Puedes bajar este post como archivo de Word pinchando Aqui o como archivo de PowerPoint pinchando Aqui
Introducción
El capítulo 13 del libro de Mateo contiene las denominadas “parábolas del
reino”. La singularidad de las parábolas esta en revelar la
verdad a los que tienen discernimiento espiritual mientras que, al mismo
tiempo, la oculta a los incrédulos. En Mateo, 13:11 podemos leer:
Mateo, 13:11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
Mateo, 13:11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
Jesús enseño, a menudo,
empleando parábolas. Una parábola es un relato sencillo, tomado de la vida
diaria, que revela una verdad sobre el reino de Dios a los que tienen el
corazón dispuesto para oír y oculta esa misma verdad ante quienes no lo tienen
dispuesto.
Mientras que a las parábolas que Él nos dio en Mateo, 13
generalmente se les llaman las “parábolas del reino”, es importante que
comprendamos que esta primera parábola describe el mundo entero y no solamente
su reino.
Jesús emplea esta parábola
(“la del sembrador”) para ilustrar como será recibido el Evangelio en el mundo.
En el mundo su palabra es recibida con cuatro
clases de respuestas:
[1] sin comprensión;
[2] sin conversión;
[3] sin frutos; y
[4] sin problemas;
Comenzamos
Comenzamos
En Mateo, 13:3-9 podemos leer:
Mateo, 13:3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He
aquí, el sembrador salió a sembrar. 13:4 Y mientras sembraba, parte de la
semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
13:5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó
pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 13:6 pero salido el sol, se
quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 13:7 Y parte cayó entre espinos; y
los espinos crecieron, y la ahogaron. 13:8 Pero parte cayó en buena
tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
13:9 El que tiene oídos para oír, oiga.
Luego, en Mateo, 13:18-23 podemos leer:
Mateo, 13:18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
13:19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el
malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado
junto al camino. 13:20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que
oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 13:21 pero no tiene raíz
en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la
persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 13:22 El que fue
sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este
siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
13:23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y
entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por
uno.
Como Jesús lo explicó después en este mismo capítulo, el sembrador
representa al Señor, la semilla es su palabra, la tierra es el mundo, y las
aves representan al maligno.
Sin comprensión
La primera categoría, en cuanto a la forma en que es recibida la Palabra
de Dios en el mundo, representa a la gente que oye la palabra pero fracasa en
entenderla.
Mateo, 13:4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al
camino; y vinieron las aves y la comieron.
Mateo, 13:19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la
entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es
el que fue sembrado junto al camino.
Pablo lo dijo de esta manera:
2 Corintios, 4:3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los
que se pierden está encubierto; 4:4 en los cuales el dios de este siglo
cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz
del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
Debido a su estilo de vida, dice Jack Kelley, algunas personas han
desarrollado un corazón tan duro que el Evangelio no puede penetrar su
caparazón. Las palabras se quedan en la superficie y el enemigo las arrebata
para que ninguna de ellas pueda encontrar alguna hendidura por la que puede
penetrar y echar raíz. Cuando uno trata de compartir el Evangelio con esta
clase de personas, lo miran a uno como si uno viniera de otro planeta. Para
ellos eso es una locura, como Pablo dijo que sería.
Para Pablo, existen dos clases de hombres: el hombre “natural” y el
hombre “espiritual”.
1 Corintios, 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente. 2:15 En cambio el espiritual juzga todas
las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
Estas personas no son salvas.
Sin conversión
La segunda categoría, en cuanto a la forma en que es recibida la Palabra
de Dios en el mundo, representa a la gente que oye el mensaje del Evangelio y,
en la pasión del momento, corren al altar al llamado de arrepentimiento, pero
en realidad nunca permiten que el Señor entre en sus corazones, por eso se quedan
sin convertir.
Mateo, 13:5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y
brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 13:6 pero salido el
sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Mateo, 13:20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye
la palabra, y al momento la recibe con gozo; 13:21 pero no tiene raíz en
sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución
por causa de la palabra, luego tropieza.
Todo se oía tan bueno, dice Jack Kelley, en esa cruzada evangelística o
en esa reunión de avivamiento que fueron atrapados por la emoción del evento.
Pero en realidad, ninguna de estas personas abrió su corazón al Señor por lo
que la primera vez que alguien se rio de ellas o las ridiculizó por sus
creencias, negaron el Evangelio y luego actúan como si ese llamado nunca
hubiera sucedido.
Esto tristemente describe a la gran mayoría de personas que dan el paso
al frente durante los eventos públicos. Pero después no visitan ninguna
iglesia, y ni siquiera abren la Biblia, por lo que realmente nunca fueron
salvas. Si le hubieran sinceramente pedido al Señor que las perdonara, podrían
haber sido parte de la pequeña minoría de las personas que realmente son salvas
de esa forma, pero ni siquiera le dieron pensamiento al asunto. Solamente
dieron un salto y corrieron al frente porque eso las hacía sentirse bien en ese
momento.
