Puedes bajar este post como archivo de Word pinchando Aqui o como archivo de PowerPoint pinchando Aqui
Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es lo mismo que lo expuesto mas abajo):
Introducción
En el capítulo 6 de su epístola a los Efesios, Pablo enumera y
describe los elementos que componen la armadura de Dios.
Pablo escribe:
Pablo escribe:
Efesios, 6:13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar
firmes. 6:14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y
vestidos con la coraza de justicia, 6:15 y calzados los pies con el apresto del
evangelio de la paz. 6:16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis
apagar todos los dardos de fuego del maligno. 6:17 Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
Pablo habla de:
[1] estar ceñidos vuestros lomos con la verdad;
[2] estar vestidos con la coraza de justicia;
[3] estar calzados los pies con el apresto del evangelio de la
paz;
[4] tomar el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los
dardos de fuego del maligno;
[5] tomar el yelmo de la salvación; y
[6] tomar la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
Efesios, 6:12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Queramos o no, estamos en una guerra. Pablo habla de una lucha y
esa lucha no es contra “carne y sangre”, es decir, contra alguien humano, como
nosotros, sino contra:
[1] principados;
[2] potestades;
[3] gobernadores de las tinieblas de este siglo; y
[4] huestes espirituales de maldad en las regiones celestes;
Nuestros verdaderos enemigos son demonios, espíritus inmundos,
entidades espirituales de maldad. La guerra, entonces, es espiritual, es decir,
se lleva a cabo en la esfera espiritual. Y, para luchar en esta guerra
espiritual, contra enemigos espirituales, se necesita una armadura también
espiritual.
Pablo reafirma esto cuando escribe:
2 Corintios, 10:4 porque las armas de nuestra milicia no son
carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 10:5
derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,
Una fortaleza es un lugar inexpugnable donde se atrinchera el
enemigo y resulta muy difícil entrar. En términos espirituales, una fortaleza
es una “casa hecha de pensamientos” que sirve para la actividad demoniaca.
Estas fortalezas están dentro nuestro, en nuestra mente. Se trata de un modelo
mental, que traemos del mundo, una forma de ver las cosas que se construye con
afirmaciones contrarias a la Palabra de
Dios (con mentiras). En estas fortalezas, construidas por el enemigo y que
operan en nuestra mente, el enemigo se exalta a sí mismo y se proclama contra
la Palabra de Dios. Fortalezas muy comunes son el orgullo, la autoconfianza y
la falta de perdón, entre otras. Los demonios habitan en estas fortalezas, a
las que hay que destruir para liberar a una persona (aun cristiana) de la
opresión demoniaca.
Comenzamos
Ceñidos con la
verdad
¿Por qué, de todas las cosas de que consta una armadura, Pablo
comienza por el cinturón?. Podría haber empezado por la espada del Espíritu, el
escudo de la fe, la coraza de justicia, por cualquier cosa. Pero no lo hizo.
¿Por qué?
El cinturón tenía un rol primordial en la función de la armadura
del soldado. Era el que sostenía la vaina y sin ella no se podía colocar la
espada. Es imposible imaginar a un soldado listo y preparado para la guerra,
pero sin su cinturón y, por lo tanto, sin su arma. Del cinturón colgaban,
ademas, trozos de cuero para proteger la parte inferior del cuerpo. La
palabra “ceñir” significa “asegurar”. El cinturón “ciñe (asegura) todas las
otras piezas de nuestra armadura”. Pablo dice “ceñidos vuestros lomos con la
verdad”. La verdad, entonces, debiera adherirse a nosotros como el cinturón se
adhiere al cuerpo.
¿Qué es la
verdad?
Juan, 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Jesús, orando al Padre, da una clara y correcta definición de
verdad: la Palabra de Dios.
Las Escrituras fueron inspiradas por Dios:
2 Timoteo, 3:16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
La expresión griega traducida como “inspirada por Dios”
literalmente significa “que tiene el aliento de Dios”. Él inspiró toda la
Biblia para revelarnos su verdad. Todas sus promesas, mandamientos y palabras
son “la verdad”. Si Dios dice algo, no hay fuerza que lo pueda detener:
Isaias, 14:27 Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y
quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?
¿Qué tiene que
ver la verdad con el cinturón?.
