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En el libro de Lucas podemos
leer:
Lucas, 10:38 Aconteció que
yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su
casa. 10:39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a
los pies de Jesús, oía su palabra. 10:40 Pero Marta se preocupaba con muchos
quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me
deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 10:41 Respondiendo Jesús, le
dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 10:42 Pero
sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le
será quitada.
En estos pasajes Marta y Maria
representan dos perfiles de cristianos. Marta esta afanada por servir, mientras
que Maria decide sentarse a los pies de Jesus a oir su palabra. Cuando Marta le
pide a Jesus que reprenda a Maria porque la deja sola a la hora de servir,
Jesus le da a entender a Marta que Maria es la que, en realidad, ha entendido
de manera cabal cual es el modo correcto de relacionarse con Dios.
Es cierto que en cualquier
iglesia hay cosas para hacer y que alguien las tiene que hacer. Pero cuando
servir a Dios es mas importante que estar en su presencia, hemos levantado un
altar en nuestro corazon a un idolo llamado “servicio a Dios”.
A veces, por servir el Rey,
nos olvidamos de pasar tiempo con el Rey.
En el proceso de maduracion de
nuestra relacion con Dios, yo he observado (primero en mi, luego en otros), dos
tipos de anomalias o desvios:
[1] Por un lado, a veces nuestra
relacion con Dios esta mediada por cosas, cuando deberia ser al reves, es
decir, que nuestra relacion con las cosas este mediada por Dios. Por ejemplo,
si un musico, que forma parte del Ministerio de Alabanza en una iglesia, se
relaciona con Dios a traves de su instrumento (guitarra, teclado, bajo,
bateria, etc.), su relacion con Dios esta mediatizada por una cosa (entre el y
Dios esta su instrumento). En relidad, su relacion con su instrumento es la que
tiene que estar mediada por Dios (entre el y su instrumento debe estar Dios).
Lo mismo puede suceder con cualquier otro ministerio;
[2] Por el otro, tenemos la
tendencia a querer agradar a Dios haciendo cosas para El; Todos, en algún
momento de nuestras vidas, hemos incurrido en estos dos errores.
Pero, aunque nos cueste
entenderlo, no hay nada que podamos hacer para que Dios nos ame mas de lo que ya
nos ama. Dios no nos amo porque envio a su Hijo a morir por nosotros. Fue al
reves: de tal manera amo Dios al mundo que (a causa de ello) envio a su hijo a
morir por nosotros (Juan, 3:16). La cruz fue la consecuencia (y no la causa)
del amor de Dios hacia nosotros. El amor fue primero, luego vino la cruz.
Para Dios somos especial
tesoro (Malaquias, 3:17), linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,
pueblo adquirido por Dios (1 Pedro, 2:9).
Ya no somos nuestros dueños,
porque fuimos comprados por precio (1 Corintios, 6:19-20).
¿A veces sientes que no vales
nada o que Dios te va a amar mas si haces mas cosas para El?. Te informo que el
precio pagado por ti (antes que hicieras algo para Dios) no fue oro, ni plata,
ni piedras preciosas sino algo mucho mas valioso que todo eso: la sangre misma
de Dios fue derramada en la cruz del calvario (1 Pedro, 1:18-19).
Un pequeño lapso de tiempo en
la presencia de Dios vale mas que la vida misma.
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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
Muchos
predicadores (apóstoles, profetas, evangelistas, pastores o maestros), cuando
sueltan (hablan, comunican) una palabra de Dios, escrita en la Biblia o
revelada, dirigida a la congregación o a alguien en particular, a continuación
dicen: “usted tiene que creer esta palabra para que se cumpla!”, dando a
entender que la palabra soltada podría no cumplirse si no se la ha escuchado
con fe suficiente como para “arrebatarla”. En algunas iglesias, incluso, se
acostumbra a “sellar” la palabra con dinero para “asegurar” su cumplimiento. Yo
siempre me pregunte si todo esto era bíblico hasta que un día fui a las
Escrituras y me encontré con que la Palabra de Dios no necesita nada, fuera de ella
misma, para ver su cumplimiento. En la Palabra de Dios reside el poder que
habita en aquel que la pronuncio y que no es otro que Dios. Las
siguientes afirmaciones, donde Dios se refiere a su Palabra, dejan poco espacio
para la duda:
[a]
Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero (Isaías, 46:10);
[b]
Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré (Isaías, 46:11); y
[c]
así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará
lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié (Isaías,
55:11);
Entonces
¿por qué, a veces, una palabra que, supuestamente, viene de parte de Dios no se
cumple si, como ya empezamos a vislumbrar, la Palabra de Dios se cumple
siempre?.
