sábado, 27 de julio de 2019

HERMENÉUTICA



Nota: El presente ensayo está basado en comentarios de Jack Kelley (reconocido ensayista bíblico norteamericano, lamentablemente fallecido en el otoño americano de 2015).

El sitio web en español de Jack Kelley es el siguiente:


Puedes bajar este post como archivo de Word pinchando Aqui o como archivo de PowerPoint pinchando Aqui

Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):




Introducción

El presente ensayo no tiene la intención de agotar el tema (ni mucho menos), sino solamente la de presentarlo de una manera clara y sencilla, para que sea accesible a todos aquellos que estén interesados en la interpretación de las Escrituras.

Sin perjuicio de que creemos que la Biblia no necesita nada fuera de ella misma para ser interpretada (2 Pedro, 1:20-21) y que es el Espíritu Santo el que nos guía hacia toda verdad (Juan, 16:13), creemos también que la hermenéutica es la mejor herramienta conocida para (como bien lo expresa Jack Kelley) “evitar los errores y malas interpretaciones que parecen ser comunes en estos días”.

Veremos cómo, aplicando tan solo un puñado de principios, podremos salvar cualquier contradicción que se suscite entre dos o más pasajes, lo cual nos conducirá no solo a interpretar siempre las Escrituras de manera correcta sino, también, con un enfoque integral.

La hermenéutica

La hermenéutica, en general, es la “técnica o método de interpretación de textos”.

La hermenéutica bíblica, en particular, es el “conjunto de principios cuyo cumplimiento conduce a una adecuada interpretación de la Biblia”.

No obstante, la hermenéutica tiene una “regla de oro” y es la siguiente:

“Cuando el sentido llano de las escrituras tiene sentido común, no le busque otro sentido. Solamente tome cada palabra en su sentido primario, ordinario, usual y literal a menos que los hechos del contexto inmediato, estudiados a la luz de otros pasajes relacionados y las verdades axiomáticas y fundamentales, claramente indiquen lo contario” (David L. Cooper).

La principal regla de la hermenéutica, entonces, es la de la “literalidad o interpretación literal”, según la cual  la Biblia quiere decir exactamente lo que está escrito en ella, a menos que cuestiones históricas, gramaticales, contextuales, simbólicas o de otra índole, indiquen que deba suspenderse el principio de interpretación literal y recurrirse a algún otro principio de interpretación.

[+] cuestiones históricas: cada pasaje se encuentra rodeado de los pensamientos, actitudes y sentimientos prevalecientes al momento en que se escribió;

[+] cuestiones gramaticales: significa que a las palabras se les ha dado un significado consistente con el conocimiento común del lenguaje original en el que fueron escritas;

[+] cuestiones contextuales: implica el tomar siempre en consideración el contexto que rodea un versículo o un libro de la Biblia, cuando se trata de determinar su significado;

[+] cuestiones simbólicas: los ejemplos de pasajes que no son susceptibles de ser tomados de un modo literal son las parábolas, los sueños y las visiones, los cuales han de ser entendidos, siempre, de manera simbólica;

Otros principios:

[+] la consistencia o coherencia interna de las Escrituras: siendo la Biblia la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, es imposible que se contradiga a sí misma, de modo que, cuando nos topamos con dos o más pasajes sobre un mismo tópico que, aparentemente, resultan contradictorios, tenemos que descartar cualquier posibilidad de contradicción y aceptar, en cambio, que no estamos interpretando correctamente alguno de esos pasajes;

[+] la primera mención: la primera vez que un concepto es mencionado en las Escrituras termina transformándose en un principio rector a la hora de interpretar posteriores alusiones al mismo;

[+] deben utilizarse siempre los pasajes más claros sobre un tópico para interpretar los que resulten menos claros (y nunca al revés): algunos pasajes de las Escrituras sobre un tema en particular son menos claros o contundentes que otros, motivo por el cual, los que resultan menos claros deben ser interpretados siempre a la luz o bajo la guía de los que resulten más claros;

Existen algunas otras reglas y principios para aplicar a la interpretación de la Palabra de Dios, pero si se aplican estos que hemos mencionado, tendremos una buena oportunidad de evitar los errores y malas interpretaciones que parecen ser comunes en estos días.

Aclaraciones previas

La literalidad (la “regla de oro” de la hermenéutica) es un principio que admite excepciones ya que, como veremos, si interpretamos literalmente absolutamente todos los pasajes de la Biblia, más temprano que tarde, inevitablemente aparecerán contradicciones severas.

Por aplicación del principio de “consistencia interna de las Escrituras” sabemos que es imposible que la Biblia se contradiga a sí misma (porque está inspirada por el Espíritu Santo, o sea, por Dios), motivo por el cual, si vemos que dos o más pasajes se contradicen, resulta obvio que somos nosotros los que estamos fallando al interpretar alguno o algunos de los pasajes que están en contradicción aparente.