1 Tesalonicenses, 5:21 Examinadlo todo; retened lo bueno.
Como cristianos, debemos examinar todas las cosas y luego solo retener
lo bueno — la verdad — desechando todo lo demás:
Hechos, 17:11 Y éstos eran más nobles que los que estaban en
Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada
día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
Si no estamos convencidos
que nuestros principios y creencias son absolutamente verdaderas, ¿cómo podemos
esperar cumplir?.
Proverbios, 3:3 Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas
a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; 3:4 Y hallarás gracia y buena opinión Ante los ojos de
Dios y de los hombres.
Un cinturón rodea la cintura. ¿Nos rodea nuestra convicción con la
verdad?. Como afirma el anterior pasaje, la verdad debe estar a nuestro
alrededor y escrita en nuestros corazones (nuestra convicción debe ser total).
El cinturón usado en el uniforme romano, como hemos aprendido,
proporcionaba un lugar para colocar la espada del soldado. Nuestra espada, la
espada del Espíritu, probablemente necesita una vaina. La verdad es vital porque,
como el cinturón del soldado romano, nos permite llevar la espada del Espíritu
y usarla efectivamente.
¿Qué otras lecciones podemos aprender de la analogía bíblica de
tener nuestra cintura “ceñida con un cinturón”?.
Lucas, 12:35 Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas
encendidas; 12:36 y vosotros sed
semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que
cuando llegue y llame, le abran en seguida. 12:37 Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor,
cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se
sienten a la mesa, y vendrá a servirles.
Cristo nos dijo siempre estar atentos y observar las señales de su
regreso.
1 Pedro, 1:13 Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento,
sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando
Jesucristo sea manifestado;
Pedro usó una interesante analogía: “ceñid los lomos de vuestro
entendimiento”. Esto implica alistar la vestimenta para estar listos y partir
cuando sea necesario.
¿Cuáles son
los peligros de no usar un cinturón?.
Romanos, 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
El mundo en el que vivimos nos enseña que la verdad es lo que
hacemos, que el bien y el mal son relativos y que no hay absolutos, solo
opiniones igualmente válidas.
Pero la Biblia enseña que la verdad es la Palabra de Dios, que el
bien y el mal está definidos por él y que hay absolutos eternos inamovibles,
que no pueden ser influenciados por las opiniones de nadie.
Pablo escribió a los romanos diciéndoles “no se conformen a este
mundo”. En parte, ello significa no ser partícipes en un sistema de creencias
que dice que la verdad absoluta es un mito. Como cristianos, sabemos que hay
verdades y absolutos.
2 Timoteo, 2:15 Procura con diligencia presentarte a Dios
aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra
de verdad.
Imagine un cinturón al que le falta un pedazo. No importa cuán
pequeño sea el trozo que falte: el cinturón no sirve. Para poder cumplir
cabalmente con su función debe ser de una sola pieza y estar completo.
Tratar de vivir el camino de Dios sin creer totalmente en su
validez es como tratar de sostener la espada en un cinturón que no está
completo y es inútil. Nuestra confianza en Dios y su Palabra deben ser sólidas,
sin fracturas, o nos encontraremos sin armas. No importa cuán efectivo sea el
resto de nuestra armadura, sin nuestra espada somos inútiles. Necesitamos escudriñar
correctamente la palabra de verdad, para saber en qué creemos y por qué.
La coraza de justicia
La coraza era un elemento
esencial en la armadura del soldado romano. Le proporcionaba protección al
torso, la parte del cuerpo que contiene órganos vitales como el corazón y los
pulmones, entre otros. Un soldado sin coraza iba a la muerte segura, ya que
cualquier ataque podía resultar fatal. Pero con una coraza resistente, los
ataques eran poco efectivos e inútiles ya que los golpes simplemente rebotaban
en su superficie.
¿Por qué se compara
la justicia con un elemento protector como la coraza?
Proverbios, 11:4 No aprovecharán las riquezas en el día de la ira;
Mas la justicia librará de muerte.
Mas la justicia librará de muerte.
Sin justicia, nos exponemos a una
muerte cierta. La justicia - equivalente a una coraza - contrarresta los
letales ataques de nuestros enemigos.
¿Qué es la justicia?
Salmos, 119:172 Hablará mi lengua tus dichos, Porque todos tus mandamientos
son justicia.
1 Juan, 3:4 Todo aquel que comete
pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.
1 Corintios, 15:34 Velad
debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza
vuestra lo digo.