Características de la Palabra
de Dios
La
siguiente lista no pretende ser exhaustiva sino tan solo ejemplificativa:
[+]
la Palabra de Dios tiene poder para crear;
La
Biblia dice que el universo entero fue creado por la Palabra de Dios:
Hebreos,
11:3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de
Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
La
palabra “constituido” aquí significa “creado de la nada”. Cuando Dios creo el
universo no había nadie que “creyera” en esa Palabra y, sin embargo, el
universo fue creado de todos modos. Solo estaban los ángeles. Y sabemos que
Dios creó a los ángeles antes de que creara el universo físico porque el libro
de Job describe a los ángeles adorando a Dios mientras Él estaba creando el
mundo:
Job,
38:4 ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber,
si tienes inteligencia. 38:5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes?
¿O quién extendió sobre ella cordel? 38:6 ¿Sobre qué están fundadas
sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, 38:7 Cuando alababan
todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?
En
la actualidad, la mayoría del mundo es incrédulo, es decir, no cree ni en Dios
ni en la Biblia y no por eso la Palabra de Dios dejara de cumplirse. La Palabra
de Dios es poderosa porque poderoso es el que la dijo.
[+]
La Palabra de Dios es el Verbo, es decir, el Hijo de Dios;
Juan,
1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
1:2 Este era en el principio con Dios. 1:3 Todas las cosas por él fueron
hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
Jesucristo
es la Palabra de Dios, la Biblia hecha persona. Los versículos de Génesis, 1:3
(la luz), 1:6 (la expansión de los cielos), 1:9 (el surgimiento de la tierra),
1:14 (las estrellas, el sol y la luna), 1:20 (los peces y las aves), 1:24-28 (los
animales terrestres y el hombre) comienzan todos con la expresión “Y Dios
dijo”. Esto significa que Dios creo todo hablando, menos al hombre que lo formo
del polvo de la tierra, soplando aliento de vida (espíritu) sobre el (Génesis,
2:7).
Podemos
ver, entonces, al Padre creando por medio de la Palabra (el Hijo) y al Espíritu
Santo moviéndose sobre la faz de las aguas (Génesis, 1:1). La Trinidad en pleno
durante la creación.
[+]
la Palabra de Dios es eterna;
Mateo,
24:35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
[+]
La Palabra de Dios es vida eterna (trae salvación);
Juan,
12:50 Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo
hablo como el Padre me lo ha dicho.
La
Palabra de Dios produce fe:
Romanos,
10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
La
fe es lo que permite entrar en la gracia:
Romanos,
5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo; 5:2 por quien también tenemos entrada por la fe a
esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios.
Y
la gracia es la causa de la salvación:
Efesios,
2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
[+]
La Palabra de Dios es “eficaz” en sí misma, lo cual significa que tiene la
capacidad de alcanzar un objetivo o propósito y produce siempre el efecto
esperado:
Hebreos,
4:12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y
los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
La
Palabra de Dios no necesita ser sometida a ningún proceso para que adquiera,
durante el mismo, unas características que no tenía antes del mismo y que la
hagan más eficaz.
[+]
la Palabra de Dios no requiere nada, fuera de ella misma, para ser interpretada
(solo la guía del Espíritu Santo);
2
Pedro, 1:20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es
de interpretación privada,
[+]
la Palabra de Dios no fue traída por voluntad humana sino que fue inspirada por
Dios;
2
Pedro, 1:21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que
los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
[+]
la Palabra de Dios impacta en el mundo natural;
1
Reyes, 17:1 Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a
Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia
ni rocío en estos años, sino por mi palabra.
