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Fuente:
Un estudio de Jack Kelley.
Los primeros tres Evangelios son tan parecidos que la gente acusa a Mateo y
a Lucas de haber tomado mucho de su contenido de Marcos, quien supuestamente
escribió el suyo primero. Pero este no es el caso con Juan. Su Evangelio es
diferente a todos los demás.
Ninguno de los escritores de los Evangelios escribió estrictamente una
narración histórica. Pero entre todos, Juan parece ser el menos interesado en
preservar la cronología de los eventos al haberlos colocado de manera que
tengan más contraste los unos con los otros, en lugar de preservar su orden de
ocurrencia. Un buen ejemplo lo encontramos en Juan 2 en donde vemos que al
milagro de convertir el agua en vino le sigue la purificación del Templo. El
primero se llevó a cabo al inicio del ministerio del Señor, mientras que el
último sucedió casi al final del mismo. Juan los puso uno al lado del otro para
contrastar la pureza del Evangelio que Jesús enseñó con las prácticas corruptas
de la religión del momento.
De todos los milagros que Jesús hizo, Juan escogió solamente incluir siete
en su Evangelio, junto con siete afirmaciones de “Yo Soy” y siete discursos.
Del ministerio total de tres años y medio del Señor, Juan se centra solamente
en 21 días, dedicando 10 capítulos a la última semana del ministerio del Señor
y un tercio de los 879 versículos del libro a un solo día del mismo.
Cada uno de los siete milagros en el Evangelio de Juan simbolizan también
una mayor verdad y, francamente, en mi manera de pensar, un par de ellos son un
poco extraños. Un buen ejemplo es la transformación del agua en vino. Pero de
todos los milagros que Jesús hizo, quizás el más extraño es la curación de un
paralítico en el estanque de Betesda en el capítulo 5. Es que este milagro está
tan alejado del carácter del Señor. Leámoslo. (Para leer sobre los siete
Milagros, vaya al sitio gracethrufaith.com/Selah/spiritual-life/the-seven-miracles-in-John).
Juan, 5:1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió
Jesús a Jerusalén. 5:2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un
estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 5:3 En éstos
yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el
movimiento del agua. 5:4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al
estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del
movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5:5 Y
había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 5:6
Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo:
¿Quieres ser sano? 5:7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta
en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro
desciende antes que yo. 5:8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 5:9
Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de
reposo aquel día. 5:10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido
sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. 5:11 El les
respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. 5:12 Entonces
le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? 5:13 Y el que
había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la
gente que estaba en aquel lugar. 5:14 Después le halló Jesús en el templo, y le
dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa
peor. 5:15 El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le
había sanado.
¿Qué está
sucediendo aquí?:
Un vistazo a las anomalías nos ayudará a descifrar este extraño milagro. Por
ejemplo, usualmente luego de encontrarse con un grupo de personas, Jesús sanaba
a todos los enfermos que había entre ellos, sin tomar en cuenta Sus planes
personales. Lo que quiero decir lo encuentran en Mateo 4:23-24.
Mateo, 4:23 Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de
ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda
dolencia en el pueblo. 4:24 Y se difundió su fama por toda Siria; y le
trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas
enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los
sanó.
Y en Mateo 14:13-14.
Mateo, 14:13 Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar
desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las
ciudades. 14:14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de
ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
Pero en el estanque de Betesda (Juan, 5), donde el lugar estaba repleto de
enfermos e inválidos y en donde con solo un ademán de su mano pudo haberlos
sanado a todos, Juan menciona que solamente una persona fue sanada. Y esa
persona ni siquiera se le acercó. Jesús hizo ese contacto inicial después de
haber conocido algo sobre ese hombre. “¿Quieres ser sano?” le preguntó.
Luego leemos la historia del hombre, un verdadero callejón sin salida.
Debido a que era paralítico no podía acercarse al estanque para ser sanado.
Pero si hubiera podido acercarse al estanque, por sí mismo, no habría
necesitado ser sanado. Él necesitaba que alguien lo sanara allí mismo en donde
se encontraba.
Y tampoco él nunca le pidió a Jesús que lo sanara. De hecho, ni siquiera
sabía con quién estaba hablando. El Señor dijo, “Levántate, toma tu lecho y anda”, y sin dudarlo, el hombre hizo
eso, por primera vez en 38 años. Luego está el hecho de que eso sucedió
durante un día de reposo (un sábado), por lo que el estar llevando su lecho,
llamó la atención de los sacerdotes quienes le dijeron que eso era ilegal. El
ex paralítico les respondió que estaba obedeciéndole a la persona que lo había
sanado, pero no pudo decirles quién era.