Lo mejor aquí es ver que pasajes admiten mejor el “principio de interpretación literal”, que normalmente son los más claros y, por ello, contundentes y trabajar sobre los otros, los menos claros, aplicando otros principios y, sobre todo, tratando de interpretarlos a la luz o con la guía de los más claros y contundentes.

Sin perjuicio de los otros que hemos mencionado, el principio hermenéutico cuya no aplicación o aplicación inadecuada ocasiona más malas interpretaciones de las Escrituras es el “principio de interpretación contextual”, es decir, cuando se “sacan de contexto” (sea a propósito o por descuido) uno o más pasajes (y a veces hasta un libro entero) de la Biblia.

La cuestión del contexto

La mejor manera de entender para qué sirve la hermenéutica bíblica es tomar los pasajes de las Escrituras cuya interpretación normalmente ha generado y genera todavía controversia.

En la Epístola a los Hebreos, podemos leer dos de esos pasajes:

Hebreos, 6:4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 6:5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6:6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.

Hebreos, 10:26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 10:27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.10:28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 10:29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 

Estos pasajes normalmente son citados por quienes se oponen a la “doctrina de la seguridad eterna” (que sostiene que la salvación, una vez alcanzada, no puede perderse) porque demostrarían (creen ellos) que la salvación si puede perderse a causa del pecado. Particularmente Hebreos, 6:4-6 suele emplearse también cuando se habla de “apostasía” (el abandono voluntario de la fe).

No obstante, a continuación vamos a demostrar que la interpretación que normalmente se hace de Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 es equivocada y es producto de interpretar estos pasajes en forma literal cuando, en realidad, requieren (ya lo veremos) ser interpretados en forma contextual.

El contexto de la Epístola a los Hebreos

La cuestión del contexto no es un tema menor. No podemos ignorar el contexto en el que fue escrito cada libro de la Biblia en general y la Epístola a los Hebreos en particular.

En la iglesia primitiva había judíos y gentiles, que tenían en común el haber aceptado a Cristo como Señor y Salvador. La iglesia nació con los judíos: Jesús era judío, los doce apóstoles eran judíos y los primeros convertidos también lo eran. Luego, por medio de Pablo, el Evangelio se esparció también entre los gentiles (los no judíos).

La Iglesia fue y es una “nueva raza humana”, que sale de entre judíos y gentiles:

Efesios, 2:15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 2:16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

Sabemos que los judíos y los gentiles que formaban parte de la iglesia primitiva compartían el haber aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador, pero ¿qué los diferenciaba?.

Los gentiles cristianos, antes de aceptar a Cristo, andaban como parias “sin esperanza y sin Dios en el mundo”:

Efesios, 2:11 Por tanto, acordaos de que en otros tiempos vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. 2:12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

Los judíos cristianos, en cambio, antes de aceptar a Cristo, contaban con toda una tradición de la que carecían los gentiles:

Romanos, 3:1 ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de que aprovecha la circuncisión?. 3:2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios.

Romanos, 9:4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; 9:5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.

Lo que está diciendo Pablo es que, mientras los gentiles, antes de aceptar a Cristo, eran parias espirituales que deambulaban “sin esperanza y sin Dios en el mundo”, los judíos fueron el pueblo:

[+] al que le fue confiada (revelada) la Palabra;
[+] adoptado por Dios;
[+] que vio la gloria de Dios (fueron testigos de varios milagros, entre otros, el de la apertura del Mar Rojo);
[+] con el que Dios hizo un pacto;
[+] que recibió la Ley y la forma de adorar a Dios (el culto);
[+] que recibió las promesas;
[+] de donde salieron los patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob y Jose); y
[+] donde nacio Jesucristo;

Lo cierto es que la Epístola a los Hebreos fue escrita (algunos dicen que por Pablo) para demostrar la obsolescencia del Antiguo Pacto ahora reemplazado por el Nuevo Pacto establecido a partir de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz.

¿En qué consistía el Antiguo Pacto?.

El pecado siempre se levantó como una barrera o un muro entre Dios y los hombres. Como Dios no puede morar en presencia del pecado, siempre fue necesario expiar (quitar de en medio) el pecado por medio de la sangre.

A lo largo de toda la historia de la redención, la sangre siempre fue necesaria para expiar el pecado:

Hebreos, 9:22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

¿Cuál es la diferencia entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto?.

En el Antiguo Pacto, la que se derramaba era la sangre de animales, una y otra vez. En el Nuevo Pacto, la que se derramo fue la sangre de Cristo, una sola vez.

Como está escrito:

Hebreos, 10:14 porque con una sola ofrenda hizo [Cristo] perfectos para siempre a los santificados.

