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La historia del profeta Oseas (relatada en el libro
del AT que lleva su nombre), retrata de un modo asombroso la forma en que Dios
nos ha amado, nos ama y nos seguirá amando.
Oseas es un joven profeta, que la Biblia narra que es
soltero, esperando la mujer de su vida. La tradición, en aquel entonces, en
Medio Oriente, era que un profeta debía desposar a una mujer virgen, a una
mujer pura. Por eso siempre se aseguraban de que esas mujeres fueran hijas de
otros profetas. No eran matrimonios arreglados, pero ni siquiera se les ocurría
ver a mujeres que no anduvieran en el templo.
Pero Dios no manda a Oseas a buscar una esposa en el
templo sino que le dice que, en lugar de buscarla entre las vírgenes, como era
la tradición, la busque en la calle. Dios le da la orden de que vaya al peor
vecindario de la ciudad y que ahí se case, luego de conocerla, con una prostituta.
Oseas, 1:2 El
principio de la palabra de Jehová por medio de Oseas. Dijo Jehová a Oseas: Ve,
tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica
apartándose de Jehová. 1:3 Fue, pues, y tomó a Gomer hija de Diblaim, la cual
concibió y le dio a luz un hijo.
No es, como algunos
afirman, que Gomer se prostituyo después de conocer a Oseas sino que el mandato
de Dios fue claro: la mujer que Oseas debía elegir ya debía ser fornicaria.
Y Oseas, que es un hombre puro, un hombre que tiene
que ver con las cosas de Dios, un hombre que estudia la Palabra y no está
acostumbrado a este tipo de transacciones (de hecho no sabe dónde encontrar
este tipo de mujeres), tiene una orden divina de ir y desposarla. Una mujer
extraña, que es objeto de lujuria de extraños. Las propias mujeres detestan a
mujeres así. Se llama Gomer la protagonista de esta historia de amor. Y allí va
Oseas, el profeta, por orden divina.
Esta no es una historia que está en las Escrituras
simplemente como un ejemplo de obediencia total (que lo es), que es la
perspectiva desde la cual siempre se predica este mensaje. ¡Hay que obedecer
como obedeció Oseas!, dicen muchos.
Entonces uno se imagina que Oseas va y hace esta
transacción con esta mujer, Gomer, y que tiene que vivir con ella, con asco.
Pero la obediencia de Oseas (que existió) no es lo medular de esta historia
sino que lo medular es que Oseas amó a Gomer. Es decir, Oseas pudo haber ido a
un sitio oscuro, en obediencia y decir “yo no quiero tener nada que ver con
este tipo de mujer”. Pero cuando la vio, la amo. Oseas amo a Gomer y esto es lo
esencial de esta historia.
Dios creo en Oseas una pasión e hizo que Oseas amara a
una persona “difícil de amar”. Pregunta: ¿conocen ustedes personas “difíciles
de amar”?, ¿hay, en la iglesia, personas “difíciles de amar”?. Cuando nos hacen
esta pregunta, siempre pensamos en otro o en otros y jamás en nosotros mismos.
Pero, mirándote al espejo ¿no serás también, al igual que Gomer, difícil de
amar?. Pero Dios ama gente “difícil de amar”. ¿Cómo lo sé?. Porque yo estoy
escribiendo esto y tú lo estás leyendo. Dios ama gente compleja, complicada,
gente rota, gente controversial.
Esta mujer, Gomer, era una mujer que los adultos
usaban y luego dejaban atrás. Y Oseas se acerca a Gomer para desenredar ese
pasado. Y Oseas no la ve como una prostituta sino como una esposa, la ve como
la madre de sus hijos. Y se enamoró. Oseas se enamoró de una mujer que perdió
el respeto por sí misma. Todos, en ocasiones, hacemos algo que hace que
perdamos el respeto por nosotros mismos. Cuando hay un error, cuando hay algo
en el pasado que no debimos haber hecho y, sin embargo, lo hicimos (consciente
o inconscientemente), sentimos que cargamos con algo más que un pasado de deterioro.
Cargamos con un “muerto en el placar”, es decir, escondemos de la vista pública
algo que nos avergonzaría que sepan los demás (nuestros cónyuges, nuestros
hijos, nuestro pastor). Aún más: pensamos que podemos ocultar ese “muerto en el
placar” a Dios.
Cargamos con una historia de abortos, de intentos de
suicidio, de divorcios, de adulterio, de fornicación. Luego, cuando llegamos al
Señor, empezamos a vivir una temporada de bendición y sentimos que ese pasado
nos cobra una factura impaga. Demasiados “muertos en el placar”. Así estaba
Gomer. Y ahora, un hombre santo y puro le propone matrimonio, pero ella todavía
va a sangrar y no lo va a poder disfrutar. A Oseas no le importa la opinión
ajena sobre su relación con Gomer. Está enamorado y le da a esta mujer
dignidad.
Pero ¿cómo se puede tener un matrimonio santo cuando
uno de los dos no lo es?. ¿Cómo puede haber una relación de santidad cuando uno
de los dos no es santo?. ¿Cómo puede Dios amarte siendo Santo cuando tu no lo
eres, cuando yo no lo soy?. Uno de los dos es pecador y, sin embargo, Dios nos
trata como a su novia. Iremos a las Bodas del Cordero. O sea, Dios nos ve como
una novia pura y no necesariamente porque seamos puros.
La mayoría venimos de vidas corruptas, deterioradas.
Sin embargo, la santidad y el amor de Dios son tan grandes que Él puede formar
una pareja de alguien que no es puro con alguien (El) que si lo es y esto es lo
que está pasando con Oseas y Gomer. Oseas envuelve, con un manto, los hombros
magullados de esta mujer. Saca con amor y dulzura el olor pútrido de la piel
sobre la que estaba toda la lujuria de los hombres que habían transitado por
ella. Y la transforma en “alguien”.
Ahora Gomer es la esposa de “Don Oseas”. ¿Qué es lo
que borra las huellas del pasado?. El amor. Oseas ama a Gomer y la transforma
en “alguien”. La saco de las calles y la metió en su casa. El la lleva a
vecindarios para que se codee con otras damas y que nadie pregunte sobre su
pasado. Oseas besa las heridas de Gomer. La perdona. No me cuentes le dice, si
no suma. No quiero que me ocultes el pasado pero tampoco quiero revolverlo y
hacerte sentir culpable. Así que Oseas la envuelve y va sanando de a poco.
Porque Gomer ve en todos los hombres a un abusador y a un animal depredador
sexual. Pero ahora tiene un hombre dulce, que la acompaña, que la dignifica,
que no la usa, que no la ve como una cosa para dar placer. Y ella se empieza a
sanar.
Y esto es exactamente lo que Dios hace con nosotros
cuando nos empieza a tratar. Cada domingo, el Señor nos da una palabra que nos
sana. Se mete en lo recovecos de nuestra alma, hace una búsqueda arqueológica de
nuestros secretos más oscuros y es cuando experimentamos lo mismo que Gomer. Su
esposo, Oseas, le dice a Gomer “eres una dama” y ella dice si, si. Pero cuando
las cosas se complican, empezamos a ver los errores que cometimos en el pasado
y a veces ese pasado nos gana, porque nos enlaza y nos tira para atrás.
Oseas percibe algo, porque un día la quiso abrazar y
ella no le correspondió. No dice la Biblia que ella no lo amara pero, tal vez,
ella no se sentía digna de tamaño amor. Gomer se sintió incomoda en un lugar
cómodo. Esto sucede con muchas personas que tienen un “pasado pesado”. Las
bendiciones que reciben les son poco familiares. Hay gente que dice “yo no
merezco que me pase esto” o, peor aún, “esto es del diablo”. Y sienten culpa. Y
cuando sientes culpa por algo que Dios te da, ofendes a Dios. ¿Cuánto puede soportar
una pareja en la que él o ella dice te amo y el otro dice no, no?. ¿Quién puede
sentirse bien cuando se da cuenta que el amor que el da no alcanza?. Y esto es
lo que Gomer hace sentir a Oseas.
