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Te dejo el video donde predico acerca de este tema (el contenido del video es el mismo que el expuesto mas abajo):
Introducción
En la época del profeta Samuel, el
pueblo de Israel le solicito a este la designación de un rey “como tienen todas
las naciones”. Hasta ese momento, el gobierno de Israel era una “teocracia”
(del griego “teo = dios” + “cratos = poder, dominio o gobierno”), es decir, el
rey era Dios mismo. El que gobernaba era Dios y lo hacia fundamentalmente a
través de:
[+] Jueces: líderes que Dios levanto en cada tribu, conocedores de la ley, magistrados (algunos fueron líderes militares) que administraban justicia; y
[+] Jueces: líderes que Dios levanto en cada tribu, conocedores de la ley, magistrados (algunos fueron líderes militares) que administraban justicia; y
[+] Profetas: Samuel fue el último
de los jueces y el “primer profeta” en el sentido de que fue el primero en
ejercer el “oficio profético” tal como se lo conoció después, aunque no fue el
primero en profetizar ya que, antes de él, habían profetizado Abraham, Moisés y
Débora (que junto con Barac, fue uno de los 13 jueces);
A solicitud del pueblo, entonces,
Samuel (por orden de Dios) unge como rey a Saúl, dando así comienzo a la
“monarquía”. Ante las continuas desobediencias de Saúl, este es desechado por
Dios y, en su reemplazo, Samuel unge (también por orden de Dios) a David. David
reina durante 40 años y es sucedido en el trono de Israel por su hijo Salomón
quien, en sus últimos años, cayó en la idolatría ya que comenzó a adorar a múltiples
dioses paganos, que eran los dioses de todas las esposas y concubinas que tenía.
A raíz de la idolatría de Salomón,
Dios dividiría a Israel en dos reinos, pero no lo haría en vida de Salomón (por
amor a David, su padre) sino en días de Roboam, hijo de Salomón. Así pues, en
días de Roboam, Dios divide Israel en dos reinos:
[1] el reino del sur, compuesto
por las tribus de Judá y Benjamín, llamado “Judá”, con capital en Jerusalén
(donde estaba el Templo); y
[2] el reino del norte,
compuesto por el resto de las (10) tribus, llamado “Israel o Efraín”, con
capital en Samaria;
El reino del norte fue entregado por
Dios a Jeroboam, enemigo de Salomón. Pero Jeroboam no confió en Dios sino que
tuvo temor de perder su poder. Jeroboam sabía que el Templo estaba en Jerusalén
y también sabía que todas las familias de Israel (incluidas las del reino del
norte) tendrían que descender anualmente al Templo que estaba en Jerusalén (el
reino del sur) para adorar a Dios. El temor de Jeroboam era que el pueblo del
reino del norte (del cual él era el rey), de tanto descender a Jerusalén para
adorar a Dios en el Templo, terminara por proclamar rey a Roboam, hijo de Salomón.
Para evitar esto, Jeroboam inventa todo un sistema religioso falso y levanta
dos becerros para que el pueblo del reino del norte los adore como dioses y no
se allegue hasta Jerusalén. Este es el comienzo de la idolatría y apostasía que
jamás ceso en el reino del norte (donde, entre otros, ejerció su ministerio profético
Elías, sucedido luego por Eliseo). Dios castigo al reino del norte provocando
su caída y conquista por los asirios en 722 a.C.. Los asirios se llevaron
cautivos a muchos israelitas del reino del norte a Asiria, pero dejaron algunos
en Samaria (capital del reino del norte), trayendo también gente de otras
tierras para repoblar dicha ciudad. Esta cruza entre los israelitas dejados en
Samaria y los extranjeros traídos para repoblarla, dio origen al pueblo de los
“samaritanos” y, con ellos, a un sincretismo (mezcla) religioso entre el
judaísmo y el paganismo traído por los extranjeros.
La suerte del reino del sur no fue
distinta a la del reino del norte ya que, también a causa de su idolatría y
apostasía, impulsada fundamentalmente por el malvado rey Manases (hijo del
piadoso rey Ezequías), fue entregada en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia,
quien en 586 a.C. destruyo Jerusalén y el Templo, llevándose cautivos a muchos
israelitas a Babilonia. Sin embargo, la deportación de israelitas a Babilonia,
en el reino del sur, se produjo en tres etapas:
[1] en 605 a.C. se produjo la primera deportación
a Babilonia de jóvenes selectos, entre los cuales estaba el profeta Daniel;
[2] en 597 a.C. se produjo la segunda
deportación a Babilonia, entre los cuales estaba el también joven profeta
Ezequiel; y
[3] finalmente, en 586 a.C., junto con
la destrucción de Jerusalén y el Templo, se produce la tercera y última
deportación de israelitas a Babilonia;
Hacia 586 a.C.,
cuando fue finalmente destruida Jerusalén y el Templo y deportada la tercera
camada de israelitas a Babilonia, Daniel ya había estado cautivo en Babilonia
desde hacía 19 años (recordemos que él fue deportado en 605 a.C.).