Hebreos, 9:24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 9:25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena [de animales]. 9:26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

Cuando decimos que el Antiguo Pacto quedo obsoleto (que no se usa en la actualidad, que ha quedado claramente anticuado), lo que estamos queriendo decir es que lo que quedo obsoleto es el sistema levítico de sacrificios de animales inserto en la ley de Moisés y no la propia ley de Moisés o los libros del Antiguo Testamento (AT), todo lo cual es Palabra de Dios, que jamás quedara obsoleta.

¿A quién se le puede ocurrir que los diez mandamientos, insertos en Éxodo, 20 ya no están vigentes?. No mataras, no robaras, no adoraras a dioses ajenos, no cometerás adulterio ¿quedo, acaso, todo esto sin vigencia?. Claro que no.

Al respecto, Jesús dijo:

Lucas, 16:17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

Y luego agregó:

Mateo, 5:18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

Pero el cielo y la tierra todavía “no han pasado”. Esto está todavía en el futuro y es mencionado en el libro de Apocalipsis:

Apocalipsis, 21:1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.

Y esto que ve Juan (un cielo nuevo y una tierra nueva) ocurre al finalizar el reinado milenial (de 1000 años) de Cristo, es decir, 1000 años después del retorno de Cristo a la tierra. Fíjense ustedes cuanto tiempo todavía seguirá vigente la Ley de Moisés.

La diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, está perfectamente explicitada en los siguientes pasajes:

Hebreos, 10:1 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 10:2 De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 10:3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; 10:4 porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

Antes de seguir, debemos aclarar que la palabra “expiar” tiene connotaciones distintas en el Antiguo Pacto y en el Nuevo Pacto. En el Antiguo Pacto significaba “cubrir”, en tanto que, en el Nuevo Pacto, significa “quitar de en medio”. Esta diferencia se debe a que, mientras la sangre de los animales, derramada una y otra vez, no podían quitar el pecado sino, tan solo, cubrirlo (Hebreos, 10:4), la sangre de Cristo, derramada una sola vez, si lo quita definitivamente (Hebreos, 9:26).

Demás está decir que, una vez derramada la sangre de Cristo en la cruz, era casi blasfematorio que un judío cristiano volviera a confiar en la sangre de los animales para expiar el pecado.

Pregunta: ¿a quienes era necesario convencer de que el Antiguo Pacto había quedado obsoleto y de que había sido reemplazado por un Nuevo Pacto?.

Claramente a los judíos, que tenían la tradición del Antiguo Pacto y no a los gentiles que no solo no tenían la menor idea de la tradición judía sino que, como lo marco el apóstol Pablo, andaban como parias “sin Dios y sin esperanza en el mundo”.

Ahora ya tenemos el “contexto” de la Epístola a los Hebreos dado por  el “para que” (el propósito) y el “para quien” (el destinatario):

[+] el “para que”: para demostrar que el Antiguo Pacto quedo obsoleto y que fue reemplazado por el Nuevo Pacto a partir de la muerte expiatoria de Jesús en la cruz; y

[+] el “para quien”: para los judíos que se habían convertido al cristianismo (no para los gentiles);

La Epístola a los Hebreos fue escrita para los judíos que se habían convertido al cristianismo, los cuales habían recibido el Evangelio pero estaban siendo influenciados (contaminados) por “falsos maestros judaizantes” para que no dejaran de practicar los rituales del templo del judaísmo ortodoxo. Estos falsos maestros judaizantes estaban tratando de combinar la práctica del sistema levítico de sacrificios en el templo con el Evangelio (las Buenas Nuevas). A los nuevos creyentes gentiles les decían que, antes de convertirse al cristianismo, debían someterse al ritualismo judío (guardar la Ley de Moisés y circuncidarse) y a los nuevos creyentes judíos les decían que podían abrazar el cristianismo siempre que se mantuvieran dentro del judaísmo.

En el Libro de los Hechos de los Apóstoles (escrito por Lucas, como complemento de su Evangelio) podemos ver en acción a estos falsos maestros judaizantes:

Hechos, 15:5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

Algunos fariseos, contemporáneos a Pablo, si bien habían abrazado el cristianismo (habían creído en Jesús), sostenían que, al mismo tiempo, había que circuncidarse y guardar la ley de Moisés.

La refutación del Espíritu Santo para esta falsa doctrina judaizante, se encuentra:

[+] para los gentiles, en Hechos, 15 (cuando se celebró el “Concilio de Jerusalén”, donde se llegó a la conclusión - basada en los discursos de Pedro, primero y de Santiago, luego - de que no era necesario seguir abrazando la ley del Moisés, ni circuncidarse para lograr la salvación); y

[+] para los judíos, en la Epístola a los Hebreos;

¿Cuál era el problema con aquellos que, una vez derramada la sangre de Cristo, querían volver al viejo sistema levítico de sacrificios?.