Esto le paso a Gomer y la Biblia dice que “volvió a sus
amantes”:
Oseas, 3:1 Me dijo otra vez Jehová: Ve, ama a una
mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con
los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de
pasas.
Ahora Oseas debe
ilustrar de una nueva manera el amor de Dios por Israel. Por lo visto, Gomer
había abandonado a su esposo a fin de continuar su inmoral adoración de Baal.
Pero Oseas nunca había renunciado a su amor por ella, aun cuando su corazón
estaba quebrantado. Él debe ir y expresarle otra vez su amor y su cuidado por
ella, tal como Dios haría por los israelitas, aun cuando ellos habían
quebrantado su corazón al volverse a dioses ajenos.
Pero la historia se pone todavía más inquietante,
porque la Biblia dice que tuvieron tres hijos:
Oseas, 1:4 Y le dijo
Jehová: Ponle por nombre Jezreel; porque de aquí a poco yo castigaré a la casa
de Jehú por causa de la sangre de Jezreel, y haré cesar el reino de la casa de
Israel. 1:5 Y en aquel día quebraré yo el arco de Israel en el valle de Jezreel.
El nombre Jezreel del primer hijo de Oseas (que significa "Dios esparce") alude a la matanza de los 70 hijos del malvado rey Acab (que estaba
casado con Jezabel), llevada a cabo por Jehú (2 Reyes, 10:1-8). Aunque Jehú fue
alabado por ejecutar el justo juicio de Dios sobre la casa de Acab (2 Reyes,
10:30), fue demasiado severo.
Oseas, 1:6 Concibió
ella otra vez, y dio a luz una hija. Y le dijo Dios: Ponle por nombre
Lo-ruhama, porque no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que los
quitaré del todo.
El nombre
“Lo-ruhama”, que literalmente significa “no compadecida” o “ella no recibe
compasión ni amor”, implicaba que Dios había dicho que era tiempo de que se
terminara su clemencia.
Oseas, 1:8 Después de
haber destetado a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo. 1:9 Y dijo
Dios: Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré
vuestro Dios.
El tercer hijo de
Gomer se llamó “Lo-ammi”, que significa “no pueblo mío”. Esto daría a entender
que este hijo no era de Oseas. El nombre del niño simbolizaba la interrupción
de la relación de pacto como consecuencia de la continua rebeldía contra Dios y
a causa de la idolatría.
La Biblia da a entender que el tercer hijo no era de
Oseas. Tal vez los primeros dos tampoco lo eran, porque la Biblia habla de
“hijos de fornicación”:
Oseas, 1:2 El
principio de la palabra de Jehová por medio de Oseas. Dijo Jehová a Oseas: Ve,
tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación;
Pero Oseas la siguió amando. La Biblia no dice que
Oseas pidió lo que en ese momento no existía: un examen de paternidad. Oseas no
era un hombre pusilánime, poco inteligente, que no se diera cuenta. Pero la
seguía amando. O sea que, Gomer, estando bajo la dignidad de Oseas, todavía le
seria infiel (como nosotros a Dios).
¿Quién puede decir que, desde que recibió a Cristo en
el corazón, jamás fue infiel a Dios?. Nadie. ¿Quién no tuvo hijos bastardos, vástagos
que no fueron gestados por el Padre, mientras que estábamos en una relación con
Dios?. Porque lo que ocurre es que, cuando Dios ama, aun protege y provee
incluso para aquello que no salió de su voluntad y de su propósito divino.
Muchos de nosotros cometimos errores que son como vástagos. No hablamos de
hijos literalmente. Hablamos de empleos o sociedades en las que nos
involucramos sin consultar a Dios, de relaciones fallidas, de decisiones que
tomamos sin siquiera orar. ¿Y que hace Dios con estos “hijos” que no fueron
concebidos bajo su voluntad?. Aun los protege y provee. ¿O Dios no ha provisto
para tus errores?. ¿O Dios no te ha bendecido aun cuando hiciste las cosas
mal?. Aun Dios bendice a esos “niños” que nacieron de la carne. Muchos venimos
con errores cometidos en el pasado que, cuando llegamos e El, Dios proveyó y
amo. Dios no te dice: tú eres una madre soltera, deshazte de ese hijo bastardo
y luego ven a la iglesia! o tuviste una vida licenciosa, arregla todos los
problemas que ocasionaste y luego ven a la iglesia en santidad!.
Y un día Oseas va al armario y se da cuenta que falta
ropa, va al tocador y esta el set de maquillaje, pero Gomer ya no está. Se fue.
Como no se va a ir, si ella es una víctima del pasado. Está atrapada en esa
casa, como un animal enjaulado y, aunque trata de avanzar, siempre retrocede
hacia su crisis original. No culpen a Gomer. Sucede que un día ella se cansa de
fingir. No debe haber peor cosa que estar con alguien al que no amas y tratar
de consolidar esa relación a fuerza de disciplina, cuando no sientes nada.
El “espíritu de Gomer” nunca se ha ido de la iglesia.
Tenemos un espíritu de adulterio espiritual cuando no amamos y cuando no nos
sentimos amados. Y no hay peor cosa que fingir lo que uno no siente.
Matrimonios que fingen lo que no sienten, pero siguen por el “qué dirán”. Gente
que está en el ministerio y no ama el ministerio, pero esta por el “qué dirán”
o, lo que es peor, por el dinero del diezmo. Y, cuando sucede esto, tarde o
temprano tú te vas a escapar (con escandalo o sin escandalo).
¿Y que hace Dios?. Lo que hace Oseas, que parece
ridículo. Oseas toma una linterna y sale a buscar a su esposa por la noche. Un
hombre de bien no debería preguntarle a otros hombres por el paradero de su
esposa. Sin embargo, Oseas esta tan desesperado que en la noche grita ¡Gomer!,
¡Gomer!.
Al igual que Oseas, a Dios no le importa salir a
buscarte, ir a tu sitio más oscuro, al lugar de la pornografía, al lugar que en
que estas perdido y decir yo estoy dispuesto a amarte si tan solo regresas a
casa. Tan solo tienes que volver a casa y él te cambiara.
Los amigos de Oseas le dice ¡olvídala!, que se haya
ido es lo mejor que te pudo pasar. Pero el verdadero amor no olvida. Es Dios
buscando al que fallo. Cada domingo trae un mensaje que te cala el corazón y,
si no, es mirando un video de una predica o escuchando una canción. Dios se
empecinó con tu vida. Es un sabueso. Te alejas y te atrae. Entiende primero que
eres amado y recién ahí vas a poder dar amor. Si no, no puedes amar. No hay
persona más difícil de amar que aquel que no da nada ni quiere recibir tampoco
nada.
Y Gomer se fue no porque le guste la prostitución sino
porque se siente poca cosa, para tamaño hombre y Oseas la vuelve a encontrar
dice la Biblia:
Oseas, 3:2
La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio
de cebada.
Lo más probable es que ahora Gomer estaba endeudada y a
punto de ser vendida como esclava, como lo permitían las leyes. Ahora Gomer está en una mesa de esclavos. Algo salió mal.
Un esclavo es un eslabón un poco más bajo que las prostitutas, porque, por ser
mujer, seguirá dando favores sexuales pero ahora gratuitos, porque será esclava
de quien la compre. Y cuando Oseas la ve, Gomer estaba casi irreconocible. La
estaban subastando como si no valiera nada, mientras los hombres se mofaban de
ella.
¿Y que hace Oseas?. Busca en su billetera, todo lo que
tiene. Busca en los bolsillos. Y Oseas se vacío los bolsillos y la compro.
