Nota: El presente ensayo está basado en comentarios
de Jack Kelley (reconocido ensayista bíblico norteamericano, lamentablemente
fallecido en el otoño americano de 2015).
El sitio web en español de Jack Kelley es el
siguiente:
Puedes bajar este post como archivo de Word pinchando Aqui o como archivo de PowerPoint pinchando Aqui
Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
El presente
ensayo no tiene la intención de agotar el tema (ni mucho menos), sino solamente
la de presentarlo de una manera clara y sencilla, para que sea accesible a
todos aquellos que estén interesados en la interpretación de las Escrituras.
Sin perjuicio de que creemos que la Biblia no necesita nada fuera de ella misma para ser interpretada (2 Pedro, 1:20-21) y que es el Espíritu Santo el que nos guía hacia toda verdad (Juan, 16:13), creemos también que la hermenéutica es la mejor herramienta conocida para (como bien lo expresa Jack Kelley) “evitar los errores y malas interpretaciones que parecen ser comunes en estos días”.
Sin perjuicio de que creemos que la Biblia no necesita nada fuera de ella misma para ser interpretada (2 Pedro, 1:20-21) y que es el Espíritu Santo el que nos guía hacia toda verdad (Juan, 16:13), creemos también que la hermenéutica es la mejor herramienta conocida para (como bien lo expresa Jack Kelley) “evitar los errores y malas interpretaciones que parecen ser comunes en estos días”.
Veremos
cómo, aplicando tan solo un puñado de principios, podremos salvar cualquier
contradicción que se suscite entre dos o más pasajes, lo cual nos conducirá no
solo a interpretar siempre las Escrituras de manera correcta sino, también, con
un enfoque integral.
La hermenéutica
La hermenéutica
La
hermenéutica, en general, es la “técnica o método de interpretación de textos”.
La
hermenéutica bíblica, en particular, es el “conjunto de principios cuyo
cumplimiento conduce a una adecuada interpretación de la Biblia”.
No obstante,
la hermenéutica tiene una “regla de oro” y es la siguiente:
“Cuando el
sentido llano de las escrituras tiene sentido común, no le busque otro sentido.
Solamente tome cada palabra en su sentido primario, ordinario, usual y literal
a menos que los hechos del contexto inmediato, estudiados a la luz de otros
pasajes relacionados y las verdades axiomáticas y fundamentales, claramente
indiquen lo contario” (David L. Cooper).
La principal
regla de la hermenéutica, entonces, es la de la “literalidad o interpretación
literal”, según la cual la Biblia quiere
decir exactamente lo que está escrito en ella, a menos que cuestiones
históricas, gramaticales, contextuales, simbólicas o de otra índole, indiquen que
deba suspenderse el principio de interpretación literal y recurrirse a algún
otro principio de interpretación.
[+]
cuestiones históricas: cada pasaje se encuentra rodeado de los pensamientos,
actitudes y sentimientos prevalecientes al momento en que se escribió;
[+]
cuestiones gramaticales: significa que a las palabras se les ha dado un
significado consistente con el conocimiento común del lenguaje original en el
que fueron escritas;
[+]
cuestiones contextuales: implica el tomar siempre en consideración el contexto
que rodea un versículo o un libro de la Biblia, cuando se trata de determinar
su significado;
[+]
cuestiones simbólicas: los ejemplos de pasajes que no son susceptibles de ser
tomados de un modo literal son las parábolas, los sueños y las visiones, los
cuales han de ser entendidos, siempre, de manera simbólica;
Otros
principios:
[+] la
consistencia o coherencia interna de las Escrituras: siendo la Biblia la
Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, es imposible que se
contradiga a sí misma, de modo que, cuando nos topamos con dos o más pasajes
sobre un mismo tópico que, aparentemente, resultan contradictorios, tenemos que
descartar cualquier posibilidad de contradicción y aceptar, en cambio, que no
estamos interpretando correctamente alguno de esos pasajes;
[+] la
primera mención: la primera vez que un concepto es mencionado en las Escrituras
termina transformándose en un principio rector a la hora de interpretar
posteriores alusiones al mismo;
[+] deben
utilizarse siempre los pasajes más claros sobre un tópico para interpretar los
que resulten menos claros (y nunca al revés): algunos pasajes de las Escrituras
sobre un tema en particular son menos claros o contundentes que otros, motivo
por el cual, los que resultan menos claros deben ser interpretados siempre a la
luz o bajo la guía de los que resulten más claros;
Existen
algunas otras reglas y principios para aplicar a la interpretación de la
Palabra de Dios, pero si se aplican estos que hemos mencionado, tendremos una
buena oportunidad de evitar los errores y malas interpretaciones que parecen
ser comunes en estos días.
Aclaraciones previas
La literalidad
(la “regla de oro” de la hermenéutica) es un principio que admite excepciones ya
que, como veremos, si interpretamos literalmente absolutamente todos los
pasajes de la Biblia, más temprano que tarde, inevitablemente aparecerán
contradicciones severas.
Por
aplicación del principio de “consistencia interna de las Escrituras” sabemos
que es imposible que la Biblia se contradiga a sí misma (porque está inspirada
por el Espíritu Santo, o sea, por Dios), motivo por el cual, si vemos que dos o
más pasajes se contradicen, resulta obvio que somos nosotros los que estamos
fallando al interpretar alguno o algunos de los pasajes que están en
contradicción aparente.