Ser justos es hacer lo correcto
ante los ojos de Dios. Los mandamientos de Dios son justicia. Por el
contrario, el quebrantamiento de la ley es pecado, y el pecado es lo opuesto a
la justicia. Por lo tanto, ser justos es obedecer las leyes de amor de
Dios.
¿Qué nos aparta de Dios y nos aleja de su protección?
Isaías, 59:1 He aquí que no se ha
acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para
oír; 59:2 pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y
vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro
para no oír.
Las iniquidades y los pecados son
acciones y pensamientos que van en contra de la ley de Dios. Debido a que están
en conflicto con el camino de Dios y son dañinos para nosotros y para los
demás, nuestro justo y perfecto Dios no se relaciona con aquellos que deciden
tomar el camino del pecado y la maldad. Quienes lo hacen, se apartan de Dios y
de su protección.
Es interesante destacar que en
este mismo capítulo Isaías menciona que Dios se viste de justicia como si fuese
una coraza, ejemplo que inspiró a Pablo a usar esta analogía:
Isaías, 59:17 Pues de justicia se
vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de
venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto,
¿Con
qué tipo de justicia deberíamos ceñirnos?
Isaías, 64:6 Si bien todos
nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de
inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos
llevaron como viento.
La justicia puede librarnos de la
muerte, pero ¿de qué justicia estamos hablando?. Isaías nos aclara que nuestra
justicia individual es comparable a “trapos de inmundicia”, y si lo que
usted busca es protegerse a sí mismo de la muerte, esos trapos de inmundicia
forman una coraza deplorable e inservible.
Jeremías, 23:6 En sus días será
salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le
llamarán: Jehová, justicia nuestra.
Job, 36:3 Tomaré mi saber desde
lejos, Y atribuiré justicia a mi Hacedor.
Salmos, 5:8 Guíame, Jehová, en tu
justicia, a causa de mis enemigos;
Endereza delante de mí tu camino.
Endereza delante de mí tu camino.
Salmos, 23:3 Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por
amor de su nombre.
Salmos, 24:5 El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de
salvación.
Salmos, 71:16 Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor;
Haré memoria de tu justicia, de la tuya sola.
Haré memoria de tu justicia, de la tuya sola.
Es la justicia de Dios, no la
nuestra, la que debe servirnos como coraza y defensa contra Satanás.
¿Qué
otras características usa Pablo para compararlas con la coraza?
1 Tesalonicenses, 5:8 Pero
nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la
coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo.
La fe y el amor también protegen
nuestros corazones. Es interesante estudiar cómo la fe y el amor se relacionan
con la justicia. La fe trabaja “a través del amor” (Gálatas 5:6), y por su fe
(la que mostró al obedecer la voluntad de Dios) Abraham fue “contado como justo”
(Romanos 4:3; Génesis 26:5).
Gálatas, 5:6 porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que
obra por el amor.
¿Cómo
se usa la coraza de justicia?
Aunque parezca una afirmación general,
la única manera de defendernos con la justicia divina es apegarnos a la letra y
el espíritu de la ley de Dios. Una vez que nos hemos puesto la coraza de
justicia, debemos asegurarnos de no quitárnosla. ¿Cómo?. Al mantenernos cerca
de Dios.
Un día, la guerra que estamos
librando habrá terminado, y cuando así sea, veremos el cumplimiento de lo que
se nos ha prometido:
Isaías, 32:17 Y el efecto de la
justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre.
Al vivir el camino de Dios con fe
y mantenernos lejos de Satanás encontraremos paz, tranquilidad y seguridad por
siempre.
Calzados con el apresto del evangelio
de la paz
Los hermanos se habían reunido para
tratar de convencer a Pablo de que no viajara a Jerusalén. Sabían, por las
profecías, lo que le deparaba este viaje. De hecho, el mismo Pablo dijo que no
sabía qué esperar, “salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da
testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20:23).
Pero Dios, mediante su Espíritu Santo,
había enviado a Pablo a Jerusalén (Hechos 20:22), y el apóstol intentaba
responder a ese llamado. Sabiendo que el inminente viaje podría significar el
final de su vida, dijo a sus opositores:
Hechos, 21:13 21:13 Entonces Pablo
respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy
dispuesto no sólo a ser atado, más aun a morir en Jerusalén por el nombre del
Señor Jesús.
Su paso era firme y estaba dispuesto a
llevar el evangelio a donde fuera que Dios lo enviara.
¿Cuál es el propósito
del calzado?