Oseas fue y la redimió a un gran precio para él. Esa reacción
de Oseas ejemplifica el amor redentor de Dios por los pecadores, quienes no
tienen manera de redimirse, liberarse ni salvarse a sí mismos.
Y le dijo Oseas:
Oseas, 3:3 Y le dije: Tú serás mía
durante muchos días; no fornicarás, ni tomarás otro varón; lo mismo haré yo
contigo.
Y los hombres se rieron de Oseas porque ¿quién paga
tanto por tan poco?......
¿Quién paga tanto por tan poco?....
¡El Padre da la sangre de su Hijo por tan poco porque
te ama!. Oseas compra a Gomer, la redime. De la misma forma Dios vació sus
bolsillos y dijo ¿qué puedo dar para comprar?. A mi Hijo Unigénito, se respondió:
Juan, 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna.
Dios te compro para que no seas esclavo sino para que
seas esposa otra vez. Te compro para que seas libre y lo elijas.
La historia de amor más grande jamás contada ha sido
escrita con tinta roja (la sangre de Dios).
Este estudio esta basado en el siguiente video de Dante Gebel:
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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
Las siete fiestas del Señor están
repletas de simbolismo y ameritan un cuidadoso estudio. Es importante notar el
orden de estas siete fiestas, porque nos dan el “calendario profético”, tanto para
Israel como para la iglesia. El año religioso empezaba con la Pascua,
la cual es un cuadro de la muerte de Cristo. Al día siguiente del sabat Pascual
(un domingo), los Israelitas celebraban la Fiesta de las Primicias, que es un
cuadro de la resurrección del Señor de entre los muertos. La semana siguiente a
la Pascua se dedicaba a la Fiesta de los Panes sinLevadura, cuando se eliminaba toda levadura
de las casas. Esto ilustra la santificación de los creyentes al quitar el
pecado de sus vidas. Todo esto ocurría en el primer mes del año (Nisán).
Cincuenta días después de la Fiesta de las Primicias está el Pentecostés del
NT, la llegada del Espíritu Santo sobre la iglesia. En el séptimo mes (Tishri)
se celebraban tres fiestas. Abría el mes la Fiesta de las Trompetas, recordándonos
de la reunión del pueblo de Dios cuando el Señor vuelva. El décimo día era el Día
de la Expiación, ilustrando el limpiamiento del pueblo de Dios. Y, desde el
decimoquinto día hasta el vigésimo, los judíos celebraban con gozo las Fiesta
de los Tabernáculos, que es un símbolo de las bendiciones del reino futuro.
El pueblo de Dios es un pueblo
esparcido que debe reunirse, un pueblo pecador que debe limpiarse y un pueblo
sufriente al que se le debe dar gozo. El largo periodo (alrededor de tres
meses) entre Pentecostés y la Fiesta de las Trompetas habla de la presente edad
de la iglesia, cuando Israel se ha dejado a un lado debido a que rechazo a su Mesías.
La Pascua
La Pascua marca el nacimiento de
la nación de Israel y su liberación de la esclavitud. Este gran suceso también
es símbolo de Cristo y de su obra en la cruz (Juan, 1:29, 1 Corintios, 5:7-8, 1
Pedro, 1:18-20).
Como muchos saben, Dios comisiono
a Moisés para que libere a su pueblo Israel de Egipto. Ante la negativa de Faraón
y antes de la décima y última plaga (la muerte de los primogénitos) Dios envió
nuevas plagas sobre Egipto:
[1] la plaga de sangre;
[2] la plaga de ranas;
[3] la plaga de piojos;
[4] la plaga de moscas;
[5] la plaga en el ganado;
[6] la plaga de ulceras;
[7] la plaga de granizo;
[8] la plaga de langostas;
[9] la plaga de tinieblas;
La paciencia de Dios con Faraón
se agotó y su juicio final (la muerte de los primogénitos) era inminente:
Éxodo, 11:1 Jehová dijo a Moisés:
Una plaga traeré aún sobre Faraón y sobre Egipto, después de la cual él os
dejará ir de aquí; y seguramente os echará de aquí del todo. 11:2 Habla
ahora al pueblo, y que cada uno pida a su vecino, y cada una a su vecina,
alhajas de plata y de oro. 11:3 Y Jehová dio gracia al pueblo en los ojos
de los egipcios. También Moisés era tenido por gran varón en la tierra de
Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos del pueblo. 11:4
Dijo, pues, Moisés: Jehová ha dicho así: A la medianoche yo saldré por en medio
de Egipto, 11:5 y morirá todo primogénito en tierra de Egipto, desde el
primogénito de Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la
sierva que está tras el molino, y todo primogénito de las bestias.
Nótese que la muerte vendría a
“todos los primogénitos” (Éxodo, 11:5). ¿Por qué?. Porque todos hemos pecado
(Romanos, 3:23) y la paga del pecado es muerte (Romanos, 6:23). Dios especifica
que el “primogénito” morirá y esto habla del rechazo de Dios a nuestro primer
nacimiento. Mientras no se conviertan, todas las personas son “primogénitos”, lo
cual significa que no han “nacido otra vez” (Juan, 3:3).
Desde el punto de vista humano,
no hay diferencia entre el primogénito de Egipto y el de Israel. La diferencia
fue la aplicación de la sangre del cordero sacrificado en el dintel sobre la
puerta y en los postes laterales de las casas de los israelitas:
Éxodo, 12:7 Y tomarán de la
sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo
han de comer.
Éxodo, 12:12 Pues yo pasaré
aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra
de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en
todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. 12:13 Y la sangre os será por señal
en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no
habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.
Éxodo, 12:21 Y Moisés convocó a
todos los ancianos de Israel, y les dijo: Sacad y tomaos corderos por vuestras
familias, y sacrificad la pascua. 12:22 Y tomad un manojo de hisopo, y
mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos
postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de
las puertas de su casa hasta la mañana. 12:23 Porque Jehová pasará
hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos
postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras
casas para herir.
La sangre del cordero sacrificado
debía untarse en la puerta de la casa. La palabra “lebrillo” puede significar
“umbral”, de modo que la sangre del cordero quedaba en el lugar hueco del
umbral.
La sangre se aplicó al dintel
sobre la puerta y en los postes laterales. Cualquiera que entraba o salía de la
casa pasaba por la sangre. Cristo fue sacrificado en el día catorce del mes de Nisán,
justo cuando los corderos pascuales se estaban ofreciendo. La sangre del cordero
pascual es símbolo de la sangre de Cristo. Todos somos pecadores, pero los que
hemos confiado en Cristo estamos “bajo su sangre” y esta es la más importante
diferencia entre los cristianos y el mundo incrédulo.
El cordero escogido:
Los judíos tenían un calendario
civil y religioso y la Pascua marca el principio de su año religioso (Éxodo,
12:1). La muerte del cordero marca un nuevo comienzo, así como la muerte de
Cristo lo hace para el pecador que cree.
[a] Antes de ser sacrificado:
El cordero debía seleccionarse en
el décimo día (Éxodo, 12:3) e inmolarse “entre las dos tardes” del día catorce
y quince del mes de Nisán (Éxodo, 12:6).
Así Cristo fue el Cordero
ordenado desde antes de la fundación del mundo:
1 Pedro, 1:20 ya destinado desde
antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por
amor de vosotros,
[b] Sin macha:
El cordero debía ser macho y sin
mancha, un símbolo del perfecto Cordero de Dios en quien no hay mancha ni
contaminación:
Éxodo, 12:5 El animal será sin
defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.
1 Pedro, 1:19 sino con la sangre
preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
[c] Probado:
Desde el décimo día (donde eran
seleccionados) hasta el día catorce (donde eran sacrificados), la gente
vigilaba a los corderos para asegurarse de que eran satisfactorios. De igual
manera, Cristo fue probado y observado durante su ministerio terrenal, en
especial durante la última semana, antes de ser crucificado.