Lo mejor
aquí es ver que pasajes admiten mejor el “principio de interpretación literal”,
que normalmente son los más claros y, por ello, contundentes y trabajar sobre
los otros, los menos claros, aplicando otros principios y, sobre todo, tratando
de interpretarlos a la luz o con la guía de los más claros y contundentes.
Sin
perjuicio de los otros que hemos mencionado, el principio hermenéutico cuya no
aplicación o aplicación inadecuada ocasiona más malas interpretaciones de las
Escrituras es el “principio de interpretación contextual”, es decir, cuando se
“sacan de contexto” (sea a propósito o por descuido) uno o más pasajes (y a
veces hasta un libro entero) de la Biblia.
La cuestión del contexto
La mejor
manera de entender para qué sirve la hermenéutica bíblica es tomar los pasajes
de las Escrituras cuya interpretación normalmente ha generado y genera todavía
controversia.
En la
Epístola a los Hebreos, podemos leer dos de esos pasajes:
Hebreos, 6:4
Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don
celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 6:5 y asimismo
gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6:6
y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de
nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.
Hebreos,
10:26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el
conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, 10:27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de
fuego que ha de devorar a los adversarios.10:28 El que viola la ley de Moisés,
por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 10:29
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y
tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere
afrenta al Espíritu de gracia?
Estos
pasajes normalmente son citados por quienes se oponen a la “doctrina de la
seguridad eterna” (que sostiene que la salvación, una vez alcanzada, no puede
perderse) porque demostrarían (creen ellos) que la salvación si puede perderse
a causa del pecado. Particularmente Hebreos, 6:4-6 suele emplearse también
cuando se habla de “apostasía” (el abandono voluntario de la fe).
No obstante,
a continuación vamos a demostrar que la interpretación que normalmente se hace
de Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 es equivocada y es producto de
interpretar estos pasajes en forma literal cuando, en realidad, requieren (ya
lo veremos) ser interpretados en forma contextual.
El contexto de la Epístola a los
Hebreos
La cuestión
del contexto no es un tema menor. No podemos ignorar el contexto en el que fue
escrito cada libro de la Biblia en general y la Epístola a los Hebreos en
particular.
En la
iglesia primitiva había judíos y gentiles, que tenían en común el haber
aceptado a Cristo como Señor y Salvador. La iglesia nació con los judíos: Jesús
era judío, los doce apóstoles eran judíos y los primeros convertidos también lo
eran. Luego, por medio de Pablo, el Evangelio se esparció también entre los
gentiles (los no judíos).
La Iglesia
fue y es una “nueva raza humana”, que sale de entre judíos y gentiles:
Efesios,
2:15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos
expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo
hombre, haciendo la paz, 2:16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a
ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Sabemos que
los judíos y los gentiles que formaban parte de la iglesia primitiva compartían
el haber aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador, pero ¿qué los
diferenciaba?.
Los gentiles
cristianos, antes de aceptar a Cristo, andaban como parias “sin esperanza y sin
Dios en el mundo”:
Efesios,
2:11 Por tanto, acordaos de que en otros tiempos vosotros,
los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la
llamada circuncisión hecha con mano en la carne. 2:12 En aquel tiempo
estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Los judíos
cristianos, en cambio, antes de aceptar a Cristo, contaban con toda una
tradición de la que carecían los gentiles:
Romanos,
3:1 ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de que aprovecha la
circuncisión?. 3:2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les
ha sido confiada la palabra de Dios.
Romanos, 9:4
que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la
promulgación de la ley, el culto y las promesas; 9:5 de quienes son los patriarcas,
y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las
cosas, bendito por los siglos. Amén.
Lo que está
diciendo Pablo es que, mientras los gentiles, antes de aceptar a Cristo, eran parias
espirituales que deambulaban “sin esperanza y sin Dios en el mundo”, los judíos
fueron el pueblo:
[+] al que
le fue confiada (revelada) la Palabra;
[+] adoptado
por Dios;
[+] que vio
la gloria de Dios (fueron testigos de varios milagros, entre otros, el de la
apertura del Mar Rojo);
[+] con el
que Dios hizo un pacto;
[+] que
recibió la Ley y la forma de adorar a Dios (el culto);
[+] que
recibió las promesas;
[+] de donde
salieron los patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob y Jose); y
[+] donde
nacio Jesucristo;
Lo cierto es
que la Epístola a los Hebreos fue escrita (algunos dicen que por Pablo) para demostrar
la obsolescencia del Antiguo Pacto ahora reemplazado por el Nuevo Pacto
establecido a partir de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz.
¿En qué
consistía el Antiguo Pacto?.
El pecado
siempre se levantó como una barrera o un muro entre Dios y los hombres. Como
Dios no puede morar en presencia del pecado, siempre fue necesario expiar
(quitar de en medio) el pecado por medio de la sangre.
A lo largo
de toda la historia de la redención, la sangre siempre fue necesaria para
expiar el pecado:
Hebreos,
9:22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento
de sangre no se hace remisión.
¿Cuál es la
diferencia entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto?.
En el
Antiguo Pacto, la que se derramaba era la sangre de animales, una y otra vez.
