sábado, 29 de agosto de 2015

LA ESENCIA DE LA FE CRISTIANA



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Por el autor del blog:

La Biblia define la fe del siguiente modo:

Hebreos, 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

La fe, en suma, es estar seguro (tener la convicción) de que algo existe o es como se nos informa, aunque no lo veamos y no podamos comprobarlo.

La fe sirve para salvarnos y, aunque no sea la causa (el por qué) de nuestra salvación, es el medio por el cual somos salvos. Como dice Pablo, somos salvos por gracia (la causa de la salvación y que es la voluntad de Dios de que todos los hombres sean salvos), por medio de la fe (el medio):

Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;

Como dice Pablo, la causa (el por qué) de la salvación es la gracia y el “boleto de entrada” a esa gracia (la causa de la salvación) es la fe (el medio):

Romanos, 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 5:2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

¿Quién es el destinatario de la fe?. ¿Fe en quien?. En Jesucristo, claro. Ademas de Romanos, 5:1 tenemos:

Romanos, 10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10:10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Romanos, 10:13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

Definido que es la fe, para que sirve y hacia quien debe estar dirigida (el que, el para qué y el quién), cabe preguntarse lo siguiente:

[1] ¿es la fe un acto unilateral del creyente que, cegado por el fanatismo o impulsado por la instintiva y prosaica necesidad de creer que existe algo después de la muerte, mantiene la creencia en Dios durante toda su vida, sin obtener jamás una respuesta ni ningún tipo de estimulo de parte de Dios; o

[2] por el contrario, la fe es un acto que comienza como un acto unilateral del creyente pero, a medida que avanza el tiempo y se compromete con Dios y con su obra y con el conocimiento y el estudio de su Palabra (la Biblia), ese acto unilateral se convierte (progresiva y paulatinamente) en una relación bilateral, conforme Dios se va revelando en su vida, llegando el creyente verdaderamente a entablar una relación concreta con Dios y a “escuchar” literalmente su voz?;

Los incrédulos, los ateos y los inconversos creen que ocurre lo expuesto en el apartado [1] y no solamente respecto de los cristianos sino de cualquiera que profese algún tipo de fe o religión, pero lo que, en realidad, ocurre es lo expuesto en el apartado [2].

Para graficar esto, recurramos al siguiente ejemplo:

“Supongamos que 2 escaladores están perdidos en una densa neblina en una escarpada cumbre de una cadena montañosa (Los Andes, Los Alpes, etc.). Están atrapados en el final de una estrecha cornisa y, desesperados por encontrar una solución a su problema, uno de ellos dice: yo creo, por fe, que debajo de nosotros, a medio metro de altura, se encuentra una saliente en la montaña que conduce a un camino y, sin pensarlo más, se lanza al vacio que se encuentra frente a él. El otro decide esperar hasta que, de repente, escucha el grito de otros 2 montañeses provenientes de esa región. Reconociendo que la voz que escucha es de alguien que conoce a la perfección el terreno, le pregunta: Oiga, estoy perdido ¿me escucha?!. Si!, le contestan estos 2 montañeses, nos encontramos muy cerca de usted. Y continúan diciendo: camine hacia la derecha unos 10 metros y va a llegar a una roca escarpada, donde comienza un camino que lo va a traer hasta donde estamos nosotros. El hombre, aunque no ve absolutamente nada, pone su fe en la voz que reconoció como verdadera, camina conforme a las instrucciones que recibió de los 2 montañeses y salva su vida” (comentario del famoso teólogo suizo Frank Schaeffer).

En ambos casos de esta pequeña historia se requirió de fe para tomar una decisión. Sin embargo, en el segundo caso, no se trataba de una fe ciega sino basada en la seguridad que provenía de la voz que lo dirigía. La fe del primer montañés que se arrojo al vacio suponiendo que había una saliente a medio metro de altura, es la fe del apartado [1]. La fe del segundo montañés que espera y reconoce la voz de alguien que conoce el lugar y se deja guiar por esa voz, es la fe del apartado [2].