El cordero inmolado:
Un cordero vivo era una cosa
hermosa, pero… ¡no podía salvar!. No somos salvos por el ejemplo de Cristo o su
vida sino que somos salvos por su muerte.
¿Por qué debía derramarse sangre?.
Hebreos, 9:22 Y casi todo es
purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace
remisión.
Levítico, 17:11 Porque la vida de
la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el
altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.
Matar un cordero parecía necio a
los egipcios (Egipto es símbolo del mundo), pero siempre fue la manera de Dios
para traer salvación:
1 Corintios, 1:18 Porque la
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios. 1:19 Pues está escrito: Destruiré
la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. 1:20
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este
siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 1:21 Pues ya que en
la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó
a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 1:22 Porque
los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 1:23 pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero,
y para los gentiles locura;
La Fiesta de los Panes sin Levadura
Éxodo, 12:8 Y aquella noche
comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo
comerán. 12:9 Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino
asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. 12:10 Ninguna cosa
dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis
en el fuego. 12:11 Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro
calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente;
es la Pascua de Jehová.
A menudo, descuidamos esta
importante parte de la Pascua: la Fiesta de los Panes sin Levadura. La levadura
es símbolo del pecado: trabaja en silencio, corrompe e hincha y solo se quita
con fuego. Los judíos tenían que quitar toda levadura de sus casas en la
temporada de la Pascua y, durante siete días, no podían comer pan leudado.
La Fiesta de los Panes sin
Levadura es símbolo:
[1] del pueblo de Dios limpiándose
del pecado en su vida; y
2 Corintios, 7:1 Así que, amados,
puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y
de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
[2] del pueblo de Dios alimentándose
del Cordero para tener fuerza para el viaje:
La sangre del cordero fue
suficiente para salvar de la muerte, pero la gente tenía que comer del cordero
para recibir fuerza para su viaje y peregrinaje. La salvación es apenas el
comienzo. Debemos alimentarnos en Cristo si hemos de tener fuerzas para seguirle.
Los cristianos somos peregrinos,
siempre listos para las órdenes del Señor de avanzar:
Éxodo, 12:11 Y lo comeréis así:
ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en
vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.
El cordero debía cocerse al
fuego, lo cual habla de los sufrimientos de Cristo en la cruz. Nada debía
dejarse para más tarde. Ninguna “sobra” puede satisfacer al creyente, porque
necesitamos un Cristo entero. Necesitamos una obra completa en la cruz. Incluso
mas, las sobras pueden dañarse y esto arruinaría el tipo, porque Cristo no vio corrupción
(Salmos, 16:10). Es triste, pero demasiadas personas en la iglesia reciben el
Cordero como salvación de la muerte, pero no se alimentan todos los días del
Cordero.
La Fiesta de las Primicias
Levítico, 23:9 Y habló Jehová a
Moisés, diciendo: 23:10 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis
entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote
una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. 23:11 Y
el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el
día siguiente del día de reposo* la mecerá. 23:12 Y el día que ofrezcáis
la gavilla, ofreceréis un cordero de un año, sin defecto, en holocausto a
Jehová. 23:13 Su ofrenda será dos décimas de efa de flor de harina amasada
con aceite, ofrenda encendida a Jehová en olor gratísimo; y su libación será de
vino, la cuarta parte de un hin. 23:14 No comeréis pan, ni grano tostado,
ni espiga fresca, hasta este mismo día, hasta que hayáis ofrecido la ofrenda de
vuestro Dios; estatuto perpetuo es por vuestras edades en dondequiera que
habitéis.
Esta fiesta estaba reservada para
la tierra de Canaán (la tierra prometida), cuando la gente tendría campos y
cosechas. Sería imposible celebrar tal fiesta en el desierto. El día después
del “sabat Pascual” (domingo, el primer día de la semana), el sacerdote mecía
la primera gavilla de trigo ante el altar, como una señal de que la cosecha
completa pertenecía al Señor. Este es un símbolo de la resurrección de nuestro
Señor, puesto que Pablo le llama “las primicias”:
1 Corintios, 15:20 Mas ahora
Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es
hecho. 15:21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por
un hombre la resurrección de los muertos.
Adorar en el día del Señor (el
domingo) no fue una invención de la iglesia, como muchos creen, ya que, como
podemos ver, estaba escrito en el calendario de Dios siglos antes.
La Fiesta de Pentecostés
Levítico, 23:15 Y contaréis desde el día que
sigue al día de reposo,* desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la
ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. 23:16 Hasta el día
siguiente del séptimo día de reposo* contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis
el nuevo grano a Jehová. La palabra “Pentecostés” significa “cincuenta” y,
precisamente, cincuenta días después de la resurrección de Cristo vino el Espíritu
Santo (Hechos, 2). Durante cuarenta días, Cristo ministro a sus discípulos
(Hechos, 1:3) y durante otros diez días ellos oraron y esperaron a que llegara el Pentecostés. Levítico, 23:17 De vuestras habitaciones traeréis
dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de
harina, cocidos con levadura, como primicias para Jehová. La “ofrenda del nuevo grano” (Levítico, 23:16) se componía
de dos hogazas de pan, lo cual simboliza a los judíos y a los gentiles bautizados
en un solo cuerpo (la iglesia) por el Espíritu Santo: 1 Corintios, 12:13 Porque por un solo Espíritu
fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o
libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Ahora se permite la levadura (Levítico, 23:17), lo
cual es símbolo de que hay pecado en la iglesia de hoy. El sacerdote presenta ahora dos panes y no
gavillas de trigo (Levítico, 23:20), porque ahora los creyentes han sido unidos
en Cristo por el Espíritu (1 Corintios, 12:13). Es después de Pentecostés que tenemos la larga
brecha cuando no hay fiestas. Hay tres fiestas en el primer mes (Nisán) y tres
en el séptimo (Tishri), con Pentecostés entre ellas: Pascua, Primicias, Panes
sin Levadura - Pentecostés – Trompetas, Día de la Expiación, Tabernáculos. Esta larga brecha habla de la presente edad:
la era de la iglesia. Israel ha rechazado al Cordero, por lo que no puede
recibir al Espíritu Santo hasta que no reciba al Mesías. Israel esta esparcido
por el mundo, por lo que no tiene ni templo, ni sacerdocio, ni sacrificio, ni
rey. ¿Cuál es su futuro?. Se ve en las siguientes tres fiestas.
La Fiesta de las Trompetas
Levítico, 23:23 Y habló Jehová a Moisés,
diciendo: 23:24 Habla a los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al
primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas,
y una santa convocación. 23:25 Ningún trabajo de siervos haréis; y ofreceréis
ofrenda encendida a Jehová. Como nación, a Israel se le instruía mediante
las señales de los sacerdotes que tocaban las trompetas (Números, 10). La
Fiesta de las Trompetas ilustra la reunión de Israel cuando las trompetas de
Dios los llamaran desde los extremos de la tierra: Isaías, 27:12 Acontecerá en aquel día, que
trillará Jehová desde el río Éufrates hasta el torrente de Egipto, y vosotros,
hijos de Israel, seréis reunidos uno a uno. 27:13 Acontecerá también en
aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido
esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto,
y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén. Mateo, 24:29 E inmediatamente después de la
tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos
serán conmovidas. 24:30 Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en
el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo
del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran
gloria. 24:31 Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a
sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. Pero las trompetas no solo se tocaran en la 2°
Venida de Cristo (Mateo, 24:29-31) sino también en el rapto de la iglesia: 1 Corintios, 15:51 He aquí, os digo un
misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 15:52 en
un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará
la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados. 1 Tesalonicenses, 4:15 Por lo cual os decimos
esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta
la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 4:16 Porque el
Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios,
descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 4:17
Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos
siempre con el Señor. Los judíos tocaban la trompeta para congregar
a la asamblea y esto es lo que nuestro Señor hará cuando reúna (en el rapto) a
sus hijos. Los judíos también tocaban trompetas para la guerra y, una vez que
Jesucristo haya sacado a todos sus hijos de la tierra (en el rapto), declarara
la guerra a las naciones. El Día de la Expiación
En Israel, a lo largo del año, el pecado se expiaba de la siguiente
manera:
[a] se sacrificaban diariamente dos corderos sin defecto, de un año, uno
a la mañana y otro a la caída de la tarde, por los pecados del pueblo (Éxodo,
29:38-46, Números, 28:1-8);
[b] más todo un sistema de ofrendas compuesto por:
[1] los holocaustos (Levítico, 1:1-17);
[2] las ofrendas (Levítico, 2:1-16);
[3] las ofrendas de paz (Levítico, 3:1-17);
[4] las ofrendas por el pecado (Levítico, 4:1-35, 5:1-13); y
[5] las ofrendas expiatorias (Levítico, 5:14-19, 6:1-7);
El Día de la Expiación o Yom Kippur era un día (anual) de ayuno y aflicción,
en el cual se expiaban los pecados que no se hubieran cubierto a lo largo del
año, por medio del sistema de sacrificios y ofrendas señalados en los apartados
[a] y [b] anteriores.