En el Nuevo Pacto, la que se derramo fue la sangre de Cristo, una sola vez.
Como está
escrito:
Hebreos,
10:14 porque con una sola ofrenda hizo [Cristo] perfectos para siempre a los
santificados.
Hebreos,
9:24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del
verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante
Dios; 9:25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote
en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena [de animales]. 9:26 De
otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio
del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para
siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.
Cuando
decimos que el Antiguo Pacto quedo obsoleto (que no se usa en la actualidad,
que ha quedado claramente anticuado), lo que estamos queriendo decir es que lo
que quedo obsoleto es el sistema levítico de sacrificios de animales inserto en
la ley de Moisés y no la propia ley de Moisés o los libros del Antiguo
Testamento (AT), todo lo cual es Palabra de Dios, que jamás quedara obsoleta.
¿A quién se
le puede ocurrir que los diez mandamientos, insertos en Éxodo, 20 ya no están
vigentes?. No mataras, no robaras, no adoraras a dioses ajenos, no cometerás
adulterio ¿quedo, acaso, todo esto sin vigencia?. Claro que no.
Al respecto,
Jesús dijo:
Lucas,
16:17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una
tilde de la ley.
Y luego
agregó:
Mateo,
5:18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni
una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
Pero el
cielo y la tierra todavía “no han pasado”. Esto está todavía en el futuro y es
mencionado en el libro de Apocalipsis:
Apocalipsis,
21:1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera
tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Y esto que
ve Juan (un cielo nuevo y una tierra nueva) ocurre al finalizar el reinado
milenial (de 1000 años) de Cristo, es decir, 1000 años después del retorno de
Cristo a la tierra. Fíjense ustedes cuanto tiempo todavía seguirá vigente la
Ley de Moisés.
La diferencia
entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, está perfectamente explicitada en los
siguientes pasajes:
Hebreos,
10:1 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen
misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen
continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 10:2 De otra
manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una
vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 10:3 Pero en estos
sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; 10:4 porque la sangre
de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
Antes de
seguir, debemos aclarar que la palabra “expiar” tiene connotaciones distintas
en el Antiguo Pacto y en el Nuevo Pacto. En el Antiguo Pacto significaba
“cubrir”, en tanto que, en el Nuevo Pacto, significa “quitar de en medio”. Esta
diferencia se debe a que, mientras la sangre de los animales, derramada una y
otra vez, no podían quitar el pecado sino, tan solo, cubrirlo (Hebreos, 10:4),
la sangre de Cristo, derramada una sola vez, si lo quita definitivamente
(Hebreos, 9:26).
Demás está decir que, una vez derramada la sangre de Cristo en la cruz, era casi blasfematorio que un judío cristiano volviera a confiar en la sangre de los animales para expiar el pecado.
Pregunta: ¿a
quienes era necesario convencer de que el Antiguo Pacto había quedado obsoleto
y de que había sido reemplazado por un Nuevo Pacto?.
Claramente a
los judíos, que tenían la tradición del Antiguo Pacto y no a los gentiles que
no solo no tenían la menor idea de la tradición judía sino que, como lo marco
el apóstol Pablo, andaban como parias “sin Dios y sin esperanza en el mundo”.
Ahora ya
tenemos el “contexto” de la Epístola a los Hebreos dado por el “para que”
(el propósito) y el “para quien” (el destinatario):
[+] el “para
que”: para demostrar que el Antiguo Pacto quedo obsoleto y que fue reemplazado
por el Nuevo Pacto a partir de la muerte expiatoria de Jesús en la cruz; y
[+] el “para
quien”: para los judíos que se habían convertido al cristianismo (no para los
gentiles);
La Epístola
a los Hebreos fue escrita para los judíos que se habían convertido al
cristianismo, los cuales habían recibido el Evangelio pero estaban siendo
influenciados (contaminados) por “falsos maestros judaizantes” para que no
dejaran de practicar los rituales del templo del judaísmo ortodoxo. Estos
falsos maestros judaizantes estaban tratando de combinar la práctica del
sistema levítico de sacrificios en el templo con el Evangelio (las Buenas
Nuevas). A los nuevos creyentes gentiles les decían que, antes de convertirse
al cristianismo, debían someterse al ritualismo judío (guardar la Ley de Moisés
y circuncidarse) y a los nuevos creyentes judíos les decían que podían abrazar
el cristianismo siempre que se mantuvieran dentro del judaísmo.
En el Libro
de los Hechos de los Apóstoles (escrito por Lucas, como complemento de su
Evangelio) podemos ver en acción a estos falsos maestros judaizantes:
Hechos, 15:5
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron
diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de
Moisés.
Algunos
fariseos, contemporáneos a Pablo, si bien habían abrazado el cristianismo
(habían creído en Jesús), sostenían que, al mismo tiempo, había que
circuncidarse y guardar la ley de Moisés.
La
refutación del Espíritu Santo para esta falsa doctrina judaizante, se encuentra:
[+] para los
gentiles, en Hechos, 15 (cuando se celebró el “Concilio de Jerusalén”,
donde se llegó a la conclusión - basada en los discursos de Pedro, primero y de
Santiago, luego - de que no era necesario seguir abrazando la ley del Moisés,
ni circuncidarse para lograr la salvación); y
[+] para los
judíos, en la Epístola a los Hebreos;
¿Cuál era el
problema con aquellos que, una vez derramada la sangre de Cristo, querían
volver al viejo sistema levítico de sacrificios?.