Durante su cautividad, se convirtió en primer ministro bajo el reinado de
Nabucodonosor, rey de Babilonia. Fue cuando Daniel interpreto el sueño de la estatua
de Nabucodonosor (otras de la grandes profecías del libro de Daniel - capitulo
2 - y, de alguna manera, también relacionada con la profecía de la 70 semanas
que estamos estudiando), siendo declarado por el mismísimo rey Nabucodonosor
como “10 veces más sabio que los sabios de Babilonia” (Daniel, 1:20). Pero
después de la muerte de Nabucodonosor, los gobernantes que le siguieron se
olvidaron de él, hasta que Babilonia fue derrotada. Entonces en el año 539
a.C., cuando ya hacía 67 años que Daniel había sido tomado cautivo, en el
tiempo en que el Imperio Medo-Persa estaba bajo el reinado de Darío el medo y
cuando Ciro el persa conquistó el reino de Babilonia, fue elegido primer
ministro del Imperio Persa (Daniel, 6).
Las personas de Judá
llevaban cautivas casi 70 años y Daniel sabía que el tiempo de cautividad se
limitaba a ese periodo de tiempo, como había profetizado Jeremías:
Jeremías, 25:11 Toda esta tierra [Judá]
será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de
Babilonia setenta años. 25:12 Y cuando sean cumplidos los setenta
años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha
dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para
siempre.
Dios uso a Babilonia como instrumento
de juicio para castigar a Judá, pero también Dios usaría al imperio medo-persa
para castigar a Babilonia por su crueldad contra Judá.
Daniel, leyendo el rollo de Jeremías,
se percata de que, si bien los 70 años de exilio habían concluido, nada había
pasado en cuanto a la liberación de Israel y es cuando decide orar a Dios:
Daniel, 9:1 En el año primero de Darío
hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de
los caldeos [Babilonia], 9:2 en el año primero de su reinado, yo Daniel
miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al
profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta
años. 9:3 Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego,
en ayuno, cilicio y ceniza.
Babilonia ya había sido conquistada
por los medos y Daniel se encontraba leyendo el libro de Jeremías. Observo que
una parte de la profecía de Jeremías se había cumplido (Babilonia había sido
castigada por Dios, por su crueldad contra Judá, cayendo bajo el dominio
medo-persa), pero todavía persistía la desolación del exilio, cuya duración
había sido profetizada por Jeremías en 70 años. Daniel ya tenía entre 80 y 90
años. Fue tomado cautivo como un hombre joven (en 605 a.C.) y había
permanecido bajo los reinos babilónico y medo-persa durante casi 70 años.
Daniel tomó el papel de intercesor para Israel y el Templo y entonces comenzó a
orar:
Daniel, 9:20 Aún estaba hablando y
orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi
ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios;
Para contestar la oración de Daniel,
el Señor le ordenó al ángel Gabriel que le mostrara a éste cuál era su plan
para el mundo y el papel que jugaría Israel. Tanto Israel como Jerusalén
desempeñarían un papel trascendental en el “reloj profético de Dios”:
Daniel, 9:21 aún estaba hablando en
oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al
principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la
tarde. 9:22 Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora
he salido para darte sabiduría y entendimiento. 9:23 Al principio de tus ruegos
fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado.
Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.
Y es cuando Daniel recibe la profecía
de las 70 semanas:
Daniel, 9:24 Setenta semanas están
determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la
prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la
justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los
santos. 9:25 Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar
y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta
y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos
angustiosos. 9:26 Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la
vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir
destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el
fin de la guerra durarán las devastaciones. 9:27 Y por otra semana
confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el
sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá
el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se
derrame sobre el desolador.
¿Setenta
semanas de qué?
Vayamos por partes:
Daniel, 9:24 Setenta semanas están
determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la
prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la
justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los
santos.
Primero se nos dice
que el período de tiempo es de “setenta semanas” o 70 períodos de 7, dando
un total de 490 (70 x 7). La palabra hebrea “shebha”, que se usa para
designar “semana”, significa “siete” y se puede usar tanto para días como
para años.
En Levítico se usa la
misma raíz para hacer referencia al año del jubileo.
Levítico, 25:8 Y
contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los
días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.