Estas personas no son salvas.
Sin frutos
La tercera categoría, en cuanto a la forma en que es recibida la Palabra
de Dios en el mundo, representa a aquellos que oyen la Palabra pero las
preocupaciones cotidianas y el foco que ponen en las riquezas la “ahogan”, por
lo que no producen frutos como cristianos.
Mateo, 13:7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y
la ahogaron.
Mateo, 13:22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye
la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la
palabra, y se hace infructuosa.
Estos cristianos no son fructíferos. Pero ¿son salvos?.
Para responder esta pregunta, en primer lugar, tenemos que reconocer que
hay dos tipos de beneficios en la Eternidad, dice Jack Kelley. El primero es un
regalo gratuito llamado Salvación el cual se le otorga a las personas
que lo piden en fe, independientemente del mérito, y nos garantiza la admisión
al Reino. Efesios 2:8-9 es el modelo de ello, pues dice que nuestra salvación
es un don (regalo) de Dios.
Efesios, 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se
gloríe.
Pero hay galardones
celestiales (premios) que podemos ganar por las cosas que hacemos como
creyentes aquí en la tierra, no para “mantener” nuestra salvación (o para no
“perderla”), sino en agradecimiento al Señor por lo que ha hecho por nosotros.
Es decir, adicionalmente al regalo hay un premio. Un regalo es
algo que se da motivado por el amor, independientemente del mérito, y nunca se
reclama de vuelta. Un premio, por el otro lado, es algo por lo cual calificamos
y ganamos, y si nos descuidamos lo podemos perder.
Apocalipsis, 3:11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes,
para que ninguno tome tu corona.
Las coronas son identificadas en la Biblia como:
[1] la corona
Incorruptible [de la Victoria] (1 Corintios, 9:25);
[2] la corona del que
gana almas (Filipenses, 4:1 y 1 Tesalonicenses, 2:19);
[3] la Corona de Justicia
(2 Timoteo, 4:8);
[4] la Corona de Vida
(Santiago, 1:12 y Apocalipsis 2:10); y
[5] la Corona de Gloria
(1 Pedro, 5:4);
Todos los que seamos
salvos enfrentaremos el tribunal de Cristo:
2 Corintios, 5:10 Porque
es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo.
Sin embargo, este juicio
no es para condenación sino para galardón (para establecer los premios). En
este tribunal, nuestra obra será probada. Al respecto Pablo escribe:
1 Corintios, 3:10
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto
puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica. 3:11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que
está puesto, el cual es Jesucristo. 3:12 Y si sobre este fundamento alguno
edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 3:13 la
obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el
fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la
probará. 3:14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. 3:15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si
bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
En el juicio de los creyentes, la calidad de nuestra obra en la tierra
será probada con fuego. Pablo dice que él puso el fundamento, que es Jesucristo
y que otros (nosotros, acaso) edifican encima.
Y Pablo nos advierte que tengamos cuidado como sobreedificamos cada uno.
Solamente la obra que pase la prueba nos dará la recompensa. Pero observen que
aún si toda nuestra obra fuese destruida en el fuego, es decir, si no hemos
sido demasiado fructíferos, todavía tenemos nuestra salvación. ¿Por qué?.
Porque es un Regalo gratuito de Dios, otorgado por amor, independientemente de
cualquier mérito que podamos tener.
Por aplicación de 1 Corintios, 3:10-15, entonces, estos cristianos son
salvos.
Estos cristianos son salvos, porque normalmente no llevan una vida de
pecado deliberado y recurrente (aunque pecan como todo cristiano) pero no son
fructíferos. Ellos saldrán indemnes del tribunal de Cristo en cuanto a su
salvación, pero con cierta vergüenza en cuanto a lo que han hecho con ese
regalo de la salvación y con el conocimiento de la verdad que han recibido.
Sin problemas
La cuarta categoría, en cuanto a la forma en que es recibida la Palabra
de Dios en el mundo, representa a aquellas personas que oyen y entienden la
Palabra. Son personas que vuelven a sembrar lo que han recibido, multiplicando
la cosecha.
Mateo, 13:8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a
ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
Mateo, 13:23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que
oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a
treinta por uno.
Este es el grupo sobre el que Pablo escribió en Gálatas 5:22-24, en
donde él también describió el fruto que producimos.
Gálatas, 5:22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no
hay ley. 5:24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos.
Este fruto crece cuando el Evangelio encuentra tierra fértil. Impacta a
otras personas y las atrae hacia el Señor. La paz y el contentamiento que
sentimos, el amor y la mansedumbre que expresamos, hace que los demás deseen lo
que nosotros tenemos. Cuando lo obtienen, esas personas a su vez atraerán a
otras más, y sin siquiera intentarlo ni aun sabiéndolo, habremos producido una
cosecha que se multiplicará una y otra vez.
QUE DIOS LOS
BENDIGA A TODOS!!!
Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – MINISTERIO REY DE GLORIA