Imagine un soldado con su armadura
completa: con la espada, el escudo, el casco, la coraza, el cinturón, pero sin
el calzado. La imagen probablemente resulte un poco extraña, y con solo
pensar en ella nos damos cuenta de que algo falta.
Sin embargo, el problema no es solo una
cuestión de estética. Un soldado descalzo podía tener problemas en plena
batalla. En todos los campos de batalla había asperezas y escombros. Podía
tratarse tan solo de piedrecillas y ramas, pero con los pies al descubierto
esto podía infligir mucho dolor, y lo último que quiere hacer un soldado en el
fragor del combate es preocuparse de lo que está pisando.
En resumen, el calzado nos permite
pisar libremente y sin temor mientras enfocamos toda nuestra atención en la
batalla.
¿En qué se relaciona
el evangelio de la paz con el calzado?
Romanos, 10:14 ¿Cómo, pues, invocarán a
aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 10:15 ¿Y cómo predicarán si no
fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que
anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
La Iglesia de Dios es enviada a
proclamar las buenas noticias del Reino de Dios, el que difundirá su camino de
paz alrededor del mundo entero. Teniendo nuestro calzado puesto, estamos listos
para desplazarnos, para propagar estas buenas nuevas a otros.
En los días del apóstol Pablo, él
caminó incontables kilómetros para entregar las buenas noticias. Hoy en día, el
transporte y las comunicaciones han cambiado, pero debemos estar constantemente
dispuestos a hacer nuestra parte para difundir las buenas noticias.
El calzado del soldado romano “con
frecuencia tenía clavos o púas, para un mejor agarre al suelo” (Albert Barnes’ Notes on the Bible [Notas
sobre la Biblia de Albert Barnes]). Cuando permitimos que las buenas noticias
prometidas por Dios nos sirvan de auténtico consuelo, no existe ninguna fuerza
externa capaz de atribular nuestros corazones o darnos alguna razón para temer.
Lucas, 10:19 He
aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza
del enemigo, y nada os dañará. 10:20 Pero
no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que
vuestros nombres están escritos en los cielos.
Jesucristo nos dice en el Evangelio de
Lucas que Él nos ha dado potestad de “pisar” serpientes y escorpiones.
Tomando el escudo de la fe
En Daniel 3, la Biblia registra
la historia del horno de fuego ardiendo:
Los tres jóvenes miraban
fijamente el lugar donde serían echados para morir. El edicto había sido
promulgado: iban a ser atados y arrojados vivos dentro de un horno que sería
calentado siete veces más de lo acostumbrado. Todos los que miraban entendían
lo que esto implicaba: esto era una ejecución y era lo que le sucedía a
quienes desobedecían al rey.
Un momento antes, a estos tres
hombres se les había dado la oportunidad de evitar este destino fatal. Si
hubiesen estado dispuestos a ceder tan solo un poquito, podrían haber salvado
sus vidas, pero se habían rehusado a hacerlo. ¿Por qué?.
El rey había construido
previamente una estatua de oro de 27 metros de altura, y había decretado que
varias veces al día, todo habitante debía postrarse y adorar la estatua cuando
escuchara sones musicales. En toda la nación, solo tres personas tuvieron la
osadía de no obedecer el decreto real. Y por aquel acto de valor, Sadrac, Mesac
y Abed-nego morirían.
Cuando el rey Nabucodonosor se
enteró de la insubordinación, reprendió a los rebeldes y les dio un ultimátum:
“Adoren la estatua o serán echados en medio de un horno de fuego ardiendo”. La
respuesta a esta amenaza la encontramos en Daniel 3:16-18:
Daniel, 3:16 Sadrac, Mesac y Abed-nego
respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos
sobre este asunto. 3:17 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos
librará. 3:18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni
tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
La fe de estos tres jóvenes en
Dios les permitió enfrentar al hombre más poderoso del mundo y rehusar obedecer
sus órdenes blasfemas. Entonces, fueron lanzados dentro del horno y liberados
milagrosamente por Dios. Sin embargo, tal vez lo más sorprendente de esta
historia fue la inquebrantable dedicación a Dios de estos jóvenes frente a una
suerte desconocida. ¡Su fe era tan fuerte, que estaban dispuestos a dar su vida!
Tomando
el escudo
Hasta ahora, la descripción que
hace Pablo de la armadura de Dios se ha limitado solo a los accesorios que
usamos. Nos colocamos el cinturón, la armadura y el calzado, y ellos se
sostienen básicamente por sí mismos.