1
Reyes, 18:41 Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia
grande se oye. 18:42 Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre
del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. 18:43
Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y
dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. 18:44 A la
séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un
hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y
desciende, para que la lluvia no te ataje.18:45 Y aconteció, estando en esto,
que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y
subiendo Acab, vino a Jezreel. 18:46 Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el
cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel.
En
la época en la que Elías ejerció su ministerio, los cielos se cerraron y luego
fueron abiertos (aunque fue pronunciada por Elías) solo por la Palabra de Dios.
[+]
la Palabra de Dios tiene poder para juzgar;
Juan,
12:47 Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he
venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 12:48 El que me rechaza, y no
recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le
juzgará en el día postrero.
[+]
Dios Padre es la fuente de la Palabra de Dios;
Juan,
12:49 Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él
me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.
[+]
la Palabra de Dios es, en esencia, profética;
Isaías,
46:9 Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy
Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, 46:10 que anuncio lo por
venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que
digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; 46:11 que llamo desde
el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo
haré venir; lo he pensado, y también lo haré.
[+]
la Palabra de Dios siempre se cumple;
Isaías,
55:10 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve
allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al
que siembra, y pan al que come, 55:11 así será mi palabra que sale de mi boca;
no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en
aquello para que la envié.
Lo intrínseco y lo extrínseco
Todas
las características que hemos visto de la Palabra de Dios son “intrínsecas”, es
decir, están en su propia naturaleza y tienen que ver con quien la pronuncio y
que no es otro que Dios mismo. La Palabra de Dios no necesita nada, fuera de
ella misma, para cumplirse. El cumplimiento seguro de la Palabra de Dios es una
característica “intrínseca” (y no “extrínseca”) de ella.
Tomemos
el ejemplo de un metal como el hierro para que se entienda.
Mientras
la “dureza” del hierro es una característica “intrínseca”, el “oxido” (de
hierro) es una característica “extrínseca”. Mientras la “dureza” está en la
naturaleza del hierro, por su condición de metal duro, el “oxido” (de hierro),
en cambio, solo aparece cuando el hierro es sometido a un entorno de humedad. Mientras
la “dureza” es una característica inherente al hierro, el “oxido” es una característica
adquirida por el hierro, solo cuando este es sometido a un determinado entorno.
De
tal forma, una característica es “intrínseca” cuando está indisolublemente
ligada a la naturaleza del objeto en cuestión y es “extrínseca” cuando esa característica
es adquirida por el objeto al interactuar con el entorno.
El
mismo análisis puede hacerse con cualquier otro objeto. Por ejemplo, el agua.
El estado líquido es la característica natural (intrínseca) del agua. Pero
puede adquirir un estado sólido o gaseoso (características extrínsecas), si se
la somete a un entorno de temperatura bajo cero o al calor excesivo,
respectivamente.
Mientras
que lo “intrínseco” es lo “inherente o lo que está en la propia naturaleza del
objeto”, lo “extrínseco” es lo adquirido por el objeto cuando el mismo es
sometido a un determinado entorno. Una cosa es una característica inherente (intrínseca)
y otra cosa es una característica adquirida (extrínseca).
La
Palabra de Dios está indisolublemente ligada a su emisor. Dios no depende de
nada, ni de nadie sino solo de sí mismo. Igual es con su Palabra. No existe ningún
factor externo que pueda hacer que la Palabra de Dios se cumpla o no se cumpla.
El carácter de la profecía
Existen
dos formas (una más generalizada que la otra) de ver las profecías.
Actualmente,
la idea que la mayoría de los cristianos tienen de la profecía está más
asociada a una palabra (dirigida a una congregación o a una persona en
particular) que Dios revela a un profeta, que no está escrita en la Biblia y
que, por lo general, está referida al futuro. Esta es la idea más generalizada
que se tiene acerca de lo que es una profecía en la actualidad.
Según
esta concepción, toda profecía es Palabra de Dios, aunque no toda la Palabra de
Dios es profética.