La celebración del
jubileo tiene lugar en el año cincuenta, después de 7 períodos de 7 años
o, lo que es lo mismo, 49 años.
El número 490,
entonces, representa años y no días (son semanas de años, no de días).
Gabriel le dice a
Daniel que 490 años “están determinados sobre tu pueblo (Israel) y
sobre tu santa ciudad (Jerusalén)”. El período de tiempo es de 490
años y éstos dependen del pueblo de Daniel (Israel) y de su Ciudad Santa (Jerusalén).
Dentro de estos parámetros tendrán lugar 6 eventos:
[1] terminar la
prevaricación (es decir, cesar la prevaricación de la incredulidad nacional en
Israel);
[2] poner fin al pecado (todo Israel
se volverá a Dios en rectitud);
[3] expiar la iniquidad (lo cual se
hizo mediante la muerte expiatoria de Cristo en la cruz);
[4] traer la justicia perdurable (el
reino eterno de Dios);
[5] sellar la visión y la profecía (se
cumplirá y concluirá la profecía); y
[6] ungir al Santo de los santos
(Jesucristo será ungido Rey);
La “prevaricación” de la que habla la profecía
(o prevaricato), es un delito que consiste en que una autoridad, juez u otro
servidor público dicta una resolución arbitraria en un asunto administrativo o
judicial a sabiendas de que dicha resolución es injusta y contraria a la ley.
Es comparable al incumplimiento de los deberes del servidor público.
La prevaricación y el pecado son tan
reales actualmente como lo eran en los días de Daniel, ya que las guerras, los
asesinatos y los robos son elementos de la vida cotidiana. Leemos que en un
periodo de 490 años “se pondrá fin al pecado” y que habrá “justicia
perdurable”.
Ya han pasado más de
490 años (en realidad, 2.500 años) desde que a Daniel le fuera dada esta
profecía. Entonces ¿por qué no ha terminado de cumplirse?.
El punto de partida del reloj
Gabriel le dice a
Daniel “setenta semanas (ya vimos que son semanas de años y no de días, lo cual
equivale a un periodo de 490 años) están determinados sobre tu pueblo y sobre
tu santa ciudad”, es decir, Israel (el pueblo) y Jerusalén (la ciudad)
constituyen el “reloj profético” de Dios. Pero ¿desde cuándo empezó a contar
este reloj?.
Daniel, 9:25 Sabe,
pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar
a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos
semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.
El ángel Gabriel invita
a Daniel a "saber y entender". Pero, ¿qué es lo que debe
entenderse?. Pues cómo se divide el tiempo y cuándo tienen lugar las divisiones
establecidas. Lo primero de todo es que hay un punto de partida en el reloj de
los 490 años. La primera oración de Daniel era para que Jerusalén fuera
restaurada.
Hay que recordar que
Jerusalén y el Templo fueron destruidos por los babilonios en 586 a.C. y que
Jerusalén quedó desprotegida sin murallas y se convirtió en una simple sombra
de lo que había sido. La oración de Daniel era para que se restaurara la
ciudad y el Templo de acuerdo con las palabras de Jeremías.
El ángel Gabriel vino
a contestar la oración de Daniel que hacía referencia a su pueblo y a
Jerusalén. Primero le dijo a Daniel que un período de 490 años estaba
determinado sobre su pueblo y sobre su ciudad (Daniel 9:24) y entonces le dijo
cuándo empezaría este período, tal y como podemos leer, “desde la salida
de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén”.
Ciro, el rey de
Persia, ordena que el Templo sea reconstruido y permite a los judíos que
vuelvan en 538 a.C. (Esdras 1:1-11). Aquí finalizan los 70 años de desolación
profetizados por Jeremías: desde 605 a.C. (año en que se produce la primera
deportación a Babilonia) hasta 538 a.C. (año en que retorna la primera compañía)
transcurrieron los (casi) 70 años profetizados por Jeremías. La deportación
había sido en tres etapas (605, 597 y 586 a.C.) y el retorno también fue en
tres etapas:
[1] en la primera
etapa (538 a.C.), regresaron 50.000 exiliados, dirigidos por Zorobabel y el
sacerdote Josué;
[2] en la segunda
etapa (457 a.C.), Esdras dirigió el retorno de más de 17.000 hombres; y
[3] en la tercera
etapa (444 a.C.), Nehemías y su compañía dirigieron el regreso de otro grupo;
Pero el retorno de la
primera compañía en 538 a.C. no inicia el reloj profético. Solo representa el
fin de los 70 años de desolación profetizados por Jeremías.