El problema era seguir con la práctica de los remedios del Antiguo Pacto para el pecado, en vez de recurrir a la solución de 1 Juan, 1:9 (la confesión). Ellos rebajaron la  muerte del Señor al mismo nivel que la de los animales que se sacrificaban por los pecados del pueblo. La Ley solamente era una sombra de las cosas que habrían de venir, no de las realidades mismas. Una vez que la Realidad apareció, la sombra ya no era efectiva….

Por consiguiente, siendo la Epístola a los Hebreos una carta dirigida, precisamente, a los judíos cristianos, Hebreos, 6:4-6 es un pasaje particularmente dirigido a todos aquellos que, siendo judíos, se dejaron contaminar por los falsos maestros judaizantes volviendo, ya derramada la sangre de Cristo, al sistema levítico de sacrificios de animales en el templo inserto en la ley de Moisés, pisoteando y teniendo en poco, de esta manera, las sangre del Hijo de Dios, mucho más valiosa y eficaz que la de los animales.

El principio que debe usarse, entonces, para interpretar y comprender la Epístola a los Hebreos en general y los pasajes de Hebreos, 6:4-6 y Hebreos,  10:26-29 en particular, es el “principio de interpretación contextual” y no el “principio de interpretación literal”.

Otro caso para analizar el contexto

Otro caso para analizar la cuestión del contexto es el de Filipenses, 2:12, normalmente citado en oposición a la “doctrina de la seguridad eterna” para demostrar (según algunos) que debemos “cuidar” nuestra salvación para no perderla.

Recordamos este pasaje:

Filipenses, 2:12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,

En este pasaje, Pablo, pareciera decirnos que tenemos que trabajar para “cuidar y mantener” nuestra salvación al afirmar que debemos ocuparnos de ella “con temor y temblor”.

Pero ¿cómo pudo Pablo haberles dicho a los filipenses que tenían que trabajar para mantener su salvación cuando en otras cartas afirmo lo siguiente?:

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe. 

Efesios, 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 1:14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

2 Corintios, 1:21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, 1:22 el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones. 

Para Pablo la salvación no solo no es por obras (Efesios, 2:9) sino que, desde el momento que oímos el evangelio y lo creemos somos sellados con el Espíritu Santo. ¿Hasta cuando?. ¿Hasta que pecamos la primera vez después de haber sido salvos?. No, sino “hasta la redención de la posesión adquirida” (hasta el rapto o arrebatamiento de la iglesia).

Anteriormente, en la carta a los filipenses, Pablo dijo que Dios es fiel para completar la buena obra que empezó en nosotros (Filipenses 1:6).

Filipenses, 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;

De acuerdo a Filipenses, 1:6, nosotros no empezamos la obra, Él lo hizo. Tampoco la llevamos a su conclusión, Él lo hace. Lo que Pablo estaba diciendo es que la salvación que está disponible ahora es una promesa que Dios nos ha dado. Nosotros podemos confiar en Él porque Él es fiel para hacer que la promesa se haga realidad.

Filipenses 2:12 es parte de un pasaje en el cual el contexto es imitar la humildad del Señor. En Filipenses 2:5-11 Pablo dijo que Jesús era Dios en la carne, pero se hizo hombre hasta humillarse para hacerse siervo, aun renunciando a Su propia vida porque Su Padre se lo había pedido. En ese contexto Filipenses 2:12 está diciendo que si Jesús, que lo tenía todo, pudo hacer eso, cuánto más nosotros que no tenemos nada debemos acercarnos a Él con profunda humildad (acaso con temor y temblor), porque sabemos que no merecemos lo que estamos pidiendo.

Pablo termina de aclarar el tema en Filipenses, 2:13 donde escribe: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Es Dios, el Espíritu Santo, el que, a través de su obra de regeneración (Juan, 3:3) y de su gracia, hace (produce en nosotros) no solo nuestro deseo de alejarnos del pecado (el querer) sino, además, que podamos lograrlo (el hacer). No se puede sacar de contexto Filipenses, 2:12 argumentando que tenemos que guardar nuestra salvación “con temor y temblor”, como si fuera una obra 100% nuestra, cuando, en el versículo siguiente (Filipenses, 2:13), Pablo dice que es una obra 100% del Espíritu Santo.

Versículos dirigidos a distintos públicos

Otro tema relacionado con el contexto es que no todos los versículos de la Biblia están dirigidos al mismo público.

Un buen ejemplo de esto son las profecías de Jesús contenidas en su “discurso del Monte de los Olivos” (Mateo, 24 y 25), el cual fue una respuesta a la pregunta de sus discípulos: “¿qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?”.

No todos los versículos de Mateo, 24 y 25 están dirigidos al mismo público sino a públicos distintos:

En 1 Corintios podemos leer:

1 Corintios, 10:32 No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios.

Pablo mismo identifica, por lo menos, tres grupos:

[1] la iglesia;
[2] los judíos;
[3] los gentiles;

Podríamos agregar un cuarto grupo: los “santos de la tribulación”.