Pero
hay otra idea (a la que adherimos) y que consiste en lo siguiente. Aunque por
lo general asociamos la profecía con el futuro, profetizar, en esencia, implica
hablar Palabra de Dios y la misma puede estar referida al pasado, al presente o
al futuro. Profetizar no siempre implica visualizar el futuro, aunque los
profetas de la Biblia (AT y NT) vieron el futuro y lo escribieron. Profetizar,
ante todo, significa hablar palabra de Dios. Cuando se predica un mensaje
basado en la Escritura y bajo la dirección del Espíritu Santo, se está
profetizando, porque no se está hablando la propia palabra humana, sino la
palabra de Dios. Profetizar significa, ante todo, proclamar la Palabra de Dios.
Según
esta concepción, toda Palabra de Dios es profética y toda profecía es Palabra
de Dios, con lo cual toda profecía goza de las mismas características de la
Palabra de Dios, vistas más arriba.
Dicho
sea de paso, el que profetiza (el que predica o proclama la Palabra de Dios),
lo hace para (1) edificar, (2) exhortar y (3) consolar:
1
Corintios, 14:3 Pero el que profetiza habla a los hombres
para edificación, exhortación y consolación.
Donde
edificar significa “enseñar”, exhortar significa “marcar un error y animar a
corregirlo” y consolar significa “aliviar (no quitar) la pena de alguien”.
Tratamiento de las profecías en
la iglesia del NT
[+]
La profecía actual debe ser juzgada a la luz de la Palabra de Dios Escrita (la
Biblia):
1
Corintios, 14:29 Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Las iglesias que no juzgan las profecías que reciben están condenadas a sufrir continuos desencantos y desilusiones.
Debe
mantenerse con claridad, por otra parte, la distinción entre la profecía como don espiritual (1
Corintios, 12:10) y la profecía como parte de las Sagradas Escrituras, aun
cuando, en ambos casos, la profecía se haya recibido por el Espíritu Santo. Los
escritores de la Biblia recibieron sus mensajes por inspiración directa del Espíritu
Santo y lo comunicaron sin error alguno. Así se produjo un mensaje infalible.
Para
el apóstol Pedro la palabra escrita (la Escritura) contiene la palabra profética
más segura:
2
Pedro, 1:19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta
que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
1:20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de
interpretación privada, 1:21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo.
En
cambio, es un error asignar a la profecía como don espiritual del NT (1
Corintios, 12:10) la misma autoridad o infalibilidad que a la profecía
contenida en las Escrituras. Aunque venga también por el impulso del Espíritu
Santo, jamás debe considerarse infalible esta clase de profecía (el don
espiritual de 1 Corintios, 12:10), ya que el mensaje que contiene esta siempre
sujeto a la confusión y al error humanos. Por eso jamás deben ponerse al mismo
nivel la profecía actual con las Escrituras.
[+]
Si una iglesia no ha establecido métodos apropiados y ordenados para juzgar las
profecías, ha hecho caso omiso de las enseñanzas bíblicas al respecto:
1
Corintios, 14:40 pero hágase todo decentemente y con orden.
[+]
Para Pablo, la profecía no es un impulso irresistible del Espíritu Santo, ya
que solo podía hablar un profeta a la vez:
1
Corintios, 14:30 Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado,
calle el primero. 14:31 Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que
todos aprendan, y todos sean exhortados.
Esto
contrasta notablemente con algunos predicadores de hoy que, según podemos
observar, mientras están predicando, hacen gestos ampulosos y ademanes para
demostrar que están recibiendo, “on line” y de manera irresistible, la palabra profética.
[+]
Actitud de la iglesia frente a las profecías:
[1]
Cuando la profecía se refiere al cumplimiento de un hecho que está en el
futuro:
[a]
Si una profecía contradice las Escrituras, aunque se cumpla, no es de Dios:
Deuteronomio,
13:1 Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te
anunciare señal o prodigios, 13:2 y si se cumpliere la señal o prodigio que él
te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y
sirvámosles; 13:3 no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal
soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si
amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma.