Características del Día de la Expiación o Yom Kippur:
[a] el sacerdote debía estar solo;
Levítico, 16:17 Ningún hombre estará en el tabernáculo de reunión cuando
él entre a hacer la expiación en el santuario, hasta que él salga, y haya hecho
la expiación por sí, por su casa y por toda la congregación de Israel.
Ningún levita podía ayudar en este importante rito. El sumo sacerdote tenía
que oficiar solo. Así ocurrió con nuestro Señor Jesucristo, Sumo Sacerdote
según la orden de Melquisedec (Hebreos, 4:14-16). Solo Él pudo pagar el precio
por el pecado. Su nación lo rechazo, sus discípulos lo abandonaron y huyeron y
el Padre le desamparo un instante antes de morir en la cruz. Nuestro Señor
Jesucristo resolvió solo la cuestión del pecado, de una vez por todas.
[b] Tenía que dejar a un lado sus gloriosos vestidos;
Levítico, 16:4 Se vestirá la túnica santa de lino, y sobre su cuerpo
tendrá calzoncillos de lino, y se ceñirá el cinto de lino, y con la mitra de
lino se cubrirá. Son las santas vestiduras; con ellas se ha de vestir después
de lavar su cuerpo con agua.
Esto es un símbolo de la venida de nuestro Señor a la tierra como un ser
humano. Dejo a un lado los ropajes de su gloria y tomo la forma de Siervo, como
escribe Pablo:
Filipenses, 2:6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual
a Dios como cosa a que aferrarse, 2:7 sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 2:8 y estando en
la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz.
[c] El
Lugar Santísimo;
El tabernáculo
constaba de las siguientes secciones:
En el Lugar Santísimo, que era el
lugar más sagrado del tabernáculo y que se encontraba al final del mismo y después
de un velo, se encontraba el Arca de la Alianza:
El Arca de la Alianza contenía en
su interior las tablas con los diez mandamientos. La parte superior del Arca,
donde había dos querubines enfrentados con las alas desplegadas, se llamaba “Propiciatorio”
y sobre el mismo el sumo sacerdote vertía la sangre de los animales que habían
sido sacrificados.
Sobre el Arca, a su vez, se
manifestaba la Gloria de Dios, como una luz, llamada “Shekinah”:
De este modo, la sangre quedaba
entre las tablas, cuyas leyes habían sido transgredidas y la Gloria de Dios (la
Shekinah).
Al Lugar Santísimo solo podía
entrar el sumo sacerdote (Aarón y sus sucesores) y no en todo momento:
Levítico, 16:2 Y Jehová dijo a
Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario
detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no
muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio.
[d] El sumo sacerdote entraba al
Lugar Santísimo tres veces:
[1] con el incienso, que es símbolo
de la gloria de Dios:
Levítico, 16:12 Después tomará un
incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños
llenos del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo. 16:13 Y
pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume
cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no muera.
El incienso precedía a la sangre
porque el propósito de la salvación es glorificar a Dios (Efesios, 1:6, 12,
14). Jesús murió no solo para salvar a los pecadores perdidos y darles vida
sino para que Dios fuera glorificado (Juan, 17:1-5).
[2] con la sangre del sacrificio
por sí mismo:
Levítico, 16:6 Y hará traer Aarón
el becerro de la expiación que es suyo, y hará la reconciliación por sí y por
su casa.
Levítico, 16:11 Y hará traer
Aarón el becerro que era para expiación suya, y hará la reconciliación por sí y
por su casa, y degollará en expiación el becerro que es suyo.
Levítico, 16:14 Tomará luego de
la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado
oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella
sangre.
[3] con la sangre derramada por
el pueblo:
Levítico, 16:5 Y de la
congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para expiación, y
un carnero para holocausto.
Levítico, 16:7 Después tomará los
dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del
tabernáculo de reunión. 16:8 Y echará suertes Aarón sobre los dos machos
cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel. 16:9 Y hará
traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo
ofrecerá en expiación. 16:10 Más el macho cabrío sobre el cual cayere la
suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la
reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto.
Levítico, 16:15 Después degollará
el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre
detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del
becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio.
El sumo sacerdote entraba al
Lugar Santísimo primero con el incienso (Levítico, 16:12-13). Después regresaba
a rociar la sangre del becerro por su propio pecado y el de su casa (Levítico,
16:14) y, finalmente, tomaba el macho cabrío designado para morir (Levítico,
16:9), lo mataba como una ofrenda por el pecado del pueblo y entraba al Lugar Santísimo,
por tercera y última vez, llevando la sangre del macho cabrío para rociarla
sobre el propiciatorio y así cubrir los pecados de la nación (Levítico, 16:15).
Luego, llegaba el turno del macho
cabrío que había quedado vivo:
Levítico, 16:20 Cuando hubiere
acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará
traer el macho cabrío vivo; 16:21 y pondrá Aarón sus dos manos sobre la
cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los
hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así
sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un
hombre destinado para esto. 16:22 Y aquel macho cabrío llevará sobre sí
todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío
por el desierto.
El sumo sacerdote colocaba sus
manos sobre la cabeza del animal y confesaba los pecados del pueblo,
transfiriendo simbólicamente la culpa al animal inocente. A esta cabra se la
enviaba lejos al desierto, para nunca más volverla a ver, lo cual es símbolo de
la remoción de los pecados de la nación. Por supuesto, estos ritos no quitaban
el pecado, puesto que las ceremonias tenían que repetirse año tras año. Pero
fueron un símbolo de lo que Cristo haría al morir de una vez por todas por los
pecados del mundo.
Este “chivo expiatorio” es un
símbolo de Cristo, ya que el Señor, luego de que todos los pecados de su pueblo
fueron cargados sobre El, fue crucificado fuera de la ciudad, en el Gólgota.
Levítico, 16:23 Después vendrá
Aarón al tabernáculo de reunión, y se quitará las vestiduras de lino que había
vestido para entrar en el santuario, y las pondrá allí. 16:24 Lavará luego
su cuerpo con agua en el lugar del santuario, y después de ponerse sus vestidos
saldrá,
Luego de completada la tarea, el
sumo sacerdote se quitaba sus vestidos humildes de lino y se ponía los de
gloria. Esto es símbolo de la resurrección y ascensión de Cristo, quien, después
de acabar su obra en la cruz, regreso al Padre en su anterior gloria.
Levítico, 16:29 Y esto tendréis
por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis
vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora
entre vosotros. 16:30 Porque en este día se hará expiación por vosotros, y
seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. 16:31 Día de
reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo.