El escudo es algo diferente.
Pablo nos dice que el escudo es algo que nosotros debemos sostener y levantar.
El solo amarrarlo a nuestro brazo no es suficiente, es necesario que hagamos el
esfuerzo de mantenerlo firmemente arriba y usarlo.
¿Cuál
era la función del escudo en el ejército romano?
El escudo romano —el scutum—
no era el clásico escudo “tipo medieval” que se nos viene a la mente cuando
escuchamos la palabra. Era un escudo muy grande, rectangular y semicurvo, con
una pieza de metal cónica y puntiaguda que se colocaba en la parte central
externa (llamada umbo).
El “scutum” era un elemento de
defensa impresionante. Debido a su tamaño (algunos medían más de un metro de
alto y casi un metro de ancho), los soldados quedaban muy bien protegidos de
sus enemigos. Como era curvo, podía desviar los ataques sin transferir la
fuerza total de la embestida al hombre que sostenía el escudo. Debido al “umbo”,
se podían evitar incluso los ataques más despiadados, porque éste tenía además
una capacidad ofensiva y de un golpe podía hacer que el enemigo retrocediera.
¿Qué
es la fe?
Hebreos, 11:1 Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Si la fe es “la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se ve”, entonces esto tiene implicaciones
de largo alcance. La certeza es tangible, la convicción es una prueba sólida.
Por definición, la fe no es una emoción incierta, sin fundamento real. Esta es
una verdad irrefutable. La verdad es real.
Pablo escribe:
Romanos, 8:24 Porque en esperanza
fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que
alguno ve, ¿a qué esperarlo?
8:25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
8:25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
Aunque la fe se basa en evidencia
sólida, no significa que ella se produce naturalmente o de forma fácil. Pablo
aquí destaca un punto obvio, pero necesario: uno no espera lo que ya tiene. La
fe requiere una enorme dosis de confianza. Debemos examinar la evidencia y ver
que Dios ha demostrado que él no cambia y es consistente, y después debemos
creer firmemente que cumplirá las promesas que nos ha hecho.
¿De
dónde nace la fe viva y salvadora?
Efesios, 2:8 Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios;
Cuando Pablo dice que somos
salvos “por gracia”, está diciendo que la gracia es “la causa” de la salvación
(el por qué) y cuando dice “por medio” de la fe, está diciendo que la fe es,
precisamente, “el medio” (no la causa de la salvación). Que algo sea “por
gracia”, significa que es totalmente inmerecido (no hemos hecho nada para
merecerlo). Esto significa que somos salvos porque Dios así lo quiere, porque “de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan, 3:16) y la fe
es un medio para “aprovechar esta gracia”.
Que la fe es un “boleto de
entrada” a la gracia lo dice Pablo en:
Romanos, 5:2 por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos
en la esperanza de la gloria de Dios.
En Efesios, 2:8 Pablo habla de la
gracia (la causa de la salvación) y de la fe (el medio) e inmediatamente dice
“esto no de vosotros, pues es don de Dios”. ¿A qué se refiere Pablo?. ¿Qué es
lo que “no es de nosotros”?. ¿La gracia?. No, ya sabemos que no es nuestra
porque la gracia es de Dios, es decir, es la voluntad de Dios de que todo
hombre sea salvo. ¿Qué es lo que no es de nosotros?. La fe (el medio) y la
salvación.
La palabra “don” significa
regalo. Pablo dice que la fe y la salvación (esto) no es nuestra (no de
vosotros) pues es regalo (don) de Dios.
La fe es uno de los 9 (nueve)
frutos del Espíritu:
Gálatas, 5:22 Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 5:23
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
La fe es un fruto que aparece
como consecuencia de que el Espíritu Santo mora en nosotros.
1 Corintios, 3:16 ¿No sabéis que
sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
2 Timoteo, 1:14 Guarda el buen
depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.
Y la fe, como cualquier fruto,
aparece en el árbol, primero, como algo pequeño e incipiente, que va creciendo
hasta que madura y está listo para ser usado (arrancado del árbol).
A su vez, la fe se fortalece y
crece a causa de la Palabra de Dios:
Romanos, 10:17 Así que la fe es
por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Oír, aquí, se relaciona más con
“obedecer” que con el mero sentido de la escucha.
Después del arrepentimiento y el
bautismo Dios nos da una fe más profunda y viva, que crece mediante su Espíritu
Santo.
