vimos, está basado en la idea de la
propiedad, los intereses personales, el individualismo y el egoísmo. Ese es el
dios que los hombres queremos. Un dios hecho a imagen y semejanza nuestra (y no
al revés), que no cuestione “nuestras libertades”.
Eso sí, cuando ocurren cosas
desagradables, preguntamos donde esta Dios, un Dios que hace unos cuantos años
venimos expulsando de nuestra sociedad, de nuestras escuelas, de nuestros hogares
y de nuestras vidas.
QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!