[1] La iglesia:

La iglesia de Jesucristo está conformada por judíos y gentiles, que tienen en común el haber aceptado a Cristo como Señor y Salvador. Como Dios ha prometido que no sufrirá su ira (1 Tesalonicenses, 1:10, 5:9, Apocalipsis, 3:10), la iglesia será arrebatada (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17), es decir, será trasladada de la Tierra al cielo en un pestañear, momento en el que iniciara la Tribulación (los ultimos siete años del gobierno del hombre).

[2] Los judíos:

Los judíos “a secas” son judíos que, por su ortodoxia (apego a su religión que es el judaísmo), no aceptaron, en su momento y hasta ahora, el mesianismo de Jesús.

[3] Los gentiles:

Los gentiles son no judíos que tampoco aceptaron, en su momento y hasta ahora, que Jesús es el Hijo de Dios y, por ende, el Mesías.

Mientras la iglesia será rescatada por Dios (en el rapto), tanto judíos como gentiles van a pasar por los juicios terribles de la Tribulación (los últimos siete años del gobierno del hombre).

[4] Los “santos de la Tribulación”:

De entre judíos y gentiles va a salir un grupo llamado los “santos de la tribulación”, es decir, personas que no se fueron en el rapto, porque no eran cristianas, pero que se van a convertir al cristianismo durante la Tribulación y muchos serán mártires.
El libro de Apocalipsis habla de ellos:

Apocalipsis, 7:13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 7:14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 7:15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 7:16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 7:17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

Esta multitud “vestida de ropas blancas” son creyentes de la Tierra. No obstante, llama la atención que:

[1] Juan, el discípulo más asociado a la iglesia, no los reconociera (cuando el anciano le pregunta quienes son, Juan solo se limita a responder: “tú lo sabes”);

[2] su arribo al cielo se presenta tres capítulos después del Rapto (Apocalipsis, 4); y

[3] su destino es el de ser “servidores en el templo” y no “Reyes y Sacerdotes” (que es el destino de la iglesia);

Esto implica que son creyentes posteriores al Rapto y no son parte de la iglesia. Estas personas son llamadas “mártires de la tribulación” o “santos de la tribulación”. Ellos no llegaron a tiempo a la fe en Jesús para el momento del Rapto por eso es que no disfrutarán del destino y la bendición que son únicos para la iglesia. Estos santos tendrán una existencia privilegiada en la eternidad, siempre ante la presencia del Señor. Le servirán día y noche en Su Templo y nunca necesitarán de nada más.

Pero a pesar de que le sirven al Señor en Su Templo, nunca son llamados “reyes y sacerdotes”, como se le llama a la iglesia. Ninguno de ellos se sentará jamás en un trono a la par de Cristo, como lo hará la iglesia:

Efesios, 2:6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 2:7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Cuando fueron bruscamente presionados, ellos necesitaron de una señal final e incontrovertible de que había llegado el momento correcto de creer. Careciendo de la fe para aceptar lo que no podían ver, necesitaron evidencia. Esa evidencia les llegó en la forma del Rapto de la Iglesia, cuando todas las personas que creyeron solamente por fe desaparecieron ante sus propios ojos.

Aunque tarde para ser incluidas en ese increíble evento, estas personas finalmente creyeron a causa del mismo.

Juan, 20:29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Ejemplos de pasajes escritos exclusivamente para la iglesia:

Mateo, 24:36 Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. 

Mateo, 24:40 Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.

Mateo, 24:42 Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.

Mateo, 24:44 Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.

Cada vez que aparezcan pasajes donde se nos diga “velad” porque “no sabéis”, etc., claramente están haciendo alusión al rapto de la iglesia y, por ende, están dirigidos o resultan aplicables únicamente a la iglesia.

El siguiente pasaje, en cambio, no está dirigido a la iglesia sino a los “santos de la Tribulación”:

Mateo, 24:13 Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

Este pasaje no está dirigido a la iglesia, porque:

[1] la iglesia no estará en la Tierra “hasta el fin”, debido a que será arrebatada antes de la Tribulación (1 Tesalonicenses, 1:10, 5:9, Apocalipsis, 3:10); y

[2] la iglesia no es salva por “perseverar hasta el fin” sino “por gracia, por medio de la fe y no por obras” (Efesios, 2:8-9, Tito, 3:5);

En cambio, este pasaje de Mateo, 24:13, está dirigido a los “santos de la Tribulación” porque ellos sí tendrán que “perseverar hasta el fin” para ser salvos. Su sola fe (como ocurrió con la iglesia) no será suficiente para lograr la salvación, sino que muchos tendrán que demostrar su condición de cristianos aun a costa de su propia vida.

Quienes se oponen a la “doctrina de la seguridad eterna” suelen aplicar este pasaje (Mateo, 24:13) también a la iglesia para demostrar que todo cristiano deberá “perseverar hasta el fin” para “mantener su salvación”, quedando demostrado (según ellos) que nadie tiene la salvación asegurada.