El problema
era seguir con la práctica de los remedios del Antiguo Pacto para el pecado, en
vez de recurrir a la solución de 1 Juan, 1:9 (la confesión). Ellos rebajaron
la muerte del Señor al mismo nivel que la de los animales que se
sacrificaban por los pecados del pueblo. La Ley solamente era una sombra de las
cosas que habrían de venir, no de las realidades mismas. Una vez que la
Realidad apareció, la sombra ya no era efectiva….
Por
consiguiente, siendo la Epístola a los Hebreos una carta dirigida,
precisamente, a los judíos cristianos, Hebreos, 6:4-6 es un pasaje
particularmente dirigido a todos aquellos que, siendo judíos, se dejaron
contaminar por los falsos maestros judaizantes volviendo, ya derramada la
sangre de Cristo, al sistema levítico de sacrificios de animales en el templo
inserto en la ley de Moisés, pisoteando y teniendo en poco, de esta manera, las
sangre del Hijo de Dios, mucho más valiosa y eficaz que la de los animales.
El principio
que debe usarse, entonces, para interpretar y comprender la Epístola a los
Hebreos en general y los pasajes de Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 en
particular, es el “principio de interpretación contextual” y no el “principio
de interpretación literal”.
Otro caso para analizar el contexto
Otro caso
para analizar la cuestión del contexto es el de Filipenses, 2:12, normalmente
citado en oposición a la “doctrina de la seguridad eterna” para demostrar
(según algunos) que debemos “cuidar” nuestra salvación para no perderla.
Recordamos
este pasaje:
Filipenses,
2:12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi
presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor,
En este
pasaje, Pablo, pareciera decirnos que tenemos que trabajar para “cuidar y
mantener” nuestra salvación al afirmar que debemos ocuparnos de ella “con temor
y temblor”.
Pero ¿cómo
pudo Pablo haberles dicho a los filipenses que tenían que trabajar para mantener
su salvación cuando en otras cartas afirmo lo siguiente?:
Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que
nadie se gloríe.
Efesios, 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 1:14 que es las
arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para
alabanza de su gloria.
2 Corintios,
1:21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y
el que nos ungió, es Dios, 1:22 el cual también nos ha sellado, y nos ha
dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
Para Pablo
la salvación no solo no es por obras (Efesios, 2:9) sino que, desde el momento
que oímos el evangelio y lo creemos somos sellados con el Espíritu Santo.
¿Hasta cuando?. ¿Hasta que pecamos la primera vez después de haber sido
salvos?. No, sino “hasta la redención de la posesión adquirida” (hasta el rapto
o arrebatamiento de la iglesia).
Anteriormente,
en la carta a los filipenses, Pablo dijo que Dios es fiel para completar la
buena obra que empezó en nosotros (Filipenses 1:6).
Filipenses,
1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra,
la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;
De acuerdo a
Filipenses, 1:6, nosotros no empezamos la obra, Él lo hizo. Tampoco la llevamos
a su conclusión, Él lo hace. Lo que Pablo estaba diciendo es que la salvación
que está disponible ahora es una promesa que Dios nos ha dado. Nosotros podemos
confiar en Él porque Él es fiel para hacer que la promesa se haga realidad.
Filipenses
2:12 es parte de un pasaje en el cual el contexto es imitar la humildad del
Señor. En Filipenses 2:5-11 Pablo dijo que Jesús era Dios en la carne, pero se
hizo hombre hasta humillarse para hacerse siervo, aun renunciando a Su propia
vida porque Su Padre se lo había pedido. En ese contexto Filipenses 2:12 está
diciendo que si Jesús, que lo tenía todo, pudo hacer eso, cuánto más nosotros
que no tenemos nada debemos acercarnos a Él con profunda humildad (acaso con
temor y temblor), porque sabemos que no merecemos lo que estamos pidiendo.
Pablo
termina de aclarar el tema en Filipenses, 2:13 donde escribe: “porque Dios es
el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.
Es Dios, el
Espíritu Santo, el que, a través de su obra de regeneración (Juan, 3:3) y de su
gracia, hace (produce en nosotros) no solo nuestro deseo de alejarnos del
pecado (el querer) sino, además, que podamos lograrlo (el hacer). No se puede
sacar de contexto Filipenses, 2:12 argumentando que tenemos que guardar nuestra
salvación “con temor y temblor”, como si fuera una obra 100% nuestra, cuando,
en el versículo siguiente (Filipenses, 2:13), Pablo dice que es una obra 100%
del Espíritu Santo.
Versículos dirigidos a distintos
públicos
Otro tema
relacionado con el contexto es que no todos los versículos de la Biblia están
dirigidos al mismo público.
Un buen
ejemplo de esto son las profecías de Jesús contenidas en su “discurso del Monte
de los Olivos” (Mateo, 24 y 25), el cual fue una respuesta a la pregunta de sus
discípulos: “¿qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?”.
No todos los
versículos de Mateo, 24 y 25 están dirigidos al mismo público sino a públicos
distintos:
En 1
Corintios podemos leer:
1 Corintios,
10:32 No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios.