Luego hay dos sucesos
más:
[a] La reconstrucción de Segundo Templo
(liderada por Esdras); y
[b] La reconstrucción del muro de la
ciudad (liderada por Nehemías);
Artajerjes, rey de Persia, en 458 a.C.
le da al sacerdote Esdras una carta permitiendo y estimulando la adoración en
el Templo y los sacrificios en el Monte Moriah, pero no la reconstrucción de la
ciudad y sus muros (Esdras 7:11-26).
El reloj empieza con
la orden para la reconstrucción de Jerusalén, más en concreto, del muro y de la
plaza, 93 años (de 538 a 444 a.C.) después de la oración de Daniel. En el libro
de Nehemías, encontramos un registro de dicha orden.
El Segundo Templo fue reconstruido en
el año 516 a.C. (es decir, entre 21 y 22 años después del retorno de la primera
compañía en 538 a.C.), pero los judíos tenían pocas ganas de volver a una
ciudad desprotegida y sin muros. Por eso Nehemías, al igual que había hecho
Daniel, oró para que la ciudad fuese restaurada.
Nehemías trabajaba como copero en el
palacio del rey. El rey, viendo la tristeza de Nehemías, le preguntó por qué
estaba triste y Nehemías se lo dijo. Artajerjes le concedió su petición y le
dio órdenes de reconstruir las puertas de la ciudad y los muros (Nehemías
2:1-8).
La orden se dio en Marzo/Abril
del 444 a.C. El reino de Artajerjes empezó en el año 464 a.C., por lo tanto,
éste era su vigésimo año de reinado. El mes de Nisán es el primero en el
calendario Judío y equivale a Marzo/Abril.
El reloj profético de
Dios empezó con esta orden del rey de Persia (444 a.C.).
La
línea del tiempo hasta el Mesías Príncipe
Con el punto de partida
establecido en “la salida de la orden” (444 a.C.), la próxima división en
el tiempo es “hasta el Mesías Príncipe”. Gabriel le informa a Daniel del
tiempo establecido. El reloj empieza con la orden y continúa “hasta el
Mesías Príncipe”.
La
palabra “Mesías” significa ungido o escogido y se refiere,
obviamente, a Jesucristo.
Recordemos:
Daniel, 9:25 Sabe, pues, y entiende,
que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta
el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se
volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.
Gabriel divide el
primer segmento (483 años) desde la salida de la orden para restaurar Jerusalén
hasta el Mesías príncipe en dos partes: la primera, que consta de un
período de 7 semanas (7 x 7 = 49 años) y otro período de 62 semanas (62 x 7 = 434
años), dando un total de 69 semanas de años o de 483 años. El reloj empieza
con la orden y continúa durante 483 años hasta el Mesías el
Príncipe.
Este período de 483
años está dividido, como vimos, en 7 semanas y 62 semanas, pero es continuo.
Las siete semanas, o periodo de 49 años, hacen referencia a la reconstrucción
de Jerusalén en tiempos angustiosos, lo cual empezó con la orden en Nehemías
2:8, en marzo del 444 a.C. y continuó durante los próximos 49 años. En
Nehemías 2 al 7 se cubren los detalles de los tiempos angustiosos. Desde
este punto hasta el Mesías Príncipe pasarían otros 434 años (49 años
+ 434 años = 483 años).
El segundo
período, "hasta el Mesías el Príncipe", consta de otros 434
años a partir del momento en que el trabajo de Nehemías y sus sucesores se
completa. El Mesías tendría que existir y ser eliminado al final de las
69 semanas o 483 años (69 x 7 = 483), tomando como punto de partida la orden
dada en el 444 a.C..
¿Calendario lunar o Solar?
Si empezamos a contar en marzo
del 444 a.C. y sustraemos 483 años, obtenemos el año 39 d.C.. Si queremos
demostrar que el Mesías príncipe que tendría que ser eliminado es Jesucristo,
las cuentas no nos cierran porque sabemos que el Señor fue crucificado en 33
d.C.. No obstante, hay que tener en cuenta un detalle no menor: un año, en
tiempos de Daniel, era “lunar” y no “solar”.
Actualmente usamos el “calendario gregoriano”,
que determina la longitud de un año a partir del sol, pero los judíos usaban la
luna. De aquí proviene la palabra “mes”, que tiene su origen en el latín
“mensis”, que a su vez proviene del griego “mene”, que significa “luna”. La
longitud de un “año lunar” era diferente de la de un “año solar”.
Un “año solar” es el número de días
que la tierra tarda en girar alrededor del sol y volver a la misma posición.
La duración de un año
en términos bíblicos es, por lo tanto, diferente del sistema gregoriano actual.
El sistema bíblico era “lunar” mientras que el gregoriano es “solar”.
En Génesis, 7 y 8
podemos observar que el diluvio duró 5 meses o 150 días: un mes eran 30 días.