Pero esto no debe extrañarnos ya que, todos los que se oponen a la “doctrina de la seguridad eterna”, caen, una y otra vez, en el lugar común de sacar de contexto y/o mal aplicar un puñado de pasajes para refutar (infructuosamente, desde ya) lo que surge, de manera incontrastable, de las mismas Escrituras.

Beneficios como:

[1] la salvación por gracia, por medio de la fe (Efesios, 2:8-9);

[2] que el Espíritu Santo more y sea sellado en el creyente (1 Corintios, 3:16, 6:19, Efesios, 1:13-14, 2 Corintios, 1:21-22); y

[3] el rapto o arrebatamiento (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17);

Son beneficios exclusivos para la iglesia. No estuvieron disponibles para los “santos del AT” (antes de la iglesia) ni lo estarán para los “santos de la Tribulación” (después de la iglesia).

Hubo y habrá gente salva a lo largo de toda la historia de la redención:

[+] los santos del AT (antes de la iglesia);
[+] la iglesia;
[+] los “santos de la Tribulación” (después de la iglesia); y
[+] los “santos del reino milenial” (durante el reinado de 1.000 años de Cristo);

Si bien es cierto que solo hay dos tipos de resurrección, una para vida eterna y otra para condenación eterna (Juan, 5:29, Hechos, 24:15), los que resucitemos para vida eterna (los salvos), dependiendo del grupo al que hayamos pertenecido en vida, vamos a resucitar en un momento diferente:

[+] los santos del AT, al final de la Tribulación, en la Segunda Venida de Cristo (Daniel, 12:1-2);

[+] la iglesia, en el rapto (1 Corintios, 15:51-52, 1 Tesalonicenses, 4:15-17);

[+] los santos de la Tribulación, al final de la Tribulación, en la Segunda Venida de Cristo (Apocalipsis, 20:4); y

[+] los “santos del reino milenial” (los muertos en Cristo durante el reinado de 1.000 años de Cristo), al final del reinado milenial (Apocalipsis, 20:5, 15);

Como puede apreciarse, si aplicamos “todos los versículos a todo el mundo”, lo que tendremos es una “ensalada ininteligible”. No podemos creer, por un lado, que la iglesia será arrebatada antes de la Tribulación (lo cual Dios ha prometido en 1 Tesalonicenses, 1:10, 5:9 y Apocalipsis, 3:10) y, por el otro, afirmar que la iglesia tendrá que “perseverar hasta el fin” para ser salva. Es una cosa o la otra.

La consistencia interna de la Escrituras

Recordamos este principio:

“Siendo la Biblia la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, es imposible que se contradiga a sí misma, de modo que, cuando nos topamos con dos o más pasajes sobre un mismo tópico que, aparentemente, resultan contradictorios, tenemos que descartar cualquier posibilidad de contradicción y aceptar, en cambio, que no estamos interpretando correctamente alguno de esos pasajes”.

Para ver la aplicación práctica de este principio, tomaremos uno de los pasajes que hemos puesto de ejemplo (Hebreos, 10:26-29) y lo contrastaremos con otro que, de tan claro, no admite otra interpretación más que la literal (1 Juan, 1:8-9).

El apóstol Juan escribe:

1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 

El apóstol Juan dice “si decimos”, es decir, se incluye, con lo cual está hablando de la iglesia (de gente que ya es salva). Según la Biblia, entonces, si alguien, luego de ser salvo, afirma que ya no peca, es un mentiroso (si la verdad no está en él, lo que está en él es la mentira). Por supuesto que el apóstol da un paso más y habla de cuál es la solución: la confesión (1 Juan, 1:9).

Cuando pecamos luego de ser salvos (1 Juan, 1:8), no perdemos la salvación pero si podemos perder la comunión con Dios, la cual, al verse interrumpida, puede frenar las bendiciones que Dios tenía para nosotros. La manera de recuperar la comunión con Dios, interrumpida a causa del pecado, es la confesión (el reconocimiento verbal) del o los pecados cometidos (1 Juan, 1:9).

¿Cómo hacemos para conciliar 1 Juan, 1:8-9 con Hebreos, 10:26-29?.

Recordemos:

Hebreos, 10:26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 10:27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. 10:28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 10:29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?.

Si el escritor de la Epístola a los Hebreos se estaba refiriendo, en Hebreos, 10:26-29, a la perdida de nuestra salvación por volver a pecar luego de haber sido salvos, entonces la primera frase (“si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad”) de entrada descalifica a cualquier persona que haya vivido para irse al cielo, porque ninguna persona cristiana jamás ha podido vivir una vida sin pecado, aun después de ser salva (1 Juan, 1:8).