¿Por
qué se asocia el escudo con la fe?
Daniel, 3:17 He aquí nuestro Dios
a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh
rey, nos librará. 3:18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus
dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
Un escudo defiende. Mientras que
un escudo nos protege físicamente, la fe puede salvaguardar nuestras vidas
espirituales, incluso en medio de pruebas físicas. Cuando Satanás (valiéndose
de Nabucodonosor) atacó los valores y creencias de Sadrac, Mesac y Abed-nego,
ellos por su fe fueron capaces de enfrentar firme e inquebrantablemente la
situación.
Ellos pensaron:
“Dios puede librarnos de este
destino. No sabemos si lo hará o no, pero eso no es lo relevante. Él nos
entregó sus mandamientos y los vamos a guardar sin importar las consecuencias.
Sabemos que él puede fácilmente salvarnos de la muerte”.
Pablo escribe:
Efesios, 6:16 Sobre todo, tomad
el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del
maligno.
Un escudo desvía cualquier
ataque. Satanás siempre nos está arrojando sus ardientes dardos de miedo, duda
y preocupación, pero la única vez que pueden alcanzarnos es cuando bajamos
nuestro escudo de la fe, es decir, cuando dejamos de creer que Dios tiene el
control, en lugar de pensar que es Dios,
en realidad, el que está permitiendo que las cosas sucedan por nuestro bien,
que sea cual sea el resultado, siempre es para mejor, aunque, en lo inmediato,
no parezca ser así.
Mateo, 14:28 Entonces le
respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las
aguas. 14:29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús. 14:30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 14:31 Al momento Jesús,
extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?.
El escudo es la primera línea de
defensa. Mientras el resto de nuestra armadura nos protege de los asaltos de
Satanás, no es lo más adecuado para absorber cada golpe. Por ejemplo, no
queremos salir a la batalla a bloquear todo con nuestra cabeza.
Cuando nuestra fe en la
omnipotencia y protección de Dios es fuerte, es imposible para Satanás
atravesar nuestro escudo y lograr atacarnos. Pero cuando permitimos que la duda
nos invada, como le sucedió a Pedro y se distrajo con las olas, nos
comenzaremos a hundir. El resto de nuestra armadura terminará maltratada, igual
que nosotros. No obstante, un escudo de fe sostenido fuerte y activamente evita
esto y, por el contrario, inhibe la fatiga.
¿Cómo
se puede usar el escudo?
El ejército romano poseía una
táctica muy efectiva y original en el uso de sus escudos. Cuando los enemigos
lanzaban flechas u otro tipo de proyectiles, los soldados cerraban filas en
formación rectangular, llamada testudo o “tortuga”: aquellos
que estaban en los bordes de la formación usaban sus escudos para crear una
muralla alrededor. Quienes se encontraban en el medio sostenían sus escudos
sobre sus cabezas, y de esta manera protegían a todo el grupo de los misiles
aéreos. El resultado era un formidable tanque humano, que solo podía ser
detenido mediante un tremendo esfuerzo.
Efesios, 4:11 Y él mismo
constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a
otros, pastores y maestros, 4:12 a fin de perfeccionar a los santos para
la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 4:13
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de
Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo; 4:14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por
doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para
engañar emplean con astucia las artimañas del error, 4:15 sino que
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto
es, Cristo, 4:16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí
por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de
cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Cuando el ejército romano juntaba
sus escudos, se convertía en una fuerza casi imparable. Y si nosotros en la
Iglesia de Dios unimos nuestros escudos, es decir, nos fortalecemos mutuamente
con nuestra fe, construyendo y sirviendo dentro de este cuerpo en la medida de
nuestras capacidades, seremos una fuerza muy difícil de detener, capaz de
enfrentar cualquier desafío.
Debemos recordar que cuando
peleamos, no es simplemente nuestra batalla. Es la batalla de todos nuestros
hermanos en la fe, de los que están a nuestro alrededor y en todo el mundo. Y
si ganamos, será porque pusimos nuestra fe en Dios y estuvimos juntos, hombro a
hombro, manteniéndonos firmes y unidos para “nuestra común salvación. . . por
la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3).
Tomando el yelmo de la salvación
Es difícil negar la importancia del yelmo, o casco. El periódico
estadounidense The Lansing State Journal publicó un artículo el 23 de
junio de 2009 acerca del fatal accidente ocurrido a un patinador de 36 años:
“Las autoridades dijeron que esta muerte pudo haberse evitado. El
18 de junio, en el Parque de Patinaje Ranney, Paul Maxim, que no tenía puesto
un casco, sufrió una fractura craneana y otras lesiones que posteriormente le
provocaron la muerte”.