Levítico, 16:34 Y esto tendréis
como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los
pecados de Israel. Y Moisés lo hizo como Jehová le mandó.
El Día de la expiación era un día
de reposo (Levítico, 16:31), en el cual los israelitas no debían realizar ningún
tipo de trabajo. Esto es símbolo de que la salvación no es por obras sino por
la gracia de Dios (Efesios, 2:8-9).
La Fiesta de los Tabernáculos
Levítico, 23:33 Y habló Jehová a
Moisés, diciendo: 23:34 Habla a los hijos de Israel y diles: A los quince
días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Jehová
por siete días. 23:35 El primer día habrá santa convocación; ningún
trabajo de siervos haréis. 23:36 Siete días ofreceréis ofrenda encendida a
Jehová; el octavo día tendréis santa convocación, y ofreceréis ofrenda encendida
a Jehová; es fiesta, ningún trabajo de siervos haréis.
Levítico, 23:39 Pero a los quince
días del mes séptimo, cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, haréis
fiesta a Jehová por siete días; el primer día será de reposo, y el octavo día
será también día de reposo. 23:40 Y tomaréis el primer día ramas con fruto
de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de
los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete
días. 23:41 Y le haréis fiesta a Jehová por siete días cada año; será
estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo la
haréis. 23:42 En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de
Israel habitará en tabernáculos, 23:43 para que sepan vuestros
descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando
los saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.
Durante siete días los judíos debían
vivir en cabañas o tabernáculos, recordándoles la provisión y protección de
Dios cuando estuvieron en el desierto. Pero también hay una futura Fiesta de
los Tabernáculos para Israel, que será cuando el Rey haya sido recibido y la nación
restaurada (Zacarías, 14:16-21). Así, esta fiesta habla del futuro reino
milenial que Dios ha prometido para los judíos. La Fiesta de los Tabernáculos seguía
a la cosecha (Levítico, 23:39), lo cual nos enseña que Dios reunirá toda su
cosecha antes de que Cristo establezca su reino terrenal. La de los Tabernáculos
debía ser una fiesta de regocijo y no de tristezas.
Hasta aquí las siete fiestas
solemnes de Israel detalladas en Levítico, 16 y 23.
La Fiesta de Hanukkah
Esta fiesta no forma parte de las
siete fiestas tradicionales de Israel (Levítico, 16 y 23). Se incorporó después.
Tras la muerte de Alejandro Magno, cuatro de sus generales, tomaron el reino:
Lisímaco, Seleuco, Ptolomeo y Casandro. Uno gobernó Siria, otro Egipto, otro
Arabia y otro Israel. Y de Siria (gobernada por Seleuco, quien fundó la
dinastía seleucida) salió Antíoco Epifano o Antíoco IV, que profano el templo
de Israel, levantando una imagen de Zeus dentro del mismo y sacrificando un
cerdo en el altar (esta es la “abominación desoladora” de la que hablo el
profeta Daniel).
ANTÍOCO IV
En 167 a.C., Antíoco IV organizó una expedición contra Jerusalén, la
cual saqueó. Según el Libro de los Macabeos, promulgó varias ordenanzas de tipo
religioso: trató de suprimir el culto a Jehová, prohibió el judaísmo,
suspendiendo toda clase de manifestación religiosa, mandó que se comieran
alimentos considerados impuros y trató de establecer el culto a los dioses
griegos. Pero el sacerdote judío Matatías y sus dos hijos llamados
Macabeos consiguieron levantar a la población en su contra y lo
expulsaron.
Los Macabeos fueron una familia numerosa judía, que tomaron las armas
contra los griegos. Y ellos ganaron muchos adeptos. De aquí surgieron los
“zelotes”, que representaron la resistencia armada judía durante la época de la
dominación romana (Barrabas era “zelote”). El imperio griego fue enfrentado por
una minoría judía: los Macabeos.
Cuando la ciudad de Jerusalén estaba sitiada ocurrió un milagro
impresionante, que dio origen a una de la fiesta de Hanukkah. El (segundo)
templo vivió uno de sus días más difíciles. La “Menorah” es el conocido
candelabro de siete brazos que Dios había ordenado construir a Moisés y que se
encontraba en el templo. Este candelabro tenía que permanecer encendido de día
y de noche (no podía apagarse nunca).
Lo que hacía arder a este candelabro era aceite de oliva. Pero la ciudad
de Jerusalén se encontraba sitiada (rodeada) por los griegos y no
había manera de conseguir más aceite, con lo cual este candelabro amenazaba con
apagarse, motivo por el cual los sacerdotes judíos estaban desesperados.
Cuenta la historia que uno de los levitas encontró, en unos pasadizos
secretos del templo, una botella, sin abrir, que contenía aceite de oliva. Este
levita corrió entonces al sumo sacerdote y le mostro la botella que había
encontrado, con el aceite de oliva para hacer arder el candelabro.
La porción encontrada de aceite de oliva en la botella alcanzaba solo
para un día, pero, milagrosamente, alcanzo para hacer arder el candelabro
durante 8 días. Por eso también hay un candelabro que tiene nueve brazos, con nueve
velas y es el candelabro de “Hanukkah”. “Hanukkah” es el nombre de una fiesta
que también se la conoce como la Fiesta de las Luces o la Fiesta de la Dedicación,
recordando la gesta de los Macabeos. ¿Porque tiene nueve velas este
candelabro?. Porque con una vela se van encendiendo las otras ocho, porque el
milagro duro ocho días. Al final de los ocho días Israel venció a los griegos.
Un milagro de Dios, un milagro de sobrevivencia. Los judíos tuvieron que
desarmar el altar, donde se había sacrificado el cerdo, y construir un nuevo
altar. Por eso a la fiesta de “Hanukkah” también se la llama “Fiesta de la Dedicación”,
porque tuvieron que re-dedicar el altar nuevamente a Dios. Sacar las piedras y
colocar nuevas piedras y hacer nuevos sacrificios en el nuevo altar. En esta
fiesta de “Hanukkah”, el candelabro de nueve velas no se enciende todo de
golpe, sino que se enciende una vela por noche.
Recién en la octava noche el candelabro arde completo. Si Israel no
hubiese vencido en la gesta de los Macabeos, Jesucristo no hubiese nacido,
porque lo que pretendían los griegos (impulsados por Satanás, claro está) era
exterminar al pueblo judío, a la nación de Israel, para que precisamente el
Mesías no venga. Tal es la relevancia histórica de la fiesta del “Hanukkah”.
¿Participo el Mesías, en sus días en la tierra, de esta fiesta?.
Juan, 10:22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era
invierno, 10:23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. 10:24 Y
le rodearon los judíos y le dijeron: Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú
eres el Cristo, dínoslo abiertamente. 10:25 Jesús les respondió: Os lo he
dicho, y no creéis;
El versículo anterior dice que “celebrábase en Jerusalén la fiesta de la
dedicación”. La dedicación del templo, sin dudas la fiesta de “Hanukkah”. Era
invierno, dice el versículo. Esto es a mediados de diciembre (Kislev, en el
calendario judío), que es cuando los judíos celebran esta fiesta. Esta fiesta
es tan importante que el mismísimo Mesías la vivió en sus días.
La
Fiesta del Purim
Esta fiesta tampoco forma parte de las siete fiestas tradicionales de
Israel (Levítico, 16 y 23) y su origen lo podemos encontrar en los sucesos que se
relatan en el libro de Ester.
Uno de los propósitos del libro de Ester es proveer una crónica y el
trasfondo histórico de la fiesta judía de Purim (Ester, 3:6-7; 9:26-28) y así
mantener vivo, para las generaciones venideras, el recuerdo de la gran
liberación del pueblo judío en Persia.