Un día tenía 24 horas en tiempos de Daniel, como en la actualidad. Si usamos
días en lugar de años, podemos hacer cuadrar o coincidir los dos
métodos.
Sabemos que hay 360
días en un año bíblico.
360 días x 483 años =
173.880 días (ciento setenta y tres mil ochocientos ochenta).
Pero hay 365,242
(trescientos sesenta y cinco coma 242) días en un año de nuestro calendario.
Si dividimos 173.880
días por los 365,242 días que componen un año en la actualidad, obtenemos 476,06792
años (los decimales corresponden a 24 días).
Sustraemos 476 años
de 444 a.C. y llegamos al año 33 d.C. (considerando el año cero como año 1) y
agregamos 24 días. La orden se dio en el mes de Nisán, que corresponde a
Marzo/Abril de nuestro calendario. Por consiguiente, 69 semanas (desde 444
a.C.) finalizan el día 24 de Nisán o, aproximadamente, en el 29
de marzo del año 33 d.C..
Una vez que estos
años se adaptan a nuestro calendario, obtenemos que "el Mesías
Príncipe" fue eliminado o matado en el año 33 d.C. ¿Quién murió en
ese año y decía ser el Mesías y rey de Israel?. Jesús de Nazaret, que afirmaba
ser el Mesías o el Cristo.
Aquí se cumplen las
69 semanas y se detiene el reloj profético de Dios.
Despues de que se le quite la vida al Mesias
Despues de que se le quite la vida al Mesias
Daniel, 9:26 Y
después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por
sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el
santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán
las devastaciones.
Las 70 semanas de
Daniel establecen que después de que el Mesías fuese eliminado,
Jerusalén y el Templo serían destruidos. Y, en efecto, fue lo que paso: el Mesías
fue asesinado en 33 d.C. y Jerusalén y el Templo fueron destruidos (por segunda
vez) por los romanos en el año 70 d.C..
Desde la perspectiva
de Daniel, estamos viendo la “futura” destrucción de Jerusalén (después de la
restauración), destrucción que será llevada a cabo por “el pueblo de un
príncipe que ha de venir". Llegados a este punto, Daniel está orando por
la restauración de Jerusalén. La ciudad fue destruida por los babilonios 586
a.C. (Daniel había sido deportado a Babilonia en 605 a.C.). El ángel Gabriel
está diciéndole a Daniel que la ciudad de Jerusalén será destruida de nuevo
después de que hubiera sido reconstruida gracias a la orden que dio
Artajerjes.
En el año 70 d.C., el
general romano Tito, hijo del Emperador Vespasiano, sitió Jerusalén y destruyó
la ciudad y el Segundo Templo. En la ciudad de Roma, hay un monumento de casi 2.000
años (el Arco de Tito), que conmemora la victoria de los ejércitos romanos
sobre Jerusalén. En los relieves del arco están los tesoros que se
llevaron de Jerusalén, incluida una escultura de oro de la Menorah (el
candelabro de 7 brazos), tomada del Segundo Templo.
El ejército romano
desmontó el Templo judío “piedra por piedra” (literalmente), para buscar oro
fundido del Templo quemado. Roma asesinó a más de un millón de judíos en
el 70 d.C. Flavio Josefo (el famoso historiador judío, autor del libro “Antigüedades
de los judíos”) fue testigo de estos eventos que más tarde relató en su
libro “Las Guerras judías”.
En el año 132 d.C.,
Rabí Akiva se rebeló contra las duras leyes que había impuesto el emperador
romano Adriano en contra del judaísmo y proclamó a Simón Bar Coziba (Bar
Kochba) como Mesías. La sublevación duró tres años, finalizando en el 135
d.C., y como consecuencia, Jerusalén volvía a ser destruida, quedando
totalmente arrasada y dejando 580.000 judíos muertos a manos de los romanos.
En el mismo sitio
donde quedaron las ruinas de Jerusalén los romanos construyeron una nueva
ciudad llamada Colonia Aelia Capitolina, que estaba dedicada al dios
Júpiter. El nombre de Judea/Israel fue cambiado por el
de Palestina. Adriano prohibió que los judíos entrasen en la ciudad.
Los romanos hicieron
que el pueblo judío se dispersara por todo el mundo con el fin de que no
hubiera más sublevaciones. Las maldiciones de Deuteronomio 28:64-65 y de
2 Crónicas 7:19-21 se habían cumplido, ya que Israel era
esparcido por toda la tierra.