Pablo mismo
identifica, por lo menos, tres grupos:
[1] la
iglesia;
[2] los
judíos;
[3] los
gentiles;
Podríamos agregar
un cuarto grupo: los “santos de la tribulación”.
[1] La
iglesia:
La iglesia
de Jesucristo está conformada por judíos y gentiles, que tienen en común el
haber aceptado a Cristo como Señor y Salvador. Como Dios ha prometido que no
sufrirá su ira (1 Tesalonicenses, 1:10, 5:9, Apocalipsis, 3:10), la iglesia
será arrebatada (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17), es decir,
será trasladada de la Tierra al cielo en un pestañear, momento en el que
iniciara la Tribulación (los ultimos siete años del gobierno del hombre).
[2] Los judíos:
Los judíos
“a secas” son judíos que, por su ortodoxia (apego a su religión que es el
judaísmo), no aceptaron, en su momento y hasta ahora, el mesianismo de Jesús.
[3] Los
gentiles:
Los gentiles
son no judíos que tampoco aceptaron, en su momento y hasta ahora, que Jesús es
el Hijo de Dios y, por ende, el Mesías.
Mientras la
iglesia será rescatada por Dios (en el rapto), tanto judíos como gentiles van a
pasar por los juicios terribles de la Tribulación (los últimos siete años del
gobierno del hombre).
[4] Los
“santos de la Tribulación”:
De entre
judíos y gentiles va a salir un grupo llamado los “santos de la tribulación”,
es decir, personas que no se fueron en el rapto, porque no eran cristianas,
pero que se van a convertir al cristianismo durante la Tribulación y muchos
serán mártires.
El libro de
Apocalipsis habla de ellos:
Apocalipsis,
7:13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos
de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 7:14 Yo le dije:
Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero. 7:15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y
noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su
tabernáculo sobre ellos. 7:16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no
caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 7:17 porque el Cordero que está en
medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
Esta multitud
“vestida de ropas blancas” son creyentes de la Tierra. No obstante, llama la
atención que:
[1] Juan, el
discípulo más asociado a la iglesia, no los reconociera (cuando el anciano le
pregunta quienes son, Juan solo se limita a responder: “tú lo sabes”);
[2] su
arribo al cielo se presenta tres capítulos después del Rapto (Apocalipsis, 4);
y
[3] su
destino es el de ser “servidores en el templo” y no “Reyes y Sacerdotes” (que
es el destino de la iglesia);
Esto implica
que son creyentes posteriores al Rapto y no son parte de la iglesia. Estas
personas son llamadas “mártires de la tribulación” o “santos de la tribulación”.
Ellos no llegaron a tiempo a la fe en Jesús para el momento del Rapto por eso
es que no disfrutarán del destino y la bendición que son únicos para la
iglesia. Estos santos tendrán una existencia privilegiada en la eternidad,
siempre ante la presencia del Señor. Le servirán día y noche en Su Templo y
nunca necesitarán de nada más.
Pero a pesar
de que le sirven al Señor en Su Templo, nunca son llamados “reyes y sacerdotes”,
como se le llama a la iglesia. Ninguno de ellos se sentará jamás en un trono a
la par de Cristo, como lo hará la iglesia:
Efesios, 2:6
y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús, 2:7 para mostrar en los siglos venideros las
abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús.
Cuando
fueron bruscamente presionados, ellos necesitaron de una señal final e
incontrovertible de que había llegado el momento correcto de creer. Careciendo
de la fe para aceptar lo que no podían ver, necesitaron evidencia. Esa
evidencia les llegó en la forma del Rapto de la Iglesia, cuando todas las
personas que creyeron solamente por fe desaparecieron ante sus propios ojos.
Aunque tarde
para ser incluidas en ese increíble evento, estas personas finalmente creyeron
a causa del mismo.
Juan, 20:29
Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron,
y creyeron.
Ejemplos de pasajes
escritos exclusivamente para la iglesia:
Mateo,
24:36 Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos,
sino sólo mi Padre.
Mateo,
24:40 Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será
dejado.
Mateo,
24:42 Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.
Mateo,
24:44 Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del
Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
Cada vez que
aparezcan pasajes donde se nos diga “velad” porque “no sabéis”, etc.,
claramente están haciendo alusión al rapto de la iglesia y, por ende, están
dirigidos o resultan aplicables únicamente a la iglesia.
El siguiente
pasaje, en cambio, no está dirigido a la iglesia sino a los “santos de la
Tribulación”:
Mateo,
24:13 Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Este pasaje
no está dirigido a la iglesia, porque:
[1] la
iglesia no estará en la Tierra “hasta el fin”, debido a que será arrebatada
antes de la Tribulación (1 Tesalonicenses, 1:10, 5:9, Apocalipsis, 3:10); y
[2] la
iglesia no es salva por “perseverar hasta el fin” sino “por gracia, por medio
de la fe y no por obras” (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5);
En cambio, este
pasaje de Mateo, 24:13, está dirigido a los “santos de la Tribulación” porque
ellos sí tendrán que “perseverar hasta el fin” para ser salvos. Su sola fe
(como ocurrió con la iglesia) no será suficiente para lograr la salvación, sino
que muchos tendrán que demostrar su condición de cristianos aun a costa de su
propia vida.