“Un simple casco le hubiera salvado la vida”, declaró Steve Mazurek,
vocero del departamento de bomberos de Lansing.
Esta historia se contrapone a otra que apareció el 4 de julio de
2008 en The Manchester Evening News:
“Savannah Haworth, de solo 11 años, fue atropellada. El auto pasó
por sobre su brazo y parte de su casco; sin embargo, solo resultó con lesiones
leves en su brazo y su cara. Sus padres dicen que ella habría muerto si no
hubiera sido por el casco, y urgen a todos los ciclistas a que usen un casco”.
Es increíble pensar que el uso o no uso de una protección en la
cabeza constituya la diferencia entre la vida y la muerte en accidentes como
éste. Uno de los componentes de nuestra armadura espiritual es el yelmo de la
salvación, y después de leer estas dos historias es lógico deducir que el casco
es un elemento de protección que no puede ser subestimado.
Tomando el yelmo
Cuando Pablo escribió a los Efesios acerca del yelmo de la
salvación, es posible que a más de alguno tal analogía le haya parecido
bastante familiar. En el libro de Isaías se nos describe cómo Dios se vistió
con la coraza de justicia y con el yelmo de la salvación (Isaías 59:17).
Isaías, 59:17 Pues de justicia se vistió como de una coraza, con
yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se
cubrió de celo como de manto,
Al referirse a esta escritura del Antiguo Testamento, Pablo
reitera que la armadura de Dios es en todos los aspectos la misma armadura que
él usa. Pero también nos hace considerar lo que significa la salvación, cuál es
su relación con el yelmo y qué tiene que ver con nosotros.
¿Cómo se usaba el casco en el ejército romano?
El yelmo romano, al igual que los cascos modernos, protegía la
cabeza de los golpes. En el caso del yelmo romano, protegía a su usuario del
enemigo. Cierta evidencia histórica sugiere que los romanos tenían yelmos
ceremoniales especiales, que se usaban en los desfiles e indicaban rango y
posición.
¿Cuál es la relación entre la salvación y el yelmo?
1 Tesalonicenses, 5:8 Pero nosotros, que somos del día, seamos
sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza
de salvación como yelmo.
Podemos recibir gran consuelo y esperanza si nos enfocamos en el
sacrificio que hizo Jesucristo por nosotros y en aquel Reino que nos espera, la
meta de nuestra salvación. Esta esperanza hace las veces de un yelmo,
protegiendo nuestra mente del desaliento y la desesperanza de este mundo.
1 Pedro, 5:8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el
diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; 5:9
al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
Nuestro enemigo detesta que hayamos escogido este camino y buscará
destruirnos a como dé lugar. Tal como el casco protege la cabeza de un golpe
letal, la esperanza de la salvación puede proteger nuestros pensamientos de los
ataques enemigos y las tentaciones de querer desobedecer a Dios.
Sin el yelmo de salvación, estaremos desprotegidos de los “ataques
de este mundo” que bombardean nuestros pensamientos y sentimientos. Imagine
como sería no saber lo que depara el futuro. Estas preocupaciones, y los
problemas propios de vivir en este mundo, nos agobiarían.
Con el yelmo firmemente colocado, podemos tener la misma confianza
que Pablo tenía:
Romanos, 8:18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo
presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse.
Entendemos que no importa lo que nos pase ahora, ni las
pruebas que enfrentemos, porque tenemos la certeza de que al final del camino
nos espera el Reino de Dios y toda una eternidad bajo su gobierno perfecto.
La espada
del espíritu
La espada es el único elemento
mencionado por Pablo que sirve para atacar. De hecho, si todo el resto de
nuestra armadura se encuentra en perfectas condiciones, pero no tenemos espada,
nos convertimos simplemente en un blanco móvil muy bien protegido.
Aunque el resto de la armadura es
vital, la espada es lo único que nos permite atacar y cumplir con nuestra
misión.
¿Cómo se usaba la
espada en el ejército romano?
La espada romana, o gladius,
llegó a ser conocida como “la espada que conquistó al mundo”. Adaptada de un
diseño español, sus características en el combate cuerpo a cuerpo la
convirtieron en un arma muy temida en la mano de un hábil soldado romano. Su
hoja de doble filo causaba estragos entre los enemigos desprotegidos y su punta
cónica podía atravesar incluso armaduras de metal.