[b]
Si una profecíano contradice las
Escrituras, los creyentes deben esperar inevitablemente el paso del tiempo para
esperar su cumplimiento y confirmar que efectivamente esa profecía provino de
Dios;
[2]
Cuando la profecía es una exhortación, la iglesia debe:
[a]
ver que la profecía no contradiga las Escrituras; y
[b]
auto examinarse y ver sino debe corregir alguna actitud;
Por qué las profecías a veces
no se cumplen
No
resulta difícil evaluar si un predicador (apóstol, evangelista, pastor o
maestro) está predicando un mensaje que contradice las Escrituras. Alguien en
la congregación, tarde o temprano, se dará cuenta.
Tampoco
resulta difícil evaluar sin un músico (levita), por más que sea una verdadero
adorador, toca bien un instrumento o afina al cantar. Lo mismo ocurre con un
ujier o un portero que tratan mal a los miembros que llegan a la congregación.
Se
trata, en todos los casos, de situaciones que podemos percibir con nuestros
sentidos. Como dijo Abraham Lincoln: “se puede engañar a todos algún tiempo o a
algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Resulta
un poco más complejo, sin embargo, evaluar a un profeta.
Uno
de los argumentos más populares a la hora de explicar porque una profecía
referida al futuro (que no contradice la Escrituras) no se ha cumplido, es
afirmar que la misma no fue “creída” o “arrebatada” por su destinatario. Pero
ya vimos que la palabra de Dios (incluidas las profecías) no depende de nada
fuera de ella misma para su cumplimiento. El cumplimiento es una característica
“intrínseca” de la Palabra de Dios (por el solo hecho de que Dios la dijo). Lo
mismo resulta aplicable cuando se habla de “sellar” (con dinero) la palabra
recibida para “asegurar su cumplimiento”.
Una prueba más
de que la Palabra de Dios no necesita ser creída por el destinatario para
cumplirse es la importante cantidad de profecía que contiene la Biblia dirigida
a naciones extranjeras:
[1] libros del
AT que, en forma exclusiva, contienen profecía dirigida a naciones extranjeras;
[a] Jonás y
Nahúm (profecía contra Nínive, capital de Asiria):
Nahúm proclamó
su profecía contra Nínive antes de su caída en 612 a.C.. bajo el dominio de los
medos y de los babilonios.
Alrededor de 633
a.C. el imperio asirio comenzó a dar muestras de debilidad y los medos atacaron
Nínive. Estos volvieron a atacar, esta vez junto a Babilonia y Susa, en 625
a.C.. En 612 a.C., nuevamente babilonios y medos se volvieron a aliar para
el asalto de la ciudad. El asedio duró tres meses, durante los cuales
se emplearon todo tipo de tácticas, como desviar el curso de un rio o atacar a
la vez por varios flancos para debilitar la defensa asiria.
El ataque final
se produjo por el cauce ya seco del río. Nínive cayó y fue arrasada hasta los
cimientos. El imperio asirio llegó a su final cuando babilonios y medos se
repartieron sus provincias.
Un siglo antes,
Dios había enviado a Jonás a predicar a la ciudad de Nínive, la capital de
Asiria. Por un breve tiempo, los asirios se arrepintieron de sus pecados, pero
algún tiempo después regresaron a su conducta malvada.
[b] Abdías
(profecía contra Edom):
Hay una alusión
histórica en el libro de Abdías a una ocasión en la que los edomitas se
regocijaron de una invasión a Jerusalén y aun participaron en el saqueo (Abdías,
1:11-14). Esta invasión fue la de los filisteos y árabes durante el reinado de
Joram en 848 – 841 a.C. (2 Crónicas, 21:16-17). Poco antes de este suceso, lo
edomitas (que habían estado bajo el control de Jerusalén) se las habían
arreglado para liberarse (2 Crónicas, 21:8-10).
Es muy lógico su
regocijo por la caída de Jerusalén por parte de Edom. Parte del trasfondo del
libro de Abdías recuerda a Génesis, 25:19-34 y 27:1 – 28:9, es decir, a la
rivalidad entre Esaú (padre de los edomitas) y Jacob (padre de las doce tribus
de Israel). Aunque se lee en Génesis acerca de la reconciliación de estos dos
hermanos (Génesis, 33), el odio entre sus descendientes a menudo estallóen guerra a través de la historia bíblica
(Números, 20:14-21, 1 Samuel, 14:47, 2 Samuel, 8:14, 1 Reyes, 11:14-22). De
conformidad con su historia de hostilidad, los edomitas se alegraron siempre de
las adversidades de Jerusalén.