Quienes se
oponen a la “doctrina de la seguridad eterna” suelen aplicar este pasaje
(Mateo, 24:13) también a la iglesia para demostrar que todo cristiano deberá
“perseverar hasta el fin” para “mantener su salvación”, quedando demostrado
(según ellos) que nadie tiene la salvación asegurada.
Pero esto no
debe extrañarnos ya que, todos los que se oponen a la “doctrina de la seguridad
eterna”, caen, una y otra vez, en el lugar común de sacar de contexto y/o mal
aplicar un puñado de pasajes para refutar (infructuosamente, desde ya) lo que
surge, de manera incontrastable, de las mismas Escrituras.
Beneficios
como:
[1] la
salvación por gracia, por medio de la fe (Efesios, 2:8-9);
[2] que el Espíritu
Santo more y sea sellado en el creyente (1 Corintios, 3:16, 6:19, Efesios,
1:13-14, 2 Corintios, 1:21-22); y
[3] el rapto
o arrebatamiento (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17);
Son
beneficios exclusivos para la iglesia. No estuvieron disponibles para los
“santos del AT” (antes de la iglesia) ni lo estarán para los “santos de la Tribulación”
(después de la iglesia).
Hubo y habrá
gente salva a lo largo de toda la historia de la redención:
[+] los
santos del AT (antes de la iglesia);
[+] la
iglesia;
[+] los
“santos de la Tribulación” (después de la iglesia); y
[+] los
“santos del reino milenial” (durante el reinado de 1.000 años de Cristo);
Si bien es
cierto que solo hay dos tipos de resurrección, una para vida eterna y otra para
condenación eterna (Juan, 5:29, Hechos, 24:15), los que resucitemos para vida
eterna (los salvos), dependiendo del grupo al que hayamos pertenecido en vida,
vamos a resucitar en un momento diferente:
[+] los
santos del AT, al final de la Tribulación, en la Segunda Venida de Cristo
(Daniel, 12:1-2);
[+] la
iglesia, en el rapto (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17);
[+] los
santos de la Tribulación, al final de la Tribulación, en la Segunda Venida de
Cristo (Apocalipsis, 20:4); y
[+] los
“santos del reino milenial” (los muertos en Cristo durante el reinado de 1.000
años de Cristo), al final del reinado milenial (Apocalipsis, 20:5, 15);
Como puede
apreciarse, si aplicamos “todos los versículos a todo el mundo”, lo que
tendremos es una “ensalada ininteligible”. No podemos creer, por un lado, que
la iglesia será arrebatada antes de la Tribulación (lo cual Dios ha prometido
en 1 Tesalonicenses, 1:10, 5:9 y Apocalipsis, 3:10) y, por el otro, afirmar que
la iglesia tendrá que “perseverar hasta el fin” para ser salva. Es una cosa o
la otra.
La consistencia interna de la
Escrituras
Recordamos
este principio:
“Siendo la
Biblia la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, es imposible que se
contradiga a sí misma, de modo que, cuando nos topamos con dos o más pasajes
sobre un mismo tópico que, aparentemente, resultan contradictorios, tenemos que
descartar cualquier posibilidad de contradicción y aceptar, en cambio, que no
estamos interpretando correctamente alguno de esos pasajes”.
Para ver la
aplicación práctica de este principio, tomaremos uno de los pasajes que hemos
puesto de ejemplo (Hebreos, 10:26-29) y lo contrastaremos con otro que, de tan
claro, no admite otra interpretación más que la literal (1 Juan, 1:8-9).
El apóstol
Juan escribe:
1 Juan, 1:8
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad
no está en nosotros. 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
El apóstol
Juan dice “si decimos”, es decir, se incluye, con lo cual está hablando de la
iglesia (de gente que ya es salva). Según la Biblia, entonces, si alguien,
luego de ser salvo, afirma que ya no peca, es un mentiroso (si la verdad no
está en él, lo que está en él es la mentira). Por supuesto que el apóstol da un
paso más y habla de cuál es la solución: la confesión (1 Juan, 1:9).
Cuando
pecamos luego de ser salvos (1 Juan, 1:8), no perdemos la salvación pero si
podemos perder la comunión con Dios, la cual, al verse interrumpida, puede
frenar las bendiciones que Dios tenía para nosotros. La manera de recuperar la
comunión con Dios, interrumpida a causa del pecado, es la confesión (el
reconocimiento verbal) del o los pecados cometidos (1 Juan, 1:9).
¿Cómo
hacemos para conciliar 1 Juan, 1:8-9 con Hebreos, 10:26-29?.
Recordemos:
Hebreos,
10:26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el
conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, 10:27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de
fuego que ha de devorar a los adversarios. 10:28 El que viola la ley de Moisés,
por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 10:29
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y
tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere
afrenta al Espíritu de gracia?.
Si el
escritor de la Epístola a los Hebreos se estaba refiriendo, en Hebreos,
10:26-29, a la perdida de nuestra salvación por volver a pecar luego de haber
sido salvos, entonces la primera frase (“si pecáremos voluntariamente después
de haber recibido el conocimiento de la verdad”) de entrada descalifica a
cualquier persona que haya vivido para irse al cielo, porque ninguna persona
cristiana jamás ha podido vivir una vida sin pecado, aun después de ser salva
(1 Juan, 1:8).