Para evitar este tipo de contradicciones, los principios hermenéuticos deben ser aplicados del siguiente modo:

[1] aplicamos el “principio de interpretación literal” para 1 Juan, 1:8-9:

1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 

Aplicando este principio, llegamos a la conclusión de que Juan, en efecto, quiere decir lo mismo que escribe: que cualquier miembro de la iglesia (incluso, el mismo) sigue pecando, aun después de haber sido salvo (1 Juan, 1:8). La solución para Juan es la confesión (1 Juan, 1:9).

[2] por aplicación del “principio de consistencia o coherencia interna de las Escrituras” sabemos que no puede existir contradicción entre 1 Juan, 1:8-9 y Hebreos, 10:26-29;

[3] por lo tanto, Hebreos, 10:26-29 tiene que estar refiriéndose a otra cosa;

[4] aplicamos el “principio de interpretación contextual” para Hebreos, 10:26-29 y llegamos a la conclusión de que (al igual que Hebreos, 6:4-6), este pasaje no se refiere a perder la salvación por volver a pecar luego de ser salvos, sino a volver al sistema levítico de sacrificios del templo después de derramada la sangre de Cristo, “pisoteando al Hijo de Dios, teniendo por inmunda la sangre del nuevo pacto y afrentando al Espíritu Santo” (Hebreos, 10:29);

¿Cómo resolvimos la contradicción entre 1 Juan, 1:8-9 y Hebreos, 10:26-29?.

Aplicando dos principios hermenéuticos distintos:

[1] el “principio de interpretación literal” para 1 Juan, 1:8-9; y

[2] el “principio de interpretación contextual” para Hebreos, 10:26-29 (y para Hebreos, 6:4-6);

La regla general para interpretar la Biblia es la “literalidad” (la Biblia quiere decir exactamente lo que está escrito en ella), pero debemos tener cuidado de no literalizar absolutamente todo porque es ahí donde, más temprano que tarde, aparecen contradicciones severas. La interpretación literal de la Biblia es una regla que admite excepciones. Como hemos visto, mientras algunos pasajes requieren ser interpretados literalmente (1 Juan, 1:8-9), otros, en cambio, deben ser puestos en contexto (Hebreos, 6:4-6, Hebreos, 10:26-29).

Toda contradicción aparente, entre dos o más pasajes de las Escrituras, debe ser salvada (siempre) por la vía de la correcta aplicación de los principios de la hermenéutica y jamás de “otro modo”. Ese “otro modo”, para el caso que venimos viendo, por ejemplo seria: predicar sobre Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 en su interpretación equivocada (literal) y no predicar lo que dice 1 Juan, 1:8-9 y otros pasajes de las Escrituras.

Esto implica sesgar el Evangelio, lo cual es una herejía. Y de las herejías provienen las falsas doctrinas.

Interpretación de los pasajes menos claros a la luz de los más claros (y no al revés)

Si 1 Juan, 1:8-9 resulta más que claro en cuanto a que los cristianos continuamos pecando aun después de ser salvos, entonces Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 no pueden referirse a la perdida de la salvación producto de volver a pecar luego de haber sido salvos, motivo por el cual estos pasajes tienen necesariamente que estar refiriéndose a otra cosa.

Este principio hermenéutico debiera llevarnos a interpretar Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 a la luz o bajo la tutela o guía de pasajes más claros como, por ejemplo, 1 Juan, 1:8-9.

Si 1 Juan, 1:8-9 no deja lugar a dudas en cuanto a que, aun después de ser salvos continuamos pecando (aunque menos que cuando estábamos en el mundo), no podemos afirmar que Hebreos, 6:4-6 y Hebreos, 10:26-29 se refieren a la perdida de la salvación por pecar luego de obtenida la misma.

La cuestión gramatical

La gramática puede definirse como el conjunto de principios, reglas y preceptos que rigen el empleo de un lenguaje en particular (al respecto, hay que decir que cada lenguaje posee su propia gramática). Como ciencia, la gramática forma parte de la lingüística.

La gramática comprende cinco aspectos:

[1] Fonética: se refiere a la producción de los sonidos;
[2] Morfología: se refiere a la construcción de las palabras;
[3] Sintaxis: se refiere al estudio acerca de cómo se combinan las palabras y cómo son las relaciones entre ellas;
[4] Semántica: se refiere a la construcción de las expresiones; y
[5] Etimología: se refiere al origen del significado de las palabras que conforman la lengua en cuestión;

Un buen ejemplo de pasaje bíblico donde la etimología de las palabras (un aspecto de la gramática) no puede pasarse por alto es el siguiente:

2 Pedro, 2:20 Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. 2:21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. 

Los anteriores pasajes parecieran decirnos no solo que es posible que un cristiano abandone el camino de la fe sino que, luego de hacerlo, su posterior estado (cuando abandono al Señor) vendría a ser peor que el primero (antes de conocer al Señor).

Nuevamente este pasaje es utilizado por muchos para demostrar (según ellos) que un cristiano verdadero puede abandonar la fe (apostatar).