[2] libros del
AT que, en forma parcial, contienen profecía dirigida a naciones extranjeras:
[a] Isaías, 13
al 23, contiene profecías contra las naciones contemporáneas de Judá acerca de
su pecado y del juicio venidero de Dios;
[b] Jeremías, 25 – 29, 46 – 52, contiene referencias
a sucesos internacionales que comprenden a Babilonia y otras naciones;
[c] Ezequiel, 25
– 32, contiene profecías del juicio contra siete naciones extranjeras que se
alegraban de la calamidad de Judá; en la profecía excepcionalmente larga contra
Tiro aparece una descripción velada de satanás (Ezequiel, 28:11-19), como el
verdadero poder que respalda al rey de Tiro;
Ninguna
de todas estas naciones extranjeras contra las cuales profetizaron los profetas
de Dios creían en Dios (todas eran paganas). Pero la Palabra de Dios se cumplió
finalmente contra todas ellas.
Otro
de los argumentos, no menos popular que el anterior, a la hora de explicar
porque una profecía referida al futuro (que no contradice la Escrituras) no se
ha cumplido, es afirmar que el pecado o la desobediencia de su destinatario han
impedido su cumplimiento.
Es
cierto que el pecado puede retardar el recibir una bendición prometida por Dios
o el cumplimiento de una profecía, mientras ese pecado permanezca inconfesado
(1 Juan, 1:9). Pero si la persona es verdaderamente salva (cristiana), tarde o
temprano el Espíritu Santo que mora en ella (1 Corintios, 3:16, 6:19, Efesios,
1:13-14, 2 Corintios, 1:22), mediante la convicción de pecado (Juan, 16:8), la
guiara hacia el arrepentimiento e inevitablemente hacia la confesión (1 Juan,
1:9), todo lo cual es una obra del Espíritu Santo. Tarde o temprano, la barrera
que impide el cumplimiento de la profecía será levantada, con lo cual la profecía
vera su cumplimiento y podrá ser juzgada como verdadera.
Tampoco
es verdad que la desobediencia impida el cumplimiento de una profecía. Al igual
que el pecado, la puede retardar pero no impedir. Los ejemplos bíblicos son
varios y bastante conocidos.
El
más emblemático, quizás, sea el del profeta Jonás. Todos, más o menos,
conocemos la historia relatada en el libro que lleva su nombre. Dios comisiono
a Jonás para que profetice contra la ciudad de Nínive (Jonás, 1:1-2). Pero Jonás
desobedeció a Dios y huyo en la dirección contraria, rumbo a Tarsis (Jonás,
1:3). Por un lado, Nínive era la capital de Asiria y los asirios eran enemigos históricos
de Israel. Por el otro, Jonás sabia de la misericordia de Dios y también sabía
que si los ninivitas se arrepentían gozarían del perdón de Dios. Esto es lo que
llevo a Jonás a huir (de Dios) rumbo a Tarsis.
Pero
Dios, para entorpecer el plan de Jonás, envió una gran tempestad que “pareció
que partiría la nave” en la que se encontraba (Jonás, 1:4). Es así que los
marineros y el patrón de la nave echaron suertes y la suerte señalo a Jonás
como causante de la tempestad (Jonás, 1:7). Presionado por los tripulantes del
barco Jonás tuvo que declarar que huía de la presencia de Dios (Jonás, 1:10),
por lo que el mismo sugirió que la solución era que lo arrojasen al mar (Jonás,
1:12). Y así lo hicieron: echaron a Jonás al mar y “el mar se aquieto de su
furor” (Jonás, 1:15). Pero Dios tenía preparado un gran pez que trago a Jonás,
en el cual estuvo tres días y tres noches (Jonás, 1:17).