Después que los persas conquistaron al imperio babilónico en 539 a.C., el
centro de gobierno de los judíos exiliados se transfirió a Persia. La capital,
Susa, es el lugar de la historia de Ester, durante el reinado de Asuero (su
nombre hebreo), también llamado Jerjes I (su nombre griego) o Jshayarsha (su
nombre persa), que gobernó en 486-465 a.C.. El libro de Ester cubre los años
483-473 a.C. del reinado de Asuero (Ester, 1:3; 3:7) y la mayoría de los
sucesos ocurren en 473 a.C..
Ester llego a ser reina de Persia en 478 a.C. (Ester, 2:16). Cronológicamente,
el episodio de Ester en Persia cae entre Esdras 6 y 7, es decir, entre el
primer regreso de judíos exiliados desde Babilonia y Persia a Jerusalén en 538
a.C., bajo la dirección de Zorobabel (Esdras, 1 al 6) y el segundo regreso
dirigido por Esdras en 457 a.C. (Esdras 7-10).
Aunque el libro de Ester se coloca después de Nehemías en el AT, sus
acontecimientos, en realidad, ocurrieron 30 años antes del regreso de Nehemías
a Jerusalén (en 444 a.C.) para reconstruir el muro. Mientras que los libros postexílicos
de Esdras y Nehemías tratan asuntos que involucran al remanente judío que
regresó a Jerusalén, Ester registra un suceso de crucial importancia entre los
judíos que permanecieron en Persia. La importancia de la reina Ester no se ve
solo en que salvo a su pueblo de la destrucción, sino también en que aseguro su
protección en una tierra extranjera (Ester, 8:17, 10:3). Este acto providencial
hizo posible el servicio de Nehemías (como copero) en la corte del rey
Artajerjes (hijo y sucesor de Asuero o Jerjes I) varias décadas después, así
como también su elección para reconstruir el muro de Jerusalén.
Si Ester y los judíos (incluido Nehemías) hubieran perecido en Persia, el
remanente desamparado en Jerusalén tal vez nunca hubiera reconstruido su ciudad
y el resultado de la historia judía postexilica, de seguro, hubiera sido muy
diferente. Aunque se desconoce el autor del libro de Ester, es evidente en el
libro que conocía personalmente las costumbres persas, el palacio de Susa y
detalles acerca del rey Asuero, lo cual implica que el autor probablemente
vivía en Persia durante el periodo descripto en el libro. Además, el aprecio
del autor por los judíos y su conocimiento de las costumbres judías sugieren
que fue judío. Es probable que el autor fuera un contemporáneo más joven que
Mardoqueo y que este le dio mucha de la información de primera mano del libro,
el cual se puso en su forma actual después de la vida de Mardoqueo (Ester,
10:1-3).
El libro de Ester presenta un análisis de cinco personajes principales de
la historia:
[1] el rey persa Asuero;
[2] su primer ministro, Aman;
[3] Vasti, la reina que precedió
a Ester;
[4] Ester, la hermosa joven judía
que llego a ser reina; y
[5] Mardoqueo, el justo primo de
Ester que la adopto como hija y la cuido en su juventud.
Ester, por supuesto, es la heroína de la historia, Aman es el villano y
Mardoqueo es el héroe que, como el objeto principal del desprecio de Aman, es
vindicado y exaltado al fin. La figura clave de los sucesos del libro es
Mardoqueo, pues influyo en la reina Ester dándole consejos justos.
La providencia de Dios está presente en todas partes del libro. Se ve
primero en la selección de una virgen judía llamada Hadasa (hebreo), Ester
(persa) o Esther (griego), para reina de Persia en una hora crucial de la
historia judía (cap. 1-2 y 4:4). La providencia de Dios es otra vez evidente
cuando Mardoqueo, el primo de Ester que la había criado como su hija (Ester,
2:7), oyó por casualidad un complot para asesinar al rey, lo expuso, salvo al
rey y su hecho quedo registrado en las crónicas reales (Ester, 2:19-34), lo
cual el rey descubrió de modo providencial en el momento preciso, durante el
desvelo de una noche (Ester, 6:1-14). Aman, primer ministro del rey Asuero, que
odiaba a Mardoqueo y a todos los judíos, concibió una trama horrible y
persuadió con engaño al rey de emitir un decreto para aniquilar a todos los
judíos el 13 del mes de Adar (Ester, 3:13).
Mardoqueo le insistió a Ester que intercediera ante el rey por los judíos.
Después de un ayuno de tres días por todos los judíos, Ester arriesgo la vida
al aproximarse al trono del rey sin haber sido invitada (Ester, 4), recibió el
favor del rey (Ester, 5:1-4) y le informó el complot de Aman. Posteriormente,
el rey hizo ahorcar a Aman en la misma horca que este había preparado para
Mardoqueo (Ester, 7:1-10). Un segundo decreto del rey les permitió a los judíos
triunfar sobre sus enemigos (Ester, 8:1 - 9:16).
Esto llego a ser una ocasión de gran celebración y el comienzo de la
fiesta anual de Purim (Ester, 9:17-32). El libro concluye con una nota acerca
de la fama de Mardoqueo (Ester, 10:1-3).
El día catorce del duodécimo mes, los judíos descansaron y se regocijaron
por la liberación de Dios. Mardoqueo se sintió impulsado a declarar festivos
los días catorce y quince del mes de Adar (el mes doce) para que los judíos
conmemoraran la gran liberación y es así que, hasta nuestros días, los judíos celebran
la Fiesta de Purim.
El significado de “Purim” se explica en:
Ester, 9:26 Por esto llamaron a estos días Purim, por el nombre Pur. Y
debido a las palabras de esta carta, y por lo que ellos vieron sobre esto, y lo
que llevó a su conocimiento,
El plural de “Pur” (en hebreo: “suerte”) es “Purim”.
Los
años especiales
El sistema económico de Israel se basaba en tres principios
fundamentales:
[1] Dios poseía la tierra y tenía el derecho de controlarla;
Levítico, 25:23 La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra
mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo.
[2] Dios poseía al pueblo, porque lo había redimido de la esclavitud de
Egipto;
Levítico, 25:38 Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de la tierra de
Egipto, para daros la tierra de Canaán, para ser vuestro Dios.
Levítico, 25:42 Porque son mis siervos, los cuales saqué yo de la tierra
de Egipto; no serán vendidos a manera de esclavos.
Levítico, 25:55 Porque mis siervos son los hijos de Israel; son siervos
míos, a los cuales saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.
[3] los judíos eran una familia (“tu hermano”) y debían preocuparse los
unos por los otros;
Levítico, 25:25 Cuando tu hermano empobreciere, y vendiere algo de su
posesión, entonces su pariente más próximo vendrá y rescatará lo que su hermano
hubiere vendido.
Levítico, 25:35 Y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú
lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo. 25:36 No tomarás
de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu Dios, y tu hermano vivirá
contigo.
Levítico, 25:39 Y cuando tú hermano empobreciere, estando contigo, y se
vendiere a ti, no le harás servir como esclavo.
Josué y el ejército judío conquistaron la tierra de Canaán, pero fue Dios
el que designo la heredad (Josué, 13 al 21). EL pueblo “poseía” la tierra y
disfrutaba de sus productos, pero Dios la poseía en propiedad y determinaba
como se usaría.
El año
sabático
Levítico, 25:1 Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí,
diciendo: 25:2 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado
en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. 25:3 Seis
años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus
frutos. 25:4 Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para
Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña. 25:5 Lo que de suyo
naciere en tu tierra segada, no lo segarás, y las uvas de tu viñedo no
vendimiarás; año de reposo será para la tierra. 25:6 Mas el descanso de la
tierra te dará para comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado, y a tu
extranjero que morare contigo; 25:7 y a tu animal, y a la bestia que
hubiere en tu tierra, será todo el fruto de ella para comer.