La destrucción de Jerusalén
y el Segundo Templo en el 70 d.C. por los romanos tuvo lugar unos 600 años
después de que Daniel orara para que Jerusalén fuera restaurada. Gabriel
le dijo a Daniel que su ciudad sería restaurada pero que volvería a ser destruida
después de que el Mesías fuera asesinado.
Devastaciones
hasta el fin
Jerusalén se tenía
que encontrar en un estado de devastación hasta el fin. Aunque, llegados a este
punto, sólo habían pasado 69 semanas en el reloj profético de Dios. Roma se
convirtió en el Imperio Bizantino y su control sobre Jerusalén cayó con la
invasión de los ejércitos musulmanes en el 638 d.C.. Durante los siguientes
1300 años, los musulmanes controlaron Jerusalén y las tierras de Israel.
El Islam comenzó en el
610 d.C., cuando Mahoma dijo haber recibido revelaciones del Dios de
Abraham, Isaac y Jacob, afirmando haber viajado hasta Jerusalén en una visión
nocturna y haber ascendido hasta el cielo desde la cima del Monte Moriah para
encontrarse con los profetas que había habido antes de él.
Después de que los ejércitos del Islam
hubieron conquistado la ciudad, construyeron la Cúpula de la Roca, también
conocida como la Mezquita de Omar, situada encima del Monte Moriah, donde había
estado el Segundo Templo hasta su destrucción. Hoy, la Cúpula de la Roca
es el tercer lugar más sagrado para el Islam.
Lo que hoy se conoce como el “Muro de
los Lamentos” son los restos del Segundo Templo destruido por los romanos en 70
d.C..
Israel esparcido y reunido de nuevo
Israel esparcido y reunido de nuevo
Israel se esparció
después de la muerte de "el Mesías Príncipe", cumpliendo así lo que
había prometido Dios en caso de que Israel lo rechazase (Deuteronomio,
28:64-65).
El número de años
quedó determinado en 490, y ya se habían cumplido 483 con la muerte del
Mesías. Todavía tienen que pasar 7 años para que se cumplan los 7 hechos
de Daniel 9:24.
La contracara de la
amenaza de que habría una “diáspora” (dispersión) para el pueblo judío si este desobedecía,
era la promesa que aseguraba que habría un día en el que el pueblo
regresaría a su tierra y se volvería a unir (Deuteronomio, 30:4-5).
Gabriel le dijo a
Daniel: “hasta el fin...durarán las devastaciones”. Dios le prometió a Israel que
un día lo volvería a unir. El actual Estado de Israel se formó en mayo de 1948,
después de que los nazis no consiguieran su propósito de exterminarlos en el
holocausto. La unión del pueblo judío es uno de los eventos más
profetizados en las Escrituras.
La semana setenta
Sólo 69 semanas de
años han tenido lugar en el pueblo judío hasta el momento. Desde
cuando se dio la “orden” de restaurar y construir Jerusalén (444 a.C.) hasta
"el Mesías Príncipe" hay 483 años lunares o 476 años solares (33
d.C.). Sin embargo, el número de años determinado sobre el pueblo de Daniel es
de 490 (o sea que todavía faltan 7 años para que se cumplan los 490 años).
Un vacío entre la semana 69 y la 70
En Daniel 9:26 el
hecho de que "se le quitará la vida al Mesías” ocurrió en el 33 d.C., a lo
cual siguió la destrucción de la ciudad y del Segundo Templo, llevada a cabo
por "el pueblo de un príncipe que ha de venir”. Aquí se menciona
a este "pueblo", que eran los romanos liderados por Tito en el 70
d.C., pero también se dice que hay "un príncipe que ha de
venir". Este pueblo y este príncipe están unidos pero a la vez separados
en el tiempo.
El pueblo que
destruiría Jerusalén y el Segundo Templo estaría formado por antepasados del
príncipe futuro, el cual sería a su vez un descendiente de los que destruyeron
Jerusalén (los romanos).
Al final de la semana
69, que acabó con la muerte del Mesías Príncipe, tenía que pasar un
periodo de 37 años antes de que el resto del versículo 26 se cumpliera (33 + 37
= 70). En el año 70 d.C. son destruidos la ciudad y el Segundo Templo.
Se puede ver que la
semana 70 (la última semana de 7 años) no tendría lugar inmediatamente después
de la semana 69 (inmediatamente después de que se le quitara la vida al Mesías),
por lo que se puede decir que hay un paréntesis en el tiempo entre estas
dos semanas (la 69 y la 70).
Este espacio de
tiempo entre la semana 69 y 70 es lo que muchos llaman “la era de la gracia o
la era de la iglesia”, que inicio con la cruz de Cristo y finalizara con el rapto
o arrebatamiento de la iglesia.