Para evitar
este tipo de contradicciones, los principios hermenéuticos deben ser aplicados
del siguiente modo:
[1]
aplicamos el “principio de interpretación literal” para 1 Juan, 1:8-9:
1 Juan, 1:8
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad
no está en nosotros. 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Aplicando
este principio, llegamos a la conclusión de que Juan, en efecto, quiere decir
lo mismo que escribe: que cualquier miembro de la iglesia (incluso, el mismo)
sigue pecando, aun después de haber sido salvo (1 Juan, 1:8). La solución para
Juan es la confesión (1 Juan, 1:9).
[2] por
aplicación del “principio de consistencia o coherencia interna de las
Escrituras” sabemos que no puede existir contradicción entre 1 Juan, 1:8-9 y
Hebreos, 10:26-29;
[3] por lo
tanto, Hebreos, 10:26-29 tiene que estar refiriéndose a otra cosa;
[4]
aplicamos el “principio de interpretación contextual” para Hebreos, 10:26-29 y
llegamos a la conclusión de que (al igual que Hebreos, 6:4-6), este pasaje no
se refiere a perder la salvación por volver a pecar luego de ser salvos, sino a
volver al sistema levítico de sacrificios del templo después de derramada la
sangre de Cristo, “pisoteando al Hijo de Dios, teniendo por inmunda la sangre
del nuevo pacto y afrentando al Espíritu Santo” (Hebreos, 10:29);
¿Cómo
resolvimos la contradicción entre 1 Juan, 1:8-9 y Hebreos, 10:26-29?.
Aplicando
dos principios hermenéuticos distintos:
[1] el
“principio de interpretación literal” para 1 Juan, 1:8-9; y
[2] el
“principio de interpretación contextual” para Hebreos, 10:26-29 (y para
Hebreos, 6:4-6);
La regla
general para interpretar la Biblia es la “literalidad” (la Biblia quiere decir exactamente
lo que está escrito en ella), pero debemos tener cuidado de no literalizar
absolutamente todo porque es ahí donde, más temprano que tarde, aparecen
contradicciones severas. La interpretación literal de la Biblia es una regla
que admite excepciones. Como hemos visto, mientras algunos pasajes requieren
ser interpretados literalmente (1 Juan, 1:8-9), otros, en cambio, deben ser
puestos en contexto (Hebreos, 6:4-6, Hebreos, 10:26-29).
Toda
contradicción aparente, entre dos o más pasajes de las Escrituras, debe ser
salvada (siempre) por la vía de la correcta aplicación de los principios de la
hermenéutica y jamás de “otro modo”. Ese “otro modo”, para el caso que venimos
viendo, por ejemplo seria: predicar sobre Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 en
su interpretación equivocada (literal) y no predicar lo que dice 1 Juan, 1:8-9
y otros pasajes de las Escrituras.
Esto implica
sesgar el Evangelio, lo cual es una herejía. Y de las herejías provienen las
falsas doctrinas.
Interpretación de los pasajes menos
claros a la luz de los más claros (y no al revés)
Si 1 Juan,
1:8-9 resulta más que claro en cuanto a que los cristianos continuamos pecando
aun después de ser salvos, entonces Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 no
pueden referirse a la perdida de la salvación producto de volver a pecar luego
de haber sido salvos, motivo por el cual estos pasajes tienen necesariamente
que estar refiriéndose a otra cosa.
Este
principio hermenéutico debiera llevarnos a interpretar Hebreos, 6:4-6 y Hebreos,
10:26-29 a la luz o bajo la tutela o guía de pasajes más claros como, por
ejemplo, 1 Juan, 1:8-9.
Si 1 Juan,
1:8-9 no deja lugar a dudas en cuanto a que, aun después de ser salvos continuamos
pecando (aunque menos que cuando estábamos en el mundo), no podemos afirmar que
Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 se refieren a la perdida de la salvación por
pecar luego de obtenida la misma.
La cuestión gramatical
La gramática
puede definirse como el conjunto de principios, reglas y
preceptos que rigen el empleo de un lenguaje en particular (al
respecto, hay que decir que cada lenguaje posee su propia gramática). Como
ciencia, la gramática forma parte de la lingüística.
La gramática
comprende cinco aspectos:
[1] Fonética:
se refiere a la producción de los sonidos;
[2] Morfología:
se refiere a la construcción de las palabras;
[3] Sintaxis:
se refiere al estudio acerca de cómo se combinan las palabras y cómo son las
relaciones entre ellas;
[4] Semántica:
se refiere a la construcción de las expresiones; y
[5] Etimología:
se refiere al origen del significado de las palabras que conforman la lengua en
cuestión;
Un buen
ejemplo de pasaje bíblico donde la etimología de las palabras (un aspecto de la
gramática) no puede pasarse por alto es el siguiente:
2 Pedro,
2:20 Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del
mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra
vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el
primero. 2:21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de
la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo
mandamiento que les fue dado.
Los
anteriores pasajes parecieran decirnos no solo que es posible que un cristiano
abandone el camino de la fe sino que, luego de hacerlo, su posterior estado
(cuando abandono al Señor) vendría a ser peor que el primero (antes de conocer
al Señor).
Nuevamente
este pasaje es utilizado por muchos para demostrar (según ellos) que un
cristiano verdadero puede abandonar la fe (apostatar).