Los ateos y los incrédulos pretenden que ocurra algo que es de ocurrencia imposible: que un Dios en el que no creen y al que no le otorgan la menor entidad, genere señales delante de ellos que los conduzcan a creer en El.

La generación perversa demanda señal, pero señal no le será dada sino la señal del profeta Jonás (Lucas, 11:29-30). Cuando Jesucristo dijo esto quiso expresar que aquellos que pretendan “ver para creer” se van a quedar con las ganas (y serán condenados) porque, en realidad, es al revés: “creer para ver”. Dios requiere, para comenzar a “mostrar” algo, un mínimo acto de fe (Hebreos, 11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay). A aquellos que pretendan ver para creer solo les será dada la señal del profeta Jonás, quien fue enviado por Dios a predicar a Nínive (la capital de Asiria) y los ninivitas creyeron a su sola predica, sin necesidad de que Jonás haga ningún tipo de milagro, prodigio ni portento. Y este es el antecedente que va a condenar a la generación perversa que demande una señal para creer.

Dios es el Creador de todo lo que existe y El es soberano para elegir la forma de relacionarse con nosotros y salvarnos. Como dice Pablo: agrado a Dios salvar al hombre por medio de la “locura de la predicación y de la fe” (1º Corintios, 1:21).

Dios tiene diferentes maneras de hablarnos:

[1] a través de su Palabra escrita (la Biblia), que es una Palabra viva;
[2] a través de algún pastor, predicador o profeta; o
[3] a través del Espíritu Santo que mora en nosotros (en nuestro espíritu), en cuyo caso Dios nos habla instalando un pensamiento o una idea en nuestra mente o directamente nos habla escuchando, nosotros, literalmente su voz;

En lo personal, Dios me ha hablado más de una vez, por todos estos medios. Por ejemplo, en una oportunidad, yo me encontraba atravesando un “desierto” (un periodo de aridez espiritual, donde nos sentimos desamparados pero, en realidad Dios está más cerca que nunca, trabajando en nosotros). Un día estaba tal mal que, llorando, le pregunte en voz alta: ¿Por qué me desamparaste?. Creo que no termine de decirlo y vino a mi mente un pensamiento-voz que me dijo: “un día mi Hijo sintió lo mismo en la cruz”. Por supuesto que yo se que Jesucristo, estando en la cruz, le pregunto esto al Padre. Pero, por la rapidez y contundencia de la respuesta supe que era de Dios, porque, ademas, fue una respuesta que me “tapo la boca” y me dejo sin argumentos (sentí vergüenza). Y nadie genera argumentos que se levanten contra sus propios argumentos ni, mucho menos, que lo avergüencen y lo dejen sin respuesta (nadie va contra sí mismo).

Luego me han soltado palabra profética profetas, predicadores y pastores, que se ha cumplido o me sirvió para corregir ciertas cosas. O sea: viene un profeta (que no conoces, ni te conoce) y te dice algo (algo por lo que estas pasando, o que estás sintiendo) que solamente lo conoces tu y Dios y te quedas petrificado. Dios te está hablando a través de ese hombre o mujer.

La palabra profética que te suelta un profeta de Dios puede tener 3 objetivos posibles (1º Corintios, 14:3):

[1] Consolación (consolarte, darte ánimo);
[2] Edificación (algo que te sirve para aprender, para edificarte); y
[3] Exhortación (algo que sirve para persuadirte o convencerte de que hay algo que tienes que cambiar);

Una vez que empieces a buscar a Dios el va a encontrarte y, paulatinamente, te irá dando señales irrefutables e inconfundibles no solo acerca de su existencia sino de su amor, bondad, misericordia y poder.

Es Dios mismo, a través del Espíritu, el que no dice que somos hijos de Él:

Romanos, 8:16 El Espíritu [Santo] mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.




QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!