lunes, 24 de diciembre de 2018

EL ESPÍRITU DE ACUSACIÓN


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Te dejo el video donde predico acerca de este mismo tema (el contenido del video es el mismo que los archivos de Word y Powerpoint y que el expuesto mas abajo):




El ministerio de acusación

Apocalipsis, 12:10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.

El ministerio de acusación lo tiene satanás, quien ha enviado un ejército de demonios de crítica y acusación, para controlar y destruir a la iglesia en general (como cuerpo de Cristo) o alguna iglesia local en particular.

Este demonio incita al creyente a atacar a otros cristianos, ya que seduce al cuerpo de Cristo para sacarlo de las perfecciones de Cristo y sumergirlo en nuestras propias imperfecciones.

Las personas que, dentro de la iglesia, han sido cautivadas por los engaños de este espíritu, se han convertido en enemigos de sus antiguas iglesias porque, debido a que son controlados por este espíritu de acusación, han  pasado por muchas congregaciones.

El ataque de este demonio siempre se propone detener al desarrollo de las iglesias que han comenzado a alcanzar sus metas.

El pecado dentro de la iglesia

Según el Apóstol Juan, aun después de ser salvos, continuamos pecando.

1 Juan, 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.

En este pasaje, Juan se incluye cuando escribe “si decimos” y “nos engañamos”, motivo por el cual está hablando de la iglesia, es decir, está hablando de gente que es salva. O sea: para Juan, aun después de ser salvos, seguimos pecando. Y Juan sube la apuesta cuando escribe que si decimos que no pecamos, nos estamos engañando a nosotros mismos y somos unos mentirosos (si la verdad no está en nosotros, como dice Juan, lo que está en nosotros, en lugar de la verdad, es la mentira).

Pero hay solución:

1 Juan, 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

La palabra clave en este pasaje es “confesión” y es lo que nos restaura a la comunión con Dios, cuando la misma se ve interrumpida a causa del pecado.

La palabra “confesión” proviene de dos palabras griegas: “homo” (que significa “lo mismo”) y “logeo” (que significa “hablar”). O sea que la palabra “confesión” significa literalmente “hablar lo mismo”. ¿Hablar lo mismo que quien?. Hablar lo mismo que Dios. Solo estamos confesando cuando somos capaces de decir de nosotros mismos lo mismo que diría Dios (esto implica la difícil tarea de vernos como Dios nos ve, por lo menos en cuanto a nuestras faltas).

¿Cómo ver nuestros propios errores?. Esta capacidad se adquiere orando, como el rey David:

Salmos, 19:12 ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.

Cuando hacemos oraciones generales del tipo “Señor, perdónanos si hemos pecado contra ti, contra el cielo, contra mis hermanos o aun contra los hombres” no estamos haciendo mucho para confesar. El Señor desea que seamos un poco más específicos, motivo por el cual más recomendable es la siguiente oración: Señor, perdóname por murmurar contra mi hermano (mencionarlo), por haber visto ayer a la noche pornografía, porque hoy a la mañana me enoje injustificadamente con tal persona, etc.

Solo cuando logramos dar este paso, estamos confesando y es cuando la sangre de Cristo nos vuelve a limpiar.

El poder redentor de la sangre de Cristo es eterno:

Hebreos, 10:14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

De otro modo, Cristo tendría que volver a venir y morir nuevamente en la cruz cada vez que nos equivocamos:

Hebreos, 9:26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 

Destrucción vs Restauración

Existen maneras bíblicas para traer corrección al pecado que hay en la iglesia, modos que traen restauración y no destrucción.

ESTE ESPÍRITU DEBE SER DISCERNIDO PORQUE SU MOTIVACIÓN NO ES RESTAURAR SINO DESTRUIR.

El ministerio de represión de Cristo

La iglesia necesita corrección, pero el modelo del MINISTERIO DE REPRENSIÓN debe ser el de Cristo y no el de satanás (el acusador de los hermanos). Cuando Cristo reprendió a las iglesias en Asia (Apocalipsis, 2 y 3), unió sus regaños con el elogio y la promesa. Fue después de animarlos que los reprendió. Después de que Cristo amonesto a la iglesia, sus últimas palabras no fueron de condenación sino de promesas.

Aun en la más seria corrección, la Voz de Jesucristo es siempre la encarnación de la gracia y la verdad:

Juan, 1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 

Si la palabra de corrección no ofrece gracia para restauración, entonces no es la Voz de Jesucristo.