El
rapto o arrebatamiento de la iglesia
El rapto o
arrebatamiento de la iglesia consiste en el traslado instantáneo de millones de
personas vivas de la tierra a los cielos, en los días venideros y está
acompañado por otro evento paralelo: la resurrección previa de todas aquellas
personas que, antes de morir, pidieron perdón a Dios por sus pecados, aceptando
a Jesús como su Señor y Salvador pero la muerte se les anticipo. O sea, tanto
los muertos en Cristo (serán “resucitados”) como los cristianos que se
encuentren vivos (serán “transformados”) serán llevados al cielo, en un
pestañear e inmediatamente comenzara la Tribulación.
Pablo habla de este misterio en:
[+] 1 Corintios, 15:51-52; y
[+] 1 Tesalonicenses, 4:15-17;
La
Tribulación es la semana 70 de Daniel
Con el rapto o arrebatamiento de la iglesia, finaliza la era de la gracia
e inicia la semana 70 de Daniel, también llamada Tribulación.
Se conoce con el nombre de Tribulación a los últimos 7 años del gobierno
del hombre sobre la tierra, antes de la segunda venida de Jesucristo. A su vez,
se suele dividir a estos últimos 7 años en dos mitades: un primer sub-periodo
de 3 años y ½ llamado Tribulación seguido de un segundo sub-periodo, también de
3 años y ½, llamado Gran tribulación. La “bisagra” entre estos 2 periodos es la
manifestación y revelación plena del anticristo declarándose Dios dentro de un
Tercer Templo que aun hoy no se ha construido. Esta es la “abominación
desoladora de la que hablo el profeta Daniel” (Mateo, 24:15, Daniel, 9:27) y de
la que también hablo Pablo (2 Tesalonicenses, 2:3-4). La diferencia es que las
calamidades y los eventos desastrosos serán más frecuentes e intensos en el
segundo sub-periodo de 3 años y ½, pero, en general, los últimos 7 años serán
angustiosos.
El propósito de la semana 70 de Daniel
Es necesario destacar
que la iglesia no pasara por las calamidades de esta última semana, la semana
70 de Daniel o los últimos 7 años del gobierno de hombre.
Pensar que la iglesia necesita de una
purificación “extra” después de la cruz, equivaldría a reconocer (erróneamente,
claro está) que la obra de Cristo en la cruz resulto ineficaz e insuficiente
para justificar a la iglesia. Al no necesitar, entonces, de una purificación
posterior a la cruz ningún propósito se cumple al hacer que la Iglesia pase a
través de la Gran Tribulación.
En el caso de Israel las generaciones desde la
cruz están perdidas por haber rechazado al Mesías. La disciplina de la última
generación tiene la intención de llevarlos finalmente a esa realización y abrir
sus ojos y sus corazones a Jesús para que el remanente del pueblo de Dios pueda
ser preservado (Zacarías, 12:10-13).
El foco de la Tribulación es judío y el foco de
Dios parece ser Israel o la Iglesia, pero nunca ambos a la vez. Esto lo explicó
claramente Pablo en Romanos, 11:25-27:
Romanos, 11:25 Porque no quiero, hermanos, que
ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros
mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en
parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 11:26
y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el
Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. 11:27 Y este será mi pacto
con ellos, Cuando yo quite sus pecados.
Lo que se quiere mostrar es lo siguiente:
[+] El propósito de la Tribulación es el de
disciplinar a Israel y destruir completamente a las naciones que lo maltrataron
y que rechazaron al Mesías; y
[+] La Iglesia no tiene necesidad de ser
purificada o disciplinada, y por consiguiente nuestra presencia aquí durante
ese período estaría en oposición directa a nuestra naturaleza como la ve Dios;
Debido a esto, Dios ha prometido remover a la
Iglesia antes de que inicie la Tribulación. En 1 Tesalonicenses, 1:10 y 5:9,
Pablo dijo primero que la Iglesia será rescatada de la ira de Dios y luego que
la iglesia no está puesta para la ira.
1 Tesalonicenses, 1:10 y esperar de los cielos
a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la
ira venidera.
1 Tesalonicenses, 5:9 Porque no nos ha
puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo,
¿Cómo será librada la
iglesia de la ira venidera?. Por medio del rapto o arrebatamiento, claro.
El
Príncipe que ha de venir es el anticristo
¿Qué hará este
príncipe?.
Daniel, 9:27 Y por otra semana
confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el
sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá
el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se
derrame sobre el desolador.
En Daniel 9:27 se nos
dice que "por otra semana (la última, la semana 70) el (anticristo) confirmará
el pacto con muchos", es decir, hará poner en marcha el sistema de
sacrificios que se detuvo cuando los ejércitos romanos destruyeron el Segundo Templo
en el año 70 d.C..