Un soldado romano de infantería que
marchaba a la guerra iba armado de otras cosas además de su gladius.
Llevaba consigo también una daga (pugio), una lanza (pilum) y
dardos lastrados con plomo (plumbata). Sin embargo, Pablo solo nombra la
espada como parte del arsenal cristiano.
¿Qué es la Palabra de
Dios?
Salmos, 119:105 Lámpara
es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.
La Palabra de Dios es como una fuente
de luz: nos ilumina, revelando lo bueno y lo malo, la sabiduría y la
ignorancia. Es una herramienta insuperable para que aprendamos a llevar la
mejor vida posible, sin tropezar en la oscuridad.
Juan, 17:17 Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es verdad.
La Palabra de Dios es la verdad pura y
simple. Podemos tener plena confianza en el hecho de que su Palabra es precisa,
verdadera y perfecta. Si la seguimos, nos guiará sin equivocaciones por las sendas
que necesitamos recorrer.
La falta del conocimiento de Dios puede
llevarnos a la destrucción:
Oseas, 4:6 Mi pueblo fue destruido,
porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te
echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me
olvidaré de tus hijos.
Pero si escuchamos y guardamos su
Palabra, seremos bendecidos:
Lucas, 11:28 Y él dijo: Antes
bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
No obstante, el conocimiento no debe
ser solo para nosotros, sino que debemos estar listos para responder a quienes
nos pregunten:
1 Pedro, 3:15 sino santificad a Dios el
Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa
con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza
que hay en vosotros;
¿Por qué una espada?
Hebreos, 4:12 Porque la palabra de Dios
es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta
partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón.
La potente espada del Todopoderoso es
capaz de destruir todas y cada una de las defensas que puedan tener nuestros
enemigos —hasta las coyunturas y los tuétanos— y cuando la blande un siervo de
Dios, nada puede contra su filo y capacidad para penetrar hasta el fondo de un
asunto y develar la verdad. Como soldados del ejército de Dios, tenemos la
responsabilidad y el deber de usar su Palabra para discernir la verdad y luego
ponerla en práctica. Cuando la Palabra de Dios nos muestra algo malo en
nosotros, podemos usar esta arma espiritual para eliminar “quirúrgicamente” las
acciones y los pensamientos nocivos.
2 Corintios, 10:4 porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, 10:5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo,
A diferencia de las otras partes de la
armadura de Dios —cuyo propósito es exclusivamente defensivo—, la espada está
especialmente diseñada para cumplir una función ofensiva y defensiva a la vez.
Una protección sólida es invaluable, pero la espada es lo único que nos permite
completar la labor que se nos ha encomendado.
Jesucristo usó la Biblia para
contrarrestar los ataques de Satanás:
Mateo, 4:4 Él respondió y dijo: Escrito
está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios.
Mateo, 4:7 Jesús le dijo: Escrito
está también: No tentarás al Señor tu Dios.
Mateo, 4:10 Entonces Jesús le
dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a
él sólo servirás.
El combate es cuerpo
a cuerpo
Hechos, 14:22 confirmando los ánimos de
los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es
necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de
Dios.
Santiago, 1:2 Hermanos míos, tened por
sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 1:3 sabiendo que la
prueba de vuestra fe produce paciencia. 1:4 Mas tenga la paciencia su obra
completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa
alguna.
Cuando los romanos atacaban a sus
enemigos a distancia, se valían en parte de jabalinas y dardos, pero como
soldados cristianos, Dios no nos da esta opción. Si peleáramos nuestras
batallas a distancia, nunca experimentaríamos una prueba verdadera.
Si nos detenemos a pensar, nos daremos
cuenta de que sin pruebas no hay crecimiento, y sin crecimiento no podremos
entrar al Reino de Dios. Por lo tanto, aunque las pruebas sean difíciles, son
esenciales en nuestra vida como cristianos. Después de todo, promesas como las
de Apocalipsis 2:7 (Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el
cual está en medio del paraíso de Dios), son dadas “al que venciere” y (ya
sabemos) no hay vencedor sin lucha.
Pablo nombra solamente un arma, porque
es la única que necesitamos: no existe ningún enemigo que la Palabra y el
Espíritu de Dios no puedan destruir.
QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!
Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – MINISTERIO REY DE GLORIA