Más tarde Jesús lo encontró de nuevo y le advirtió “no peques más, para que no te venga alguna
cosa peor”. ¿Era eso una amenaza?
La historia detrás de la
historia:
Con estos
hechos a la vista, pareciera que con la curación en Betesda se nos quiere
transmitir mucho más de lo que puede captar el ojo. La primera pista que
encontramos es que el hombre ha estado paralítico durante treinta y ocho años.
La única otra ocasión en que esa frase de treinta y ocho años aparece
en la Biblia la encontramos en Deuteronomio 2:14 la
cual describe la duración del tiempo en que los judíos permanecieron en el
desierto cuando recibieron la Ley.
Deuteronomio, 2:14 Y los días que anduvimos de Cades-barnea hasta cuando
pasamos el arroyo de Zered fueron treinta y ocho años; hasta que se
acabó toda la generación de los hombres de guerra de en medio del campamento,
como Jehová les había jurado.
Esta pequeña pista nos indica que el paralítico al lado del estanque en su
callejón sin salida representaba a Israel en el suyo. Debido a que eran
pecadores, no podían cumplir con la Ley para ser salvos. Pero
si hubieran podido cumplir con la Ley no habrían tenido necesidad de
la salvación. Ellos necesitaban que alguien los salvara allí tal y como estaban.
Betesda significa “casa de misericordia”. E igual que el paralítico, Israel
necesitaba que alguien le mostrara misericordia en su condición sin esperanza.
El Señor mostró Su misericordia con el paralítico y le ofreció lo mismo a
Israel.
A pesar de que Jesús llegó al estanque específicamente para sanar a este
paralítico, el paralítico no reconoció a su sanador y no sabía con quién estaba
hablando. A pesar de que Jesús vino a la tierra específicamente para salvar a
Israel (Mateo, 15:24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel.), ellos no reconocieron a su Salvador y no
supieron con quién estaban hablando. “Si eres el Cristo”, le dijeron, “entonces dínoslo” (Lucas, 22:67
¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis; ).
Y esto a pesar de haber cumplido con cientos de profecías de las escrituras de
ellos relacionadas con Su venida.
Jesús le dijo al paralítico ya sanado que dejara de pecar para que no le
sucedieran cosas peores. Él no podía haber estado hablando de manera general
porque sabía que si el hombre puede dejar de pecar del todo, se puede salvar a
sí mismo y no tendría necesidad de un Salvador. El callejón sin salida no
podría existir. Por eso es que Jesús debe de haber tenido en mente un pecado específico.
Al tratar de cumplir la Ley en un esfuerzo para salvarse a sí
mismos, los israelitas estaban dependiendo de su propia justicia, lo cual es un
pecado. La intención de la Ley nunca fue el ser un medio para la
salvación, sino para revelar la necesidad de un Salvador (Romanos, 3:20 ya que
por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él;
porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado).
Al hacerle esa advertencia al paralítico, Jesús al mismo tiempo le estaba diciendo
a Israel que dejara de estar cometiendo el pecado de la auto justificación para
que algo peor no les sucediera. Y debido a que rehusaron les sucedió. Durante
el tiempo del Señor en la tierra, Israel estaba subordinado a Roma, pero aun
existía como nación. Treinta y ocho años (si, 38 años) después
de la crucifixión Jerusalén fue destruida y poco tiempo después, Israel dejaría
de existir del todo como nación.
Entonces, pareciera que este paralítico fue escogido para enviarle un
mensaje a Israel, uniéndose al Señor al ser actor en una parábola.
Pero también el Señor y el paralítico nos estaban enviando un mensaje a
nosotros. Porque ¿cuántos de nosotros no hemos afirmado ser nuestros propios
salvadores en algún momento de nuestras vidas? ¿Cuántos de nosotros no nos
hemos enorgullecido de nuestra auto-justificación?.
Cada uno de nosotros está en el mismo callejón sin salida como el
paralítico, inútiles para salvarnos a nosotros mismos y desesperadamente
perdidos. Estamos destinados a llevar nuestros pecados hasta la tumba a menos
que Dios nos extienda Su misericordia. Y así, al encontrarnos aquí en el mismo
lugar en que estamos y conociendo nuestra condición, Él nos pregunta, como al
paralítico, “¿Quieres ser sano?” Selah.
20/02/2010.
QUE DIOS LOS BENDIGA A TODOS!!!