Luego
de la oración de Jonás (Jonás, 2), cuando finalmente el gran pez lo vomitó en
tierra, en el comienzo del capítulo 3 podemos leer:
Jonás,
3:1 Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: 3:2 Levántate
y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te
diré.
Esto
significa que, aun después de haber desobedecido y de haber sido librado de las
consecuencias de la desobediencia, la palabra profética todavía seguía sobre Jonás.
La desobediencia puede hacer el camino más largo (Jonás tuvo que desandar lo
que había avanzado hacia Tarsis) y, por ende, retardar pero jamás impedir el cumplimento
de la profecía que fue soltada sobre nosotros.
Los
otros casos emblemáticos son los de Abraham y Jacob:
[+]
Abraham quería tener un hijo y esto estaba en la voluntad de Dios (Génesis,
15:3-4). Abraham recibió la promesa de un hijo a los 75 años y la misma se
cumplió (en Isaac) cuando tenía 100 años (Génesis, 21:5). Pero en el medio
aparecieron las dudas y Abraham (de 86 años) tuvo un hijo con Agar, la esclava
de su esposa Sara (que era estéril), al que llamo Ismael (Génesis, 16:15-16).
Consecuencia
no deseada: Ismael fue el padre de la raza árabe (los ismaelitas), que han sido
y todavía son los enemigos acérrimos de Israel (Génesis, 16:12).
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Jacob, siendo menor que Esaú, quería la bendición de la primogenitura y esto
estaba en la voluntad de Dios (Génesis, 25:23-26). Pero Jacob obtuvo su
primogenitura de manera ilegítima cuando, incitado por su madre Rebeca, robo a
Esaú la bendición de la primogenitura, engañando a su padre Isaac (ciego, viejo
y enfermo), haciéndose pasar por Esaú (Génesis, 27:1-40).
Consecuencia
no deseada: Jacob debió huir de Esaú para que este no lo matara (Génesis,
27:41) y debió vivir en el exilio (Génesis, 28:1-5), donde fue engañado por su
suegro Laban (Génesis, 29:25) y jamás volvió a ver a su madre Rebeca.
Podemos
ver aquí dos ejemplos concretos donde los protagonistas (Abraham y Jacob)
deseaban cosas que, en principio, estaban también en la voluntad de Dios (Dios
también las quería para ellos), pero las quisieron tener en un tiempo y, por lo
tanto, en una forma, que no eran los establecidos por Dios. De algún modo
desobedecieron y esto provoco consecuencias no deseadas, haciendo sus caminos más
largos y penosos. Pero esto no impidió el cumplimiento de la profecía que había
sobre cada uno.
Palabras finales
Existen
dos formas de evaluar una profecía referida a un hecho que está en el futuro:
[1]
que no contradiga las Escrituras; y
[2]
que se cumpla en el tiempo;
Cuando
se cumplen estas dos condiciones, estamos en presencia de palabra profética de Dios.
En
cualquier otro caso, significa que Dios no estuvo en el asunto:
[1]
cuando la palabra profética contradice las Escrituras; o
[2]
cuando, no contradiciendo las Escrituras, la palabra profética soltada no se
cumple jamás;
En
este caso, estamos en presencia de palabra de hombre (aunque no contradiga las
Escrituras).
La
“hiperrealidad” es un concepto de la filosofía moderna y está relacionado con
la incapacidad de la conciencia de distinguir entre la realidad y la fantasía,
sobre todo en las sociedades posmodernas donde la tecnología ha impactado
fuertemente.
Si,
como iglesia, no aprendemos a juzgar las profecías que recibimos, corremos el
riesgo de acostumbrarnos a vivir en una hiperrealidad espiritual, en un
microclima o burbuja profética totalmente desconectada de la realidad. Y lo que
sucede con estas “burbujas proféticas” es que, en algún momento, explotan, lo
que generalmente sucede cuando la brecha entre la profecía y la realidad es
demasiado grande.
Debemos,
sin embargo, ser flexibles a la hora de juzgar a un profeta. A menos que
resulte evidente lo contrario, debemos:
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suponer que el profeta siempre profetiza con las mejores intenciones; y
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saber que la profecía en la iglesia de nuestros días no es infalible como la de
la Biblia (AT y NT);