Como al día de hoy no
hay Templo (el primero – que fue el de Salomón - fue destruido por
Nabucodonosor en 586 a.C. y el segundo – que fue reedificado bajo el liderazgo
de Esdras - fue destruido en el año 70 d.C. por los romanos), un Tercer Templo
tendrá que ser construido.
Cuando la iglesia
haya sido arrebatada, Dios volverá su rostro hacia Israel y retomara la
relación con ellos exactamente donde había quedado cuando apareció la iglesia:
en el sistema levítico de sacrificios del Segundo Templo inserto en la ley de
Moisés. El príncipe que ha de venir, permitirá y ayudara a Israel a construir
el Tercer Templo.
Por su parte, el
apóstol Pablo afirma (2 Tesalonicenses, 2:4) que el anticristo (el príncipe que
ha de venir) va a entrar en un (Tercer) Templo y proclamara ser Dios, es decir,
el anticristo utilizara el Tercer Templo como centro de sus pronunciamientos.
Y aquí tenemos las
dos razones por las que un Tercer Templo tiene necesariamente que ser
construido:
[1] lo necesitan los judíos,
para volver a sacrificar animales cuando, una vez arrebatada la iglesia, Dios
retome su relación con ellos; y
[2] lo necesita el
anticristo, para entrar en él y proclamarse Dios;
El reino de este
príncipe venidero es descripto en Daniel, 7 donde se nos dice que su reino será
distinto de cualquiera que hubiera existido antes, ya que será un reino
religioso, político y militar y afectará a toda la tierra. Diez países o reyes
que dirijan estos países, compondrán su imperio.
En el libro de Daniel
encontramos detalles sobre este futuro líder europeo: su reino será el
resultado de la unión de 10 naciones y será diferente de cualquier otro que
haya existido antes.
Daniel, 7:23 Dijo
así: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente
de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y
despedazará. 7:24 Y los diez cuernos significan que de aquel reino se
levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente
de los primeros, y a tres reyes derribará.
Su reino será brutal,
dictatorial y religioso. Él perseguirá a cualquier religión rival, incluyendo a
aquéllos que siguen al verdadero Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Este periodo de gran persecución durará 3 años y ½ y tendrá lugar después de
que el culto y el sacrificio en el Tercer Templo se detengan. Con esto se
completarán los 7 años restantes de las 70 Semanas.
Daniel, 7:25 Y
hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y
pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta
tiempo, y tiempos, y medio tiempo. 7:26 Pero se sentará el Juez, y le quitarán
su dominio para que sea destruido y arruinado hasta el fin,
Se opondrá a Dios
(“hablara palabras contra el Altísimo”), perseguirá cristianos (“a los santos
del Altísimo quebrantara”) y “pensara en cambiar los tiempos (se eliminara el
“antes y después de Cristo” y comenzara el año 1 de una “Nueva Era”) y la ley”
(van a cambiar las leyes de los países y se crearan las nuevas del “Nuevo Orden
Mundial”). Luego de que a mitad de la última semana de 7 años (a los 3 años y ½)
haga cesar el sacrificio y la ofrenda en el Tercer Templo y entre al mismo y declare
ser Dios, durante los últimos 3 años y ½ (“tiempo” = 1 año + “tiempos” = 2 años
y “medio tiempo” = ½ año = 3 años y ½) hará todo tipo de desmanes y cometerá
todo tipo de atrocidades. Luego será “destruido y arruinado hasta el fin” (será
destruido por Jesucristo, en su Segunda Venida).
Daniel y Jeremías
describen este tiempo como un tiempo sin igual en la historia pasada y futura
de la humanidad. Jeremías lo llamó “la angustia de Jacob” (Jeremías 30:7) y
Daniel dijo que sería un “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente
hasta entonces” (Daniel 12:1).
Según el libro de
Apocalipsis, en los primeros 3 años y ½ morirá por lo menos la mitad de la
población mundial como resultado de la guerra y los juicios que tendrán lugar.
El libro de Apocalipsis revela detalles específicos sobre la semana 70 de
Daniel: de los capítulos 6 al 19 de Apocalipsis se describe este periodo de
siete años y de los capítulos 6 al 9 se hace referencia a la primera mitad de
la semana 70 de Daniel. Los eventos de la primera mitad de la Tribulación,
incluyendo la abominación desoladora, se cubren entre de los capítulos 10 al
13. La última mitad de la tribulación aparece en los capítulos 14 al 19,
incluyendo la Segunda Venida de Cristo.
QUE DIOS LOS BENDIGA
A TODOS!!!!
Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – Ministerio REY
DE GLORIA