¿Cómo entra este espíritu en nosotros y en la iglesia?

De dos formas:

[1] falta de confesión; y
[2] falta de oración y de perdón;

Si nos hemos arrepentido de nuestros pecados, entonces no existe ningún vestigio en el cielo. Como está escrito:

Romanos, 8:33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

Jesús no nos condena. Como un cordero, El murió por nuestros pecados. Como un sacerdote, El intercede por nosotros.

No obstante, este espíritu inmundo tiene un arma y son nuestros pecados presentes no confesados.

Cuando fallamos en arrepentirnos mediante la convicción del Espíritu Santo, este demonio busca usar nuestros pecados actuales para condenarnos.

LA MANERA PARA VENCER A ESTE ENEMIGO, EN ESTE NIVEL, ES SIMPLEMENTE ARREPENTIRNOS DE CIERTOS PECADOS EN PARTICULAR.

Este demonio también se infiltra en nuestras meditaciones, introduciendo crítica y condenación contra otros. En vez de orar los unos por los otros, reaccionamos en la carne contra las ofensas. Nuestras reacciones, que no se parecen en nada a las de Cristo, abren puertas para que este espíritu de crítica y acusación entre en nuestra alma y, a través nuestro, en nuestras iglesias.

¿Qué debemos hacer?.

Aprender a orar los unos por los otros, en vez de atacarnos como aves de rapiña:

Santiago, 5:16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 

Debemos aprender a perdonarnos los unos a los otros:

Mateo, 6:14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;

Indicios de la actividad de este espíritu

Cuando este espíritu nos usa contra otros hermanos, primeramente nos provoca a celos, a temor y a envidia. Nos sentimos amenazados por el éxito de otros hermanos y buscamos justificarnos a nosotros mismos engrandeciendo las faltas de ellos.

Los fariseos envidiaban a Jesús:

Juan, 12:19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.

Mateo, 27:17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? 27:18 Porque sabía que por envidia le habían entregado. 

Por eso estaban todo el tiempo criticándolo:

Marcos, 2:18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? 

Marcos, 7:5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? 

Y buscaban motivo para acusarlo de algo:

Lucas, 6:7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.

Y, por lo general, son los que se parecen más a nosotros, nuestros compañeros en estatura espiritual, los que se transforman en foco de nuestros ataques. Y, mientras más crece nuestro celo, más manipula este demonio nuestros pensamientos.

Aquellos que andan de acuerdo con la carne siempre encontraran ocasión para perseguir a los que caminan en el espíritu.

Las siguientes son señales de que este espíritu se encuentra activo dentro de una iglesia local. Este espíritu de crítica o acusación:

[+] nos desenfoca de la perfección de Cristo y nos enfoca en nuestra propias imperfecciones;
[+] ataca principalmente a iglesias que han comenzado a lograr sus metas, para detener su desarrollo;
[+] entra en nosotros por medio de los celos, el temor y la envidia;
[+] nos incita a atacar a otros cristianos que están, por lo general, al mismo nivel que nosotros;
[+] trae división al cuerpo de Cristo;

Oración contra el espíritu de acusación

Señor Jesucristo, con la autoridad que hay en tu nombre y con el poder que hay en tu sangre, atamos, reprendemos, echamos fuera, desalojamos violentamente a los lugares secos y vacíos, al espíritu inmundo de crítica y acusación y a todos los demonios que vienen detrás de el: celos, temor, envidia, murmuración, condenación y falta de perdón.

Atamos a este espíritu y a todos los demonios que vienen con él y desatamos al Espíritu Santo y un espíritu de perdón, amor, unidad, oración e intercesión por nuestros hermanos, sobre nuestra iglesia.

Rompemos, quebrantamos, despedazamos, conquistamos, saqueamos, dejamos inhabitadas y convertimos en anatema las fortalezas del espíritu inmundo de crítica y acusación y distribuimos sus bienes.

¿Qué significa “convertir en anatema”?.

Significa consagrar para Dios el lugar donde existía la fortaleza destruida, para que nada más, contrario a Dios, pueda ser construido en ese lugar.

Basado en:

Josué, 6:26 En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas.



MARCELO D. D’AMICO
Maestro de la Palabra – Ministerio Rey de Gloria