Pero “conocer al Señor” y “conocer el camino de la justicia” no quiere decir que una persona haya creído en su corazón. Las palabras griegas usadas aquí todas tienen una forma de “gnosis”, que significa conocimiento o conocer. La palabra griega para creer es “pistis” y no aparece en ningún lugar de estos pasajes.

Hechas estas aclaraciones, 2 Pedro, 2:20-21 cobra un nuevo sentido:

Juan, 9:41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.

Un ejemplo de que es posible conocer (y aun entender) y no creer, es el del gran escritor argentino Jorge Luis Borges. A pesar de ser un ateo confeso, en muchos de sus relatos, Borges cito las Escrituras con la precisión de un erudito bíblico. Dos ejemplos de ello, entre otros, son los relatos notables “De alguien a nadie” (del libro “Otras inquisiciones”) y “Tres versiones de Judas” (del libro “Ficciones”), donde Borges demuestra no solamente haber leído la Biblia (seguramente por su amor a las letras y a los libros en general) sino haber comprendido perfectamente el plan de redención del Dios de la Biblia. Sin embargo, Borges siempre reconoció su falta de fe (elemento indispensable para alcanzar la salvación).

Conocer no es creer. Por lo tanto, alguien que conoce y se aparta no puede perder lo que nunca obtuvo (la salvación).

Conclusión

Normalmente, a los pasajes más claros y contundentes, les cabe la interpretación literal y, a los menos claros, algún otro principio o simplemente ser interpretados a la luz o bajo la guía o tutela de los pasajes más claros.

Por lo general, tenemos bastantes problemas para aceptar lo que la Biblia dice, de manera clara y contundente, en forma sencilla y sin dobleces.

Jesucristo dijo:

Juan, 10:27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 10:29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Solo este pasaje debiera bastar y sobrar (no solo por lo que dice sino por quien lo dijo) para derribar todos los argumentos falaces que se levantan en contra de la “doctrina de la seguridad eterna”.

Jesús dice que lo verdaderos cristianos (sus ovejas) oyen su voz y lo siguen. También dice que “no perecerán jamás” y que “nadie los puede arrebatar de su mano”. Y, por si esto fuera poco, dice que “su Padre (que es mayor que todos) se los dio” y que “nadie los puede arrebatar de la mano de su Padre”.

Muchos, ante la contundencia de pasajes como Juan, 10:27-29, aceptan que la salvación es un regalo (Efesios, 2:8-9) que Dios no nos quitaría jamás, con la salvedad de que nosotros si podemos rechazarlo y devolverlo (apostatando).

Por aplicación del “principio de consistencia interna de las Escrituras”, si encontráramos pasajes bíblicos que digan lo contrario, entonces esta idea (la de que la salvación es un regalo que podemos devolver), no es bíblica.

Pablo escribe:

1 Corintios, 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Cuando Pablo nos dice “ustedes no son de ustedes, porque fueron comprados por precio”, nos sugiere que ya no estamos en control de nuestro destino eterno.

A su vez, en 1 Pedro, 1:18-19 se nos aclara cual ha sido el precio por el que fuimos comprados:

1 Pedro, 1:18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 1:19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

Si yo le preguntara a usted si puede regalar el auto de su vecino, usted contestaría rápidamente que no y la razón es más que obvia: el auto no es suyo sino de su vecino. Usted estaría reconociendo, de esta manera, que no puede ejecutar actos de disposición (disponer, decidir) sobre algo que no es suyo.

De igual manera, la Biblia dice que usted ya no es de usted sino de Dios, porque se ha pagado por usted un determinado precio, que resulta ser la  sangre misma de Dios. ¿Por qué usted, entonces, insistiría en pensar que puede devolver su salvación?. Tenemos que terminar de entender, de una buena vez y para siempre, que la salvación, una vez consumada, desencadena, en la esfera espiritual, una serie de eventos que resultan I-RRE-VER-SI-BLES.

La Biblia dice que Cristo apareció para deshacer las obras del diablo:

1 Juan, 3:8 Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

No obstante, lo contrario no es verdad: el diablo no puede deshacer las obras de Dios. La salvación es una obra de Dios que no puede ser deshecha, ni por el diablo, ni por usted.

Por si esto fuera poco, el apóstol Pablo agrega:

Romanos, 8:38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 8:39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

No hay poder en el Cielo o en la Tierra (incluyéndonos a nosotros mismos), que pueda deshacer lo que Dios ha hecho por nosotros, con lo cual la apostasía solo resulta practicable por personas que no son salvas, aunque se encuentren, al momento de apostatar, dentro de la iglesia.

Pregunta: ¿puede haber gente que no sea salva dentro de la iglesia?.

Respuesta: desde ya te anticipo que si y te invito a que leas un estudio, en este mismo blog, denominado Dentro de la iglesia pero no salvos

QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!

Marcelo Daniel D’Amico
Maestro de la Palabra