El calendario judío del AT funcionaba en una serie de “sietes”. El séptimo
día de la semana era el “sabat”. Siete semanas después de la Pascua venia el Pentecostés
y el séptimo mes del año se celebraba la Fiesta de los Tabernáculos. Cada
séptimo año era el “año sabático” y, después de siete años sabáticos, venia el
año del “jubileo”.
El “año sabático” era la manera de Dios de permitir que la tierra
descansara y restaurara su productividad. Al pueblo no se le permitía tener una
cosecha formal ese año, pero cualquiera podía comer del producto de los campos
y huertos. Dios prometió proveer abundantes cosechas durante el sexto año, de
modo que observar el año sabático era, en realidad, una prueba de fe para el
pueblo. Era también una expresión del amor de Dios por los pobres de la tierra
(Éxodo, 23:11).
Todas las deudas debían remitirse al final del séptimo año:
Deuteronomio, 15:1 Cada siete años harás remisión. 15:2 Y esta es la
manera de la remisión: perdonará a su deudor todo aquel que hizo empréstito de
su mano, con el cual obligó a su prójimo; no lo demandará más a su prójimo, o a
su hermano, porque es pregonada la remisión de Jehová.
Los siervos (esclavos) judíos se suponía que debían servir solo seis
años:
Éxodo, 21:2 Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo
saldrá libre, de balde.
El año sabático era un tiempo de descanso y renovación para la tierra, el
pueblo y los animales que la trabajaban. Era también la oportunidad para un
nuevo comienzo para los que habían experimentado dificultades financieras.
Por desobedecer, entre otras, esta ley (la del año sabático) sobrevino a
Israel los setenta años de desolación (exilio en Babilonia) profetizados por Jeremías.
2 Crónicas, 36:21 para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de
Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de
su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos.
El pasaje anterior da a entender que:
[a] una de las razones del exilio que duro setenta años, fue el descanso
que los judíos no habían dado a la tierra (por su avaricia); y
[b] la Palabra de Dios siempre se cumple;
Jeremías profetizo contra el reino del sur, conformado por las tribus de Judá
y Benjamín, con capital en Jerusalén (donde estaba el templo). El reino del
norte, conformado por las otras diez tribus, con capital en Samaria, ya había caído
(también por su desobediencia) en 722 a.C. bajo el dominio asirio.
Es así que Jeremías profetiza el exilio de sesenta años:
Jeremías, 25:8 Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: Por
cuanto no habéis oído mis palabras, 25:9 he aquí enviaré y tomaré a todas
las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi
siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas
estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por
burla y en desolación perpetua. 25:10 Y haré que desaparezca de entre
ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz de desposado y la voz de
desposada, ruido de molino y luz de lámpara. 25:11 Toda esta tierra será
puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia
setenta años.
En cumplimiento de esta profecía de Jeremías, el imperio babilónico,
comandado por el rey Nabucodonosor, invade, en 586 a.C., el reino del sur, destruyendo
la ciudad de Jerusalén y el templo.
Los profetas, a menudo condenaron a los líderes judíos y ricos por tratar
despiadadamente a los pobres. Si se hubiera observado la ley del año sabático,
se hubiera impedido que los pobres perdieran sus tierras y que los ricos
acumularan grandes propiedades y, probablemente (porque hubo algunas otras
razones, entre ellas, la idolatría), la profecía de Jeremías de los setenta años
de exilio no hubiese existido.
Durante la Fiesta de los Tabernáculos, en cada año sabático, los
sacerdotes debían leer y explicar al pueblo el libro de Deuteronomio (donde Moisés
repaso toda la ley, antes de morir):
Deuteronomio, 31:9 Y escribió Moisés esta ley, y la dio a los sacerdotes
hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehová, y a todos los ancianos
de Israel. 31:10 Y les mandó Moisés, diciendo: Al fin de cada siete años,
en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, 31:11 cuando
viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él
escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos.
Era algo así como una conferencia bíblica que duraba una semana, durante
la cual se le recordaba al pueblo lo que Dios había hecho por ellos y de lo
que, a su vez, El esperaba de ellos. El pueblo de Dios necesitaba que alguien
le enseñara su Palabra, porque cada nueva generación necesitaba aprenderla y
las viejas generaciones necesitaban recordarla.
El año
del jubileo
Levítico, 25:8 Y contarás siete semanas de
años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años
vendrán a serte cuarenta y nueve años. 25:9 Entonces harás tocar
fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la
expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. 25:10 Y
santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus
moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión,
y cada cual volverá a su familia. 25:11 El año cincuenta os será jubileo;
no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis
sus viñedos, 25:12 porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto
de la tierra comeréis. 25:13 En este año de jubileo volveréis cada uno a
vuestra posesión. 25:14 Y cuando vendiereis algo a vuestro prójimo, o
comprareis de mano de vuestro prójimo, no engañe ninguno a su hermano. 25:15
Conforme al número de los años después del jubileo comprarás de tu prójimo;
conforme al número de los años de los frutos te venderá él a ti. 25:16
Cuanto mayor fuere el número de los años, aumentarás el precio, y cuanto menor
fuere el número, disminuirás el precio; porque según el número de las cosechas
te venderá él. 25:17 Y no engañe ninguno a su prójimo, sino temed a
vuestro Dios; porque yo soy Jehová vuestro Dios. Levítico, 25:23 La tierra no se venderá a
perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros
sois para conmigo. 25:24 Por tanto, en toda la tierra de vuestra posesión
otorgaréis rescate a la tierra. La palabra “jubileo” procede de la palabra
“yobel”, que significa “cuerno de carnero”. Este año especial se anunciaba con
el toque de trompetas en el Día de la Expiación o Yom Kippur. De esta manera,
el año comenzaba con ayuno y arrepentimiento conforme la nación confesaba sus pecados
al Señor (Levítico, 16). Durante el año del jubileo, el pueblo
reclamaba la tierra que se había vendido, de modo que no saliera del control de
la familia o tribu. Y los judíos que compraran propiedad calcularían el precio
hasta el próximo año del jubileo, cuando la tierra volvería a su dueño original.
Cuanto alimento produciría en ese tiempo era una consideración principal. Como
en el año sabático, la tierra debía descansar durante el año del jubileo. El
pueblo tenía que confiar en que Dios les proveería lo que necesitaban para el
año sabático (el año cuarenta y nueve), el año del jubileo (el año cincuenta) y
el año cincuenta y uno (cuando volverían a sembrar). No habría nueva cosecha sino
hasta el año siguiente. El pueblo no poseía la tierra, por lo que no podían
venderla para siempre (Levítico, 25:23). Dios les dio la tierra (Génesis,
12:1-3, 15:7, 17:8, Deuteronomio, 5:16) y les permitió usarla, pero siempre la controlaría
El. El pueblo debía andar en el temor del Señor y no usar su riqueza para
oprimirse mutuamente. Los esclavos se liberaban durante este año
especial y así las familias se reunían de nuevo. El año del jubileo señala la edad del reino,
cuando Cristo Jesús reinara en gloria y cumplirá las promesas hechas al pueblo
judío. En un sentido espiritual, el año del jubileo es un símbolo de nuestra
vida cristiana. En Lucas, 4:16-19, el Señor cita Isaías, 61:1-2: Lucas, 4:16 Vino a Nazaret, donde se había
criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y
se levantó a leer. 4:17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y
habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 4:18 El
Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas
nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A
pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a
los oprimidos; 4:19 A predicar el año agradable del Señor. Al leer del AT en la sinagoga aquel sabat en
Nazaret, Jesucristo se detuvo en “el año agradable del Señor” (Lucas, 4:19),
que se refiere al año del jubileo. El Señor no leyó “el día de la venganza de
nuestro Dios” (Isaías, 61:2), porque ese día de juicio no vendrá sino hasta que
Dios haya concluido su programa presente de “tomar de ellos pueblo para su
nombre” (Hechos, 15:14). QUE DIOS LOS BENDIGA!