Pero
“conocer al Señor” y “conocer el camino de la justicia” no quiere decir que una
persona haya creído en su corazón. Las palabras griegas usadas aquí todas tienen
una forma de “gnosis”, que significa conocimiento o conocer. La palabra griega
para creer es “pistis” y no aparece en ningún lugar de estos pasajes.
Hechas estas
aclaraciones, 2 Pedro, 2:20-21 cobra un nuevo sentido:
Juan, 9:41
Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora,
porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.
Un ejemplo
de que es posible conocer (y aun entender) y no creer, es el del gran escritor
argentino Jorge Luis Borges. A pesar de ser un ateo confeso, en muchos de sus
relatos, Borges cito las Escrituras con la precisión de un erudito bíblico. Dos
ejemplos de ello, entre otros, son los relatos notables “De alguien a nadie”
(del libro “Otras inquisiciones”) y “Tres versiones de Judas” (del libro
“Ficciones”), donde Borges demuestra no solamente haber leído la Biblia
(seguramente por su amor a las letras y a los libros en general) sino haber
comprendido perfectamente el plan de redención del Dios de la Biblia. Sin
embargo, Borges siempre reconoció su falta de fe (elemento indispensable para
alcanzar la salvación).
Conocer no
es creer. Por lo tanto, alguien que conoce y se aparta no puede perder lo que
nunca obtuvo (la salvación).
Conclusión
Normalmente,
a los pasajes más claros y contundentes, les cabe la interpretación literal y,
a los menos claros, algún otro principio o simplemente ser interpretados a la
luz o bajo la guía o tutela de los pasajes más claros.
Por lo
general, tenemos bastantes problemas para aceptar lo que la Biblia dice, de manera
clara y contundente, en forma sencilla y sin dobleces.
Jesucristo
dijo:
Juan,
10:27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me
siguen, 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano. 10:29 Mi Padre que me las dio, es
mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Solo este
pasaje debiera bastar y sobrar (no solo por lo que dice sino por quien lo dijo)
para derribar todos los argumentos falaces que se levantan en contra de la
“doctrina de la seguridad eterna”.
Jesús dice
que lo verdaderos cristianos (sus ovejas) oyen su voz y lo siguen. También dice
que “no perecerán jamás” y que “nadie los puede arrebatar de su mano”. Y, por
si esto fuera poco, dice que “su Padre (que es mayor que todos) se los dio” y
que “nadie los puede arrebatar de la mano de su Padre”.
Muchos, ante
la contundencia de pasajes como Juan, 10:27-29, aceptan que la salvación es un
regalo (Efesios, 2:8-9) que Dios no nos quitaría jamás, con la salvedad de que
nosotros si podemos rechazarlo y devolverlo (apostatando).
Por
aplicación del “principio de consistencia interna de las Escrituras”, si
encontráramos pasajes bíblicos que digan lo contrario, entonces esta idea (la
de que la salvación es un regalo que podemos devolver), no es bíblica.
Pablo
escribe:
1 Corintios,
6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está
en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 6:20
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Cuando Pablo
nos dice “ustedes no son de ustedes, porque fueron comprados por precio”, nos
sugiere que ya no estamos en control de nuestro destino eterno.
A su vez, en
1 Pedro, 1:18-19 se nos aclara cual ha sido el precio por el que fuimos
comprados:
1 Pedro,
1:18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles,
como oro o plata, 1:19 sino con la sangre preciosa de Cristo,
como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
Si yo le
preguntara a usted si puede regalar el auto de su vecino, usted contestaría
rápidamente que no y la razón es más que obvia: el auto no es suyo sino de su
vecino. Usted estaría reconociendo, de esta manera, que no puede ejecutar actos
de disposición (disponer, decidir) sobre algo que no es suyo.
De igual manera,
la Biblia dice que usted ya no es de usted sino de Dios, porque se ha pagado
por usted un determinado precio, que resulta ser la sangre misma de Dios.
¿Por qué usted, entonces, insistiría en pensar que puede devolver su
salvación?. Tenemos que terminar de entender, de una buena vez y para siempre,
que la salvación, una vez consumada, desencadena, en la esfera espiritual, una
serie de eventos que resultan I-RRE-VER-SI-BLES.
La Biblia
dice que Cristo apareció para deshacer las obras del diablo:
1 Juan, 3:8
Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
No obstante,
lo contrario no es verdad: el diablo no puede deshacer las obras de Dios. La
salvación es una obra de Dios que no puede ser deshecha, ni por el diablo, ni
por usted.
Por si esto
fuera poco, el apóstol Pablo agrega:
Romanos,
8:38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 8:39 ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de
Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
No hay poder
en el Cielo o en la Tierra (incluyéndonos a nosotros mismos), que pueda
deshacer lo que Dios ha hecho por nosotros, con lo cual la apostasía solo resulta
practicable por personas que no son salvas, aunque se encuentren, al momento de
apostatar, dentro de la iglesia.
Pregunta:
¿puede haber gente que no sea salva dentro de la iglesia?.
Respuesta:
desde ya te anticipo que si y te invito a que leas un estudio, en este mismo blog, denominado Dentro de la iglesia pero no salvos
QUE DIOS LOS
BENDIGA A TODOS!!!
Marcelo
Daniel D’Amico
Maestro de
la Palabra